La portada de mañana
Ver
El Gobierno sacará adelante el plan de reparación para víctimas de abusos con o sin la Iglesia

Francia

Trapicheos con la industria farmacéutica en Francia

Trapicheos con la industria farmacéutica

M. HAJDENBERG / P. PASCARIELLO (Mediapart)

Durante más de 20 años, tuvieron un poder absoluto sobre los medicamentos, ya que la comercialización o el reembolso de los fármacos estaba en sus manos. Un pequeño grupo de amigos –presidentes, vicepresidentes o meros miembros de las principales comisiones del sistema francés encargadas de dar el visto bueno a las medicinas– asesoró en secreto y de forma paralela al ejercicio de sus funciones a los laboratorios sobre la mejor forma de presentar la documentación. El asunto, más allá de cuestiones deontológicas y del conflicto de intereses que presenta, hace cuestionarse la ética del sistema francés en su conjunto.

Mediapart, después de varios meses de investigación, ha desvelado que Gilles Bouvenot (presidente de la Comisión de Transparencia entre 2003 y 2014), Bernard Avouac (presidente de la Comisión de Transparencia de 1989 a 1998), Jean-Pierre Reynier (vicepresidente de la Comisión de Autorización de Comercialización, de 1994 a 2002, y miembro del consejo de administración de la Agencia Europea del Medicamento), Christian Jacquot (miembro de la Comisión de Autorización de Comercialización de 1996 a 2012), Renée-Liliane Dreisier (experta de la Comisión de Transparencia), entre otros, llevaron a cabo actividades remuneradas como asesores sin declararlas nunca.

Varios integrantes de estas comisiones admiten una actividad confirmada por numerosos responsables o exdirigentes de los laboratorios. Otros prefieren minimizar los hechos o hablan de confusión en las fechas.

No hay que desdeñar el alcance del asunto: la Comisión de Comercialización del Medicamento, tal y como su nombre indica, permite que un fármaco se ponga a la venta en territorio francés, aunque desde 1998 buena parte de las autorizaciones se otorgan en el marco de la Agencia Europea.

La Comisión de Transparencia desempeña un papel todavía más determinante en el seno de la Alta Autoridad Sanitaria francesa (HAS, por sus siglas en francés). Valora el servicio médico prestado (SMR) y la eventual mejora que puede proporcionar, comparado con los tratamientos ya disponibles en el mercado (mejora del servicio médico proporcionado, ASMR). Emite un informe (que el ministro de Sanidad sigue prácticamente a pies juntillas) sobre el posible reembolso de los medicamentos por parte de la Seguridad Social y, en su caso, fija la cuantía. Dicho informe tiene un impacto directo en el futuro precio del medicamento.

Para los franceses, el informe que emite la Comisión tiene dos consecuencias fundamentales: la seguridad sanitaria, por supuesto, pero también (más directamente) el déficit de la Seguridad Social, que en 2015 puede rondar los 15.000 millones de euros.

Para los laboratorios, el informe de la Comisión puede suponer varios cientos de millones de euros, ya que sin reembolso del medicamento, este tiene un recorrido muy corto. De modo que el sistema que habían pergeñado era especialmente ingenioso. Los miembros de este grupo de amigos, bien situados, se valieron de sus puestos para fines personales sin poner en riesgo ostensiblemente el sistema sanitario.

Pagar a este grupo de asesores, que a menudo se reunía en Marsella [sureste de Francia] con representantes de las farmacéuticas, no garantizaba un decisión favorable para la industria. Los laboratorios lo sabían y lo único que esperaban de la Comisión era que mirase con buenos ojos sus productos. Sin garantía ninguna.

Christian Jacquot, miembro de la Comisión de Autorización de Comercialización, entre 1996 y 2012, trata de minimizar el alcance de las decisiones. Este antiguo especialista en farmacotoxología no rebate ni el fondo ni la forma de las reuniones de asesoramiento en los laboratorios, en las que participaba con frecuencia. Sí, se desarrollaban a menudo en Marsella, donde viven Gilles Bouvenot y Jean-Pierre Reynier, pero asegura que “iba a picar algo”. “Acudía dada mi experiencia. La remuneración no la recuerdo con precisión. Era bastante módica”.

Pero si todo era tan normal, ¿por qué reunirse a escondidas en Marsella y no en un marco oficial, en la HAS? “Es mejor ir a Marsella que a Saint-Denis [sede de la HAS] donde te puedes cargar el coche”, mantiene Christian Jacquot, ya jubilado. No acierta a entender dónde está el problema, por qué el asesoramiento prestado a los laboratorios, sobre diferentes productos, de forma paralela a sus propias responsabilidades en la Comisión de Autorización de Comercialización, pueden suponer algún conflicto. “Las autorizaciones de comercialización de los medicamentos me llevaban dos horas o dos horas y media a la semana. No más”. Cualquiera diría que el único problema es de disponibilidad en esta doble actividad...

Otro exmiembro de este grupo de asesores, también titular en la Comisión de Transparencia en el año 2000, accedió a relatar a Mediapart el modus operandi de este grupo, con el compromiso de proteger su identidad. Explica que “había dos tipos de reuniones. Una en una fase inicial, cuando el laboratorio estaba interesado en saber cómo desarrollar un producto para conseguir el SMR (servicio médico prestado) o el ASMR (mejora del servicio médico prestado) cinco o seis años más tarde. Y otro, poco antes de presentar el informe a la Comisión de Transparencia. Nos veíamos en Marsella, en el Sofitel o en la Facultad de Farmacia. A veces en París, en hoteles como el Méridien Montparnasse. Por parte de los laboratorios, venía alguien encargado de la comercialización, un director médico y eventualmente un responsable científico”.

Este médico precisa: “A mí no me invitaban a todas las reuniones. Había participantes asiduos y la asistencia variaba en función del producto [del que se fuese a tratar] y de las competencias de unos y otros. A mí quizás me pedían que acudiera una vez al trimestre. Asesorábamos más bien sobre qué destacar, sobre el modo de presentar las cosas”.

Este facultativo asegura que numerosos laboratorios franceses y extranjeros recurrieron a este tipo de asesoría. La mayor parte de los miembros de los laboratorios, que han reconocido a Mediapart que se celebraron de esta reuniones, hablan de sumas que rondan supuestamente los 60.000 euros por asesoramiento, este médico explica que percibía “solo” de 1.000 a 1.500 euros por reunión. “Siempre en metálico. Había un sobre dentro del dossier que me facilitaban o encontraba un sobre en la habitación del hotel, sobre la cama”dossier. Nunca mencionó estas remuneraciones a nadie. Y el día que dejó de ser titular de la Comisión de Transparencia, no volvió a ser invitado. Algo normal, asegura.

Jean-Pierre Reynier, exvicepresidente de la Comisión de Autorización de Comercialización (1994-2002) y exmiembro del consejo de administración de la Agencia Europea del Medicamento, exjefe de la división de farmacia de AP-HM [Hospitales de Marsella], condecorado con la Legión de Honor como Gilles Bouvenot, Bernard Avouac y Christian Jacquot, se muestra mucho más contrariado y más prudente. ¿Reuniones con Gilles Bouvenot, Bernard Avouac y Christian Jacquot? “Quizás”, dice en un primer momento. Antes de reconocer que: “La mayoría de estas reuniones sobre la estrategia de desarrollo de un producto se celebraba en hoteles pero estas circunstancias no tenían nada de clandestino”. ¿Los detalles? “No me acuerdo”. ¿Remuneraciones? “Pedí que se destinara el dinero a la Facultad, en concepto de tasa de aprendizaje [impuesto francés por el cual las empresas participan obligatoriamente en la formación profesional de los estudiantes, futuros trabajadores], asegura. Contactada la Facultad de Marsella, esta responde con una perogrullada: “La Facultad ha recibido dinero en concepto de tasa de aprendizaje de los laboratorios farmacéuticos”.

Renée-Liliane Dreiser era la encargada, sobre todo, de contactar con los laboratorios, de transmitirles propuestas. No ha respondido a nuestros diferentes mensajes.

Versiones contradictorias

Pero, sin lugar a dudas, el asunto es mucho más espinoso para los que presidieron la Comisión de Transparencia. ¿Cómo se puede dirigir simultáneamente una comisión encargada de la toma de decisiones y recibir gratificaciones de laboratorios por ayudar a estos a presentar un dossier más convincente?

Bernard Avouac presidió esta comisión, de 1989 a 1998, antes de pasarse oficialmente al otro lado, al crear su propia consultora. Desde el punto de vista jurídico y ético, la práctica es discutible.

Pero, hay más. Cuando era presidente, Bernard Avouac ya asesoraba a la industria farmacéutica, aspecto que sólo se menciona de pasada en sus declaraciones de conflicto de intereses presentadas en aquella la época. Por ejemplo, reconoce trabajar con PR International, la firma de Daniel Vial, figura clave de la industria farmacéutica a quien también empleó [el exministro francés] Jérôme Cahuzac. Sin embargo, evita referirse a los laboratorios que asesora.

Preguntado al respecto en varias ocasiones, Bernard Avouac prefirió evitar las cuestiones planteadas por Mediapart: “Ni confirmo ni desmiento nada”.

En realidad, el grupo de amigos, en el que era una figura central, ya estaba manos a la obra. Gilles Bouvenot, que se convertiría en presidente de la Comisión de Transparencia en 2003, así nos lo confirmó, a sabiendas de que sus palabras estaban siendo grabadas. “En los 90, las reuniones fueron numerosas”, espetó. Ante nuestra estupefacción, al ser consciente de su metedura de pata y de las terribles consecuencias para su amigo Bernard Avouac, declaró: 'Preguntadle a él”. Días más tarde se retractó y dijo que se había confundido las fechas.'

Gilles Bouvenot también varió notablemente las explicaciones dadas relativas a su propia trayectoria. En un primer momento dijo que había dejado su labor de consultoría en el momento en que accedió a la presidencia de la Comisión de Transparencia, en 2003. Antes de darse cuenta de que las explicaciones no casaban...

Porque entre 1997 y 2003, Gilles Bouvenot no es otra cosa que vicepresidente de la Comisión de Autorización de Comercialización (1999-2013), asesor científico del “medicamento” del director general de la Salud en el Ministerio de Sanidad (2002-2003), presidente del Observatorio Nacional de Prescripción y Consumo de Medicamentos en entornos ambulatorio y hospitalarios (1997-2000), vicepresidente de la Comisión de Control de la Publicidad y de la Difusión de Recomendaciones sobre el buen uso de los medicamentos (1994-1997), presidente del grupo de trabajo del Afssaps sobre el buen uso del medicamento (1997-2000), presidente del Comité de Validación de Recomendaciones de Buenas Prácticas del Afssaps (1997-2005)...

El 19 de diciembre de 2014, en presencia de su abogado Forster, no niega haber asesorado de forma paralela a la industria farmacéutica hasta 2003. Cuando Mediapart se sorprende de estas actividades, habida cuenta de los cargos que ocupaba –especialmente la vicepresidencia de la Comisión de Autorización de Comercialización de los Medicamentos– explica que se trataba de “un puesto meramente decorativo”. “Prestaba servicios hospitalarios. No quería perder comba y deseaba seguir en la industria farmacéutica”. Claro que no aparecía ni rastro de su labor de consultor en sus declaraciones de conflicto de intereses presentadas entre 1997 y 2003, salvo un coloquio, por el que no fue remunerado, tal y como se encarga de precisar.

¿Cuánto percibió en realidad por estos asesoramientos? “No pedía dinero, que está sujeto a un gravamen. Pedía a las firmas que me invitaran a congresos. El fisco no prestaba demasiada atención a las remuneraciones en especie”.

Cuando accede a la presidencia de la Comisión de Transparencia, momento en el que asegura que lo dejó, tampoco declara nada mientras se dedica a evaluar, en calidad de presidente, productos sobre cuyo desarrollo había proporcionado asesoramiento años antes... “En aquel entonces había que declarar vinculaciones futuras. No tomé en consideración los meses precedentes, sino el día que llegué a la HAS”, responde Gilles Bouvenot.

Días después, quizás tras sopesar el alcance de sus palabras, rectifica. De nuevo vuelve a asegurar que confundió las fechas, “cree” haber dejado su labor de consultoría en el año 2000.

Christian Jacquot, miembro del grupo que ejercía actividades paralelas a las llevadas a cabo en la Comisión de Autorización de Comercialización, no se confunde con las fechas porque no ve problema alguno en las tareas de consultoría de Gilles Bouvenot, efectuadas en paralelo a su labor de presidente de la Comisión de Transparencia. “Es problema suyo. No tengo ni idea de lo que pudo cobrar. Nunca percibió dinero delante de mí. No quiero decir nada en su contra. Él es del Jura [en la frontera con Suiza], de mi zona y ya se sabe que con los paisanos se es chovinista”.

Christian Jacquot prosigue: “Lo que puede decir es que la declaración de conflicto de intereses no quiere decir nada. Nunca hay conflicto con sus intereses. No influían en los informes emitidos por la Comisión de Transparencia. ¿Por qué habría de sorprenderme? Alguien que trabaja, él trabaja. No hay ni normalidad ni anormalidad en ello. No hay reglas, hay relaciones humanas”.

Otro médico del staff, anteriormente citado, confirma también que asesoró a laboratorios en presencia de Gilles Bouvenot cuando este era presidente de la Comisión de Transparencia. “Si bien es cierto que no siempre estaba. Dependía del laboratorio. Creo que sólo venía cuando asistían aquellos con los que se llevaba bien, con los que tenía confianza. A Marsella, solía ir. A París, a veces. En ocasiones sólo asistía el día después, a una especie de reunión para hacer balance con nosotros. Entonces nos daba su opinión. Gilles era muy crítico y muy exigente. No creo que estas precomisiones dieran más posibilidades a la industria. No se pueden inventar datos que no existen”.

Gilles Bouvenot lo desmiente: “Es verdad que como las reuniones eran en Marsella, a menudo nos veíamos al día siguiente, pero como amigos. Es posible que hiciese mención algunas veces a la reunión celebrada la víspera, pero no era el objeto de nuestra reunión”.

“¿Hay micrófonos aquí?”

Además de los testimonios de los propios miembros del grupo asesor, Mediapart ha recabado las versiones de los responsables o exresponsables de los laboratorios que contradicen la versión de Gilles Bouvenot.

En el laboratorio danés Lundbeck, un exdirigente explica que participó en una reunión sobre el Seroplex en el Sofitel de Marsella en presencia de Gilles Bouvenot, por iniciativa de Renée-Liliane Dreiser, quien supuestamente recibió una comisión por ello. El laboratorio ni confirma ni desmiente este aspecto, pese a que les dimos un margen de varias semanas.

Otro representante del laboratorio Lundbeck asegura también que Gilles Bouvenot recibió dinero de la firma danesa. Y una tercera fuente, distinta y también de la misma compañía, explica que, por aquella época, le pidieron que borrase de su ordenador cualquier documento empleado en las reuniones secretas.

Gilles Bouvenot por su parte sólo recuerda una entrevista oficial en la HAS con un representante de Lundbeck. De nada más. En cuanto al entonces máximo dirigente del laboratorio, Jacques Bedoret, asegura no estar al corriente de nada, aunque asegura: “Hay que ponerse en la cabeza de la industria. Por una suma insignificante como son 60.000 euros, creo que los que pagan no tienen la sensación de estar corrompiendo a nadie. No se tiene la impresión de estar corrompiendo a nadie regalando un viaje de 5.000 euros. Lo que se compra es el tiempo dedicado a hablar”.

En los laboratorios norteamericanos Lilly, dos dirigentes, entrevistados por separado, nos hablaron de uno de sus productos que días después iban a ser examinados por la Comisión de Transparencia. Un dirigente explica que inicialmente se citó con Renée-Liliane Dreiser. “Al principio, todo transcurrió por los cauces habituales. Después, en mi despacho, Dreiser me preguntó: '¿Hay micros aquí'' Y se me propuso comprar la decisión de la Comisión. Recuerdo que pedía 100.000 euros y proponía una entrevista con Bouvenot en Marsella, días antes de la Comisión. Era impensable. Me quejé. Avouac respondió: Sus colegas lo hacen. Cuando dije que no, me respondieron: Sin nosotros no lo conseguiréis”.

En realidad, Lilly logró el reembolso esperado pero en circunstancias muy peculiares ya que cuando otro dirigente de Lilly conoce la proposición, decide saber más detalles. “Querían organizar una reunión en Marsella sobre nuestro medicamento, el Cymbalta. Decían que había que pagar 7.500 euros a cada participante. 10.000 euros a Bouvenot. Y organizar dos reuniones. Querían que pagásemos en metálico. Estábamos cautivos. Bouvenot pensaba que era intocable. No dormí durante varias noches. La apuesta para nosotros era enorme. De no conseguir el reembolso del medicamento no lo íbamos a lanzar. Le hicimos saber a Gilles Bouvenot que haríamos públicas estas malversaciones y que la corrupción para conseguir el reembolso era intolerable. ¿Tuvo miedo Gilles Bouvenot? Semanas más tarde, en cualquier caso, el informe fue favorable”. Interrogado sobre este episodio, Gilles Bouvenot niega que estas conversaciones existieran y alerta en contra de Lilly y de sus dirigentes, con quien no se llevaba bien.

Mediapart también ha recabado diferentes relatos que dan fe de la cercanía impúdica existente con la industria farmacéutica fuera del horario laboral. Invitación a la ópera de Verona a cargo de un grupo italiano, cenas a base de trufas pagadas por un laboratorio alemán, un fin de semana con un representante de Servier en la casa de Bernard Avouac cerca de Orange... Gilles Bouvenot, discute, resta importancia o niega, según el caso, los momentos, las versiones que ofrece con varios días de diferencia.

Tras el caso Mediator, Gilles Bouvenot parece mostrarse más prudente. Un responsable del laboratorio norteamericano Amgen narra una práctica diferente ocurrida a finales de 2010 una. “Bouvenot me dijo: 'Ya no puedo hablar con la industria' y me preguntó '¿Cómo lo hacemos?', sin que este ofrezca respuesta alguna. Y en ese momento se nos acercaron Bernard Avouac y Renée-Liliane Dreiser que nos propusieron reunirnos en Marsella, después de sugerir que quizás Gilles Bouvenot se pasase. Pagamos bastante, 60.000 euros. No vino. Meses después, volví a hablar con Bouvenot, que me dijo: 'Me han contado que tu postura ha cambiado. Puedo estar dispuesto a aceptarla'. Pero no supe nunca lo que pasó exactamente entre ellos”.

Gilles Bouvenot explica que, de forma general, muchos intermediarios se ufanaban equivocadamente de contar con su confianza. “Siempre les he dicho que nadie podía hablar en mi nombre”. Al referirse a su círculo de amigos más cercano, su discurso cambia un poco: “Me conocen bien, conocen mi forma de ver las cosas y puede prejuzgar desde mi punto de vista”.

Ya sea antes, durante o después de ocupar la presidencia de la Comisión de Transparencia, Gilles Bouvenot se cuidó bien de dejar el menor rastro posible de sus actividades de consultoría y asesoramiento. Se forjó una imagen de hombre duro e implacable.

Se plantea otro asunto si, pese a las múltiples contradicciones, se dan por buenas las explicaciones finales de Gilles Bouvenot. ¿Cómo pudo, una vez alcanzada la presidencia de la Comisión de Transparencia, tolerar que sus amigos percibiesen retribuciones de los laboratorios relacionados con productos que tendrían que examinar oficialmente meses después? “No juzgaba. Hacían lo que querían”, se justifica. Pero, ¿cómo podía aceptar que estas reuniones no figurasen en su declaración de intereses? No me lanzaba a las declaraciones de intereses de unos y otros. No vigilaba. Cada uno debe abandonar la sala en caso de que exista conflicto de intereses y no debe participar en la votación. Y en ese caso no hay nada sorprendente”. Gillez Bouvenot no consideró necesario asegurarse de que los procedimientos en la materia se respetaban.

Gilles Bouvenot, que se presentaba en público como “el último escollo” frente a los laboratorios farmacéuticos insiste una y otra vez en las dos mismas cuestiones: “No encontrará nada comprometedor en mi patrimonio, que lo compone un apartamento de 100 metros cuadrados en Marsella y un Peugeot 308”. Y sobre todo: “Hemos sido muy duros con los laboratorios. Ahora algunos se vengan”.

Salvo que cuando se les pregunta los dirigentes de laboratorios repiten, de forma espontánea, el mismo relato. Describen al mismo grupo, dan más o menos las mismas cifras, se refieren a las mismas formas de actuar, los mismos lugares. Y, en el caso de que fuesen todos cómplices, unidos por un improbable complot con un fin poco comprensible (Gilles Bouvenot dejó la presidencia en 2014), faltaría entender por qué sus propios amigos, en el seno del grupo de trabajo, confirman que estas actividades existieron.

Cuatro fármacos contra el cáncer que demuestran cómo las farmacéuticas encarecen medicamentos desarrollados con fondos públicos

Cuatro fármacos contra el cáncer que demuestran cómo las farmacéuticas encarecen medicamentos desarrollados con fondos públicos

Traducción: Mariola Moreno

Leer el artículo en francés:

Más sobre este tema
stats