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Historia de una canción

Muerdo sobre 'Lejos de la ciudad': “Nuestros abuelos han sufrido mucho”

Viene de un pueblo valiente, de gente que lucha el pan. Como hizo durante toda su vida su abuela Pilar y tantas personas de su generación, “que han sufrido mucho”. Ella fue una niña de la guerraniña de la guerra que contaba con los dedos y, hasta que murió, solo sabía firmar. Aunque Muerdo, nombre artístico de Pascual Cantero (Murcia, 1988), ha vivido en Madrid y Buenos Aires, se refugia, desde hace varios años, lejos de la ciudad. Allí, entre caminos de piedra y calles sin asfaltar, compuso una de sus canciones más conocidas, que reivindica “los modos de vida que el capitalismo ha ido devorando”, a través de la historia de su abuela, que representa a toda esa generación que no pudo ir a la escuela pero que sabía mucho de la vida.

Fue en 2015 cuando, agobiado y cansado de la vida en la ciudad, huyó a Ribera de Molina, su pueblo, buscando el aire caliente que mueve el cañaveral. La canción salió sola mientras paseaba, como hacía de pequeño con su abuela. Aunque la compuso dejándose llevar por sus vivencias de niño y por todo lo que le transmitía el paisaje murciano , Lejos de la ciudad suena a chacarera. Su letra, que podría ser todo un himno a favor de la libertad de los pueblos indígenas, hizo que el tema explotase muy pronto al otro lado del océano. “Al fin y al cabo, los pueblos del sur de España conservan una forma de vida muy latinoamericano. Los caminos son de tierra, los niños juegan en la calle, las vecinas sacan las sillas a la puerta de casa para charlar con los vecinos en las tardes de verano”, explica.

Este año, cumple diez años dedicándose a la música. También, casi una década desde que viajó por primera vez a Latinoamérica, algo que cambió su vida para siempre y quedó reflejado en su música, donde el mestizaje y los sonidos latinos son una nota característica. Sin embargo, cuánto más conocía lo que había fuera, más echaba de menos Murcia. Tanto que, aunque ha pasado los primeros meses de la pandemia componiendo su quinto y último disco (La sangre del mundo) en Buenos Aires, se acaba de mudar definitivamente a la vieja casa de su abuela, que tantos buenos recuerdos le trae. Con ella, pasó tardes interminables caminando por ‘la vereda’, un camino de tierra que llevaba al río, en el que recogían flores para regalar a su madre cuando volviese del trabajo.

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“En la guerra, paseaban a los muertos por la calle”

Pilar era una mujer cantarina y humilde, que tocaba la armónica y a la que las manos le olían a ajo y cebolla que echaba a sus guisos, pero tuvo una vida —en palabras de su nieto —, un poco trágica. “No pudo ir a la escuela porque le pilló la Guerra Civil con once años, perdió a su madre muy pronto, trabajó mucho en el campo…”, explica emocionado. En Murcia, como en el resto de España, se sufrió el dolor del conflicto, de los enfrentamientos entre las familias y se pasó mucha hambre: “Recuerdo que me solía hablar de cómo paseaban a los muertos por la calle como una manera de ser ejemplarizante y de las largas colas que hacían con la cartilla de racionamiento en la mano”.

No sabía sumar o restar, ni leer ni escribir, pero aprendió a luchar desde muy niña. Por eso, tal y como expresa Muerdo en su canción, su abuela sabía más que esos intelectuales que hablan en la capital: “Pensamos que los conocimientos nos dan una especie de superioridad sobre los que no los tienen. Me enerva la gente que hace eso y la pedantería. Mi abuela era una persona llena de sabiduría, pero no la sabiduría que se estudia en las universidades o en los institutos. Ella sabía de la vida”.

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