ENTREVISTA A OLIVER ROY, EXPERTO EN ISLAMISMO

“En Francia no existe la comunidad musulmana como tal”

Olivier Roy es un reputado islamista francés profesor en el Instituto Universitario Europeo, donde dirige el Programa Mediterráneo. Ha escrito libros como L'Islam mondialisé, La Sainte Ignorance y En quête de l'Orient perdu. En esta entrevista aborda aspectos clave tras los atentados de París.

PREGUNTA: ¿Rechaza la comparación entre los atentados de París y los del 11 de septiembre de 2001?

RESPUESTA: Sí, en términos de intensidad, esto me parece diferente. En Nueva York hubo 3.000 muertos, se trató de una operación preparada minuciosamente, dirigida desde el exterior. Es fruto del lanzamiento de Al Qaeda, que pasa a la amenaza estratégica global. En Francia estamos ante los crímenes cometidos por tres granujas de poca monta que aprendieron el manejo del kaláchnikov en Yemen. El impacto simbólico y emocional es considerable, pero en términos de seguridad o de geoestrategia, no nos encontramos ante asuntos de la misma dimensión.

Además, estoy sorprendido por la intensidad del impacto simbólico y emocional, cuando en la práctica no hay muchas diferencias con las matanzas cometidas por Mohamed Merah [en Toulouse, al sur de Francia], que no tuvieron la misma repercusión. Existe cierta repercusión afectiva que me parece evidenciar una profunda angustia.

Francia ha sufrido varios atentados que no han desencadenado un pánico semejante ni este llamamiento a la unidad nacional que me parece el reflejo de una falsa unanimidad. Si hay unidad, ¿por qué rechazar la asistencia del Frente Nacional a la manifestación y, si no hay unidad, por qué hacer como si las fracturas o las diferencias de opinión hubiesen desaparecido bruscamente? Éstas volverán con más fuerza que si se hubiesen escondido artificialmente bajo lo nuevo políticamente correcto.

El homenaje a las víctimas es fundamental y la compasión, necesaria, pero no comprendo las razones por las que prácticamente no se dice nada sobre las víctimas de Porte de Vincennes [asesinadas en una tienda judía] , habida cuenta de semejante movilización por Charlie Hebdo, que era el periódico insolente por excelencia, contestatario, capaz de reírse de todo, que detestaba las unanimidades aparentes.

Como si en cada atentado hubiese “verdaderas” víctimas y víctimas colaterales; ahora bien, si Charlie Hebdo era un objetivo en sí mismo, se puede suponer que Coulibaly no entró por casualidad al establecimiento judío. Además, no puedo dejar de experimentar cierto sentimiento de autocompadecimiento con tintes corporativistas por parte de algunos medios de comunicación, algo que me parece muy alejado del espíritu que movía a Charlie...

P: ¿El antisemitismo es un acto de yihad?

R: El antisemitismo no forma parte la estrategia de los cuarteles generales de la yihad. Ni Bin Laden ni Baghdadi tenían a los judíos como objetivo principal. Para ellos, la cuestión árabe-israelí no es el origen de todos los conflictos. Para el primero, el enemigo es Occidente y, para los segundos, los “heréticos”, es decir, los chiítas. Por el contrario, entre los jóvenes radicales islamistas movilizados en Occidente, el antisemitismo es una dimensión fundamental, pero que forma parte de una cultura compartida con muchas otras.

En efecto, este antisemitismo latente no es exclusivo de los jóvenes nacidos en Francia de padres inmigrantes de origen magrebí, instalados en los suburbios. Basta con observar al público de Soral [ensayista de extrema derecha] y Dieudonné [controvertido humorista]. Sin contar con referentes musulmanes, destilan un antisemitismo que tiene un impacto sobre la juventud que se siente marginada, con independencia de sus referentes religiosos. Se hace del islam un motivo de división en Francia, sin ver todo lo que tienen en común las partes y todo lo que es trasversal a estas formas de violencia y a este antisemitismo, que no es específico a los jóvenes musulmanes. Basta con leer los comentarios de los lectores las páginas web de los periódicos y de los blogs para darse cuenta...

P: Chérif Kouachi ayudó a preparar el plan de fuga del responsable de los atentados de París de 1995. ¿Existe una continuidad yihadista desde los años 90?

R: Sí, no creo en estas historias de yihadistas de primera, de segunda o de tercera generación. Inventamos una nueva generación cuando no entendemos lo que sucede. Existe por tanto una continuidad, en la permanencia de personajes como Beghal o en la correa de transmisión existente, sobre todo, en las prisiones. Es similar al entorno de los gangster; hay mitos, existe una transmisión, los veteranos se mitifican, aspecto éste en el que tiene un papel fundamental la función pedagógica que supone la cárcel.

Esta continuidad no implica que no exista evolución. Creo que dicha evolución afecta menos al número total de conversos que, en mi opinión, es una constante que solo se percibe en estos momentos –en el grupo Beghal había ya aproximadamente un tercio de conversos–, comparado con la importancia creciente de las mujeres. Por tanto, la yihad se hace cada vez más en familia, entre hermanos, o con mujeres y niños, en Francia o trasladándose a Siria.

P: ¿Cómo y por qué seduce a los parisinos esta ideología mortífera?

R: Mi teoría es que la razón fundamental de esta radicalización es fruto del cruce entre un referente musulmán, por un parte y, por otro, de una cultura de la violencia, del resentimiento, de la fascinación nihilista por un heroísmo malsano, negativo y suicida, el de los jóvenes asesinos de Columbine que masacraron a personas de su escuela y que colgaron vídeos en internet antes de pasar a la acción y de morir porque la muerte siempre supone el fin de la historia.

La “yihad mundial” es prácticamente la única ideología global actualmente, de la misma mane la revolución era la ideología estándar de los jóvenes marginados de los 70. Al poner el acento sobre todo en las supuestas fuentes coránicas de la violencia –un Corán que estos jóvenes occidentalizados a menudo conocen mal, como tampoco hablan (o muy poco) árabe– se ignora simplemente la enraizada continuidad del terrorismo islamista en esta cultura joven de la violencia y del fantasma de la omnipotencia, la del efecto Columbine en EEUU, la que explica el éxito de películas como Scarface en los suburbios, por no hablar de los videojuegos o de Tuers nés (Asesinatos natos).

Lo que voy a decir a continuación hay que tomarlo con reservas, pero el ejemplo de lo que sucede en Marsella lo veo interesante. La ciudad de Marsella [al sureste de Francia] nunca ha tomado parte en las radicalizaciones políticas. En los años 70, la fuerzas Izquierda Proletaria y más tarde Acción Directa no tenían representación en Marsella. Actualmente, el radicalismo islamista tampoco existe prácticamente. Mientras que estas organizaciones de la izquierda radical de los años 70-80 estuvieron, como el islamismo radical de hoy, sobrerrepresentados en Grenoble, Lyon, Lille o París. Mi hipótesis es que Marsella y su cultura de violencia local y de grupos organizados ofrece salidas a esta cultura de la violencia, que no siente la necesidad de pasar por la radicalización política. Los jóvenes gánsgter de Marsella participan de la misma puesta en escena de la violencia como espectáculo, de esta cultura del superhombre, pero no se arrojan el derecho a la vida o la muerte sobre los demás.

Pero cuando se habla con las madres de los gangster o con las madres de los yihadistas, se percibe que están aterradas por la radicalización religiosa o criminal de sus hijos, que tienen algo en común (muchos yihadistas son antiguos macarras). No comprenden la razón por la que, cuando les dicen a sus hijos que van a morir, eso no les detiene. Pero estos jóvenes están fascinados por la omnipotencia y el culto al superhombre. Saben que van a morir, pero les da igual. Estamos ante la misma problemática que con Mesrine, pero este no era un asesino en masa. Hemos pasado de la cultura del revólver a la cultura del kaláchnikov, que hace más daño.

P: ¿Por qué han ocurrido ahora estos atentados?

R:

Me parece que el fenómeno es más bien de corte sociológico, estructural, que geoestratégico. Se habría podido pensar que los asesinos de Charlie Hebdo y del supermercado kosher aseguraban ser del Estado Islámico, pero decían pertenecer a Al Qaeda Yemen, porque hasta allí es donde se desplazaron, porque se trata de su historia personal. Y sus cómplices son amigos suyos, no militantes que se les unieron por convicción. Lo que cuenta para ellos es más su itinerario personal que la geopolítica contemporánea.

P: Chérfi Kouachi parece haber pasado por grupos religiosos fundamentalistas. ¿Esto hace más frágil la diferenciación entre el islam salifista, que puede ser quietista, y el islam radical llevado hasta la yihad?

R: Muchos jóvenes yihadistas han pasado por grupos fundamentalistas, tablighis y, sobre todo, salafistas, pero creo que hay que entonces esto más bien como una trayectoria de jóvenes que se buscan, que tontean con la delincuencia, el tabligh, el salafismo, hasta hallar encontrar su camino...

En un verdadero grupo tabligh o salafista, existe una disciplina a la que se someten no sin grandes dificultades. Implica levantarse a las 5 de la mañana, rezar, el reglamento interno del grupo. Los jóvenes yihadistas pasan a menudo por grupos fundamentalistas pero la mayoría no permanece mucho tiempo. Si se quedan en el grupo, se moderan a medida que se van haciendo mayores. Casi no existen casos de personas que hayan pasado diez años en un grupo salafista antes de hacer la yihad.

Del mismo modo, muchos jóvenes que van a un campo de entrenamiento regresan pronto porque no soportan la disciplina. Está claro que los hermanos Kouachi recibieron entrenamiento militar, pero no estoy seguro de que formaran parte de una unidad armada organizada. La forma en la que huyeron y el hecho de que dejarán tras de sí un carné de identidad, como una especie de lapsus freudiano, de voluntad de firmar el delito, se parece más a los gestos de los individuos radicalizados por las malas compañías que a aquellas acciones propias de militantes profesionales y aguerridos.

P: Recientemente escribió que este acto terrorista transforma un debate intelectual en una cuestión casi existencial. Interrogarse sobre la relación entre el islam y la violencia lleva a preguntarse sobre el lugar que ocupan los musulmanes en Francia. ¿De qué manera?

R: Actualmente, incluso los intelectuales antirracistas se preguntan: “¿Hay algo en el islam que lleva a cometer este tipo de masacres? Hasta la fecha, esta pregunta estaba reservada a determinados polos ideológicos, a los populistas contrarios a la inmigración, a la derecha identitaria contraria al islam e incluso a una parte de la laicidad militante. Ahora, esta idea se ha convertido en un tópico y este tipo de manifestaciones son corrientes, especialmente tras el debate sobre la identidad nacional que lanzó Sarkozy.

Ahora bien, estos discursos esencialistas no tienen ninguna base sociológica, sino que permiten una lectura teológica fruto de la acumulación de tópicos sobre la naturaleza del islam (“en el islam no hay separación entre religión y política”) tomados prestados o a los fundamentalistas o a un orientalismo anticuado. No se interesan en el islam real, es decir, en la religiosidad concreta de los creyentes, en su diversidad.

Y después, como suele pasar, se mezcla constantemente “etnicidad” y “religión”, ante la incapacidad de definir correctamente un concepto y otro. La confusión se pone de manifiesto con el debate sobre las “estadísticas étnicas”. En lugar de hacer un debate llamémosle “científico” (que lo es para los auténticos demógrafos), se ha convertido en un debate ideológico y normativo. Entre lo que acusan a los “progresistas” de negarse a ver los hechos (por ejemplo, la sobrerrepresentación de los jóvenes de origen musulmán en las cárceles) y estos mismos progresistas que alertan contra la estigmatización de la población de origen inmigrante, hay dificultades a la hora de plantear las “verdaderas” cuestiones.

Francia es mucho más mixta y cuenta con muchas menos comunidades de lo que se suele decir. Cuando el geógrafo Christophe Guilluy compara los suburbios poblados por jóvenes musulmanes (los musulmanes siempre son jóvenes y viceversa) y las zonas residenciales de la “periferia”, donde viven los blancos, olvida que estos tienen muchos familiares de origen musulmán que han ascendido socialmente y que se encuentran en el gueto de la zona residencial.

Esta ceguera se debe también a la negación de la presencia de las clases medias musulmanas en nuestra sociedad, en parte porque no se desea verlas. Sin embargo, el aumento de estas clases medias es notable. No necesitamos estadísticas étnicas. Basta abrir un listín telefónico y ver el número de médicos con nombre árabe en una ciudad de tamaño medio o consultar la lista de profesores de un colegio de provincias o el número de asesores financieros de una sucursal bancaria de los suburbios al oeste de París.

Esa gente no quiere verse incluida en una comunidad y no quiere hablar en nombre de una comunidad. Sin embargo, no cesamos de enviarlos a los barrios difíciles. En una ciudad como Dreux [norte de Francia], que conozco bien, los alcaldes, de derechas o de izquierdas, durante mucho tiempo nombraban al concejal de origen árabe responsable de Deportes o de Distrito (¡algo que ya ha cambiado)!

La máquina de dividir en comunidades tiene su origen en la forma en que la República limita a estas clases medias musulmanas a un papel de “gran hermano”; mantiene instituciones supuestamente representativas del islam de Francia procedentes del extranjero y que no representan a esta clase media integrada y en ascenso.

Cogemos de aquí y de allí a “imanes moderados” para evitar que los jóvenes hagan yihad, imanes que apenas hablan francés, como Hassen Chalghoumi, imam de Drancy. Cuando los jóvenes yihadistas radicalizados que hablan bastante mejor francés, son poco o nada susceptibles de seguir este tipo de sermones. Se ignora también a los “verdaderos” moderados que viven tranquilamente y no salen en los pseudoreportajes que se realizan sobre los suburbios.

Pero no hay trabajo serio, ni político, ni periodístico, ni sociológico sobre las clases medias musulmanes. Los únicos representantes de estas clases medias que se ven son mujeres políticas como Vallaud-Belkacem, Bougrab o Dati, de las que se repite continuamente que son excepcioens porque son mujeres.

P: ¿Por qué dice que no existe una “comunidad musulmana” en Francia?

R: Es un hecho. No existe comunidad religiosa fundada sobre el islam, ni al nivel institucional, ni en las escuelas, ni en lo que respecta a las asociaciones y es una buena noticia. Sin embargo, el Gobierno y los medios de comunicación no saben quitarse esa palabra de la boca, en su interés por luchar contra esta comunitarización.

Ahora bien, si se estima que el 30% de los niños judíos están escolarizados en escuelas confesionales (según L’Arche nº 555 de mayo de 2004), en lo que respecta a los musulmanes esa cifra no debe de superar el 0,1%. Dado que no existen más de 10 escuelas confesionales musulmanas en Francia, los padres prefieren enviar a sus hijos a escuelas católicas.

La inmensa mayoría de musulmanes no tiene el deseo de pertenencia a una comunidad y si el Ramadán es el rito más respetado es únicamente porque cumple una función que permite la convivencia en un momento en que existe una crisis de convivencia. Es como decir que la Navidad para los cristianos es un síntoma de pertenencia a una comunidad (hay quien lo dice).

Ni si quiera sabemos divertirnos, como habría dicho Charlie...

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Traducción: Mariola Moreno

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