COP21

La revolución verde que viene de Dinamarca

El primer objetivo de los participantes en la cumbre del clima COP21 es impedir que el calentamiento global supere en 2 grados centígrados la temperatura media de la era preindustrial. Pero, mientras la gran mayoría de países ha asumido compromisos claramente insuficientes para llegar a buen puerto, otros, muy pocos, se muestran más ambiciosos, en consonancia con el emblemático objetivo.

Entre los campeones de la lucha contra el cambio climático, el país más audaz es Dinamarca: se ha impuesto como objetivo conseguir antes de 2050 “neutralizar” las emisiones de carbono, mediante el uso exclusivo de energías renovables que garanticen el suministro de electricidad, la producción industrial, la calefacción y los transportes.

El único modo de alcanzar el objetivo de los dos grados centígrados es con la reducción inmediata y drástica de las emisiones de dióxido de carbono, hasta llevarlas a cero de aquí a 2050-60, según los expertos. Esto es lo que se plantea Dinamarca. Otros países también defienden unas políticas ambiciosas. Bután, un pequeño reino al este del Himalaya, es un país neutro en carbono, gracias a los bosques que cubren el 75% del país y a la hidroelectricidad, pero apenas cuenta con 700.000 habitantes y no está industrializado. Costa Rica quiere convertirse en un país “neutro en carbono” antes de 2012, pero sólo podrá conseguirlo con financiación exterior. Marruecos y Etiopía llevan a cabo políticas que apuestan por una reducción notable de las emisiones, pero que dependen también del apoyo exterior.

El caso de Dinamarca es el más significativo. Se trata de un país industrializado, que tiene 5,6 millones de habitaciones y que posee una de las economías más ricas del planeta, cuyo PIB per cápita es el 6º mayor del mundo. Además, actualmente ocupa el puesto 46º, en el ranking mundial, de emisiones de dióxido de carbono por habitante. En 2012, el Gobierno danés puso en marcha diferentes políticas con un objetivo claro que, de aquí a 2050, el 100% de las energías utilizadas fuesen renovables.

“El modelo de Dinamarca es muy importante. Ilustra a la perfección lo que se puede hace”, afirma Dan Kammen, experto en energía de la Universidad de Berley, en California, en una entrevista publicada en la revista Science, que dedica un reportaje a la transición energética danesa.

Para realizar su “revolución limpia”, Dinamarca apuesta fundamentalmente por la energía eólica. Bornholm, una isla de 41.000 habitantes, azotada por el viento, a 150 km de la costa, es el laboratorio a tamaño natural de esta política de energía verde. Obtiene electricidad de 35 aerogeneradores que suministran más energía de la necesaria, de modo que ha sido necesario instalar sistemas para almacenar la energía aumentando por ejemplo la temperatura del agua caliente utilizada en las viviendas. Según Science, la energía eólica y otras energías renovables generan el 43,4% de la electricidad en Bornholm. A lo que hay que añadir el uso importante de la biomasa para la calefacción.

Las renovables producen actualmente el 25% de la energía que se consume en Dinamarca. El uso de carbón, de petróleo y de gas está disminuyendo. Las centrales térmicas de carbón son progresivamente reconvertidas para emplear paja o madera. En 2014, alrededor de 2.500 aerogeneradores proporcionaron el 39,1% de la electricidad y está previsto que se alcance el 50% en los cinco próximos años. Y se ha reducido el consumo global de energía un 12% desde 2007.

En un primer momento, el hecho de recurrir de forma intensiva a la energía eólica y solar suscitó gran escepticismo, los ingenieros vaticinaban que las fluctuaciones de viento y de sol harían que la red eléctrica se viniese abajo en caso de que se otorgase demasiado peso a las renovables. Para superar este escollo, los daneses invirtieron en tecnologías conocidas como smart grid, o red de distribución de electricidad “inteligente”.

La isla de Bornholm se ha convertido en uno de los principales centros mundiales de investigación en smarts grids. Estas redes inteligentes están dotadas de sistemas automatizados que permiten sacar el máximo rédito a las energías renovables maximizando el consumo de electricidad cuando la producción es alta y reduciéndolo cuando la producción baja, explica Science. El proyecto EcoGrid, desarrollado en Bornholm con fondos europeos, envía cada cinco minutos una actualización con el precio del kilowatio a reguladores automáticos instalados en 1.200 viviendas y en 100 empresas. Estos reguladores se pueden configurar para que el consumo de electricidad disminuya cuando el precio suba. Por ejemplo, el sistema puede cambiar el ciclo de un frigorífico o de una lavadora y ponerlo en marcha en aquellos momentos en que la corriente es menos cara. Y todo esto de manera que afecte lo menos posible al consumidor, que prácticamente no es consciente de cómo funciona el sistema.

Ingenieros de la Universidad Técnica de Dinamarca han realizado un primer balance sobre la utilización de estas redes inteligentes. Según sus cálculos, el sistema EcoGrid, sólo disponible en un 6% de los domicilios, ha permitido a la empresa que gestiona el parque eólico en la isla, Ostkraft, maximizar en un 8% el uso de la energía renovable. Así las cosas, no es difícil deducir que si este sistema se aplicase en toda la isla, los beneficios serían mucho mayores.

La experiencia de Bornholm ha aportado otras ventajas técnicas, en concreto en lo que se refiere a la estabilización de la frecuencia de la red, que idealmente debe permanecer constante a 50 herzios. La utilización de energías renovables puede provocar variaciones de frecuencia en la red, algunas de las cuales son susceptibles de causar daños en los aparatos electrónicos. El sistema EcoGrid permite medir instantáneamente la frecuencia y ajustar con precisión la distribución de la corriente. Según los ingenieros daneses, es posible obtener una frecuencia tan estable como con las energías tradicionales.

Si Dinamarca ha podido realizar semejantes progresos en la utilización de las energías verdes, es debido en parte a que empezó a utilizarlas pronto. Tras verse muy perjudicado por la crisis petrolera de 1974, dado que el país carece de recursos fósiles combustibles, el país se vio abocado a desarrollar las energías renovables. Dinamarca no es rica en electricidad y el número de horas de sol que recibe al año es limitado, pero sus costas están muy azotadas por el viento, en el mar del Norte y en el Báltico. El PIB del país aumentó un 38% desde 1990, mientras el consumo global de energía y las emisiones de gas a efectos invernadero han caído. De modo que Dinamarca ilustra a la perfección que el decrecimiento energético no está reñido con la prosperidad.

Pero este panorama idílico también se ve ensombrecido por las dificultades crecientes que aparecen a medida que la transición energética danesa va a más. El futuro desarrollo de la electricidad renovable conlleva importantes conexiones con los países vecinos, Suecia, Noruega y Alemania. Para ser neutro en carbono, Dinamarca cuenta con exportar electricidad verde, que compensaría el consumo reducido de combustibles fósiles. Y con la importación de energía baja en carbono, que permita disminuir el uso de energías fósiles.

Por tanto, esto implica la existencia de importantes intercambios con los vecinos europeos, que para ello, deben adoptar a su vez las tecnologías de redes inteligentes que les permitan emplear la electricidad danesa generada en los parques eólicos. Y no es tarea fácil. Sin una importante interconexión con los vecinos, Dinamarca no podrá alcanzar sus ambiciosos objetivos.

Uno de los principales desafíos es el del transporte, que funciona sobre todo con energías fósiles y que responsable del 25% de la emisiones de gas de efecto invernadero del país. Los habitantes de Bornholm se han comprometido a eliminar, en diez años, los coches y los camiones de gasolina o diésel, pero no está claro que lo consigan. Hasta ahora, las tentativas por parte del Gobierno de alentar a la compra de vehículos eléctricos no están teniendo mucho éxito.

A largo plazo, se pueden superar estas dificultades, pero según la Agencia Danesa de la Energía, el principal obstáculo a día de hoy es el tiempo. Para alcanzar el objetivo de neutralidad carbónica en 2050, Dinamarca ha de tomar las medidas necesarias lo antes posible y nunca después de 2020, según Science.

Pero las políticas de reducción de emisiones fueron aprobadas en 2012 por un Gobierno socialdemócrata. Desde junio de 2015, está en el poder el Partido Liberal de Dinamarca y no está claro que mantenga la misma línea que sus predecesores. En septiembre pasado, la agencia Bloomberg decía que el Gobierno liberal iba a abandonar los ambiciosos objetivos de 2012 y mantener el consumo de energías fósiles, teóricamente para combatir el déficit presupuestario.

¿Está en peligro la revolución verde danesa? Aún no, pero no se puede descartar un posible cambio de rumbo. Para 2016 está previsto que se debata un nuevo plan energético, que permitirá saber algo más al respecto, pero esta incertidumbre pone de manifiesto hasta qué punto es difícil, políticamente, mantener objetivos muy ambiciosos de reducción de las emisiones de dióxido de carbono. Y esto, pese a que Dinamarca está en una situación particularmente favorable: dispone de numerosos recursos eólicos, la población no es muy numerosa ni es un país que presente un rápido crecimiento, su demanda energética disminuye y posee energías necesarias para desarrollar las energías verdes.

A día de hoy, Dinamarca es el país desarrollado que está más próximo a alcanzar el objetivo de los 2 grados centígrados. Su ejemplo pone de manifiesto que este objetivo no es inviable desde el punto de vista técnico, lo que supone una novedad, tras la conferencia de Copenhague de 2009, que se reveló un auténtico fracaso.

“En 2009, se podía demostrar de manera convincente que era necesario superar el desafío del clima; no era fácil mostrar que se podía lograr”, escribe en Nature Johan Rockström, director del Stockholm Resilience Center, organismo de investigación socio-ecológica. “A día de hoy es más evidente que nunca la urgencia y, lo que es más importante, existen numerosas pruebas de que se pueden desarrollar a gran escala soluciones energéticas competitivas desde el punto de vista económico”. La lección que se puede aprender de Dinamarca es que, en estos momentos, la lucha contra el calentamiento global es, sobre todo, una decisión política.

Traducción: Mariola Moreno

Leer el texto en francés: 

Más sobre este tema
stats