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Relato de una ambición (Capítulo 2)

La historia no contada del desplante de Brufau a Lukoil

El presidente de la Generalitat de Catalunya, Artur Mas, y el presidente de Lukoil, Vagit Alekperov..

Sacyr Vallehermoso fue fundada en 1986 como Sociedad Anónima Caminos y Regadíos. En 1991 pasó a llamarse Sacyr; en 2002, con la compra de un 24.5% de Vallehermoso, a la que se fusionó al año siguiente, se convirtió en una constructora de envergadura. Si en 2004, la promoción de Antonio Brufau encontró al Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero con el pie cambiado, a finales de 2006 tenía algo que decir. En vista del valor estratégico de la petrolera, apoyó la entrada de Sacyr Vallehermoso en Repsol-YPF.

La constructora, que cerró 2005 bajo la presidencia de Luis del Rivero con un beneficio neto de 413 millones de euros, hizo lo que tantos españoles por aquellas fechas: endeudarse por una cifra que excedía sus ingresos. Así pudo comprar el 9,23% de Repsol-YPF, en octubre de 2006, y otros porcentajes menores que, a finales de noviembre, consolidaron un influyente 20% de las acciones. Sacyr Vallehermoso pagó 5.000 millones de euros, de los cuales 2.000 millones pertenecían a bancos estadounidenses. Con la crisis de las hipotecas 'subprime', surgida en 2007, las redes financieras se trasformaron en terminales confusas y temerosas. En paralelo al frenazo de los créditos, la estadística de los impagos aumentó exponencialmente. La recesión forzó a Estados Unidos, el decano del capitalismo, a rescatar su sistema financiero. A pesar de que muchos clientes tenían sus cuotas al día, se incrementaron las tasas de interés y, en los casos abultados, como el de Sacyr Vallehermoso —con el agravante de que se dedicaba al ladrillo a expensas de la burbuja inmobiliaria—, optaron por anticiparse a una probable situación de quiebra.

La solvencia de la constructora se sustentaba sobre la garantía de las acciones de Repsol, y los activos de sus filiales Testa, Vallehermoso y Valoriza. Los acreedores quisieron agilizar la recuperación de su dinero declarando el default. Legalmente era imposible: con los dividendos de Repsol-YPF, Sacyr Vallehermoso no había dejado de pagar los intereses del préstamo. Así que, en abril de 2007, decidieron pasear su deuda por el mundo. Utilizaron un gancho erróneo en un período de máxima desconfianza en las deudas ajenas: “El crédito vence en 2011, y como la empresa española no podrá hacer frente, ustedes adquieren por descontado las acciones de una petrolera”.

ExxonMobil, Chevron, Shell, la italiana Eni, la francesa Total, etcétera, fueron los primeros en recibir la oferta. Como dijeron no, los acreedores se arrimaron a los nuevos ricos de la India y de Indonesia, que tampoco quisieron correr riesgos. Tras un tiempo muerto, recordaron que uno de los hombres que mejor podía colaborar en esta enrevesada comercialización se encontraba en España. En concreto, en la Embajada de Estados Unidos de América. Eduardo Aguirre, acreditado en el país desde junio de 2005, era amigo personal de George W. Bush —“Soy su fontanero”, declaró— y durante veinticuatro años fue presidente del Bank of America. La cartera de las grandes fortunas estuvo a su cargo. Con la familiaridad que brindan los orígenes compartidos, le pidieron un favor: deshacerse de la deuda de Sacyr Vallehermoso. Y Aguirre, que sólo conocía la diplomacia del dólar, se puso manos a la obra. “Él es quien identifica al comprador potencial”, indica una fuente conocedora de este proceso de venta.

El asalto ruso

El 12 de noviembre de 2008, en una visita oficial a España, Alexander Zhukov, vicepresidente del gobierno ruso, declaró que Gazprom tenía interés en comprar las acciones de Sacyr Villahermoso que, dos meses atrás, había reconocido sus apuros económicos, ofreciendo sus acciones en Repsol-YPF. Fue tanto el escándalo que el 14 de noviembre, Zhukov tuvo que echarse para atrás. Mario Rajoy dijo estar radicalmente en contra: "Espero que al Gobierno ni siquiera se le pase por la imaginación". No tardó en instalarse una retórica que se define cabalmente con el título de una película de los años sesenta, “¡Que vienen los rusos!”. La frase ha permeado el inconsciente colectivo y suele utilizarse en situaciones como ésta, donde la expectación y el miedo empañan la visión de Rusia. Si en la dictadura franquista prevalecía el “temor rojo”, ahora, desde los medios de comunicación, sus hombres de negocios —que los hay— son acusados de pertenecer a la mafia.

Que, a pesar del recelo, el nuevo gobierno de Dimitri Medvédev, con Vladimir Putin como su indiscutible Maquiavelo, sustituyera a Gazprom por Lukoil significaba dos cosas: que Zhukov se había equivocado al mencionar una petrolera por otra; y, en cualquier caso, que el negocio entre ambos países estaba en marcha. La compra de las acciones de Repsol-YPF no era un globo sonda de los rusos. Ni Zhukov, ni Medvédev, ni el entonces llamado “zar del petróleo” Ígor Sechin, daban un paso sin el permiso de Putin. Y éste no dejaría que un asunto tan delicado se aireara en suelo español sin el beneplácito del rey, su máximo interlocutor desde mayo de 2000.

La amistad entre Putin y Juan Carlos I es patente. Tienen tres aficiones en común: la cacería, los negocios y la política de altos vuelos. Durante la última década, el monarca acumula, entre giras oficiales y viajes relámpago, por lo menos ocho estancias en Rusia. Ambos han fraternizado en las salas del Kremlin, en la residencia de Novo-Ogarevo y en el balneario de Sochi. Por tanto, la confianza impide que cualquiera de los dos cometa la descortesía de no compartir detalles de operaciones que afectan a sus países. En resumen, si Zhukov decía que una petrolera rusa tenía previsto adquirir las acciones de Sacyr Vallehermoso, se estaba limitando a hacer de dominio público la anuencia entre Madrid y Moscú.

Sólo Rusia mostró interés en liquidar la deuda de la constructora a cambio de un porcentaje substancial de Repsol-YPF. Estratégicamente, significaba que anexarían un mercado al que venderle sus productos. La petrolera era su caballo de Troya para instalarse en Gas Natural y participar de sus redes de distribución hasta implantar el monopolio ruso. En un primer momento, Moscú decidió comprar desde Gazprom. Sin embargo, para atenuar el impacto de la atmósfera hostil generada por los grupos de presión españoles, pasaron a Lukoil, la segunda compañía de petróleo más importante de Rusia, que daba la garantía de contar con socios privados, entre ellos la petrolera estadounidense ConocoPhillips, con experiencia en el fracking en superficie tejana. Los rusos querían “desputinizar” la negociación, pero su remedio fue peor que la enfermedad, y las suspicacias saltaron las alarmas. Desde la oposición, Rajoy volvió a apelar, más que a la integridad, al integrismo nacional: "Nuestro petróleo, nuestro país y nuestra energía no se pueden poner en manos de una empresa rusa porque eso nos convertiría en un país de quinta división". Trascendió que los servicios de inteligencia europeos afirmaban que uno de los jerarcas de la mafia rusa —Zakhar Kalashov— poseía acciones en Lukoil. A pesar de la polémica, se dio la imagen de que, a través de los cauces oficiales, el trato seguía adelante.

Implicaciones de un cable diplomático

Con la filtración de los cables de Wikileaks, se conoció el parte del embajador Eduardo Aguirre del 24 de diciembre de 2008, notificando a su gobierno las novedades de las negociaciones entre España y Rusia. Por la indiscreción de Bernardino León, secretario general de la Presidencia, quedó al descubierto el apoyo del rey y las complicadas gestiones del Gobierno de Zapatero para que la venta de las acciones a Lukoil no se produjera en un porcentaje que le diera el control de Repsol-YPF. Resultó llamativo que entre los receptores habituales de este tipo de comunicaciones (Departamento de Estado, la Central de Inteligencia Americana y los organismos técnicos a los que corresponda el manejo de los datos cableados), Aguirre incluyera al Embajador en Moscú (John Beyrle), y al cónsul general en Barcelona (Todd D. Robinson).

Una inspección somera de los hechos permite ubicar el interés de Washington, distribuido en Madrid y en Moscú, pero ¿cuál era el motivo de compartir las noticias con el negociado catalán? La lógica apunta a La Caixa, propietaria entonces de un 10% de Repsol-YPF. Al no aparecer el embajador en México, por el segmento que corresponde a Pemex, se descarta que Aguirre siguiera la guía de los accionistas como criterio de información diplomática.

La Caixa era importante por dos cuestiones: la influencia que Isidro Fainé ejercía sobre Antonio Brufau y su trato privilegiado con la Casa Real. ¿Pero quién trajo a Lukoil? Para responder conviene cambiar la pregunta por otra: ¿quién no trajo a Lukoil? Las figuras de Putin, del rey y del embajador Aguirre son manifiestas. ¿Y dentro de Repsol-YPF? Lo cierto es que se personificó en Luis del Rivero, presidente de Sacyr Vallehermoso, la supuesta felonía de apalabrar con los rusos el fin de la “españolidad” petrolera. No existe ningún ethos de esa clase en una multinacional que, por naturaleza, enarbola intereses privados. Aún así, Del Rivero quedó reducido a secuaz de Moscú. Ante la magnitud de la transacción, es evidente que Lukoil tenía un interlocutor no sólo en el Estado español, sino en la propia Repsol-YPF. Al respecto, infoLibre ha recabado dos versiones de los hechos que son complementarias.

Según una fuente próxima a Sacyr Vallehermoso, en el V Congreso de la Confederación Española de Directivos y Ejecutivos (CEDE), celebrado en Zaragoza el 13 y 14 de noviembre de 2008, Isidro Fainé “acordó el reparto de consejeros, qué cosas tendría que dejar Repsol-YPF ya con Lukoil dentro y qué tendría que hacerse con las participaciones de gas para que La Caixa siguiera siendo el agente dominante”. La fuente es categórica: “A los rusos los trajeron Brufau y Fainé”. Al contrastar esta revelación con otra fuente del entorno de la petrolera, escuchamos: “A Lukoil la va a buscar Repsol, pero en medio de las negociaciones no se ponen de acuerdo con el precio de venta. Como Sacyr Villahermoso había comprado el 20% de Repsol a crédito, y a un precio muy alto, una media de 22 o 22,5 euros, Brufau quería venderle a los rusos a 25 euros. Lukoil respondió que sólo pagaría a 25 euros la acción si en lugar de comprar un paquete del 20% se quedaba con un paquete del 30%”. Nuestro confidente jura que esto es tan real “como el cielo que está viendo”, y recalca: “Es el señor Brufau el que va a La Caixa a pedirle a Isidro Fainé que venda su 10% para sumarlo al porcentaje de Sacyr Vallehermoso y poder venderles a 25 euros el 30%. La Caixa le dijo que ni hablar”.

Todo sea por Sajalín III

Queda claro que Antonio Brufau participó en la maniobra con Lukoil. De hecho, desde febrero de 2006, Repsol-YPF estaba presente en el mercado energético ruso con la compra, por 90 millones de dólares, del 10% de West Siberian Resources, una compañía sueca con derechos de exploración. Por lo tanto, la llegada de Lukoil no era un acontecimiento aislado, formaba parte de una cadena de hechos. No únicamente por el libre intercambio comercial entre países. Brufau quería matar tres pájaros de un tiro: romper con La Caixa y emanciparse de Isidro Fainé, conjurar la amenaza representada por Luis del Rivero y, el premio gordo, entrar en el proyecto ruso de Sajalin III, que debe su nombre a la isla de 76.400 kilómetros cuadrados situada en el lejano Oriente asiático, en el mar Ojotsk. Desde los años noventa, se pusieron en marcha las unidades Sajalin I y II, operadas por ExxonMobile y Shell, respectivamente. Sus reservas guardan más de 45.000 millones de barriles. En 2008, se taladró el primer pozo de exploración del campo North-Veniskoye, en el área Veninsky, y se calculó que tenía una reserva de 34.000 millones de metros cúbicos de gas y 20.700 millones de barriles de condensado. Esos recursos configuraron Sajalin III, el proyecto más atractivo del Estado ruso en aquel momento.

El plan se torció cuando Sacyr Vallehermoso y La Caixa, por razones distintas, rehusaron vender sus porcentajes. Lukoil tampoco quería lanzar ninguna OPA. Estaban en Madrid porque los intermediarios políticos prometieron un aterrizaje suave en la petrolera española. Ante la avalancha de críticas, y buscando asegurar su puesto, Brufau se sometió al guión ideológico imperante: “los rusos son malos” y “Repsol-YPF es el Sancta Sanctorum patrio”. Como enfrentarse a Fainé hubiera sido un aspaviento suicida, apuntó contra el jugador más débil —Luis del Rivero— tornándolo en su chivo expiatorio. Ensayó, sin escrúpulos, su gesto dramático favorito: envolverse en la bandera española y clamar como lo haría un héroe o una víctima. Acto seguido, negó a los rusos.

Un protagonista en especial no daba crédito al curso de los acontecimientos. Fuentes de La Moncloa de aquella época confirman que el jueves 20 de noviembre de 2008 el rey Juan Carlos llamó al menos seis veces a José Luis Rodríguez Zapatero. El jefe del Estado quería preguntarle al presidente de Gobierno el motivo por el cual las negociaciones no se consumaban. ¿A qué se debía este remedo bufo de la crisis de los misiles? Su Majestad era inoportuno: Zapatero tenía delante los datos que demostraban que el déficit público iba a ensancharse. Por primera vez en quince años, el Producto Interior Bruto reflejó un decrecimiento continuo. La recesión, que iba a destruir la vida de tantos españoles, estaba a días de distancia.

Antonio Brufau salió a la calle a buscar aliados. El viernes 21 de noviembre de 2008, se reunió con el líder de la oposición, Mariano Rajoy. Éste creyó a pie juntillas su entrega a la causa españolista. En el contexto de una crisis económica arrolladora, el PP invertía su tiempo corroborando que Brufau tenía más ideas en común con ellos que con el PSOE. La faceta “Brufau, el mártir”, se imprimió en los periódicos. “Brufau amenaza con abandonar Repsol si Lukoil toma el control”. Este artículo de La Vanguardia, del 3 de diciembre de 2008, contenía los baños de pureza de Brufau: “Obviamente no habré luchado yo 60 años para acabar con esta situación… No estaría yo dirigiendo una compañía que no hubiese pasado por la claridad de las reglas del mercado”. A pesar de que se había agusanado el negocio con Rosneft por Sajalin III, de que seguiría atado a Fainé, y de que su adversario Luis del Rivero resistió la presión mediática, Brufau salió indemne si consideramos la dimensión del problema. De cara a la clientela conservadora, él había abortado el “ataque ruso”.

Reunión en Viena con el Zar del petróleo

El 2 de marzo de 2009, en su primera visita a España, el presidente ruso Dimitri Medvédev derogó el tema Lukoil con reproches: “Dividir a los inversores en buenos y malos, en correctos e incorrectos, es levantar un muro de Berlín en la economía”. Y tachó de “idiota” la disputa surgida al proclamar la compra de las acciones de Repsol-YPF. Era visible el enfado del Kremlin. Sentían que les habían tomado el pelo y que se estaban riendo de ellos. Su proyecto de controlar Gas Natural a través del 30% de las acciones de Repsol se había arruinado. Días después, el domingo 15 de marzo de 2009, rusos y españoles coincidieron en Viena, en una reunión en la sede de la Organización de Países Exportadores de Petróleo. A las 14:00 de la tarde, el viceprimer ministro de Rusia, Igor Sechin, invitó a su suite del hotel Bristol a tres españoles. Quería saber por qué se frustró la transacción y si existía la posibilidad de reactivarla. El diálogo se desarrolló en presencia de Vladimir Bogdanov, presidente de la petrolera Surgutneftegas, y con la ayuda de un intérprete. Un dato interesante porque Sechin habla español desde los tiempos de la Guerra Fría.

—Pero el jefe del Estado está de acuerdo con esta operación —fue lo único que Sechin, exasperado, dijo en español.

—Si está de acuerdo el jefe del Estado —respondió uno de los presentes—, que les venda él.

En los círculos de espionaje ruso, el Hotel Bristol de Viena es popular. El 27 de septiembre de 2003, el general Anton Surikov se reunió con otros personajes vinculados al crimen y al petróleo. Por cierto, en el transcurso de la charla salió el nombre Ígor Sechin. Un medio ruso publicó la trascripción. Surikov fue asesinado en 2009.

Lo que se habla en los alrededores de la OPEP se oye en Moscú.

Y llegaron los rusos. Nadie se rasgó las vestiduras cuando Litasco (Lukoil International Trading and Supply Company), creó una joint venture, en mayo de 2010, para participar junto a la petrolera catalana Meroil en la ampliación de la terminal petrolífera del puerto de Barcelona. Se trató de una inversión de 50 millones de euros. Meroil y Lukoil inauguraron el 27 de abril de 2012 el resultado de su sociedad: una plataforma de 40.000 metros cuadrados, con capacidad para almacenar 360.000 metros cúbicos de petróleo, que permitirá a Barcelona exportar, importar y distribuir crudo y gas en conexión con la red de oleoductos de la Compañía Logística de Hidrocarburos, presidida por José Luis López de Silanes, un antiguo peón de Antonio Brufau en el tablero de su OPA contra Iberdrola, y participada por Repsol con un 10%. En la foto que conmemora ese acuerdo entre Rusia y España, se ve a Vagit Alekperov, presidente de Lukoil, y a Artur Mas, presidente de la Generalitat de Catalunya. Dos años después del conato de unión con Repsol-YPF, no se escuchó ni leyó por ningún lado el supuesto historial 'delictivo' de la petrolera rusa.

Finalmente, Lukoil ancló en el puerto de la misma ciudad por la que había entrado para comprar las acciones de Sacyr Vallehermoso. Quizá por eso, el embajador Eduardo Aguirre había copiado su cable a Todd D. Robinson, cónsul general en Barcelona. Acaso también quería ponderar el apego recíproco entre la Casa Real y La Caixa. El banco catalán patrocinó las andanzas del equipo de vela del rey Juan Carlos a bordo del yate Bribón XV, y puso en nómina, desde octubre de 1993, a la infanta Cristina, a la que ascendió en marzo de 2006 al puesto de directora del área internacional de su Obra Social. Tan profunda es la amistad, que La Caixa concedió, en octubre de 2004, a ella y a su esposo Iñaki Urdangarín, una hipoteca inverosímil; y, ante la polvareda que levantó la corruptela del Caso Nóos, hizo posible su traslado a Suiza, en julio de 2013, encargándole la coordinación de sus programas con las agencias de Naciones Unidas.

La rebelión de Pemex y de Sacyr contra Antonio Brufau

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Convaleciente de una intervención quirúrgica, el 18 de julio de 2012, el rey iba de camino a Moscú: “Otra persona estaría aún de baja, pero yo tengo que currar”. Don Juan Carlos iba a que lo condecorara su viejo amigo Vladimir Putin. Tenía razón después de todo, porque, medallas aparte, España tiene importantes activos económicos en Rusia. Si no, que lo diga Repsol.

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(Próximo capítulo: 'La rebelión de Pemex y Sacyr contra Antonio Brufau')

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