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Alberto Garzón: "Ni de izquierdas ni político, soy comunista y economista"

María Granizo Yagüe

No levantaba dos palmos del suelo y ya nadaba a contracorriente. El Club Deportivo Logroñés, Karl Marx y Julio Anguita moldearon su vida pero por decisión propia. Nunca se dejó llevar.

Articulando sus primeras palabras proclamó a los cuatro vientos que de mayor quería ser futbolista. No consiguió fichar por el equipo de su pueblo pero, siendo aún muy crío, dejó patente que sus convencimientos eran firmes. Mientras la hinchada riojana del equipo de Las Gaunas se desmoronaba una tarde de domingo de 1996, en la que el equipo de Lotina salió del Camp Nou con una sonora derrota por ocho goles a cero, aquel niño de apenas once años no vaciló ni un instante en seguir llevando con orgullo la equipación del club de sus amores. Pese a las burlas y a la goleada, a la mañana siguiente, llegó al colegio luciendo la camiseta rojiblanca.

Él no era de rendirse y menos de esconderse. Tampoco cuando la abuela María del Carmen le llamaba “la oveja roja” y llegó a borrar de una foto familiar la prenda en la que él mostraba el lema “siempre rojo y a la izquierda”. El primer líder del partido comunista en más de 80 años que llega al Gobierno creció oyendo cómo el abuelo paterno había sido presidente de los Círculos Doctrinales José Antonio de Málaga, dedicados a mantener la ortodoxia falangista. También le contaron cómo al bisabuelo materno le habían fusilado los comunistas en Paracuellos durante la Guerra Civil. Él escuchaba, sonreía y, buscando más voces, leía y leía libros de Historia con una pulsera roja, amarilla y morada como la que hoy sigue llevando en su muñeca izquierda. Ni siquiera se dejó llevar por la conservadora ideología de arraigada tradición familiar cuando, con 17 años, solicitó afiliarse a IU y a la Unión de Juventudes Comunistas presentándose como convencido republicano.

Guiado por el principio existencialista De omnibus dubitandum (duda de todo) que adoptó Marx, llegó en metro a la Carrera de San Jerónimo, en 2011, para estrenar escaño en la décima legislatura de nuestro país. Con 26 años se convertía en el diputado más joven y la cara del 15M en las Cortes. Convencido de que el dogmatismo es mal aliado para avanzar hacia la igualdad social, no se cansa de defender el comunismo como “una forma de ver el mundo, unas gafas que te pones y que desvelan que la desigualdad no es justa y además es evitable”.

Disfrutando de sus dos paraísos infantiles, La Rioja y el malagueño Rincón de la Victoria, el parlamentario que siempre ha tenido cordiales relaciones con sus adversarios políticos pero que no se despidió de Albert Rivera, “el trato con él era imposible”, abandonó su intención de estudiar Informática, primero, y Empresariales, después. Trató de entender mejor el mundo cursando la carrera de Económicas. Desde entonces, nunca se ha dado margen para el despiste. Su brújula vital le lleva por el mismo camino por el que aún transitan las huellas de coherencia, honradez y compromiso social del “amigo y camarada Julio Anguita” cuya muerte le sigue doliendo. Sigue a rajatabla el viejo lema del Califa Rojo con el que la coalición IU alcanzó sus mayores éxitos electorales: “La suprema lección del político es el ejemplo”. Por eso, el principal artífice del pacto entre Podemos e Izquierda Unida fue, en 2011 junto con Cayo Lara, el primero en renunciar al sistema de pensiones privado que se les concede a los diputados. Además, concibiendo la política como “un instrumento y no como algo con lo que hacerse profesional”, hace siete años se convirtió también en uno de los primeros miembros del Parlamento en hacer pública su nómina en el Congreso, sus ingresos y patrimonio “en aras de la transparencia y la ética”.

Su fulgurante carrera le convirtió en el coordinador general más joven de IU, en el diputado de menor edad en ocupar un escaño y, desde enero, en el primer ministro del Partido Comunista en democracia, junto a Yolanda Díaz. Muchos récords, en apenas una década, para un hombre tranquilo y sensato que aspira a “poder contribuir a transformar la sociedad y poner en marcha los acuerdos del gobierno de coalición” pero también a “conciliar mejor” su vida personal y laboral para continuar disfrutando de su familia a la que debe la vida y la alegría, de la lectura que le hizo quién es, y de los partidos del equipo logroñés que, desde crío, aceleran su corazón.

Jamás la infancia fue un tiempo perdido

En enero de este año, prometió su cargo como ministro de Consumo ante el rey Felipe VI. Sin embargo, a él nunca le gustaron más monarcas que los Reyes Magos. Aquellos que, sin saber que la carta la había escrito un republicano en ciernes, no se equivocaban dejándole un balón o una bufanda de su equipo. Los mismos que, sin despistarse de su cometido, siempre acudieron a la nocturna cita navideña en la calle La Borda de Cenicero, el pequeño municipio de La Rioja Media, donde nació Alberto Garzón Espinosa.

En aquella localidad, poblada de bodegas en la que no se cultiva tabaco sino vides, comenzó a asomarse al mundo y a la historia de nuestro país el coordinador federal de Izquierda Unida. La misma historia que ahora le hace calificar de “prófugo” a quien ha sido rey de España durante casi cuarenta años. Reivindicando la “tradición política republicana que va mucho más allá de la elección democrática del jefe de Estado” y “al hilo de los actuales acontecimientos”, el diputado relee La Biografía que recoge Isabel Burdiel de Isabel II, “sobre su huida del país siendo una reina Borbón que, creo, ha dejado un largo reguero de aprendizaje para el presente”.

Pese a su juventud, dentro de veinte días cumplirá 35 años, su firme convicción republicana tiene largo recorrido. Se fue forjando en los primeros años de adolescencia en el lugar que considera “mi sitio: el Rincón de la Victoria”. El aroma del salitre de la costa malagueña, que se convirtió para siempre en el oasis de su recreo, le lleva a sus raíces: a la familia que crearon un profesor de Geografía, del que heredó el nombre y su pasión por la Historia, y Sabela, su madre, una farmacéutica perteneciente a la burguesía riojana a la que la muerte sorprendió tempranamente. Devorando libros, sin parpadear delante de la pantalla del ordenador y echando pachangas de fútbol con su hermano y sus primos en las mágicas tardes de sol de las playas malagueñas, encontró para siempre su lugar “de tranquilidad y de paz” al que siempre ansía volver.

De orígenes falangistas a convertirse en un 'topató'

El hombre que desde su cuenta de Twitter reclama “todo el poder para lo público”, nunca se ha definido como “una persona de izquierdas sino comunista”. Tal vez por eso, desde muy joven ha tratado de poner en valor ese término, el mismo al que sus parientes se referían peyorativamente como “topató” (“todo para todos”). Mientras estudiaba secundaria en el mismo instituto público malagueño al que fue destinado su padre para dar clases de Historia, se afilió al PCE y a IU. Tenía 18 años y descubrir el libro El tiempo y la memoria de Julio Anguita le llevó a hacerse el carnet de las Juventudes Comunistas aunque, para ello, tuviera que cumplir el rito del nuevo afiliado: remangarse para, con cubo y fregona en mano, limpiar la sede de la Asamblea de IU en Rincón.

Cuarenta y tres años después de la legalización del partido, el autor de ¿Quién vota a la derecha?, Por qué soy comunista, y La Tercera República insiste en que su hoja de ruta es “transformar la sociedad para que no esté regida por el principio de la ganancia, asegurar una educación y sanidad totalmente públicas, la nacionalización de las grandes empresas como las energéticas y que el Estado garantice el derecho a la vivienda y al trabajo sin oponerse a la propiedad privada personal pero sí a la de los grandes medios de producción”.

En el piso próximo a la catedral de Málaga de su abuela, donde pasó con su hermano Eduardo sus primeros años universitarios hartándose a comer macarrones día sí y día también, vivió el momento más significativo de su trayectoria profesional: “Fue cuando aparqué mis estudios de ADE y decidí estudiar Economía. Yo no digo que soy político, digo que soy economista. La política es el lugar en el que me encuentro para desarrollar determinados objetivos que creo que son honestos”. Hincar codos, como alumno brillante, no le impidió seguir disfrutando de su pasión por la música dando al play, una y otra vez, a los CD de Calle 13, a los cantautores que descubrió a través de su padre, a composiciones clásicas y, sobre todo, “a los de las bandas sonoras de Gladiator, Piratas del Caribe, Interstellar, Rain Man o La Delgada línea roja compuestas por el aclamado Hans Zimmer” al que hoy sigue escuchando “de fondo mientras trabajo”.

Seriéfilo e incondicional de Monty PythonMonty Python

Ratón de biblioteca, de la que apenas salía salvo para echarse un balón o celebrar unas cañas con amigos que bromeando le preguntaban si estudiar macroeconomía ayudaba a ligar más, “Albertillo”, como le llamaban sus allegados para distinguirle de su padre, se licenció en 2008. Después estudió un máster de Economía Internacional con el que logró una plaza de investigador en la Universidad Pablo Olavide de Sevilla. Allí vivió activamente el 15M. Sus apasionadas y convincentes intervenciones públicas como político de IU le condujeron a ser cabeza de lista, en las elecciones generales de 2011, en Málaga. Los resultados de aquellos comicios le convirtieron en diputado con 26 años y, forzosamente, trasladaron su domicilio a un piso, en el madrileño barrio de La Latina, que seguiría compartiendo con su hermano y su novia.

Ni entonces, ni en las siguientes elecciones en las que consiguió el escaño por Madrid como candidato a la presidencia del Gobierno por IU, ni ganando las primarias de su partido a coordinador federal, se ha acercado al boato que rodea a los cargos y a su actual cartera ministerial. Nunca se ha alojado en hoteles como el Palace como hacen otros parlamentarios, sigue sin acostumbrarse a los flashes y a las cámaras, y extraña el anonimato y la seguridad que le permitía desplazarse en metro o salir un rato a correr.

Convencido de que lo mejor de nuestro país es su gente, “somos sociables, generosos, solidarios, tal vez porque somos parte de una cultura mediterránea”, advierte, sin embargo, del “lastre histórico que arrastramos donde la derecha reaccionaria siempre ha tendido a ganar las batallas, lo que ha supuesto que el tipo de derecha política que tenemos en nuestro país, en partidos, pero también en instituciones y en la sociedad civil, sea mucho más conservadora y reaccionaria que en otros países donde los movimientos progresistas de la industrialización han tenido más fuerza”.

Identificando la ce de comunista con la de compromiso social, el ministro que se confiesa seriéfilo (llama a sus dos gatos Winter y Elendil como los personajes de Juego de Tronos y de El Señor de los Anillos) nos recomienda Vientos de Agua, una antigua ficción de Juan José Campanella que “manifiesta muy bien el doble tiempo que se vivió en nuestro país, narrando el recorrido vital de un anarquista asturiano que emigra a Argentina en los años treinta y el de sus nietos que vendrán a España huyendo de la crisis y el corralito. Es una ironía de la Historia que está hecha de una forma muy bella”.

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Terminada la hora del almuerzo, en el ministerio del madrileño Paseo del Prado, se retoma la actividad que, con los nuevos datos amenazantes de la pandemia, da aún menos tregua: “La covid-19 también entiende de clases sociales”.

Entre dosieres sobre la regulación de la publicidad de los juegos de azar y de apuestas, y el borrador de la ley de servicios de atención al cliente para acabar con la tarificación especial de los 902, Alberto Garzón Espinosa, el ministro que soñaba en La Rioja con ser futbolista, despide su PlayList desvelando, con entusiasmo, su última recomendación cinematográfica: “La vida de Brian. No me canso de verla. Cada vez que se hace un visionado, se aprende algo nuevo de ese humor mordaz e irónico, típicamente inglés, de los Monty Python en el que creo que merece la pena recrearse”. Humor que, más en estos días, nos hace y le hará falta. Su último tuit, “la nueva ley de Memoria Democrática es un paso imprescindible para que este país vuelva a tener Orgullo Democrático”, seguro que será bien recibido por muchos pero también hará que le lluevan piedras de otros.

Gane o pierda mañana el Logroñés, recordar la comedia sobre el pobre diablo al que confundieron con Jesús de Nazaret tal vez le ayude, como a Brian, a no perder la sonrisa cantando Always Look on the Bright Side of Life (Mira siempre el lado bueno de la vida).

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