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Entrevista

Ofer Zalzberg: “Israel se enfrenta a una profunda crisis de identidad”

Ofer Zalzberg: “Israel se enfrenta a una profunda crisis de identidad”

La obsesiva referencia al sionismo ha atravesado toda la campaña electoral israelí, que acabó el domingo con un mitin del primer ministro Benjamin Netanyahu citando a Jabotinsky, padre del sionismo militarizado y principal fuente de inspiración del Likud. El partido laborista eligió aliarse con la centrista Tzipi Livni para fundar la lista Unión Sionista, que goza del favor de los sondeos para el escrutinio de este martes. ¿Por qué esta obsesión, casi 70 años después de la fundación del Estado de Israel? Ofer Zalzberg, analista político en Israel para la ONG International Crisis Group, trata de vislumbrar esta respuesta para Médiapart.

Pregunta: Desde finales de los años 2000 asistimos a una vuelta espectacular del sionismo y de la idea de que hay que estar “orgulloso de ser sionista”, como muchos dirigentes dicen hoy en día. En 2009, los jóvenes del Likud, el partido de derecha, comenzaron una campaña para 'resionizar' Israel. En 2015, Isaac Herzog y Tzipi Livni han llamado a su lista Unión Sionista. ¿De qué se trata?

Respuesta: En primer lugar, hay una crisis de identidad, como en todo el mundo, que es resultado de la globalización. En Israel, esta crisis toma la forma de esta pregunta: ¿Cómo conservar la identidad judía y asegurarse también de que sus niños serán judíos? La gente tiene miedo de perder su identidad tradicional judía porque están expuestos a la televisión, Internet, etc.

Cuando se llega a la política, la pregunta principal es la siguiente: ¿Cuál es el modelo judío para dirigir un Estado? La escena política israelí está dividida en esta cuestión. Los israelís de izquierdas consideran que no hay un modelo de Estado judío y que Israel debería convertirse en un Estado “normal”, occidental, donde el único aspecto específico sería que ese Estado intentaría permanecer como un Estado nación del pueblo judío, conservando una mayoría de ciudadanos judíos en el país y sus símbolos para todo el territorio al igual que, por ejemplo, los símbolos de Noruega y los noruegos. Pero no hay un método judío para construir un Estado, de la misma forma que no hay un método noruego para hacerlo. Para ellos, la identidad es, ante todo, israelí y lo que cuenta es la identidad cívica.

Para la derecha, la cuestión es más saber cómo desarrollar su identidad judía construyendo un Estado soberano y cómo expresar esa “soberanía judía”. Para esto no hay muchas respuestas. Los ultraortodoxos evitan la pregunta porque consideran la soberanía judía como una transgresión de sus leyes y creen que no debería haber un Estado judío antes de la llegada del mesías.

Los religiosos nacionalistas, o sionistas religiosos, consideran que la soberanía judía forma parte del proceso de redención. El pueblo judío ha sufrido el éxodo de Egipto, según la Biblia, y tras 2.000 años, una vez más ha hecho su rendición; en primer lugar reagrupándose en la tierra prometida, segundo, estableciendo la soberanía judía, después poblando la tierra –eso que, entre nosotros, es la idea subyacente de la colonización a partir de 1967– y para terminar, reestableciendo el tercer templo a la llegada del mesías. Ese Estado judío es visto entonces a través de este contexto. Debe ser fundado con el método judío, de acuerdo con las leyes religiosas judías. Vemos, además, a los rabinos y a los hombres políticos israelitas que invocan estas leyes, no solamente para practicar su religión cada día, sino para construir y dirigir un Estado. Hay también toda una literatura religiosa sobre la forma de la que debería construirse el Estado.

La tercera respuesta es más confusa. Es un modelo internacionalista: el modelo judío se realiza afirmándose por oposición a los demás. Es concretamente el modelo de Avigdor Liberman, ministro de asuntos extranjeros, que busca degradar el estatus de los ciudadanos no judíos para definir mejor el de los judíos. Se le ha visto también en la última Knesset (Asamblea o Parlamento de Israel) con la tentación de legislar sobre una ley nacional que limitaría los derechos de los no judíos en Israel para promover la identidad judía del Estado. Es lo mismo que se pretende con los intentos de degradar el uso de la lengua árabe en Israel. No se trata de promover la literatura judía o judeoalemana, sino de limitar el uso de la lengua en la esfera pública y las instituciones del Estado para promover el hebreo y la identidad judía de Israel.

Estas son las diferentes versiones, presentadas de manera muy básica.

La crisis política que existe en estos momentos surge del hecho de que la derecha acusa a una parte de los israelís de no buscar ese modelo judío y de desear simplemente, por decirlo de forma cruda, ser primero israelís antes que judíos. La derecha, al contrario, quiere asegurarse que la próxima generación no solamente será israelí, sino judía ante todo, es decir, cercana a sus tradiciones.

P: ¿Cómo conectar esta crisis de identidad al sionismo de Herzl, que quiere establecer una “parte para los judíos” y de Jaborinsky, que quiere combatir para imponer esta patria, aunque el Estado fue fundado en 1948, hace casi 70 años?

R: Herzl escribió un libro, una utopía, que estipulaba una manera judía de construir ese Estado. Por ejemplo, él contribuyó a instituir el sábado como un día festivo en una época en que no era costumbre. Basándose en la literatura religiosa, también estimó que la jornada de trabajo debía durar siete horas. De la misma forma, Jabotinsky tenía ideas sobre la manera de dirigir un Estado judío y una sociedad judía, apoyándose también en los textos religiosos. Después, la primera generación que estableció el Estado tuvo que luchar, la segunda también. Es hoy cuando llegamos a una generación que se pregunta lo que significa tener un Estado judío, no en el sentido de un Estado compuesto por una mayoría judía, sino en el sentido de preguntarse lo que puede ser esta sociedad judía y qué es lo que los judíos quieren para Israel.

En la elección de este martes se concentra, así, el tipo de judaísmo que vamos a ver en Israel en el futuro. ¿A qué interpretación del judaísmo se abrazará el Estado? ¿El predominio del judaísmo en la sociedad debe ser solamente cultural o religioso, o las dos cosas a la vez? Estas cuestiones se perciben como parte del sionismo, ya que el sionismo vuelve, para una parte de la sociedad, no solo a reestablecer el Estado, sino también a expresar la identidad judía a través de ese Estado. He aquí cómo las dos –identidad y Estado– se reúnen y se superponen.

P: ¿En qué es este proceso electoral más la expresión de esta crisis identitaria que los anteriores?

R: Digamos, por esquematizar, que hoy hay un 'campo judío' y un 'campo israelí'.

P: ¿Representados por el Likud y la Unión Sionista?

R: En resumen, sí. En el seno de ese 'campo israelí', algunos os explicarán que ahora el Estado existe, que la ley judía continúa escribiéndose, pero por los rabinos. Ellos estimarán que la cultura judía en Israel prevalece en esa legislación: el día festivo será en función del shabbat, es decir, que las fiestas se establecerán en relación a la religión. Al mismo tiempo, en el centro de este campo, los intentos de hacer frente a esta crisis identitaria son diferentes.

Por ejemplo, Ruth Calderon, diputada de Yesh Atid (centro), fundó el “movimiento de renovación judía”, que reúne a gente del 'campo israelí' que va a estudiar los textos religiosos y celebrar el matrimonio a la manera judía, pero no ortodoxa. Ella ha promovido, por ejemplo, la Shmita, una tradición según la cual, cada siete años, la tierra se pone en barbecho, y ella ha hecho pasar muchas leyes con este concepto a la Knesset, que no vienen por tanto de ningún religioso, pero que sin embargo han recibido apoyo de los partidos religiosos para afirmar la identidad judía a través del Estado.

En ese 'campo israelí' es interesante destacar que están los más próximos a los religiosos que afirman las posiciones más delicadas, especialmente sobre el conflicto con los palestinos. Por ejemplo, usted evocaba hace un momento Jerusalén y la declaración de Herzog, (que afirmaba esta semana que la unidad de Jerusalén sería preservada por la Unión Sionista, sobrentendiendo que permanecería bajo la dominación israelí e incluiría la parte oriental de la ciudad). Calderon dice lo contrario: “Podríamos dar una parte de Jerusalén a los palestinos para preservar lo que Jerusalén representa verdaderamente para nosotros”.

P: Justo lo contrario de lo que anuncia Isaac Herzog. ¿No es esto, además, una muestra de la debilidad del argumento del candidato de la Unión Sionista?

R: Podemos verlo así, porque ¿qué quiere decir, precisamente, “conservar la unidad de Jerusalén”? ¿Quiere conservar el campo de refugiados de Shouafat, que forma parte de Jerusalén, pero sostiene oficialmente la solución de dos Estados? Es absurdo, es una declaración electoralista que no responde a la crisis identitaria y que, al contrario, la contamina. Esto demuestra que no sabe dar las razones por las que quiere conservar Jerusalén y lo que representa para él y la Unión Sionista. Hay una gran falta de claridad en su retórica y es, efectivamente, un signo de debilidad.

P: ¿Lo que está diciendo es que el Likud y una parte del centro tienen una respuesta a la crisis identitaria, y que la Unión Sionista no la tiene?

R: Eso es, pero el Likud encara otro problema, que es la cuestión de la modernidad. El hecho de apartarte del resto del mundo puede devolverte tu identidad judía. Pero, ¿cómo ser moderno, expuesto a otras culturas, conectadas sin cesar a Internet, cómo disfrutar de lo que ofrecen las tecnologías a tu economía? Y si te acoges a esta corriente, ¿qué haces, por ejemplo, con los homosexuales? En el Partido Laborista saben cómo hacer frente a este fenómeno: dándoles sus derechos. Por el contrario, los gays y lesbianas son discriminados por las leyes tradicionales judías. ¿Cómo adaptarse a este nuevo mundo?

Uno de los problemas de la teología nacional religiosa es que no tiene, por ejemplo, paradigma que regule las relaciones internacionales. Se ha quedado en la Biblia como si todavía hubiera reinos, imperios, etc. Y cada vez más personas en el seno del Likud razonan así. Esto explica también la manera grandilocuente de la que Netanyahu se comportó en Washington justo antes de las elecciones. Netanyahu habla a sus electores, de los cuales una parte piensa de esta forma y es feliz de que su líder vaya a retar al imperio y diga “no” a los americanos. Para ellos, las leyes internacionales no existen, ellos imaginan estar en una situación en la que el “reino de Israel” podría ser borrado del mapa al día de mañana por los “imperios”.

Pero hay todo un sistema de relaciones internacionales, e Israel ha redirigido una parte de su ley fundamental en función de los derechos del hombre y de los derechos universales. El derecho israelí se queda, sin embargo, desconectado de las leyes internacionales y no sabe cómo aplicarlas ni cómo acoger el sistema de Estado nación moderno.

El resorte de esta crisis identitaria en Israel es este. De un lado, los que quieren ser modernos y privilegiar la autonomía individual irán más bien hacia el centro o la izquierda, pero se encontrarán en una crisis identitaria. Del otro lado, aquellos que hacen prevalecer la identidad religiosa y colectiva se irán hacia la derecha, pero estarán confrontados con la modernidad.

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Estamos en el corazón del dilema israelí, entre la identidad individual y la continuidad del pueblo judío. ¿Cómo asegurar esta continuidad sin perder su autonomía individual? ¿Cómo puede Israel ser a la vez judío y democrático? Esta cuestión identitaria no se resolverá tan pronto en Israel, aun cuando un Estado palestino se crease a su lado. Es una cuestión más profunda, que atraviesa hoy a toda la sociedad.

Traduccido por: Marta Semitiel

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