Oriente Medio

El delito de ser periodista en Siria

El delito de ser periodista en Siria

Jóvenes, sonrientes y en la treintena. Mohammed Abdullah y Louai Hinedi son originarios de Siria. Ambos son periodistas y han documentado el conflicto de una forma diferente, aunque complementaria. El primero para la agencia Reuters desde Guta, a las afueras de Damasco; el segundo desde Kuwait, para el diario Al-Akhbar. Louai Hinei, de padres sirios, nació en Kuwait, país en el que trabajó como periodista, primero mientras le salía un trabajo en el área del derecho internacional y después por pasión. “Trabajé como periodista y editor local en Kuwait durante tres años, después, empecé a trabajar para Al Akhbar, un periódico libanés de izquierdas, como corresponsal en el Golfo, en Siria”, explica. “Más tarde, decidí mudarme a Líbano en enero de 2014 para estar cerca de la redacción y también de algunos miembros de mi familia, que continúa en Damasco”. De este modo, tuvo ocasión de escribir sobre la situación de los refugiados en Líbano y de las elecciones presidenciales de 2014, sobre las que admite haber sido “muy crítico” y haber mostrado "mucho enfado".

Tener una buena posición y pasaporte canadiense fue toda una oportunidad para Louai, que reconoce gozar de un estatus privilegiado, comparado con la “mayoría de la comunidad siria en Líbano, pobre”. Para él, “siempre resultaba difícil escribir sobre los sirios” porque “hay muchas emociones en juego, dudas y autocrítica continua”, admite. Mantener cierta distancia emocional se convierte en todo un desafío, tarea que compara a la que realiza el “doctor que opera a un miembro de su familia”. “Al mismo tiempo, mucha gente escribe sobre Siria, por lo que te preguntas de qué sirve. Pero sentía que debía hacer algo, ponerme manos a la obra. Sólo espero que resulte útil”. Aunque reconoce que “sería mejor encontrarse en el interior del país, donde suceden las cosas”, considera que ha logrado hacer un trabajo transparente y sin pretensiones. “Pero tengo que ser honesto, soy cobarde, no es fácil ser periodista en Siria. Este conflicto presenta una de las tasas de mortalidad más elevadas del mundo entre sus profesionales, lo que requiere de mucho valor que no creo tener”.

Louai Hinedi sí ha contado con cierta distancia geográfica y con una seguridad que Mohammed Abdullah no pudo lograr, ya que se ha visto atrapado personal y físicamente por el conflicto. De ser supervisor de ventas de Apple, pasó a ser fotógrafo de guerra porque deseaba contar lo que estaba pasando. “Cuando comenzó la Revolución, me pregunté qué podía hacer yo para ayudar a nuestra causa”, explica. “En primer lugar pensé en algo relacionado con la medicina, pero no tenía formación, tenía miedo de tener que tomar decisiones relacionadas con la salud de la gente. Convertirme en miliciano no va conmigo, soy incapaz de apuntar con un arma a un conciudadano, ni siquiera para defenderme. Por lo tanto, me centré en los medios de comunicación, no supone una responsabilidad menor, pero al menos podía dar a conocer lo que ocurre sobre el terreno, sin importar en qué bando. Aunque tenga mis propias opiniones, estoy contra Bashar Al Assad, contra el régimen”.

De familia alauita por parte de padre, los servicios secretos sirios dieron órdenes para capturarle. Por lo que decidió huir en septiembre de 2012, para ir a Beirut. Aunque, como se sentía inútil, sólo permaneció dos meses en Líbano antes de regresar a Siria. Gracias a que es alauí, pudo echar una mano para que la ayuda humanitaria llegase a las zonas asediadas. Así fue como conoció al fotógrafo de guerra serbio Goran Tomasevic, quien le formó en Guta y le proporcionó un equipo de Reuters para que pudiese seguir con la labor cuando él se hubiese marchado. De diciembre de 2012 a agosto de 2014, permaneció en la ciudad asediada para fotografiar los combates diarios que se libraban en el frente. Durante ese tiempo, resultó herido 14 veces por fuego de mortero. “El año 2013 fue el peor porque no teníamos ni comida, ni agua, ni electricidad. Ni siquiera medicamentos”, precisa el fotógrafo. “Pero permanecí con la gente”. Las heridas sufridas en las rodillas, en los hombros y en la mano derecha le obligaron a pasar por el quirófano y a guardar reposo durante cuatro meses, antes de volver al frente “con muletas y después de aprender a hacer fotos con la mano izquierda”.

Acudir a terapia

Los periodistas sirios vinieron a cubrir el vacío que quedó tras la marcha de los periodistas occidentales, que salieron del país en 2013. Hizo falta formar “sobre la marcha” a una nueva generación de periodistas y fotógrafos sirios principiantes. Una tarea ingente a la que se dedicaron periodistas como Patrick Baz, responsable de fotografía de la agencia AFP en Oriente Medio hasta septiembre de 2015, y Ammar Abd Rabo, periodista franco-sirio. Les formaron en cursos presenciales y virtuales.

En opinión de Ammar Abd Rabo, “sobre todo hay que formales en ética, enseñarles a no retocar, por ejemplo”, pero también precisan formación técnica y formación sobre los temas que se deben abordar. “Todos los que he conocido son de una humildad extraordinaria”, subraya. “Son muy exigentes, en cuanto al enfoque, a las técnicas porque muchos querían mostrar lo que ocurría y se sentían frustrados por las informaciones que veían”. En cuanto a la objetividad sobre el conflicto, Patrick Baz dice: “Estamos en un país en guerra, al final estás en un bando o en otro, para poder trabajar. Se les pide que traigan informaciones. Algunos se autocensuran, pero lo sabemos, cuando te lanzan barriles de TNT, poco importa de dónde vienen, te limitas a recoger las 5 W's del periodismo (qué ha hecho qué, dónde, cuándo y por qué)”.

Pero lo que espera la mayoría de estos periodistas es apoyo psicológico. “A veces recibes llamadas vía Skype a las dos de la mañana cuando tienen conexión, necesitan hablar, no se les puede decir que no”, cuenta Patrick Baz. Él mismo ha conocido esa necesidad, en sus inicios como fotoperiodista en la guerra civil libanesa en los años 80. “Me hacía preguntas y, cada vez que salía, me preguntaba: ‘¿regresaré?’, ¿seguirá ahí mi barrio?, ¿y si bombardean mi barrio? Es inevitable que surja la pregunta de cómo cubrir la guerra en tu propio país”. Ammar ha conocido el malestar de estos jóvenes: “El hecho de hacer fotos de cadáveres o de bombardeos, y de ganar dinero por ello, les hace sentir culpables. Hay que ayudarles a desdramatizar. Muchas veces han perdido a numerosos amigos y colegas”.

Una situación traumática a la que también se refiere Mohammed Abdullah, que admite que necesita ir a hacer terapia tras dejar atrás el infierno de Guta: “Todos los días, cuando entro en Facebook y veo las heridas y los muertos, me resulta muy difícil porque recuerdo las fotos que hacía. He visto trozos de cuerpos, a veces quemados, niños muertos, por todas partes. No es fácil; cuando tenga tiempo iré a terapia”. Mohammed huyó ilegalmente de Siria con papeles falsos tras lograr escapar a un atentado de Daesh. Se estableció en Bélgica, en noviembre de 2015, gracias a la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados. Allí espera curar sus heridas en paz y estar en condiciones de ayudar, “desde la distancia, con exposiciones”, a sus conciudadanos sirios. Por su parte, Louai Hinedi, se dedica ahora a la cooperación en Líbano “para ayudar a los míos de forma más práctica”.

Ambos han formado parte de una generación de periodistas activistas sirios, dispuestos a poner en riesgo sus vidas y su salud mental para interesar al mundo sobre la realidad siria. Sin embargo, el trabajo se revela cada vez más complicado, tal y como explica Mohammed Abdullah: “En estos momentos es muy arriesgado. A la mayoría, los periodistas no les gustan, sobre todo los fotógrafos, porque hacemos fotos de lo que realmente sucede, sin el control de los grupos rebeldes, ni de Daesh o del régimen”. Sin esta cobertura sobre el terreno, existe el riesgo de dejar el escenario mediático en manos periodistas sin conocimiento real de la zona o en función de las agendas políticas. “En los medios de comunicación occidentales, hay muy pocos periodistas que hayan realizado este complejo trabajo”, subraya Louai Hinedi. “Hoy en día, es todavía peor porque fundamentalmente se habla de Daesh, del régimen, de los pobres refugiados. Y creo que es uno de los numerosos problemas que nos han llevado a esta situación”.

Louai Hinedi no es el nombre real del periodista entrevistado, que prefiere mantener su identidad en el anonimato.

Reportaje realizado con información de Sébastien Castelier.

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Traducción: Mariola Moreno

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