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Impuestos

El regreso del Estado fuerte tras 40 años de dogma neoliberal: EEUU y Reino Unido suben impuestos a los ricos para financiar servicios públicos

Boris Johnson y Joe Biden en junio de 2021, durante la reunión del G-7.
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Aunque fallecieran en 2004 y 2013, Ronald Reagan y Margaret Thatcher viven su segundo entierro en sus países de origen. Los jefes de Estado anti-Estado en cuyos mandatos (1981-1989, Reagan; 1979-199 Thatcher) se liberalizó completamente el sistema financiero global son el símbolo de un modelo preponderante –y que perdura aún– durante cuatro décadas. El símbolo del adelgazamiento de la estructura estatal y su sustitución por lo privado podría resumirse con una sencilla herramienta: la progresiva desaparición de los impuestos. Un dogma que empieza a oler a viejo tras la pandemia de covid, superada gracias a los ingentes esfuerzos públicos que van desde las ayudas a trabajadores y empresas hasta las vacunas.

Los enterradores tienen nombres y apellidos. Un pensilvano de origen irlandés y un briton nacido en Nueva York: Joe Biden y Boris Johnson. Ninguno habría sido presentado como antisistema –teniendo en cuenta que el neoliberalismo era sistema– hasta hace muy poco, pero la citada pandemia y la agenda social que ambos pretenden financiar precisan de tributos a las clases más altas. Biden plantea incrementar el Impuesto sobre la Renta y el Impuesto de Sociedades para impulsar planes como el de Infraestructuras, dotado de un billón de euros; Johnson ha enfurecido a los tories al subir un 1,25% las cotizaciones de empleados y empleadores para financiar el Servicio Nacional de Salud y el mismo porcentaje para aumentar el impuesto por dividendos empresariales, es decir, el Impuesto de Sociedades. 

Así pues, el fortalecimiento del Estado del Bienestar es un hecho en el mundo anglosajón frente a la timidez de la Unión Europea: ni Emmanuel Macron ni Angela Merkel han tocado los impuestos progresivos, los que gravan a los que más tienen; Francia y Alemania se han limitado a asentir con la propuesta de establecer un Impuesto de Sociedades Global, patrocinada por el equipo de Biden y amparada por el G-7 y la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE). 

¿Y España? El Gobierno de coalición de izquierdas está mucho más próximo de Biden y Johnson que de sus socios comunitarios, una vez consumado el Brexit: 2021 empezó con un alza de, entre otros tributos, Patrimonio e IRPF, además de gravar los refrescos. Y se plantean introducir nuevos impuestos ecológicos y digitales. 

REINO UNIDO

En honor a la verdad, el plan del excéntrico Boris Johnson de financiar el sistema de salud (NHS, un orgullo nacional) y la asistencia social (en un país envejecido) con impuestos a los que más ganan no es una ocurrencia: como apuntaba hace cinco años el economista francés Jacques Sapir, la idea procede de los tiempos de la malograda Theresa May, su antecesora. Tras el Brexit –importante: antes de la aparición del coronavirus–, el Estado del Bienestar británico emitió síntomas que sonaban a colapso: una salud en declive, un sistema de transportes ferroviarios privatizado y en barrena, una educación cada vez más cara, carreteras del siglo pasado. 

Algo que ha captado Johnson, cuya aplastante victoria electoral en diciembre de 2019 fue interpretada como un segundo referéndum exitoso a favor de abandonar la UE. El primer mensaje fue lanzado en marzo: el Échiquier (ministro) de Finanzas, Rishi Sunak, planteó el primer alza del Impuesto de Sucesiones en Reino Unido desde 1974. Johnson, consciente de que la decadencia de los servicios públicos es imparable, de que las cuantiosas ayudas a las empresas y a la ciudadanía que ha concedido su Ejecutivo durante las restricciones tienen que financiarse de alguna manera y de que la reducción de los lazos comerciales con el Viejo Continente no favorece la balanza de pagos, ha enfurecido con sus anuncios a su partido, el Conservador, con el impuesto para financiar el sistema de salud y el gravamen a los dividendos. 

EE.UU.

Joe Biden tiene un plan; o mejor dicho, varios. Está el plan de estímulos de ayuda durante la pandemia a las familias más desfavorecidas por valor de 1,6 millones de euros; el de infraestructuras, por valor de un billón de euros; y las medidas para financiar lo anterior, cuantificadas en un alza de impuestos a las clases más adineradas. 

La iniciativa fiscal se resume en varias etapas. Las principales, a saber: elevar el tipo medio del Impuesto de Sociedades del 21% al 28% y duplicar el tributo a las plusvalías hasta el 43,4%. A diferencia de su coetáneo británico, el exvicepresidente de la nación con Barack Obama no se aleja de sus promesas en campaña electoral, si bien la diferencia entre Biden y Johnson es que el primero concurrió frente a un presidente que rozaba el negacionismo sanitario –y que lo terminó pagando–. Pero de momento tiene que convencer a los demócratas moderados, más favorables al rigor fiscal. La intención de la Administración Biden es que los estímulos queden definitivamente aprobados el próximo 1 de octubre. 

FRANCIA

En lo que lleva en El Elíseo, el presidente Macron vendría a ser la antítesis de Biden y Johnson: supresión del Impuesto sobre la Riqueza (Patrimonio), reducción de Sociedades, un forfait único para las cotizaciones sociales que abonan las empresas e incremento de impuestos indirectos, como los carburantes, que derivó en la crisis de los chalecos amarillos. El respaldo sin fisuras al gravamen global para sociedades patrocinado por la OCDE es el único apoyo a la progresividad fiscal del jefe de Estado y candidato de La République en Marche en 2022 a repetir en El Elíseo.

Francia ha otorgado cuantiosas ayudas a las empresas y ciudadanos, y prestigiosos institutos como el Montaigne –liberal– empiezan a advertir signos alarmantes en la economía, en papers recientes como este. "Numerosas medidas fiscales pertinentes han sido llevadas a cabo desde 2017, pero tienen un coste presupuestario muy elevado. La reducción de cotizaciones obligatorias debería de haber ido acompañada de iniciativas presupuestarias suficientes para reducir el déficit, pero éstas no han sido acometidas". 

La reducción del Impuesto de Sociedades se traducirá además en un coste de 11.000 millones de euros, según el Institut Montaigne: "El efecto directo de una bajada de impuestos sobre las empresas es el de permitir a éstas distribuir más dividendos a sus accionistas o de aglutinar más plusvalías. Recordemos que las acciones de estas compañías normalmente son poseídas por los hogares más acomodados", señala con crudeza el centro de estudios. Desde hace más de un año, economistas como Thomas Piketty proponen recuperar el Impuesto sobre la Fortuna. En cualquier gasto, Francia tiene uno de los gastos en términos de protección social más altos del mundo. 

ALEMANIA

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La gran coalición de CDU y SPD pactó algunos mínimos: bajada del IVA e impulso al salario mínimo, creado en 2015. A nivel internacional, Angela Merkel ha bendecido el Impuesto de Sucesiones Global. Pero fiscalmente, Alemania no ha dado grandes bandazos en la última legislatura, marcada por importantes ayudas económicas a ciudadanos y empresas por el covid-19.

Pero la legislatura toca a su fin y el marco izquierda-derecha empieza a definirse con más nitidez. Así, el candidato demócrata-cristiano, Armin Laschet, y los partidos que lo respaldan (CDU y los bávaros de la CSU) han rechazado tajantemente subir cualquier tipo de impuesto, apelando a la creación de riqueza de las clases medias. No solo: han prometido una reducción de Sociedades, precisamente cuando este tributo se discute en organismos como la OCDE. El liberal FDP va más allá y ha anunciado que suprimirá los impuestos que graven la riqueza si gobiernan. 

A la izquierda, el movimiento contrario: SPD, Verdes y La Izquierda prometen –con distinta intensidad– subir los impuestos a los que más tienen, una apuesta que esta vez suena ganadora a tenor de las expectativas en los sondeos del candidato socialdemócrata Olaf Scholz. El SPD quiere volver a introducir un Impuesto sobre la Fortuna o el Patrimonio. Los Verdes también, además de hacer tributar más a las grandes tecnológicas. Y Die Linke (izquierda), subir el impuesto sobre las herencias, además de asentir con todo lo anterior. 

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