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Héroes

Oli, en la recta final de su tratamiento contra la leucemia: “Mamá, ¿cuando me cure del todo puedo seguir viniendo al hospital?”

El Parque del Retiro era el único momento de desconexión y descanso para Oliva. Allí podía respirar, incluso derrumbarse. Pero eso es algo que nunca hizo delante de Oli. Esta profesora de infantil conocía muy bien el funcionamiento de la mente de los niños. Y estaba convencida de que el estado de ánimo de su hija dependía completamente del suyo: “No te da tiempo a rendirte porque si un día estás más floja, ella lo nota y todo se tuerce, pero si llegas con energía y alegre, responde inmediatamente y todo va bien”.

Seguro que en alguno de esos paseos reponedores, esta madre se cruzó sin saberlo con Judith cuando iba con su carpeta camino del Niño Jesús. Aquellos meses, las dos tenían misiones muy distintas. La de Oliva era cuidar de su hija enferma de leucemia. La de Judith, convertir el hospital en un lugar más amable. Ambas consiguieron sus propósitos. Oli está prácticamente curada. Hace dos semanas, les dijeron que, por fin, su sangre “había dejado de estar sucia”. Esta fue la metáfora que utilizó Oliva para explicarle, con solo seis años, lo que era el cáncer. Así, mientras su hija iba dando pequeños pasos y ella lo contaba en un blog sobre su enfermedad, el hospital se iba a transformando poco a poco gracias a Judith y la Fundación Juegaterapia. Hoy sus pasillos no tienen nada que ver con lo que eran. Las paredes de un amarillo apagado, salpicadas de gotelé, fueron lo primero que desapareció cuando empezaron a trabajar en el nuevo diseño.

Este hospital pasó a ser, de repente, su segunda casa, pero Oli, al contrario que su madre, no podía bajar a saludar a los pavos reales o a dar un paseo cerca del estanque. El Retiro estaba muy cerca, pero a la vez muy lejos. “Nos contaron que los niños enfermos de cáncer no podían exponerse a la luz del sol y salir al parque, por lo que tuvimos claro desde el principio que teníamos que meter el Retiro aquí dentro”, explica Judith, del estudio de diseño de espacios infantiles PlayOffice. Los más pequeños tampoco podían jugar dentro. Las zonas comunes no estaban preparadas para ello. Así que crearon rincones de lectura y de juego, para recibir visitas o para salir a merendar: “Queríamos sacar a los niños de las habitaciones y que tuvieran excusas para socializar”.

Durante el tiempo que estuvo ingresada, a Oli le encantaba hacer teatro y conducir por el gran pasillo central a bordo del triciclo que lleva su nombre escrito en la ‘matrícula’, bajo la atenta y vigilante mirada de su madre. Todos las conocen y las quieren: médicos, celadores, enfermeros... Oliva y Oli. Oli y Oliva. Agarradas de la mano son un equipo imbatible. A cada paso que dan, alguien se acerca a saludarlas. “Durante los dos años que ha durado el tratamiento, solo lloró dos días por tener que ir al hospital. Cuando ya estábamos a punto de terminar con las sesiones de quimio, me preguntó: ‘Mamá, cuando me cure del todo puedo seguir viniendo?’”, recuerda Oliva emocionada. “Aquí ha sido feliz”.

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Lo emocional

En su felicidad, tuvo mucho que ver la calidez y cercanía del personal sanitario, pero también la remodelación del hospital, que comenzó en 2017. “Solo tener luz natural o estar en una atmósfera calmada, ayuda en la recuperación. Nosotros humanizamos el espacio para que acoja a los pacientes”, explica Judith. En su estudio, también se han encargado de otros proyectos similares como el diseño de las estaciones lunares del Gregorio Marañón, o la creación de un ‘aula de las emociones’ en un hospital de León. Tanto ella como Oliva creen que la parte emocional es fundamental a la hora de superar el cáncer. Por eso, es muy importante que los niños tengan tiempo para relajarse y olvidarse, por un momento, de la enfermedad.

Con sus libros, su caos y sus juguetes por el suelo, el Hospital Niño Jesús es un lugar agradable y acogedor en el que estar. Lo más parecido a un hogar. Aunque “la sala en la que las madres no mandan”, en la zona de San Ildefonso, hoy está vacía y en silencio por culpa del coronavirus. Aun así, entre goteros, carritos y batas blancas se sigue abriendo paso el Retiro: su historia, sus árboles, sus colores, sus animales… en cada una de las paredes. Incluso hay una lista de los objetos curiosos que encontraron en el estanque de este histórico parque madrileño que Oliva, después de tantas noches en vela, se sabe de memoria: “Me la habré leído unas 2.000 veces”.

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