Estados Unidos

Hillary Clinton acelera el paso

Hillary Clinton acelera el paso

Las primarias del supermartes han permitido que Hillary Clinton se sitúe en los puestos de salida en la carrera para convertirse en candidata del Partido Demócrata. El pasado martes 3, se impuso en siete de los 11 Estados en que se celebraban primarias. Ampliaba de esa forma la distancia que la separa de su único adversario, Bernie Sanders. Este último recortó diferencias el pasado sábado, al imponerse en dos de los tres Estados que votaron. De momento, la exsecretaria de Estado ha ganado en 12 territorios y su rival izquierdista en 7.

Una brecha que va a ser difícil –aunque no imposible– de salvar hasta la convención que el Partido Demócrata celebra en julio, en la que se designará oficialmente al candidato demócrata a las presidenciales. Pero, hasta alcanzar ese éxito, el ascenso habrá sido complicado. Desde que dio comienzo la campaña, en abril de 2015, Hillary Clinton ha tenido que sortear una serie de obstáculos, más o menos imprevistos, que han hecho que su candidatura se tambaleara.

Primero llegó la polémica por la financiación de la Fundación Clinton. Después, el caso de los correos todavía pendiente de resolución: Hillary Clinton utilizó su correo personal para asuntos oficiales cuando era secretaria de Estado, asunto por el que se ha abierto una investigación federal para determinar el alcance de la falta cometida. Acto seguido, se produjo el ascenso del fenómeno Bernie Sanders. Al equipo de Hillary le ha faltado olfato, al no saber anticipar ni el hastío de los ciudadanos frente al establishment ni el renovado interés de los electores demócratas por las cuestiones sociales. En el cuartel general de la antigua secretaria de Estado, inicialmente estaban obnubilados por las cuestiones identitarias, se hacía hincapié ante todo en el género de la candidata y el espectacular avance que podría suponer la elección de una mujer para dirigir Estados Unidos. Así que tuvieron que adaptarse, afinar el mensaje, reposicionarse más a la izquierda y, sobre todo, recorrer sin descanso las carreteras de campaña para imponerse en el súpermartes.

¿Bastará? ¿Tiene Hillary Clinton los recursos necesarios para aguantar, para recabar el apoyo y motivar a las tropas demócratas? A día de hoy aunque sea la favorita del partido, su candidatura continúa siendo imperfecta, fruto de un extraño cóctel de fortalezas y de debilidades políticas. De modo que, ¿cuál es la fórmula que asegura su éxito en una mayoría de colegios electorales en este momento de las primarias y cuáles pueden ser los obstáculos que todavía se puede encontrar?

  • Hillary Clinton cuenta con el establishment del partido

Cuando Hillary Clinton presenta su candidatura en abril de 2015, a nadie le sorprende. En realidad, la cuestión era saber cuándo se produciría. La segunda duda era quiénes serían sus contrincantes. Presentada como la “candidata natural”, “favorita” o “inevitable” por su experiencia política, el asunto era quién iba a participar en la carrera en el Partido Demócrata. Finalmente, lo hicieron el socialdemócrata Bernie Sanders, senador de Vermont, y el exalcalde de Baltimore Martin O'Malley, que abandonó a principios de febrero. Para el establishment, es decir, los representantes locales en el Congreso, piedras angulares y estrellas del partido Demócrata, la elección fue muy fácil: apoyo a Hillary en masa, convencidos como están de que esta figura del partido es la mejor armada para llegar a la Casa Blanca y gobernar el país.

Este apoyo se materializa sobre todo en el número de superdelegados que ya se han decantado por ella, más de 450 respaldan a Hillary Clinton. Estos superdelegados representan una peculiaridad del Partido Demócrata, a menudo criticada porque se considera poco democrática. Suman 712 delegados que no se eligen en las primarias, sino que pueden apoyar a un candidato u otro por su condición de representantes electos (son gobernadores, representantes en la Cámara, senadores o el presidente y el vicepresidente). En cambio, sólo 22 superdelegados respaldan de momento a Bernie Sanders.

“Sin este apoyo del establishment, es muy difícil ganar unas elecciones presidenciales. ¡Y Hillary Clinton puede contar con la práctica totalidad de miembros del establishment! En cambio, Bernie Sanders apenas goza de una pequeña parte de este apoyo. En lo que respecta a las filas republicanas, al comienzo de la campaña, el establishment se dirigió en seis o siete direcciones distintas, dudando entre Chris Christie, Jeb Bush o Rick Perry. Esta dispersión ha facilitado la aparición de Donald Trump”, aclara Jeffrey Smith, politólogo y experto en estrategias de campaña, en la New School de Nueva York.

Concretamente, este apoyo implica “poner a su disposición la infraestructura existente”, continúa. “En casi todos los Estados a los que va Hillary Clinton puede contar con el respaldo de los representantes locales. Pongamos como ejemplo el caso de un gobernador; hay muy gente que trabaja para él que está interesada en ayudarle. Si este gobernador te pide que vayas un puerta a puerta, que telefonees para motivar al electorado, lo haces. La suma de este tipo de apoyo, sobre el terreno, hace que una campaña despegue. Hillary Clinton puede contar con esa organización, mientras que Bernie Sanders, en la mayor parte de los sitios, parte de cero”.

  • “Hillary puede contar con el apoyo de la coalición demócrata”coalición demócrata

La otra gran ventaja de Hillary Clinton es la de poder contar con la mayoría del electorado afroamericano, hispano y con el voto de las mujeres. Dicho de otro modo, gusta a la coalición demócrata, es decir a los grupos que conforman el objetivo principal del partido desde la campaña de Barack Obama de 2008. Esto se pone de mayor relieve en los Estados del sur, con una importante población perteneciente a minorías étnicas.

En Carolina del Sur, el sábado 27 de febrero, Clinton conseguía el 87% del voto afroamericano, más que Barack Obama en las primarias de 2008. También obtuvo el 74% del voto femenino, frente al 26% de Bernie Sanders. En Texas, adelantó a su rival al hacerse con el 71% del voto hispano. En Georgia, casi 8 de cada 10 electores afroamericanos votaron a Hilarry Clinton. En todos los Estados llamados a las urnas el pasado martes, excepto Vermont, el Estado de Bernie Sanders, la candidata logró la mayoría del voto femenino. “Por diversos motivos, entre ellos las consecuencias de la encarcelación masiva de jóvenes afroamericanos, sobre todo los afroamericanos son los que votan. Sumando el voto femenino y el voto afroamericano, Hillary Clinton aumenta sus posibilidades de éxito en esa comunidad”, precisa Jeffrey Smith (aquí se puede consultar un estudio al respecto, elaborado por el think tank de tendencia progresista American Progress).

El apoyo de los electores afroamericanos efectivamente es bastante impresionante y se debe a varias razones. Por un lado, influye el llamado efecto Bill Clinton. Aunque el expresidente llevó a cabo políticas dirigidas a los afroamericanos de la clase popular cuando llegó a la Casa Blanca (sobre todo recortes en los programas sociales), eso no es óbice para que aún hoy sea visto como el “primer presidente negro” de Estados Unidos. Esta expresión muy popular fue acuñada por la escritora Toni Morrison, en 1998. Desde entonces, se ha sacado de contexto muchas veces, hasta el punto de que la autora se ha visto obligada a puntualizar. “La gente me malinterpretó. Lamentaba el trato que se le dispensó a raíz del escándalo sexual que protagonizó. Me refería a que recibía el mismo trato que un negro en la calle, al que se considera culpable, un criminal”, decía en 2008. Más allá de esto, sus orígenes modestos, al ser oriundo de un Estado pobre del sur de Estados Unidos, Arkansas, al proceder de un hogar desestructurado, se empatiza con Bill Clinton por supuestamente haber vivido experiencias similares a las que sufren numerosos afroamericanos. A fin de cuentas, este relato forma parte hoy del mito que rodea a los Clinton, tanto a Bill como a Hillary.

Luego está la orientación que ha tomado la campaña, al asumir progresivamente las reivindicaciones de asociaciones y grupos de presión afroamericanos. Y no es eso todo. Hillary Clinton se presenta como heredera de Barack Obama (hasta el punto de que los candidatos republicanos como Marco Rubio invitan a los electores a no apoyarla, rechazando un “tercer mandato de Obama”). Esto le resulta beneficioso, ya que la popularidad del presidente saliente es muy elevada entre los afroamericanos; de un sondeo de la CNN elaborado en el verano de 2015 se desprendía que el 95% de los afroamericanos estaban satisfechos con la gestión del país.

Y lo que es más. Con independencia de cual sea su color de piel, parte de los electores demócratas dicen buscar un candidato que se comprometa a seguir el trabajo de Barack Obama, por ejemplo su reforma sanitaria o los intentos por reformar la política migratoria (bloqueada por el Tribunal Supremo).

“En este punto Hillary Clinton tiene un amplio apoyo de la base demócrata. Bernie Sanders logra captar la atención de una parte, pero sólo de una parte, de la coalición: seduce a los liberales blancos y a los jóvenes de entre 18 y 29 años. Los treintañeros suelen apoyar a Hillary Clinton, pero eso no basta para imponerse”, analiza Peter Hanson, politólogo en la Universidad de Denver y exasesor demócrata.

  • Hillary Clinton, debilitada por pertenecer al establishmentestablishment

A diferencia de Barack Obama en 2008, en este punto, Hillary Clinton tiene dificultades para entusiasmar a los electores situados más a la izquierda y a los más jóvenes (hombres o mujeres, indistintamente); unos y otros prefieren a Bernie Sanders y sus promesas de “revolución política”. Son ellos los que destacan de forma recurrente que Hillary no inspira confianza; es considerada producto de un sistema político ineficaz y corrupto por los grandes lobbies.

“El impresionante y sorprendente éxito de Bernie Sanders, que también consiguió algunos importantes victorias el martes y el sábado, debe ser interpretada de este modo: existe un sentimiento de enfado y de desánimo con relación a la clase política, que se percibe tanto en su campaña como en la de Donald Trump. Un sentimiento compartido por los electores, que tienen la convicción de que el juego está amañado, que el statu quo es inaceptable, que el establishment no es digno de confianza. Hillary Clinton no está bien posicionada para contener esta rabia. El motivo no es sólo su cercanía con Wall Street, es su apellido, su notoriedad, su entorno”, resumía Frank Bruni, cronista de The New York Times, en una tribuna publicada el miércoles.

Sin embargo, la candidata se ha escorado a la izquierda ante el éxito creciente de Bernie Sanders. Desde el verano se ha pronunciado a favor de subir los impuestos a las rentas más altas, ha instado a la reforma de Wall Street, ha reiterado su respaldo a los grandes sindicatos obreros y ha criticado abiertamente los acuerdos de libre comercio que se negocian en estos momentos (entre ellos el TTIP con la Unión Europea). En las próximas semanas, cabe esperar que haga nuevos esfuerzos, dirigidos a seducir al electorado de izquierdas y a suscitar el tipo de entusiasmo que se puede ver en los mítines de Bernie Sanders.

“Veamos también lo que decide el senador de Vermont. Dispone de medios [sufraga la campaña exclusivamente con el apoyo de pequeños donantes, consiguiendo reunir de este modo 40 millones en febrero]. ¿Va a seguir en campaña hasta la convención demócrata para que Hillary Clinton siga escorándose a la izquierda? ¿Va a unirse a ella antes de esa fecha? Este periodo de negociaciones, de desacuerdos y de compromisos en el seno del partido es todo un clásico en la campaña de las presidenciales. Por el contrario, la situación que se vive en el lado republicano es mucho más inédita, el partido sucumbe”, analiza el politólogo Peter Hanson.

La candidata demócrata seguramente tratará de sumar a su causa a otras figuras de la izquierda americana, como la senadora de Massachusetts Elizabeth Warren. Según Político, el equipo de Clinton multiplica los llamamientos y no duda en recurrir a la gente de Elizabet Warren para consultarle asuntos de campaña como la deuda de los estudiantes o la reforma de Wall Street.

Pero, al mismo tiempo, Hillary Clinton corre el riesgo de querer también lanzar un mensaje cada vez más centrista, para seducir a los electores indecisos o republicanos, asustados por la candidatura cada vez más probable de Donald Trump. Una perspectiva que disgusta a los electores progresistas, ya que sólo llevaría, en opinión de estos, a mantener el centrismo tibio que caracteriza ya al Partido Demócrata... Aunque la campaña demócrata es menos explosiva que la de los republicanos, también se revela rica en cambios y en reposicionamientos. Aún no se han acabado las sorpresas. __________________

Sanders se impone a Clinton en las primarias demócratas en el estado de Maine

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Traducción: Mariola Moreno

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