Partido Laborista

Gran Bretaña: el irresistible ascenso de Jeremy Corbin

Jeremy Corbin, candidato a la dirección del Partido Laborista británico.

Thomas Cantaloube (Mediapart)

Hace dos meses, Jeremy Corbyn, de 66 años, no estaba verdaderamente dispuesto a presentarse a la dirección del Partido Laborista británico. Algunos de sus colegas diputados debieron forzarle para que presentara su candidatura, a fin de que el ala izquierdista del partido tuviera representación en los debates que debían desembocar en un nuevo líder para suceder a Ed Miliband, que había dimitido después de su derrota en mayo de 2015. Una vez convencido, Corbyn tuvo difícil obtener la protección de 35 diputados para entrar en la carrera, que debía resumirse para él en una candidatura “testimonial”.

Sin embargo, dos meses más tarde, con el proceso (largo y complicado) de voto de los militantes y dirigentes laboristas abierto desde el 14 de agosto, Jeremy Corbyn navega a la cabeza de los sondeos. Según el último conteo efectuado por el instituto de sondeos YouGov, aplasta a sus tres competidores, con un 53% de intención de voto (contra un 21%, 18% y 8% respectivamente para sus tres rivales, Anry Burnham, Yvette Cooper y Liz Kendall). Para Richard Seymour, un economista abiertamente de izquierdas, “haría falta que los sondeos se equivocaran como nunca, o que hubiera una manipulación del escrutinio, para que Jeremy Corbyn no se convirtiera en el próximo líder del Partido Laborista”. Habrá que esperar hasta el 12 de septiembre de 2015 para conocer el resultado de la votación interna, pero, según el responsable del instituto de sondeos YouGov, no hay incertidumbre sobre el desenlace. “Personalmente, me quedaría estupefacto si Corbyn no gana”, ha confiado al New Statesman.

Lo que ha pasado durante estos dos meses en Gran Bretaña señala una gran convulsión en el Partido laborista, que es igualmente representativo de lo que sucede en el seno de la izquierda en Europa y América.

El barbudo Jeremy Corbyn luce todos los atributos del viejo militante laborista que es. Elegido en el Parlamento desde 1983 por la circunscripción de Islington North (Londres), un gran barrio en tensión entre la extrema pobreza y el aburguesamiento galpante, se identifica como old labourold labour, es decir, en el partido antes de los profundos cambios impulsados en su seno por Tony Blair y Gordon Brown en los años noventa y 2000: es antinuclear, propalestino, prosindicatos, escéptico con respecto a la OTAN, a favor de las nacionalizaciones y de un mayor rol del Gobierno en la economía. La prensa de derecha y de centro-derecha británica se burla de él y le vilipendia como un dinosaurio de otra época, al igual que The Economist, que se precia de tratarle de “conservador”, reprochándole, insulto supremo, ser “aburrido”.

Para Philippe Marlière, profesor de Ciencias Políticas en la universidad College of London (y bloguero en Mediapart), “Corbyn pertenece al ala izquierda del Partido Laborista, no duda en hablar de los viejos combates del partido (contra los bancos o las multinacionales) ni en dar prueba de su idealismo. Pero su programa es neokeynesiano: es partidario de una economía mixta, pero no se agarra a los años setenta como se le reprocha. Además, sobre las cuestiones sociales como el matrimonio homosexual, por ejemplo, está mucho más a la izquierda que muchos laboristas”. Sus adversarios, tanto de derecha como de izquierda, le han acusado de querer reintroducir la famosa Cláusula IV (Clause IV) de los estatutos del partido, que preveía “la propiedad común de los medios de producción, de distribución y de la energía” y que fue suprimida por Tony Blair en 1995. Corbyn lo ha desmentido firmemente.

Sí propone renacionalizar la red ferroviaria (que funciona muy mal desde su privatización) y devolver a la educación pública una parte de las partidas que se dedican hoy a la enseñanza privada. Medidas no tan revolucionarias como parecen, ya que la primera ha sido retomada por su principal rival, Andy Burnham. Para el economista Richard Seymour, “las posiciones de Corbyn solo parecen radicales a la luz de las políticas neoliberales de los últimos 30 años”. O, como lo ha contado una joven seguidora de Corbyn a un reportero de The Guardian: “La gente dice que es un viejo izquierdista o un viejo marxista, pero para mi generación sus ideas parecen bastante nuevas: la renacionalización de la red ferroviaria o de las empresas energéticas, la gratuidad de la universidad, la voluntad de gastar más dinero en infraestructuras…”.

El éxito actual de Jeremy Corbyn, a pesar de su lado austero y de su falta de carisma en las intervenciones públicas, reposa sobre una conjunción de factores:

  • Un efecto generacional y movilizador: hay muchos jóvenes entre los seguidores a Corbyn. Son nuevos electores o gente que no se interesaba en política porque la política no le interpelaba. Para Richard Seymour, “los jóvenes no han conocido las duras batallas de los años ochenta y noventa, contra los conservadores y en la directiva del Partido Laborista. Son, por lo tanto, mucho menos sensibles que sus mayores a los argumentos que explican que la única forma que tiene la izquierda de acceder al poder es acercarse a la derecha”. Aunque son muchos los jóvenes que apoyan al diputado de Islington, hay también militantes de mayor edad, que habían abandonado el Partido Laborista de Blair y que vuelven ahora. “En un contexto de desmovilización de la sociedad británica, donde no se habla más que de austeridad y donde el crecimiento sigue siendo débil, incluso si es mayor que en Francia, Corbyn es el único que sostiene un discurso optimista que da ganas de movilizarse”, analiza Philippe Marlière.
  • Rechazo del blairismoblairismo: la conclusión más extendida entre los medios británicos después de la derrota del Partido Laborista en las legislativas de mayo de 2015 era que Ed Miliband había tirado demasiado del partido hacia la izquierda y que, como consecuencia, había sido machacado por los conservadores de David Cameron. Pero este análisis no convenció del todo a los electores y los militantes de izquierdas que, al contrario, tuvieron el sentimiento de que solo se les había dado a elegir entre austeridad tipo tories y austeridad tipo Labour. Además, como explica Renaud Thillaye, el director adjunto del laboratorio de ideas Policy Network, “el tsunami del Scottish National Party en Escocia [que se llevó 56 de los 59 escaños de la región] no se explica solo por razones 'independentistas'. El SNP, que había llevado una campaña decididamente antiausteridad, atrajo los votos de los laboristas decepcionados”.

"Gran parte de la base del Labour no ha digerido el período Blair-Borwn", añade el investigador. La tendencia hacia la derecha del partido sobre las cuestiones económicas y el apoyo a la guerra de Irak no han pasado todavía a los militantes, sobre todo a los sindicalistas, que aún cuentan mucho en el seno del partido. Hoy, los blairistas lanzan gritos de alarma ante la idea de que Corbyn pueda tomar la cabeza del partido (aquí el antiguo spin doctor Alastair Campbell, que pronostica que el Labour estará acabado si Corbyn gana; o Tony Blair, que lo advierte él mismo: "Incluso si me detestáis, no precipitéis el Partido Laborista desde lo alto del precipicio"). Pero, como lo indican numerosos comentaristas, estas amonestaciones parecen tener el efecto contrario, y refuerzan a Corbyn. "El Partido Laborista es hoy muy volátil", subraya Florence Faucher, investigadora en el Centro de Estudios Europeos del Instituto de Estudios Políticos de París y autora de un libro sobre el New Labour. "Hay una sobremovilización de los que entreven la posibilidad de reanclar al partido a la izquierda con Corbyn, así como un rechazo de las élites del partido. Esto recuerda hasta qué punto Blair ha sido percibido como un traidor del Labour". 

  • Una nueva forma de escrutinio: por primera vez, los laboristas han abierto la elección de su lider mediante un escrutinio que se parece al de las primarias socialistas francesas de 2006. Por tres libras (4,2 euros), cualquiera puede registrarse como simpatizante del Labour o de los sindicatos y participar en la votación. Esto produce una afluencia de nuevas adhesiones (300.000 más sobre un total de 610.000), que beneficia en gran parte a Corbyn, sobre todo por el hecho de que las dos grandes centrales sindicales, Unite y Unison, le han dado su apoyo. "Como muchos partidos en Europa, los laboristas han abierto sus primarias pensando que eso favorecería a las personalidades menos radicales", recuerda Florence Faucher. "¡Corbyn ha demostrado lo contrario!". También se ha beneficiado del hecho de que sus tres adversarios parezcan, en lo esencial, intercambiables. Son personajes importantes del partido que más o menos defienden la línea Blair-Brown. 
  • La personalidad: en el seno de un Labour dominado desde hace dos décadas por los comunicativos y los ambiciosos, Jeremy Corbyn es una figura refrescante. No ha ocupado nunca un puesto de responsabilidad que no sea el de su escaño de diputado, "no tiene ego" según sus colegas, y es fiel a sus principios (ha votado en el parlamento más de 500 veces contra las consignas de su partido cuando no estaba de acuerdo). Incluso si no es un gran orador, se dirige a la gente con sinceridad y evita las palabras vacías. Además, con el escándalo de los gastos de los parlamentarios británicos que estalló en 2009, Corbyn se había revelado como el que menos gastaba entre sus 649 colegas. En Londres, se mueve en bicicleta (con casco) para regocijo de los fotógrafos. Este ascetismo se aplica igualmente a su vida privada, que guarda celosamente y de la que rechaza hablar, estimando que no aporta nada al debate público. 

Todos estos factores le han propulsado en menos de dos meses a la cabeza de las intenciones de voto antes del Congreso del Partido Laborista que tendrá lugar a finales de septiembre de 2015. Pero si accede finalmente a la posición de líder, la tarea no será fácil. Elegido por la base, no encarna la opción de los cargos públicos (parlamentarios nacionales y europeos), que son mucho más blairistas y que se han acostumbrado a regentar el Labour en los últimos años. Los rumores de manipulación del escrutinio o de "golpe" por parte de las jerarquías del partido no han dejado de salir en prensa en las últimas semanas. 

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Renaud Thillaye, de Policy Network, no lo cree: "No es muy realista. Los electos no tienen ningún interés en fragilizar más el partido. Además, Corbyn tiene sus ideas, pero es un personaje consensual. Es un hombre responsable que quiere la unidad del partido. Se puede incluso imaginar que cerrara una alianza con Andy Burnham o que anunciara que no se presentará a las elecciones de 2020, ya que no tiene necesariamente la ambición de convertirse en primer ministro". La alternativa sería una escisión del Partido Laborista, que parecería de todas formas difícilmente planteable en un sistema político que continúa siendo, pese a todo, un duopolio entre tories y Labour. 

Con el efecto Corbyn, una cuestión agita a la izquierda británica, pero también a la europea: esta subida del candidato más progresista en el seno de un partido socialdemócrata, ¿es únicamente un fenómeno nacional o augura un movimiento general? ¿Se puede ligar el auge de Corbyn al éxito de Tsipras en Grecia, de Podemos en España, o a la popularidad actual de Bernie Sanders en las primarias demócratas en Estados Unidos? "Hay que ser prudentes, pero pienso que se puede establecer un lazo entre Podemos, Syriza, Sanders, Corbyn, e incluso los éxitos de la izquierda en América Latina. Estos movimientos representan la conjunción de cambios sociodemográficos (una juventud movilizada) y de la resistencia a las políticas de austeridad que dominan el paisaje desde la crisis financiera de 2008. Incluso si ha gobernado de manera mucho más conservadora, es Barack Obama quien abrió este espacio ideológico con su campaña de 2008: movilización e la juventud y rechazo de las políticas neoliberales", indica Richard Seymour. 

Philippe Marlière, por su parte, es más prudente, pero estima igualmente que "que Corbyn sea elegido o no a la cabeza de los laboristas tendrá una incidencia importante. El debate sobre la orientación de las políticas de izquierda y contra la austeridad se ha planteado y seguirá haciéndose". El Partido Laborista británico continúa siendo una de las organizaciones de izquierdas más antiguas del mundo democrático. Está en el origen de las dos grandes líneas (ciertamente contradictorias) de la izquierda durante el siglo XX: el Estado del bienestar a principios de siglo y la Tercera Vía al final. Que se alíe con un líder como Jeremy Corbin no podría sino tener un impacto en el resto de partidos socialdemócratas

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