Crisis económica

2016: malos augurios financieros

Malos augurios financieros para 2016

“¡Véndalo todo!”, “Un año catastrófico”, “Vuelta a la crisis de 2008”, “Átense los machos”. En este comienzo de año, entre los diferentes analistas, estrategas y responsables de asuntos económicos de banca, parece haberse puesto marcha un concurso para ver quién se erige en el Mr Doom 2016, en el más agorero. Sus previsiones dan escalofríos, por lo sombrías, por no decir negras. China, petróleo, materias primas, Estados Unidos, Eurozona, mercados bursátiles, mercados de renta fija, divisas, crecimiento, bancos centrales, todo les parece amenazador, cascado, y presagios de un futuro incierto.

Los desajustes del mercado no son nuevos. El motor chino hace un año que se ha calado y vino acompañado en verano de 2015 de un crack bursátilcrack y de una devaluación monetaria que refleja las dificultades a las que debe hacer frente la segunda economía mundial, tras 20 años de crecimiento frenético. La caída del precio del petróleo, a niveles históricamente bajos, se remonta a la decisión de Arabia Saudí, de diciembre de 2014, de dejar de ser el regulador del mercado mundial. El hundimiento de los precios de las materias primas –que arrastró a numerosos países emergentes–, el débil crecimiento del comercio mundial –que todavía sufre los estigmas de la crisis financiera de 2008– son constantes. Pero los mercados financieros apenas parecían preocuparse por la realidad, mientras preferían concentrarse en la euforia de los mercados financieros, retroalimentada por el dinero inyectado por los bancos centrales. Incluso, en diciembre, todavía eran muchos los economistas de banca que pensaban que 2016 sería un año de crecimiento mundial sólido.

La primera semana bursátil del año les ha abierto los ojos de par en par. El viernes pasado, la Bolsa de Nueva York abrió en franco retroceso, en un contexto marcado por la caída de la cotización del petróleo y una serie de indicadores que apuntan a un ralentización del crecimiento de la primera economía mundial. Nunca había comenzado el año de forma tan catastrófica. El mercado bursátil de de Shanghái fue suspendido en dos ocasiones, tras haber perdido más de un 10% durante la sesión. El resto de plazas bursátiles mundiales registraron caídas de entre el 2% y el 3% en varias sesiones, durante la semana. Entre el 4 y el 8 de enero, se habían volatilizado en los mercados bursátiles más de un billón de dólares. Las tensiones se contagiaron al resto de mercados. Aunque la escalada de la tensión entre Irán y Arabia Saudí es creciente, el petróleo –tampoco– deja de bajar y cae por debajo de los 30 dólares el barril. Las divisas siguen sacudiendo las economías mundiales; por ejemplo, el rand sudafricano perdió un 9% durante la semana. Y, lo que es más, comienza a falta liquidez, señal que apunta a una desconfianza generalizada.

En este contexto de miedo, la nota de Andrew Roberts, jefe de Estudios Económicos del Royal Bank of Scotland, publicada el 12 de enero ha tenido una repercusión planetaria, como si tocasen a rebato. “Véndanlo todo salvo las obligaciones de calidad superior. Estamos hablando del retorno del capital, no del retorno sobre el capital. En un vestíbulo abarrotado, las puertas de emergencia son muy pequeñas”, recomendó a sus clientes, ante una eventual nueva crisis similar a la de 2008.

Al día siguiente, el responsable de Estrategia de la Société Générale, Albert Edwards, presentaba una previsiones todavía más siniestras. “La crisis financiera va a despertarse. Será más grave que en 2008-2009. Va a ser horrible, realmente”, decía en el preámbulo. “Si tengo razón, el índice S&P [uno de los principales de Wall Strett] puede caer un 75%”, señalaba.

China constituye la principal inquietud de todos ellos, el epicentro de las tensiones mundiales que están por llegar, según el economista jefe del Royal Bank of Scotland: “China está en plena corrección masiva y va a tener un efecto bola de nieve”, asegura. En su opinión, el crecimiento del país, basada en el endeudamiento masivo, ha llegado a un punto de saturación. Ahora, el país hace frente a una fuga de capitales y necesita una importante devaluación monetaria. Este nuevo episodio del drama financiero puede ocurrir muy rápidamente y sin control. “Somos muy escépticos ante las afirmaciones que parecen coincidir en que las autoridades pueden comprar tiempo mediante las intervenciones masivas, reduciendo los ratios de reserva bancaria [capital que los bancos chinos deben conservar e incluir en sus balances], disminuyendo los tipos y relajando su política presupuestaria”, dice.

La deflación del yuan acarreará “una deflación mundial y la recesión”, avisa. “China está obligada a afrontar un reajuste monetario, mientras lucha contra las presiones bajistas sobre su moneda, lo que disminuye sus reservas de cambio. La acción preventiva de los grupos chinos ha dejado el país en una situación en que puede transmitir un efecto deflacionista al Oeste”. La banca suiza UBS también ha lanzado una advertencia: estima que el caos de China la primera semana de enero ha alterado los mercados y cambia la situación radicalmente.

“No discutimos el hecho de que China va a sufrir un aterrizaje doloroso. Advertimos de estos riesgos en 2009 y nos parecía garantizado ya en 2012. El crecimiento chino ronda el 2% del PIB, quizás menos, en todo caso no es del 7% anunciado oficialmente. Pero la mayor parte de los observadores sobreestimael impacto que tiene China en el resto del mundo. Tendrá un efecto insignificante sobre el crecimiento en los países desarrollados”, replica Eril Britton, director de Fathom Consulting. , que se niega a ceder al pánico del que parecen presa los analistas. “En nuestra opinión, China va a pasar por un aterrizaje brusco. Si llega, conllevará un importante cambio”, explica Michael Hasenstab, responsable de Inversión en el hedge fund Templeton Global Macro.

Barril a diez dólares

El petróleo es la segunda fuente de inquietud. Si hasta ahora, los analistas financieros habían prestado poca atención a cuanto ocurría en el mercado del petróleo, a la vista de la caída continua de las cotizaciones se han alarmado. Todos ellos han revisado sus previsiones con el inicio del año. “Va a ser un año brutal”, pronostica Wood Mackenzie, consultor en el sector energético. “Las compañías petrolíferas que habían previsto un punto de equilibrio en torno a los 60 dólares por barril para los próximos años han hecho añicos sus presupuestos y deben reformularlo todo. ¿El petróleo estará a 50 dólares o menos?” “A 40 dólares, no más, en este 2016”, responden los analistas del UBS, que semanas atrás estimaban que el precio del barril estaría en los 52,2 dólares. “A corto plazo, el mercado tendrá superproducción y prevemos que los stocks mundiales, que seguirán creciendo al menos hasta el tercer trimestre del 2016, impedirán un aumento del precio”, dice los analistas de banca.  

Los analistas de Morgan Stanley son todavía más pesimistas. Prevén que el barril se venda a 20 dólares, alcanzando así las previsiones de Goldmand Sachs de septiembre. Standard Chartered pronostica una caída todavía mayor, hasta los 10 dólares el barril. “Habida cuenta de que no existe ningún cambio fundamental que lleve al mercado petrolífero al equilibrio, los precios dependerán por completo de los flujos financieros y de las fluctuaciones ligadas a los precios de otros activos, incluido el dólar y los mercados de acciones. Pensábamos que los precios podían alcanzar precios tan bajos como es 10 dólares antes de que los inversores de los mercados admitiesen que han ido demasiado lejos”, explica la banca. A este nivel, el conjunto de las economías de los países petrolíferos y todos los productores se habrán hundido.

Detrás del petróleo, se encuentran todas las materias primas, cuyos precios también se derrumban, mientras la demanda china –vector de la ascensión de antaño– se agota. A los países emergentes, que han basado su economía en estas exportaciones les coge a contrapié. “Muchas divisas de países emergentes han caído de forma importante, con el consiguiente aumento del coste del servicio de las deudas en dólares. Las exportaciones, los ingresos del sector público han caído, abriendo la vía a déficits presupuestarios y a balanzas corrientes cada vez mayores. El crecimiento y la inversión se han ralentizado en casi todos los sectores. En una perspectiva histórica, las economías de los países emergentes parecen dirigirse a una crisis mayor. Por supuesto, pueden revelarse más resistentes que sus predecesores. Pero no debemos contar con ello”, advierte la economista Carmen Reinhard, coautora del bestseller económico Cette fois, c'est différent, sobre el temor al contagio de impago de las deudas soberanas de los países emergentes.

¿Estados Unidos y Europa pueden escapar a la tormenta? “Poner de rodillas a una economía de 18 billones de dólares requiere perturbaciones de gran magnitud y no veo tales amenazas en el crecimiento este año, dice el analista Bernard Baumohl, de la sociedad de previsión Economic Outlook. 

“La economía ya ha empezado a ralentizarse”, puntualiza Andrew Roberts, del Royal Bank of Scotland. Más categórico es el estratega de la Société Générale que cree que es inevitable una recesión. La economía europea, que ha dado algunos signos de recuperación en 2015, se verá arrastrada, en su opinión. “Si la economía mundial vuelve a caer en la recesión, tendrá repercusiones en la zona euro”, analiza.

Si bien difieren en sus análisis sobre lo que puede suceder en 2016, muchos coinciden a la hora de señalar los culpables. Hay críticas generalizadas contra los bancos centrales. Después de haber apoyado una y otra vez las políticas monetarias laxas de los bancos centrales, que permitieron la explosión de los mercados financieros en 2008, todos apuntan ahora a los bancos centrales como grandes responsables por hallarse en el origen de los grandes desequilibrios mundiales y de las desgracias que están por llegar.

“La carnicería que se avecina es resultado inducido de la quiebra de la políticas monetarias de la Reserva Federal. Creo que la Reserva Federal y la fraternidad de los bancos centrales han sido el caldo de cultivo de otra debacle de mayor amplitud que la crisis financiera de 2008. Los acontecimientos a los que asistimos nos llevan directos a una recesión mundial”, señalaba el estratega de la Sociedad General ante un auditorio estupefacto por la contundencia de su diatriba. “¿Por qué estos incompetentes no pueden entender que son una vez más responsables de otra crisis mundial”, pero a diferencia de la ocurrida en 2007, esta vez EEUU y Europa se encuentran sentados al borde del precipicio de la deflación”.

Sin ser tan duros, otros especialistas coinciden en el análisis. Estiman que las políticas monetarias tan laxas han contribuido al desorden del sistema. “Hace varios años, los precios de los activos han estado disociados de los fundamentales económicos, mientras que demasiados países en el mundo dependían en exceso de políticas monetarias experimentales [...] Las preocupaciones a corto plazo sobre China, que vemos esta semana en los mercados financieros, son fruto de un fenómeno mucho mayor. Esto augura el final gradual de un mundo en el que los bancos centrales tenían simultáneamente el poder y la voluntad de suprimir la volatilidad financiera”, dice Mohamed el-Erian.

“China no es el problema, es el conjunto del sistema lo que es insostenibleCreo que hemos llegado a un punto de no retorno [...] Desgraciadamente, 2008 fue un intento abortado por poner a cero el sistema”, insiste el responsable de los fondos Alhambra Investment Partner. Una opinión que comparten otros analistas, que consideran que la crisis financiera de 2008 ha supuesto una ocasión perdida para reorganizar el sistema

Que las previsiones pesimistas de unos u otros estén o no fundadas, el riesgo es que al final se cumplan. Ése es el miedo que tiene Chris Williamson, economista jefe del Instituto Markit, que elabora mensualmente las previsiones coyunturales del país. “Lo que es preocupante es que el cambio de mentalidad entre analistas financieros se convierta en una profecía hecha realidad, que los inversores se precipiten hacia las puertas de emergencia, que las empresas y los hogares dejen de gastar. Si los problemas financieros alimentan una nueva recesión, los responsables políticos no van a tener medios para combatir este nuevo vuelco”, avisa.

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Traducción: Mariola Moreno

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