Ideas Propias

Trols que matan

Nativel Preciado Ideas Propias

Mantener mi cuenta de Twitter me compensa a duras penas. Entiendo que Ada Colau, harta de manipuladores y misóginos que acosan, intoxican e incitan al odio, haya decidido cerrarla, aunque deje colgados a casi un millón de seguidores. Digas lo que digas recibes insultos de individuos que se ocultan tras un perfil falso. Además de fanáticos, son unos cobardes miserables, porque estoy convencida de que la mayoría no se atrevería a agredir a cara descubierta. La falsa identidad ampara los insultos más rastreros. Cada vez son más los que embrutecen, tergiversan, distorsionan y crean un ambiente irrespirable en las redes.

Los que defienden el anonimato de los internautas argumentan que solo así es posible expresar opiniones políticas o preferencias sexuales sin arriesgarse a perder un trabajo o incluso acabar en la cárcel si, como es habitual, son acusados de activistas o disidentes en países sin libertades. Es una buena explicación, pero habría que buscar un sistema más eficaz para evitar calumnias, amenazas o simples mentiras que amargan la vida de la mayoría de los tuiteros, aunque sean menos notables que la alcaldesa de Barcelona. En Twitter aseguran que cuando actúa un trol, uno de esos provocadores con falsa identidad, saben cómo identificarle y evitar que aparezca en las conversaciones, incluso aunque no exista denuncia previa. Hay unas condiciones establecidas para los usuarios abonados que prohíben mensajes despectivos por razones de raza, género, religión y, últimamente, por edad, y enfermedades. Pero me temo que las disposiciones más recientes funcionan a medias. Incluso cuando se produce un incumplimiento flagrante de las normas de uso de la plataforma, no suelen cerrar las cuentas. Ni siquiera han actuado contra los neonazis que instigan al racismo y a la violencia, como es el caso de Richard Spencer, el supremacista blanco seguidor de Trump, por cierto, uno de los que más ha intoxicado el debate público a través de Twitter. Si pides que se acabe con el anonimato de los perfiles te arriesgas a que te acusen de justificar la censura y, en estos tiempos de ultradefensa de la libertad de expresión, harías un pésimo negocio. La plataforma solo ha sido prohibida en Irán, Turquía, China, Egipto y Corea del Sur.

Cuando creé mi perfil, hace tan solo una década, lo primero que hacía al despertarme era echar un vistazo a las noticias destacadas en Twitter, antes de leer más pausadamente la prensa escrita. Al principio, Twitter, además de un buen sistema de promoción, era un desafío para desarrollar la agudeza intelectual. Encontraba ideas luminosas y frases con verdadero ingenio que obligaban a sintetizar en 140 caracteres los temas de actualidad. No tomaba ninguna precaución a la hora de opinar y rara vez respondían con insultos o descalificaciones, a pesar de que cometía errores con cierta frecuencia. Confieso que me animaba al ver cómo aumentaban mis followers de forma vertiginosa y cada vez dedicaba más tiempo a generar contenidos sobre mis actividades profesionales cotidianas, pues casi nadie se refería a cuestiones de su vida privada en esta plataforma. La mayoría de los usuarios eran muy jóvenes, pero, poco a poco, se fueron acercando a mi edad. Solíamos agruparnos en función de nuestros intereses y tratábamos de esquivar los mensajes extremistas. Era divertido comentar en directo, desde un plató de televisión, debates electorales que tenían gran repercusión. Me sentía muy complacida cuando algunos de mis seguidores elogiaban mis esfuerzos por centrar los crispados debates políticos.

De pronto, noté un cambio radical y, por primera vez, percibí una deriva misógina en numerosos comentarios. Cuando empecé a recibir insultos machistas me cansé de tuitear y perdí miles de seguidores, creo recordar que a raíz de mi apoyo explícito al movimiento #MeToo, cuando miles de mujeres se animaron a denunciar el acoso sexual del que fueron víctimas. La campaña surgió en Estados Unidos a raíz del caso Harvey Weinstein, el poderoso productor de Hollywood que llevaba décadas abusando de las actrices a las que contrataba para sus películas. También en España se produjeron denuncias similares que llevaron a la cárcel a los violadores de La Manada.

Los hechos coincidieron con la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca. Por las mañanas se despachaba con tuits sediciosos, xenófobos y sexistas que producían un impacto mediático global, mientras silenciaba en las ruedas de prensa a los medios que le eran hostiles. Las bravuconadas del presidente de los Estados Unidos hicieron un daño irreparable en el modo de comentar los temas políticos. Sería ridículo culpar exclusivamente a Trump del aumento del fanatismo y la crispación, pero es cierto que su estilo, lamentablemente, tuvo una enorme repercusión y creó escuela. Ya se sabe que quien siembra vientos… Su mandato culminó con una imagen de traca: el esperpento del asalto al Capitolio de los Estados Unidos.

¿Por qué nos meten miedo?

El hecho es que las redes sociales se han convertido en un campo de batalla, donde la demagogia se ha impuesto contra el rigor, el extremismo contra la moderación, el guerracivilismo contra el consenso. Nunca me acostumbraré a admitir que la ceguera política y el sectarismo son irremediables. Desde que me he apartado de Twitter para no ser víctima del fuego cruzado, recibo mensajes privados de seguidores amigos que se preocupan por mi silencio. Les explico que hay trols que me masacran. Antes no me importaba, pero el confinamiento me ha hecho más vulnerable. No he sido objeto de manipulaciones tan indignas ni descalificaciones tan salvajes como las que ha recibido Javier Cercas, pero cuando reaparezco en un programa de televisión, doy una charla o me manifiesto en algún medio, me descalifican. Se discrimina a las mujeres de mi edad, se les aparta como si fueran apestados. La gerontofobia es una de las múltiples secuelas del Covid. Los trols me llaman dinosaurio y me piden que me jubile de una puñetera vez. Estoy dolida, pero no me retiro. Contra la tentación del precipicio, seguiré activa hasta que el cuerpo aguante.

________________

Nativel Preciado es periodista, analista política y cronista parlamentaria. Autora de más de veinte ensayos y novelas, galardonadas con algunos de los principales premios literarios.

Más sobre este tema
stats