Lucha antiterrorista

La verdad sobre el asalto policial al piso yihadista de París

La verdad sobre el asalto del RAID al piso yihadista de París

Antes de acceder a lo que las autoridades definirán más tarde como el “apartamento conspirativo”, el cabo Philippe M. tuvo que esperar dos horas. El tiempo necesario para que los obreros apuntalaran el inmueble, para evitar que se hundiera. En la esquina de la calle de la République con la calle Courbillon, en pleno centro de Saint-Denis, el edificio, ya en ruinas, son visibles los huellas del violento enfrentamiento que acababa de producirse allí mismo. Ni rastro de los batientes, ni de los cristales ni de la barandilla de hierro colado de una ventana de la tercera planta. Hay restos de sangre seca en la fachada, por debajo de la ventana en cuestión. Más abajo, en la acera, los restos de una cabeza humana –el cuero cabelludo y la parte superior de una columna vertebral–. A un metro, un parte del rostro sobre el que se aprecia una barba incipiente.

Casquillos de bala, restos de Betadine y compresas usadas salpican el pavimento frente a la puerta principal, por la que se accede al inmueble. En el interior, el suelo de dos plantas se ha venido abajo, las cañerías se han visto afectadas, también un muro de carga.

Son casi las 13:30 del miércoles 18 de noviembre de 2015 cuando Philippe M. sortea los varios cientos de cartuchos vacíos que salpican las escaleras. Acompañado de un grupo de peritos de la Policía Judicial y del laboratorio central de la Prefectura de Policía de París, este agente de la Policía Judicial de Seine-Saint-Denis es el encargado de analizar el teatro principal de lo que parece un escenario de guerra.

Al llegar al rellano de la tercera planta, Phillipe M. recorre la pared derecha, agujereada por los impactos de las balas disparadas por sus colegas. Cerca del marco de la primera vivienda, la potencia de los disparos de los policías fue tal que las balas terminaron por agujerear el tabique. El cabo entra en el apartamento donde se escondían Abdelhamid Abaaoud, el coordinador de los atentados del 13-N, su prima Hasna Ait Boulahcen, y Chakinb Akrouh, un miembro del comando que atentó en las terrazas.

En la cocina, el calentador está desprendido de la pared. En el salón, apenas queda una mesa sobre la que hay un equipo de música y un móvil. En el umbral del salón, al lado de una lata de refresco agujereada y cubierta de polvos, el cadáver de un pastor belga de siete años. Diesel el perro del RAID, la unidad de élite de la Policía Nacional que dirigía el asalto.

A unos metros del difunto Diesel, el suelo de la habitación se ha desplomado sobre las plantas inferiores. Frente al vacío que domina una maraña de muebles, de ropas y de escombros, Philippe M. observa las paredes acribilladas a balazos por sus colegas. Se da la vuelta. En el marco de la puerta del salón, el cabo descubre tres ojivas. Apuntan en dirección a la entrada del apartamento. Son los primeros restos de la respuesta de los terroristas.

Fuera, ante un aluvión de micrófonos y de cámaras, el ministro del Interior Bernard Cazeneuve señaló que sus hombres “recibieron disparos durante horas, en condiciones que nunca antes habían vivido”. En el transcurso de una rueda de prensa, el fiscal de la República, François Molins, hizo mención a los “tiroteos continuos y casi ininterrumpidos” que habían sufrido los agentes. Lo que no deja de sorprender al agente del SDPJ y a los peritos de la Policía Científica es que, por más que buscan entre los escombros, no logran encontrar otros elementos balísticos que den fe de la lluvia de plomo que supuestamente cayó sobre sus colegas.

Hacía un mes que el RAID había celebrado su 30 aniversario. Treinta años de historia gloriosa que le han visto neutralizar a personajes como Human Bomb, el secuestrador de una guardería de Neully-Sur-Seine, detener a los miembros de Action Directa. El RAID, acrónimo de investigación, asistencia, intervención, disuasión [por sus siglas en francés], y una divisa “servir sin fallar”, que sirve de leit motiv a los 300 hombres sobreentrenados que integran este cuerpo de intervención. El RAID no puede fallar, es la consigna que permanece grabada a fuego.

También este 18 de noviembre, Jean-Michel Fauvergue, el máximo responsable del RAID, en el cargo desde 2013, repite en cada una de sus entrevistas su versión del asalto. En Le Figaro y en Le Parisien, habla de un “primer intercambio de disparos [que] dura entre media hora y tres cuartos de hora”, de terroristas que “lanzan granadas ofensivas a nuestros pies”. Precisa que un fanático fue “alcanzado, pero que siguió respondiendo con el kalachnikov”, que la “mujer presente en el interior dispara una larga ráfaga de tiros, tras la que sigue una gran explosión [...] La mujer se inmoló sola en el apartamento”, “entonces vimos un cuerpo humano, una cabeza de mujer, saltar por la ventana hasta caer sobre la acera”.

Diesel muerto por Francia

A pesar de la explosión que “dañó a un muro de carga”, “los disparos de kalachnikov continuaron. Después sólo escuchamos un kalachnikov porque el segundo se había matado”. Fauvergue insiste en Europe 1 en el número de balas disparadas por los terroristas, quienes tenían “muchas municiones, muchos cargadores”, así como “entre dos y tres kalachnikov, como minímo”kalachnikov. El responsable del RAID lamenta también la muerte de Diesel “muerto por un Brenneke”, en alusión al fabricante alemán de armas, es decir, por disparos de cartuchos de caza. Un sacrificio que no había sido en vano. “Sin lugar a dudas, salvó la vida de los agentes que se disponían a entrar”, declara el comisario.

El trágico destino de Diesel conmueve a los amigos de los animales. La expresión #JeSuisUnChien [#SoyUnPerro] comienza a popularizarse en las redes sociales. El Gobierno ruso anuncia su oferta: un pastor alemán en fase de adiestramiento en los alrededores de Moscú. Se trataba del primer perro del RAID fallecido en acto de servicio, hay movilizaciones para que se le impogna a Diesel una medalla de honor póstuma. Diesel muerto por Francia.

La historia es triste, la historia es bonita. Pero la historia no encaja con las constataciones realizadas por los equipos del SDPJ 93 y de la Policía Científica. En un primer momento, lo que va a parar a la calle es la cabeza de un hombre, como se puede inferir de la barba incipiente, y no la de una mujer; esto obliga a la Fiscalía de París a rectificar una información proporcionada basándose en el informe oral del RAID y que los medios de comunicación hicieron suya con relación a la mujer kamikaze.

A continuación, el cabo Philippe M. recoge en el informe que redacta que “la intervención de los funcionarios de Policía es [lo que] provocó numerosos daños en las paredes y el mobiliario de los apartamentos” de la tercera planta. Su jefe, el comandante Raynald R., enumera en otro informe los diferentes calibres de los 1.576 casquillos encontrados en las zonas comunes del inmueble “procedentes aparentemente [...] de los tiros efectuados por los efectivos de policía del RAID”.

Por parte de los terroristas, por supuesto, Chakib Akrouh accionó el cinturón de explosivos que llevaba adherido. Las tuercas utilizadas como metralla salpican el suelo que todavía queda del apartamento. También se hallan aquí y allá elementos para confeccionar un segundo chaleco asesino. Pero de fusiles de asalto AK-47, nada de nada.

Durante tres días, equipos del SDPJ 93 y de la Policía Científica vuelven al lugar de los hechos. Los policías registran los apartamentos de la tercera planta y también los de la segunda. El día 19, los escombros se echan al patio, después “del cribado y de la inspección minuciosa”. El 20 de noviembre, los alojamientos del inmueble, así como el patio, vuelven a ser inspeccionados. Esta vez, los policías desentierran una pistola automática Browning de 9 mm Parabellum. Sin cargador pero con un cartucho, listo para ser disparado. El día 21, finalmente se encuentra munición de origen checo del mismo calibre que el arma de fuego.

En un informe común datado el 24 de noviembre, la DGSI y la Subdirección antiterrorista (SDAT), encargadas de la investigación, contaron, incluido el cartucho del Browning y las tres ojivas encontradas por el cabo Philippe M., 11 balas que pueden atribuirse a los terroristas.

No salen las cuentas. Estamos muy lejos de haber registrado un fuego cruzado. “Una vez concluidas nuestras labores de investigación, no se ha hallado ninguna munición ni ningún arma tipo kalachnikov”, escribe el cabo jefe Marco M. “Por lo tanto, dejamos el lugar de los hechos y regresamos al servicio [...] son las 13 horas”. 45 minutos después del retorno de los efectivos a la comisaría de Bobigny, se envía otro equipo a Bagneux, donde permanece el contenedor con los últimos escombros retirados tras el asalto. “Procedamos a las investigaciones minuciosas [...] para hallar nuevos elementos balísticos”, dice la agente Odette S. Dos días después, el 23 de noviembre, recibe órdenes de regresar. El resultado sigue siendo negativo. ¿Cómo se explican los intercambios de disparos de los que habló el RAID?

Parte de la respuesta hay que buscarla en los locales de la SDAT donde el 21 de noviembre, Cédric V. cabo de la Oficina central de represión de los atentados contra las personas (OCRVP) es destinado a la investigación. A eso de las 11, el agente, acompañado de tres técnicos judiciales, recibe al comisario G., número 3 del RAID y a uno de los armeros del grupo de intervención, que se presentan para poner acabar con los peritajes de los “elementos de protección balística” empleados en el asalto de Saint-Denis. Un chasis para el transporte de portaescudos, cuatro escudos uno de ellos con un óculo, un casco de protección.

Los policías de élite retroceden. Circunspecto, Cédric V. se molesta en transcribir en su informe sus observaciones que considera peculiares. Así, el comisario G. le pregunta “si será posible recuperar el material presentado, porque querría reciclarlo para dedicarlo a la formación de los efectivos del RAID”. Y el armero, que cuando presenta el portaescudos “precisa que los impactos y las diferentes muescas y partes salientes del soporte han sido limados o canteados la víspera para evitar que el personal que manipula normalmente ese material se hiriese”.

Escudos acribillados... de balas de la Policía

¿Por qué tratar de recuperar este equipamiento después de un examen inicial cuando el procedimiento se anuncia largo? ¿Por qué esa necesidad, antes ser examinado, de limar, de cantear los contornos de unas herramientas que el RAID utiliza a diario? Con el objetivo, torpe, de ocultar una verdad científica. La dirección de las balas antes de impactar contra las protecciones policiales.

El origen de los impactos sobre los lados, limados, del portaescudo ya no puede ser determinado. Eso sí, resulta imposible eliminarlos de los escudos mismos. También Cédric V. registra escrupulosamente los “agujeros” que atraviesan las empuñaduras, el cable de alimentación de una batería “seccionada”, los “cinco impactos” agrupados, tantos elementos balísticos contados sobre las “partes posteriores” del material de defensa. Mediapart pudo contar 17 impactos en la parte delantera, a priori debidos a los disparos efectuados por los terroristas, también hay no menos de otros 40 impactos en el interior de los equipos de protección. La mayoría de los disparos que recibieron los policías fueron efectuados por sus propios colegas... “Los chicos de la columna de asalto y los francotiradores dispararon, alcanzaron los escudos”, suspiró un superior.

En su entrevista a Le Figaro, Jean-Michel Fauvergue detalló las las heridas, de carácter leve, sufridas por cinco de sus hombre “alcanzados en los brazos, en las piernas, en las manos, en la parte inferior de la espalda”, sin entrar en detalles sobre cómo un policía que había participado en un asalto había podido ser alcanzado en la espalda. La Fiscalía de París, a preguntas de Mediapart, ha respondido que “no desear hacer ningún comentario sobre las heridas de los policías”.

Ahmed, detenido inicialmente antes de ser declarado inocente, un vecino de 63 años, contará la febrilidad de las fuerzas del orden y cómo recibió un balazo en el brazo, disparada por un tirador de élite que se encontraba apostado en el inmueble de enfrente. “Disparaba hacia mi apartamento, por la ventana, a través de las paredes, el techo. [...] Grité tanto que un policía me dijo que dirigiese a la ventana, creía que me iban a evacuar los bomberos [...] Fue a la ventana, levanté los brazos, dije, “por favor quiero salir”. En ese momento, sentí que mi brazo ardía, sentí un fuerte calor, me eché en la cama y de repente toda la cama se ensangrentó. El policía que estaba en el hueco de la escalera, si quería ayudarme, habría tenido que llamar para que no me dispararan o debería haber venido a ayudarme”.

Mohamed, otro indocumentado, herido en el brazo, relata una escena vivida muy similar. “Vi a un policía en el inmueble de enfrente, que hablaba, pero sólo comprendí la palabra “ventana”. Así que me acerqué a la ventana, la abrí, puse las manos sobre la cabeza y grité: “Yo egipcio, no te preocupes”, después recibí un disparo en el brazo izquierdo. Un tercer ilegal, Noureddine, también fue alcanzado en un brazo cuando miraba lo que sucedía por el tragaluz de su apartamento. “Vi un láser y recibí la bala. Estuve a punto de morir, me caí, estaba conmocionado”.

En la mañana del 18 de noviembre reinaba la confusión más absoluta. Hasta tal punto que había una enorme duda sobre las causas de la muerte de Diesel. Jean-Michel Fauvergue, que en una primera entrevista habló de un Brenneke como responsable del tiró mortal que acabó con el perro de asalto, evitó hacer mención a esa munición de caza o de escopeta. Los terroristas no tenían más que una pistola automática y la escopeta es una arma de los RAID... El misterio sigue siendo grande, los jueces de instrucción, al frente de las investigación sobre los atentados del 13 de noviembre no considerado necesario abrir una investigación.

Mientras buscaban los hipotéticos AK47 en la tarde del 18 de noviembre, los agentes encargados de las investigaciones hallaron el cuerpo de Hasna Ait Boulahcen entre los escombros de un apartamento de la segunda planta. Una vez despejado el salón “de diseño oriental”, apareció el cadáver de su primo, el yihadista Abdelhamid Abaaoud.

De las autopsias practicadas en los días siguientes a los cuerpos se desprende que Chakib Akrouh y Abdelhamid Abaaoud murieron por efecto de la detonación provocada por el cinturón. La joven falleció por asfixia. “No se han puesto de manifiesto lesiones que hagan pensar en heridas por arma de fuego ni de elementos de naturaleza balística”, escribe en uno de sus informes el forense. Ninguno de los tres fue alcanzado por ninguna de las 1.500 balas disparadas por los agentes. Ahora bien, el resultado de la autopsia hace que surjan otras preguntas. Si Abbaoud, Akrouh y Ait Boulahcen murieron tras la explosión, ¿cómo se explican los “disparos de kalachnikov que siguieron” y a los que hizo mención por el máximo responsable de los RAID? A pesar que las detonaciones y explosiones mencionadas por los testigos parece que sobrevinieron entre las 4:20 y las 5:00 de la mañana, ¿sobre quién y sobre qué dispararon los policías hasta las 07:30? ¿Los agentes disparaban a los terroristas ya fallecidos?

En torno a estas cuestiones, Jean-Michel Fauvergue redacta un informe de tres páginas, titulado “Condiciones de detención de seis individuos en la intervención del 18 de noviembre” que transmitirá a sus jefes el 20 de noviembre. Este informe, dado a conocer por Le Monde, omite los aspectos más peliagudos y se centra sobre todo en las detenciones de los vecinos indocumentados, de los que se dice que presentaban “una actitud combativa”.

Ni rastro de las condiciones en que se neutralizó a los terroristas, ni sobre la hora a la que el kamikaze se inmoló o sobre la muerte de Diesel. Más allá de este contenido, la existencia de este informe es una confesión del malfuncionamiento de la operación en el transcurso del asalto. Los atentados de enero y de noviembre de 2015 concluyeron con cuatro intervenciones de las fuerzas del orden y con la muerte de los terroristas. El asalto de Saint-Denis es el único que ha necesitado de un informe aclaratorio. Según varias fuentes, al volver al cuartel, a la sede del grupo de intervención, se ofreció una explicación “viril”: algunos reprochaban a otros efectivos que hubiesen rechazado relevarles en la primera línea, discutiendo la estrategia adoptada.

La Fiscalía de París, la única autoridad que ha respondido a las preguntas de Mediapart (Fauvergue no ha respondido a nuestros e-mails, como tampoco Interior ha dado curso a nuestras llamadas) defiende al RAID, recuerda que el objetivo de la operación que consistía en neutralizar a dos terroristas terminó con éxito. Exactamente. A tenor de todo lo dicho hasta ahora, quizás habría quien se vea tentado de esbozar una sonrisa por la torpeza de los que Francia ha encumbrado, tras el asalto, exitoso, del hiper kosher. No se trata de erigirse en especialista de asalto, ni de asegurar que tal estrategia habría sido preferible a la empleada en Saint-Denis. Por el contrario, se puede y se debe denunciar la manipulación de los medios de comunicación, dirigida a hacer pensar que una operación mal dirigida fue un rotundo éxito.

Sobre todo, es necesario subrayar que estos agentes, por más que sean de la élite, son hombres y mujeres como el resto, que deben hacer frente a una amenaza nueva, en el que el objetivo final de los terroristas consiste en morir llevándose por delante al máximo número de representantes posible de las fuerzas del orden. Este fenómeno kamikaze reduce el riesgo aceptable que está dispuesto a correr cualquier policía y alcanza el cerebro, altera el juicio de los que tienen vida de pareja y de familia. Un factor que hay que tener muy presente a la hora de trazar los próximos escenarios de crisis.

El 18 de noviembre de 2015, a eso de las 4 de la mañana, 70 hombres del RAID se adentraban en la noche, hacia lo desconocido. Un funcionario de la SDAT les indica el inmueble en el que se refugiaban dos de los autores de los peores atentados ocurridos en las calles de París. A las 04:15, las columnas de intervención se adentraban en el inmueble. Los investigadores de la lucha contra el terrorismo, habían puesto al tanto a sus colegas: dos hombres, entre ellos el posible cerebro de los atentados, y una mujer habían entrado con mochilas.

A priori, en las bolsas no había sitio para ocultar fusiles de asalto, pero un testigo asegura que según Abaaoud, 90 terroristas estaban dispuestos a pasar a la acción, se barajaba la posibilidad de que se estuviese preparando un atentado para golpear el distrito de negocios y de La Défensa y Hasna supuestamente se había vanagloriado de haber “jugado” con un kalachnikov en el apartamento de Saint-Denis. Mientras subían los escalones que los llevaban a la tercera planta, los miembros de la primera columna se preguntan si no estaban cayendo en una trampa. A las 04:20, el artificiero detonaba sus explosivos en la puerta del “apartamento conspirativo”, pero no estaba blindada, por lo que el efecto de las detonaciones no dañó la madera. La puerta no se abre. Los policías deben improvisar. Y disparan. Disparan para saturar el espacio. Disparan para no dejar respirar a los terroristas y darles la ocasión de materializar sus propósitos suicidas. Disparan para tranquilizarse. Disparan. Son las 04:22 y los hombres del RAID tienen miedo.

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Traducción: Mariola Moreno

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