Héroes

José García, el profesor que pagó la conexión a Internet a su alumno: “Un vídeo de YouTube no puede sustituir a un profesor”

Eva Baroja

O hacían algo o le perdían para siempre. Ese era el pensamiento que no dejaba de rondar en la cabeza de José García, profesor de Tecnología en el Francisco Romero Vargas, cuando decidió pagar de su bolsillo la conexión a Internet a uno de sus alumnos. José ha puesto cara, nombre y ojos a la brecha digital, ese abismo tecnológico que afecta a más niños y adolescentes de los que pensamos. Este instituto de un barrio humilde de Jerez de la Frontera es solo un ejemplo de los muchos centros educativos en los que, para una gran mayoría de alumnos, mantenerse en contacto con sus profesores y atender las clases desde casa es misión imposible. Por eso, el mayor miedo de José de cara al nuevo curso es tener que verse obligado a abandonar el centro otra vez y a alejarse de ellos: “Como volvamos a la educación no presencial, el desfase curricular de esta generación va a ser bestial”, asegura.

Este profesor gaditano, que de pequeño pasaba las horas jugando con tres de sus hermanos a dar clase, reconoce que estos meses han sido “la etapa más difícil de su vida profesional”. Un día antes de que se decretase el cierre de los colegios en Andalucía, y consciente de lo que se les veía encima, fue aula por aula intentando recopilar la dirección de los correos electrónicos de los chavales: “Había muchos que no tenían ni idea de cuál era su correo, no lo utilizaban para nada. Incluso algunos me escribían en el asunto todo el cuerpo del mensaje”. José pasó dos semanas intentando ponerse en contacto con sus alumnos. Era imposible, no había manera, muchos no tenían ordenador, tablet o conexión a Internet: “Iban avanzando los días y cuando pasaba lista por las mañanas, me daba cuenta de que algunos no se conectaban ni a las videollamadas ni a la plataforma. Les mandaba mensajes y no había respuesta”.

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Uno de ellos era Andrés, un alumno de cuarto, que después de muchos años de esfuerzo, estaba a punto de obtener el título de la ESO. Tras quince días sin tener noticias suyas, José, preocupado, decidió hablar con la dirección del centro. “Su padre recibe una pensión no contributiva y no podían permitirse pagar Internet, Andrés ni siquiera tenía teléfono móvil. Le faltaban solo unos meses para titular y teníamos que hacer algo”. Las ayudas de la Junta de Andalucía para estas familias tardaban en llegar, así que José le compró una tarjeta SIM con la que conectarse y en dos días, Andrés ya podía comunicarse con sus profesores y seguir con sus tareas online. Esto hizo que consiguiese remontar el curso y aprobar todas las asignaturas: “Me quedé muy impresionado con lo que hizo José por mí, no me lo esperaba. Aun así, enfrentarme al estudio desde casa ha sido muy complicado porque no tenía a nadie al lado que me explicase, me preguntase y estuviese encima”, reconoce ahora Andrés. Gracias al gesto de José, se ha dado cuenta de que quiere seguir estudiando. Ahora va a empezar un ciclo medio de chapa y pintura, pero su gran sueño es entrar en el mundo militar. “Una vez me saque el ciclo, trabajaré un par de años como mecánico y cuando tenga dinero suficiente para ayudar a mi padre, me presentaré para entrar al ejército”, comenta ilusionado.

En centros educativos como éste, cada alumno que consigue terminar sus estudios es, para los profesores, un pequeño triunfo. Allí, la orientación, el apoyo y la implicación diaria por parte de los docentes es un pilar fundamental para garantizar el éxito académico. “En este instituto se respira un ambiente de coraje, fuerza y dedicación de mis compañeros para con los alumnos, las familias y con el barrio que me llamó la atención desde el primer día. Cuando me dieron la plaza definitiva, lloré”, recuerda José. Los dos años que pasó dando clase en un instituto de El Príncipe, en Ceuta, hicieron que se labrase una piel muy dura a la hora de trabajar y relacionarse con estudiantes y familias problemáticas. “Había una chica de dieciséis años muy inteligente a la que, de un día para otro, la comprometieron y desapareció del instituto. Estos casos son muy habituales. Intentábamos que las familias magrebíes permitieran a sus hijos continuar los estudios, pero, a veces, era imposible. Me costaba muchos dolores de cabeza y muchos litros de saliva”, recuerda.

En el Francisco Romero Vargas llevan todo el verano preparando la vuelta a las aulas y siguiendo las pautas y protocolos que ha establecido la Junta de Andalucía, pero José es consciente de que, aunque ahora tienen más herramientas y están mejor preparados para dar clases online, es algo que no se puede alargar en el tiempo. Podría dejar a muchos alumnos en la estacada, esos que por su situación familiar y socioeconómica tienen muy difícil seguir con su formación desde casa tengan o no una buena conexión a Internet: “Un vídeo de YouTube no puede sustituir a un profesor porque la educación no va solo de transmitir conocimientos. Va de estar contacto, pasar muchas horas con ellos, hablando de sus problemas personales y ayudando a que se encarrilen y tiren para delante”.

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