POLÉMICA ECONOMÍA COLABORATIVA

Las grandes firmas de capital riesgo impulsan el negocio que pone en jaque a los taxistas

Las grandes firmas de capital riesgo impulsan el negocio de Uber

Uber pasa por ser una app, aplicación informática para móviles, que pone en contacto a pasajeros y conductores, una forma más de “economía colaborativa”. Pero Uber, nacida en San Francisco de la mano de dos jóvenes ciberemprendedores al más puro estilo Silicon Valley, tiene ya poco que ver con el intercambio de servicios entre iguales lejos de los hábitos de consumo estandarizados. Se ha convertido en un gran negocio que cada seis meses dobla sus ingresos y multiplica por cinco el número de sus viajes.

Lo reconoce el consejero delegado y fundador de Uber, Travis Kalanick, en una entrevista en The Wall Street Journal: “No tiene precedentes, es un caso muy poco común”. Kalanick hablaba de su ritmo de crecimiento, pero también podría haber dicho lo mismo de los 18.200 millones de dólares (13.437 millones de euros) en que está valorada la empresa que creó en 2009 junto a otro mago de internet, Garrett Camp. Para hacerse una idea: el pasado febrero Facebook pagó 14.000 millones por Whatsapp, una aplicación que cuenta con 500 millones de usuarios en todo el mundo. Es más, Uber supera el valor de sus competidores analógicos Hertz, (9.200 millones de euros) y Avis (4.600 millones).

Ya ocurrió antes con otras burbujas de internet: en 2000, cuando se fusionaron AOL y Time Warner, este gran grupo de comunicación, casi centenario y con 68.000 trabajadores, valía sólo 72.300 millones de eurossólo, mientras que el proveedor de internet, creado 15 años atrás y con una plantilla de apenas 12.000 personas, estaba tasado en 121.800 millones, casi el doble.

El filón debió de verlo claro desde el principio Google Ventures, la firma de capital riesgo del famoso buscador, que invirtió 250 millones en Uber en agosto de 2013. O dos años antes un nombre del capitalismo más tradicional, el banco de inversión Goldman Sachs. También el dueño de Amazon, Jeff Bezos, a través del instrumento que utiliza para sus inversiones personales, Bezos Expeditions, adivinó las posibilidades de la app de Kalanick. Benchmark Capital, Menlo Ventures, Fidelity, Wellington y Blackrock, todos ellos primeros espadas del mundo del capital riesgo, han apostado por Uber y sus vertiginosas tasas de crecimiento. De momento, pues, la polémica compañía es una startup de manual: startupempresa tecnológica emergente, con costes mínimos y facturación explosiva, financiada por el capital riesgo.

Justo cuando los taxis de toda Europa han salido a la calle para protestar contra la app californiana, la empresa anunciaba el cierre de una ronda de inversión de 1.200 millones de dólares. En el aire dejaba el fundador Kalanick una posible salida a Bolsa. De momento, no, aseguraba a The Wall Street Journal. Pero tampoco negaba que fuera a ocurrir dentro de tres o cinco años.

Logística global

Uber ha pasado de las limusinas y los coches de lujo a los utilitarios (UberX). Pero sus metas se extienden al negocio de la logística en general, asegura Travis Kalanick. De hecho, está “experimentando” con Uber Rush desde hace sólo dos meses, un servicio de reparto en bicicleta en Manhattan con una tarifa plana de 15 dólares. “Nuestra misión”, explica al periódico estadounidense, “es convertir el transporte terrestre en un servicio integral; básicamente, hacer del coche en propiedad algo del pasado”.

El secreto de su éxito económico, y de sus problemas, radica en el 20% de comisión que cobra Uber por el servicio. A diferencia, hasta ahora, de su competidor Blablacar. Aunque esta firma, de origen francés, ya ha anunciado que empezará a cobrar un 10% este mismo año y dejará de ser, por tanto, una “comunidad de usuarios basada en la confianza” como se publicita en su página web.

También parece lejos del consumo colaborativo la política de surging prices que le ha merecido más de una crítica en Estados Unidos: Uber sube los precios cuando aumenta la demanda. Por ejemplo, en Nochevieja y Halloween los multiplica hasta por siete. Otro tanto ocurrió en noviembre de 2012, cuando el huracán Sandy arrasó la costa este de Estados UnidosSandy. El argumento de la empresa es que, pagando más a los conductores, consigue que haya más coches disponibles para la creciente demanda de viajes.

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Vancouver echó a Uber

En España Uber funciona sólo en Barcelona. Pero la empresa ofrece sus servicios en 130 ciudades de todo el mundo. “Y sólo nos hemos tenido que retirar de una: Vancouver [Canadá]”, destaca su fundador en la entrevista. Después se le ha sumado la ciudad de Bruselas. Pero lo cierto es que la polémica, fruto de la batalla con los taxis y con los órganos reguladores del transporte, les ha perseguido allí donde se han implantado. Desde la misma ciudad de San Francisco, donde nacieron, hasta Australia, pasando ahora por Europa. No están sujetos a tarifas fijas ni pagan los impuestos de los taxis –aducen que son una empresa tecnológica, no de transporte–, y carecen de los seguros y garantías profesionales de los taxistas, critica el gremio.

Por el momento, la vicepresidenta de la Comisión y responsable de Telecomunicaciones, Neelie Kroes, se ha decantado del lado de Uber y aconsejado al sector que se adapte a las nuevas tecnologías y dialogue. “La tecnología digital está cambiando muchos aspectos de nuestras vidas”, asegura en su blog, “no podemos abordar estos retos ignorándolos, haciendo huelga o intentando prohibir estas innovaciones”. Además, la Comisión Europea se ha lavado las manos en el conflicto, tras rechazar la petición de España para que intervenga. Alega que corresponde a las autoridades nacionales regular el servicio. Para Uber, el rechazo que suscita no es más que la expresión del inmovilismo de un sector que intenta protegerse de las novedades tecnológicas, además de la consecuencia del vacío legal que padece el ámbito de las aplicaciones informáticas.

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