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Humor al cubo

Patricia Espejo: “He llegado a hacer un monólogo en un club de intercambio de parejas”

Antonio Contreras

Patricia Espejo es una admirable peleona. La cómica valenciana se ha pateado España entera por todo tipo de escenarios luchando día a día para abrirse hueco en la lista de los grandes humoristas consagrados. Pasó unos días por Madrid, y nos regaló esta charla en la que, en tono natural y simpático, nos comparte algunas historias de su trayectoria dentro y fuera de su profesión como cómica. No hay duda de que vive para la comedia, aunque, por todo lo que nos cuenta, parece que la comedia también adora su vida. Se pueden ver diversas actuaciones suyas en YouTube. Ha colaborado en diferentes programas de la televisión valenciana, además de en Comedy Central, El Club de la Comedia, o Late Motiv.

Pregunta. ¿Tuviste vocación de cómica desde niña?

Respuesta. Yo es que de pequeñita era súper gordita y con un parche en el ojo. Era muy ridícula. Eso sí, yo creo que nunca he sufrido ningún tipo de bullying por mi personalidad, porque como tenía mucho sentido del humor. Que se rieran de mí me hacía sentir orgullosa de mi propio ridículo.

P. Pero una cosa es tener sentido del humor y otra es ser graciosa.

R. En el instituto es que era muy gamberra. No era graciosa. Era muy gamberra. Me gustaba mucho que todo el mundo me seguía. Era como muy líder y, claro, ahora pienso en cosas que he hecho y me siento mal. Recuerdo que había unas chicas en mi clase que eran sordas las dos. Yo un día dije “a las 12 hacemos como si suena la campana y a todos recogieron”. Ahora lo pienso y digo: “¡Cómo podía ser tan gamberra!”.

P. Yo soy sordo y no me parece una gamberrada especialmente hiriente. Es más, me hace mucha gracia. Hasta llegar a poder tener ingresos como cómica profesional, supongo que habrás podido vivir gracias a otros trabajos.

R. Estoy viva gracias a mi sentido del humor. Recuerdo salir de situaciones ya no con humor, sino por tener una rapidez mental bastante importante. Recuerdo una vez que pasé muchísima vergüenza porque cuando buscaba trabajo mentía mucho en el currículum. Yo pensaba que una vez allí, ya no lo miraban… Y puse en mi currículum que sabía inglés y francés, nivel alto, y además italiano, porque había estado unos días también en Italia y pude sobrevivir. Entonces fui a una entrevista y al hombre le encantaba. Todo iba bien porque necesitaba una administrativa con inglés. Entonces me dice: “Veo aquí que tienes nivel de inglés alto. Dime algo en inglés, lo que quieras”. Y en ese momento mi rapidez mental me hizo salir de la situación, porque le dije que lo sentía mucho pero que me daba muchísima vergüenza hablar en inglés delante de él porque me bloqueaba. Y nada, me dijo que muy bien, que no pasaba nada y que ya me llamarían. Bien es cierto que nunca me llamaron.

P. El inglés fue sin duda una barrera para tu carrera como administrativa, pero hay otros empleos donde no exigen el dominio de idiomas extranjeros.

R. Una vez trabajé en un local de intercambio de parejas, no siendo yo nada de eso. Pero me preguntaron si quería ser camarera y no tenía trabajo. El caso es que voy a la entrevista y me dicen que es para un club de intercambio y pregunto si tengo que hacer algo raro. Me dicen que no, que sólo tengo que atender a la gente que llegue. El primer día que voy allí me enseñan el local. Era muy grande. Y me van dando explicaciones. ¡Esta sala es para hacer tríos! ¡Esta habitación más grande para hacer orgías! Cuando me tocaba enseñarlas a mí, me parecía que estaba en una inmobiliaria enseñando pisos, y me daba vergüenza. Así que decía: “Esta es la habitación más grande. Es para las orgías”. El día que decidí marcharme fue cuando me dijeron que me toca atender la sala de sadomasoquismo. Pregunto, claro está, si tenía que hacer algo allí y me contestan que no: “Tú, si viene alguien que quiere sado, le pones estas cosas y ya está”. Yo en ese momento, sólo pienso: “¡Madre mía, que no quiera nadie sado en mi turno!”. Porque yo pienso en qué hago si viene alguien y le pongo esas cosas y no viene nadie más en toda la tarde. Lo único que me viene a la imaginación es que a lo largo de la tarde voy yo y le meto una patada en los güevos. ¡Y que amortice lo que ha pagado! Ese día me fui.

P. Casi todos los cómicos soléis coincidir en lo difícil que es abrirse camino en este oficio. Todos habéis tenido que pasar por empezar en cualquier lugar donde te dieran una oportunidad.

R. En mis comienzos, hay una época de mi vida, de la que aún no he salido, que es que digo a todo que sí. No me paro a preguntar muchas veces, porque si me llego a preguntar no haría las cosas que hago. En una ocasión, me dijeron que querían una cómica para un evento familiar. No pregunté más. Al llegar allí, veo una foto muy grande de una chica detrás de mí en un proyector y pregunté quién era. Me explicaron que hacía un año había muerto su hija, que tenía mucho sentido del humor y que le encantaba la comedia. Había sido, al parecer, un proceso de cáncer muy largo y ella les había dicho que el día que muriera quería una fiesta y quería que hubiera comedia. Evidentemente, llegó el día del fallecimiento y la familia estaba destrozada y no hicieron ninguna fiesta. Así que decidieron que en el primer aniversario iban a contratar a una cómica. Fue extraño. Tenía un textito de un tanatorio y, cuando lo estaba diciendo, pensaba si debía o no decirlo. Al final la gente quedó contenta y, después de haberlo hecho, fue algo curioso, pero fue algo gratificante.

P. Como experiencia suena bastante impactante. ¿Ha sido ese el local más extraño en el que has actuado?

R. He tenido bastantes experiencias curiosas. En una ocasión, una mujer me ve en el teatro y al acabar me dice que le gustó mucho, que tiene un club y que si quiero actuar. Y yo, como siempre, acepto sin preguntar nada. El caso es que resultó ser un club de intercambio de parejas. Me pusieron como en el hall. La peña, desnuda con toallas. Lo que es gracia, tampoco es que yo hiciera. Quiero creer que no habían ido a eso. Yo, súper incómoda. Pero bueno, una vez que te lanzas no paras y tiras lo que sea. Pero el ambiente era raro. Tenía claro que no habían venido a escuchar un monólogo y, sobre todo, era gente con la que tampoco te podías meter con lo que estaban haciendo. Era gente como muy suya. Así que me dije, ¡vamos a tirar pa’ lante! Aunque me costaba no meterme con el que tenía la toallita, no lo hice porque me sabía mal. No sé, madre mía. Yo no sé ahora si lo haría.

P. ¿Cómo se organiza el trabajo de una cómica? No sólo se trata de actuar. También necesitas tiempo para escribir, para pensar… ¿Cómo te organizas en tu caso?

R. No suele ser fácil en los inicios. Un día yo ya era cómica y me da por pensar que no estaba escribiendo lo suficiente por no tener una oficina para trabajar. Tampoco tenía mucho dinero para permitirme una oficina. Entonces voy a una asesoría y le digo a la chica que estoy buscando una oficina, porque soy cómica y la necesito para escribir. De repente, me dice que sí que tiene una y nos vamos para allá de inmediato. Cuando llegamos, veo que hay una chica trabajando en la oficina. Me explican que no hay problema, porque yo lo que tengo que hacer es hacer mis cosas y solamente atender a la gente que entre. Extrañada, pregunto si todo es gratis. Me dicen que sí y al final pienso: “¡Ostias, es gratis para ella, pero también para mí!”. Total, que estuve un mes porque había mucho trabajo. Al final, me empezó a poner horarios desde las 9 de la mañana. Me acuerdo de que mi madre me llamaba para descojonarse. Sólo se reía. Me preguntaba: “¿Qué? ¿Estás en la oficina?”, y se partía de risa. Me sabía mal dejar el trabajo con lo mal que estaba, pero ya un día fui y dije que no quería trabajar más tiempo gratis y me fui.

P. Ahora empiezas a ser más conocida y a trabajar cotidianamente. Haces monólogos en directo y también empieza a ser habitual verte en actuaciones televisivas. ¿Controlas bien los nervios cuando te surge alguna oportunidad importante para tu carrera?

R. Siempre me pasa que cuando estoy muy nerviosa como que tiendo a cagarla. Grabé para el programa Comediants en la cadena Apunt. Antes de salir al escenario, noto que me meo por los nervios. Llevaba un traje de mangas largas y quedaban apenas 10 segundos para empezar. Le digo a la chica de vestuario que tengo que ir al baño. Me dice que vaya muy rápido. Entonces me quito rápidamente el traje y por fin puedo mear. Al levantarme, me visto otra vez y veo que me había meado todas las mangas. Sé que es asqueroso, pero es que fue así. Fui a la de vestuario y le dije me las había mojado. No le dije con qué y me dijo no me preocupara. Si está leyendo esto ahora, le digo que sí, que era meado. Me las escurrí como pude y salí al escenario. Aún tengo esa grabación con los brazos chorreando.

P. Cuando ves entre bambalinas a los cómicos antes de una actuación, sorprende el tremendo grado de tensión y concentración que viven. ¿Cuál es tu principal estímulo para salir al escenario?

R. ¿Cómo hago para salir al escenario? Morirme por dentro. Me pongo muy nerviosa. Pienso que estaría mejor trabajando en un supermercado. Cada vez que voy a salir al escenario lo paso fatal, aunque con los años lo paso menos mal. De hecho, fui a un chico que daba cursos para los que tenían miedos y fobias. Le dije que tenía mucho miedo de salir al escenario. Que luego me iba siempre muy bien, pero que en los momentos antes de salir lo pasaba muy mal. Entonces me dijo que escribiera las cosas que me hacían sentir segura encima del escenario, en plan: “¡La gente te quiere! ¡La gente te acepta!”. El caso es que lo escribía y a base de repetirlo se ve que al final te lo crees. Lo he practicado mucho tiempo, porque antes me daban ganas de vomitar. Me daba miedo, no sé si a fracasar, aunque luego siempre sabía llevar la situación.

P. Algo que cuesta entender para los espectadores es la diferencia de personalidad de un cómico encima de un escenario y cuando se baja. ¿Hay alguna correlación entre la Patricia Espejo cómica y la que debe llevar una vida cotidiana?

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R. A veces se cruza la comedia con la vida real. El año pasado grabé un monólogo que estaba en Youtube. A los pocos días cojo un taxi en mi barrio en Valencia y me envía un tío un mensaje en Twitter: “Oye, ¿eres Patricia Espejo? Es que he visto un monólogo tuyo…”. Yo no suelo contestar nunca jamás, pero me llamó mucho la atención la manera de expresarse. Era como muy amigable. No estaba ligando y no tenía faltas de ortografía, que eso ya es un punto. Que te escriban sin faltas de ortografía por Twitter es de “¡Ostras, merece la pena conocerlo!”. Total, que empezamos a hablar, pero en plan súper amistoso. Él me cuenta que era de mi barrio y seguimos en contacto. Pasan las semanas y decidimos quedar un día. Da la casualidad de que él vive en la calle de mis padres. Así que quedamos para el siguiente domingo. Unos días antes del domingo, yo voy andando hacia mi casa hablando con él por el móvil. De repente, me tropiezo con una piedra que hay en las vías del tranvía, y me pego una hostia que no me mato de milagro. Cuando me caigo, suelto el móvil y aparece él, que pasaba por allí en ese mismo instante, para ayudarme a levantarme. Durante semanas estuve pensando que era un loco y que me estaba siguiendo y que todo lo de no tener faltas de ortografía estaba preparado para que le contestara. Me rompí el brazo derecho y me hice un esguince en la rodilla. Cuando me levantó, le dije: “¿Eres tú?”, y me dijo que sí. Me acompañó al hospital y me escayolaron el brazo. Mi madre me decía que seguro que era un loco. Mis amigos me preguntaban si había visto la serie You, que al parecer va de un obseso que persigue a una chica. Ahora llevo saliendo con él un año. Me he dado cuenta de que no es un loco. Ahora sé que no me iba siguiendo en ese día, porque es tan despistado que se pierde en una rotonda. Es imposible que me estuviera siguiendo porque no sabe ni volver a su casa.

P. En el trato personal eres una persona encantadora, divertida y extrovertida. ¿Consideras que es continuación de tu propio personaje sobre el escenario?

R. Cuando bajas del escenario tienes como media hora en la que estás pletórica. Todo te hace gracia. Pero, evidentemente, no se puede mantener siempre el ser graciosa. Puedes ser muy rápida, pero no todo el rato. Tú necesitas también parar. No puedes ser así todo el tiempo y, bueno, también eres así porque te pagan, claro.

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