Humor al cubo

Jamming: una bromita antes de subir al avión

Jamming es un cuarteto de comedia especializado en un curioso formato: la improvisación en directo cara al público. Llevan ya 20 años de carrera. Arrancaron, como casi todos en el mundo del humor, ganándose la vida a duras penas. Paula Galimberti, Juanma Díez y Lolo Diego fueron los que formaron el grupo y realizaban sus primeras actuaciones en pequeños locales en los que, como recuerda Juanma, "ganábamos poco más que la cerveza que nos íbamos a tomar luego".

Paula quería integrar a Joaquín Tejada, al que conocía porque habían estudiado juntos en una escuela de actores. Joaquín era reacio porque no consideraba a Juanma y Lolo auténticos profesionales. Paula le convenció para ir a ver una de sus actuaciones. Ahí le persuadieron de que se uniera al grupo. Paula tiene buenos recuerdos de aquella época: "Nos gustaba mucho, nos divertíamos mucho y dijimos, vamos a hacer esto juntos. Con los años hemos ido profesionalizándonos, estudiando y sabiendo más de la materia, pero el inicio fue porque nos divertía".

¡Inocente, Inocente!

A lo largo de estas dos décadas han alternado las actuaciones de Jamming con todo tipo de colaboraciones en televisión, teatro y cine. Además, se han apuntado a todo tipo de bolos que les fueron surgiendo. Siempre, donde mejor lo pasan es cuando pueden echar mano de la improvisación como herramienta. Uno de los programas televisivos de los que guardan mejor recuerdo es de sus participaciones en ¡Inocente, Inocente!

Joaquín recuerda la broma que le hicieron a José Luis Coll: "Acabó fatal. Lo subían en un taxi. Iba muy deprisa y lo estrellaban contra un muro que era de cartón piedra, no era nada. Cuando le dijeron que era una broma… se le salía el corazón por la boca". Paula tuvo su momento de gloria participando en la que le hicieron al presentador de La ruleta de la fortuna:La ruleta de la fortuna "Me pasaron todas las respuestas. Me sabía de memoria todos los paneles. Yo le decía al presentador que a mí no me hacía falta tirar con la ruleta porque estábamos conectados él y yo mentalmente, que estábamos predestinados para estar juntos, que éramos la pareja, que teníamos que estar juntos, que tenía que casarme con él. Lo que a él le flipaba era que yo adivinaba los paneles sin tirar, sin prácticamente nada y él era como: "¡No me jodas!". Su cara era un poema. No entendía nada. Con los paneles, lo que era gracioso era que empezaban siendo cualquier cosa y cada vez iban diciendo frases como: "Que no te enteras, Contreras" y cosas así hasta que el último panel decía: "¡Eres un inocente!" o algo así. Yo me empecé a volver loca, a correr alrededor de él y decía: "¡Por favor, esta chica está loca! ¡Quitádmela de aquí!".

Vivir de la risa

Jamming llevan dos décadas viviendo de hacer reír y, también, de reírse ellos mismos. Están acostumbrados a convivir con las carcajadas que no siempre les resultan fáciles de controlar. Tal y como cuenta Juanma: "Lo bueno de que te dé un ataque de risa en Jamming es que al estar improvisado se puede justificar más esa risa. La movida está cuando te pasa con una obra de texto o en otras situaciones. En Jamming se sostiene más".

Joaquín reconoce que esas situaciones no sólo se producen en shows de improvisación: "Recuerdo una ocasión en la que participaba en la representación de la obra Pero quién mató al teatro. Había una escena en la que estábamos con chubasqueros en un barco. De repente me tocaba hablar a mí. Era un texto con cinco líneas. Dije las dos primeras que terminaban con la pregunta ‘¿Qué pedía?’ y me quedé en blanco. No me acordaba de nada más. ‘¿Qué pedía?’. No podía seguir. ‘¿Qué pedía? ¿Qué pedía?... ¡Yo no sé lo que pedía!’, dije. A partir de ahí le tocaba a mi compañera de reparto y ¡Jajá, jajá, jajá! Todos los actores y actrices entraron en la risa: ‘¡Jajá, jajá!’. Y se fue al garete. La cuestión es que entre el público había actores y actrices y se rompía la cuarta pared y a mí después de la función me vinieron a ver y me decían: ‘Oye, pues me ha encantado y lo de la risa os ha quedado de maravilla’. Pensaron que estaba pactado lo de reírse".

Problemas con la autoridad

Sin embargo, en la vida real el humor no siempre está presente. Lolo, por ejemplo, reconoce que tiene sus manías: "Yo la verdad es que con la Guardia Civil, Policía Nacional, Municipal y Cuerpos de movilidad, me sale la mala hostia. Y reconozco que he estado al límite muchas veces. Hace poco, conduciendo me vienen ideas y estaba grabando un audio en el móvil y veo a los agentes de movilidad atrás y tiro el móvil. Me paran y me empiezan a poner la multa y yo pienso: ‘Van a fallar en algo del protocolo Covid, seguro. Seguro’. Yo ya de mala hostia, casi sin mirarles, les doy los papeles. Me dan el boli para firmar, me cogen el DNI sin haberse lavado, sin guantes ni nada y le digo: ‘Muy bien que usted me haya denunciado, pero querría saber dónde le puedo denunciar a usted por saltarse el protocolo covid de seguridad’. Era de la mala hostia que tenía porque ¡eran 200 euros de multa! La he pagado, reducida a cien. Pero lo gracioso, o no, es que fui a denunciarlo y me dijeron que ¡no se puede denunciar a un agente de movilidad por eso!".

Juanma recuerda también, con algunas evidentes lagunas, algunos encuentros peculiares con la ley: "Hubo una época en la que nos tomábamos una copa, o dos, o tres o cuatro. Y fumábamos marihuana. Un día íbamos en el coche borrachos perdidos por caminos. Nos para la Guardia Civil. En ese momento, pensé: ‘Solo con el olor nos detienen aquí’. Era en Alicante y nuestro técnico entregó la marihuana y nos dejaron seguir. Y entonces ¡nos fuimos en dirección prohibida! Y el guardia corría detrás y nos gritaba: "¡No, por prohibida no!".

Bromas inquietantes

Un grupo de cómicos que pasan tanto tiempo juntos acaban por convertir el humor en su forma principal de relacionarse. Es habitual que alguno gaste alguna broma no muy pesada aunque solo sea para pasar el rato. A veces, las situaciones pueden complicarse. En medio de risas, recuerdan lo que les ocurrió cuando viajaron al Festival de Teatro Iberoamericano de Bogotá. Paula arranca el relato: "Estábamos en el aeropuerto y Joaquín me dice: ‘¡He tenido una pesadilla de que el avión se cae y que tú te salvas!’". Joaquín reconoce que se lo contó porque ella es un poco aprensiva. Paula recuerda que subieron todos menos Joaquín y Lolo. Resulta que a ellos les gusta que embarque todo el mundo y quedarse los últimos.

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Sin embargo, cuando se deciden a subir, Joaquín muestra su pasaporte y le dicen: "No sé cómo has llegado hasta la puerta de embarque porque el pasaporte está caducado". Mientras Paula estaba ya sentada dentro del avión desde hacía un buen rato: "Entonces, Ana y yo estábamos sentaditas. No salía el avión. Estos dos no habían entrado y yo pensaba: ‘No me jodas que Joaquín no se quiere subir porque nos ha contado la puta pesadilla y ahora no se quiere subir porque cree que el avión se va a estrellar. No me jodas, no me jodas’. Entonces Lolo entra solo. En ese momento en la megafonía empiezan a decir: ‘Tenemos que sacar la maleta de un pasajero que no va a subir al avión’. Ahí lo tuve claro: ¡No me jodas que nos hostiamos de verdad!".

Mientras tanto, Joaquín seguía su odisea en el aeropuerto una vez perdido el vuelo: "A mí sí que me pareció una broma de mal gusto. Me echaron para atrás. Teníamos una actuación nada más llegar, así que empecé un periplo de arreglar cosas. Lo primero que dije es que quería el siguiente vuelo, pero tenía que hacer una declaración jurada, comprar el billete e ir a por la maleta. Cuando llego allí me dicen: ‘No, caballero, su maleta ha volado a Bogotá’. Y ahí me quedé".

Pero la aventura no terminó en ese punto. Lolo recuerda un último detalle: "Cuando llegamos a Bogotá y recogimos nuestras maletas oímos en megafonía: ‘El pasajero Joaquín Tejada Villar, recoja su maleta’. Y fuimos nosotros a buscarla, así que no sé qué maleta sacaron en Madrid". El resumen final lo tiene claro Joaquín: "¡A mí me pareció terrible!".

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