Historia de una canción

'Déjame verte', el éxito de Diego Martín que le obligó a desaparecer de la música

“El otro día estuve con un artista, no voy a decir el nombre, le dije que pusiese un sol en la guitarra… Y no sabía hacerlo”.

Diego Martín (Cartagena, 1979) explica esta anécdota sin endulzar ni suavizar sus palabras. Le toca de cerca. Se siente identificado con esa sensación de vulnerabilidad, de impotencia. Con ese complejo de quien quiere saberlo todo, pero todavía sabe muy poco. Cuando Déjame verte empezó a sonar en las radios y se vio abrazado por las garras del mundo del espectáculo, pasó por una situación parecida: “La gente esperaba que yo fuera la última coca cola del desierto y yo no sabía nada. Hacía conciertos de diez canciones en los que se ganaba mucho dinero, pero no sabía nada de música. Me tuve que esconder y aprender”.

Desde 2005 ha pasado mucho tiempo. Entonces, era un veinteañero cuya carrera como futbolista acababa de frustrarse por una lesión de menisco y al que le interesaban más las discotecas que el trabajo. Hoy es otra persona. Hoy es padre. Hoy se siente bien consigo mismo. Hoy cree que se merece las cosas que le pasan. Aunque le acompaña a la guitarra su amigo José Ramón Soler, Diego podría tocarla él mismo, también el piano.

Ya no tiene nada que demostrar. Acaba de publicarse su sexto y último disco 14.09.18 —la fecha de nacimiento de su hijo— en el que incluye un nuevo dueto con Leire Martínez, vocalista de La Oreja de Van Gogh. “Esta canción, Tuvo su tiempo, es un adiós sin rencores, una aceptación, el final de un proceso, no como Déjame verte que era una forma de decir: ‘Eres muy mentirosa, ¿de qué vas?’”, reconoce con una media sonrisa.

La historia real de desamor de Déjame verte acabó bien. La chica a la que escribió esta canción tras una discusión hoy es la mujer con la que comparte sus días y la madre de su hijo. A ella le dedicó cada uno de los versos, llenos de dolor, pero como lo suyo era verdad volvieron a encontrarse: “Ella no tiene nada que ver con este mundo. Algunas veces, de cachondeo me dice: ‘¡Vaya tema que te hice hacer!’. Todo lo que canto en la canción es lo que pasó de verdad”.

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Cuando la compuso estaba hospedado en un hotel. Justo antes de viajar a Madrid para presentar a la discográfica la grabación del disco, el primero, que acababa de terminar: “Cuando llegó el productor y se la canté, me dijo que había que grabarla ya e incluirla. Quitamos otra canción y la metimos in extremis. Vivir no es solo respirar se convirtió en disco de oro… Y Déjame verte lleva manteniendo mi carrera dieciséis años”.

Diego Martín es muchas cosas. El chaval que robó su primera guitarra vieja de jefatura de estudios cuando iba a por el balón en el recreo y que empezó a tocar por envidia. El hombre que se emociona cuando habla de sus padres y de cómo le gustaría que “hubiesen disfrutado un poquito más de la vida”. Y el artista que como a muchos, el destino y la genialidad le obligaron a empezar la casa por el tejado.

Él supo rectificar a tiempo y hoy construye unos cimientos ya consolidados con cada actuación, cada nuevo disco y cada canción que toca el alma. “Recuerdo cuando tocamos en La Rosaleda y el campo estaba a reventar. Todo el mundo cantaba el estribillo de Déjame verte, José y yo nos callamos y nos miramos. Una de esas miradas en las que hablas con los ojos, como diciendo: ‘¿Pero estás viendo esto, tío?’. Fue alucinante”.

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