Balcanes

Kosovo, a punto de estallar ocho años después de declarar su independencia

Una marea de banderas de colores rojo y negro, los de la enseña nacional albanesa, inundaba las calles de Pristina el miércoles por la tarde. Decenas de miles de personas respondían de este modo a la convocatoria lanzada por la oposición, que no dudaba en calificar la marcha como la “manifestación más multitudinaria de la historia de Kosovo”. Por la mañana, abundaban las banderas amarillas y azules: los colores de Kosovo se imponían en la modesta marcha militar convocada con motivo del octavo aniversario de la declaración de independencia del país, el 17 de febrero de 2008. La oposición no participó en las ceremonias oficiales.

Existen dos Kosovo, el del Gobierno y sus "protectores" internacionales y el de la calle, donde reina el desamparo social y las frustraciones políticas. En este octavo aniversario de la independencia kosovar, esta confrontación de colores en las calles de la capital, Pristina, poco tenía de anecdótica: la bandera amarilla y azul con seis estrellas fue “impuesta” el 17 de febrero de 2008 por los garantes internacionales de la independencia, sin acuerdo alguno. Debía ser el símbolo del éxito del proceso de construcción del Estado, iniciado en 1999 y que actualmente se halla en una auténtica situación de impasse. El martes por la tarde, en la recepción organizada por la presidenta Atifete Jahjaga, el primer ministro Isa Musfaa señaló en presencia de diplomáticos occidentales: “El nacimiento de la República de Kosovo es el relato conjunto del éxito de kosovares y sus aliados”.

En una entrevista concedida a la agencia AFP, el ministro de Asuntos Extranjeros Hashim Thaçi, hombre fuerte del país y antiguo primer ministro (2004-2008), enumerada esos “éxitos”: “Kosovo firmó en octubre un tratado de preadhesión a la Unión Europea. Mientras que la cuestión de la asociación de municipios serbios se firmó en “plena colaboración” con la UE y Estados Unidos”. Precisamente este último punto, que prevé la creación de una “asociación de comunidades de mayoría serbia” es la que enfurece a la oposición por el riesgo que conlleva de dividir el país, dice.

Desde el pasado otoño, la oposición ha multiplicado la convocatoria de protestas, todas ellas reprimidas con violencia por la Policía. Los diputados bloquean el trabajo que se lleva a cabo en el Parlamento con el lanzamiento de gas lacrimógeno en cada sesión en la Cámara. Hasta la fecha, una decena de diputados han sido detenidos. Algunos de ellos han estado detenidos varias semanas o en arresto domiciliario. Todos se encuentran a la espera de juicio. El martes por la mañana, la Policía detuvo a ocho responsables del movimiento Vetëvendosje (Autodeterminación), principal fuerza opositora.

La defensa de la “soberanía” de Kosovo, en realidad, no es más que el reflejo del malestar social. “Tenemos que hacernos oír”, apunta Enver, estudiante residente en Pristina. “Es la última oportunidad que tenemos de liberar a nuestro país de las élites corruptas que lo gobiernan”. El joven creció en el Kosovo bajo protectorado internacional y que después se independizó y no confía ni en los político locales ni en los “protectores” del país, como la Unión Europea. “Desde que era pequeño, he escuchado hablar del Estado de derecho, pero Kosovo sigue estando dominado por los mismos de siempre; no sirve de nada tener un título, basta con tener el carné de un partido político”.

La mayoría, formada por el Partido Democrático de Kosovo (PDK) –formación heredera de la antigua guerrilla del Ejército de Liberación de Kosovo (UÇK)– y la Liga Democrática de Kosovo (LDK), trata de mantener un aparente vida parlamentaria. Pero sus diputados se ven obligados a reunirse, sin la oposición, en un anexo del Parlamento. Esta alianza entre dos fuerzas opuestas estuvo dirigida directamente, en diciembre de 2014, por las embajadas occidentales, como ejemplo de la “estabilidad” de Kosovo para continuar con el proceso de “diálogo” con Serbia.

La formación de ese improbable gobierno contribuyó a desacreditar, todavía más, a la clase política a ojos de los ciudadanos kosovares. Pero se suceden los desafíos políticos. Antes del 7 de marzo, el Parlamento tiene que elegir al jefe del Estado, puesto que el mandato del actual presidente, Atifete Jahjaga, concluye en abril. De momento, sólo hay un candidato, Hashim Thaçi, otra vez él, jefe del PDK y actual ministro de Exteriores. Para Thaçi es vital ser elegido presidente de la República, para conseguir la inmunidad judicial inherente al cargo.

Los crímenes del clan Thaçi

Efectivamente, sobre la vida política de Kosovo pende una temible espada de Damocles. Para la próxima primavera, está prevista la creación del Tribunal especial que juzgará los crímenes del UÇK, cuya entrada en funcionamiento hace mucho tiempo que se viene aplazando. Las primeras sentencias condenatorias pueden llegar en marzo. Este tribunal, con sede en la Haya, en los Países Bajos, es fruto del informe que el diputado suizo Dick Mary presentó ante la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa en diciembre de 2010.

Dicho informe alude a la existencia de un “grupo criminal” al frente del UÇK, que reagrupa a Hashim Thaçi, así como a otras figuras clave del PDK, como el presidente del Parlamento, Kadri Veseli. Este grupo supuestamente multiplicó, durante la guerra de 1998-99 y en los años posteriores de la posguerra, los crímenes y los abusos contra civiles serbios y romaníes de Kosovo, pero también contra albaneses sospechosos de “colaboración”. El informe apunta incluso a la existencia de tráfico de órganos, que eran extraídos a prisioneros serbios.

La investigación, que el fiscal norteamericano Cint Williamson concluyó en 2014, por encargo de la misión europea en Kosovo (Eulex), ha confirmado la realidad y la magnitud de los crímenes a los que había aludido Dick Marty. La cuestión ahora es saber si el Tribunal se atreverá a jugar a los que ordenaron dichos crímenes o si se conformará con sancionar a los que los ejecutaron. “Todo depende de los norteamericanos”, explica el politólogo Dukagjin Gorani, quien fuera consejero diplomático de Hashim Thaçi, antes de romper con el hombre fuerte de Kosovo. “Y nadie sabe si quieren un tribunal que juzgue a los peces pequeños, para enterrar el asunto, si están dispuestos a deshacerse de verdad de Hashim Thaçi”.

Condenado o no, la elección de Hashim Thaçi como presidente no va a resultar fácil. Para que las votaciones sean dadas por buenas, es necesario que los dos tercios de los diputados acudan a votar. Sin embargo, la oposición está decidida a proseguir el boicot de las instituciones. Todo va a depender de la participación de los diputados serbios de Srpska, lista directamente teledirigida por Belgrado –y cuyos parlamentarios, por supuesto, están decididos a sacar el máximo rédito posible a un apoyo que saben indispensable– y de los votos del LDK, que lidera primer ministro Isa Mustafa.

En teoría, el acuerdo alcanzado entre los dos partidos estaba dirigido a garantizar la elección del jefe del PDK como presidente. Sin embargo, durante la guerra y la posguerra, los asesinos del SHIK, la “Policía política” de la antigua guerrilla, mataron a decenas de militantes de la LDK y varios diputados del partido indicaron que boicotearían la sesión para impedir la elección de Hashim Thaçi. Si fracasa la elección del presidente, se disolverá el Parlamento de forma automática, algo que la oposición aguarda con entusiasmo y que los gobiernos occidentales ven con inquietud.

Para Albin Kurti, fundador y líder carismático de Vetëvendosje, sería fundamental la celebración de elecciones anticipadas para refundar la legitimidad de las instituciones de Kosovo. En caso de victoria, el movimiento denunciará los acuerdos firmados con Belgrado, aunque Vetëvendosje rechaza cualquier acusación de “nacionalismo”. “Queremos hablar directamente con los serbios, proponerles un pacto para que puedan vivir en Kosovo, pero las conversaciones con Belgrado, auspiciadas por Europa, son un juego distorsionado e insano”.

Vetëvendosje dirige desde hace tres años Pristina. Los representantes de las dos localidades serbias dependientes del área urbana de la capital de Kosovo participan en el trabajo de la alcaldía. Sin mayores problemas. Pero las otras comunidades serbias de Kosovo están bajo influencia de Belgrado. Estos últimos años, las corrientes políticas independientes serbias de Kosovo han quedado totalmente marginadas en beneficio de la lista de Srpska, teledirigida por Belgrado. La comunidad internacional ha favorecido esta evolución, a cambio de la buena voluntad mostrada por Serbia a la hora de sentarse en la mesa de negociaciones.

Los jóvenes urbanitas –con estudios y que no tienen prácticamente ninguna posibilidad de encontrar un empleo en un país donde el paro alcanza al 60% de los jóvenes muy numerosos en la manifestación del miércoles– representan el grueso de Vetëvendosje. También son los primeros en abandonar el país. El invierno pasado, cerca de 100.000 kosovares salieron del país en un éxodo clandestino con dirección a Alemania. Desde el pasado otoño, muchos de ellos han sido repatriados a la fuerza. Sobre todo para hacer sitio, en los centros de acogida alemanes, a los refugiados de Siria y de Oriente Próximo.

Albin Kurdi no oculta su inquietud: “Si los que se fueron no encuentran nada tras su regreso obligado, ¿qué van a hacer?”. En Kosovo, inquieta la radicalización islamista. 300 jóvenes del país se han sumado a las filas del Estado Islámico para luchar en Siria. El fenómeno es minoritario, pero el radicalismo islámico puede ir a más. “Ese tipo de extremismo siempre florece tras el fracaso de los procesos políticos”, apunta Albin Kurti. “En Gaza, el fracaso de Al Fatah hizo posible el triunfo de Hamás. En Kosovo, no podemos equivocarnos”.

En la primavera de 2014, el Parlamento adoptó con carácter de urgencia una ley que castigaba la participación en conflictos armados en el extranjero y Pristina quiere mostrarse como un socio serio en la “lucha mundial contra el terrorismo”. Un alto cargo policial, que pide anonimato, reconoce que las autoridades política sobreactúan con la represión y la “amenaza islámica”. Hashim Thaçi, Kadri Veseli y las personas de su entorno, para los que se nace el Tribunal especial, tratan de erigirse en “muralla” de contención ante el riesgo yihadista. Una estrategia a la desesperada que tiene más que ver con el cálculo político que con la voluntad de luchar realmente contra la tentación radical.

Traducción: Mariola Moreno

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