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Suramérica

Brasil se enfrenta a una profunda crisis de su sistema político

Dilma Roussef, esta semana en el Palacio del Planalto, en Brasilia.

“Llegados a este punto, ya no estamos ante un golpe de Estado, se trata de porno del malo”. El politólogo Paulo Peres, profesor en la Universidad de Río Grande do Sul, recurre a la ironía para calificar los últimos episodios de la crisis política brasileña. Este miércoles, los senadores infringían el golpe de gracia a Dilma Rousseff. Confirmaban la votación de los diputados que, el pasado 17 de abril, se mostraban mayoritariamente a favor de la destitución de la presidenta.

Bastaba con que la mayoría de los senadores se pronunciasen contra Dilma Rousseff –55 de los 81 parlamentarios han apostado por el impeachment– para que ésta fuese destituida durante un periodo máximo de 180 días. El vicepresidente del país, Michel Temer, se pondrá al frente del Ejecutivo. Temer, que hace semanas que conspira abiertamente contra Rousseff, podrá formar gobierno, reorganizar los cargos y otorgar créditos que le garantizarán, en la votación final del Senado, la mayoría de los dos tercios necesaria para apartar definitivamente a Dilma Rousseff.

El lunes, la jefa del Estado creía que podía respirar aliviada. Para sorpresa general, Waldir Maranhao, presidente en funciones del Parlamento desde que el Tribunal Supremo relevó de sus funciones a Eduardo Cunga –artífice de la caída de Dilma Rousseff– anunciaba la anulación, por razones de forma, de la votación de los diputados. Con ello, Waldir Maranhao, que no es precisamente un hombre cercano al Gobierno, prohibía al Senado pronunciarse sobre el futuro de la presidenta. La decisión, que pillaba a todo el mundo por sorpresa, fue calificada de “anormal” por el presidente del Senado, Renan Calheiros, que advirtió que no la tendría en cuenta. Doce horas después, se produjo un nuevo giro: Waldir Maranhao emitía un comunicado en el que avisa de que “reconsideraba la decisión”, sin explicar las causas. Los presidentes de las dos Cámaras están acusados de corrupción en el escándalo sobre la malversación de fondos en el seno de la empresa de hidrocarburos Petrobras.

Pregunta: ¿Cómo explica la decisión del presidente en funciones del Parlamento, Waldir Maranhao, de anular la votación de los diputados sobre la destitución de Rousseff, para dar marcha atrás horas después?

Respuesta: La única explicación es que Waldir Maranhao obedeciera a Eduardo Cunha. Hay que recordar que fue Eduardo Cunha quien puso en marcha el proceso de destitución de Dilma Rousseff, pese a que su fundamentación jurídica era más que frágil. Está acusada de maquillar las cuentas públicas para camuflar el déficit y no hay nada que indique que estamos ante un delito de responsabilidad. Además, los diputados se desmarcaron con invocaciones a Dios y a sus familias para justificar la salida anticipada de Dilma Rousseff. Al promover la salida de la presidenta, Eduardo Cunha, en cierto modo, le hace un regalo a su vicepresidente, Michel Temer, que no carecía de posibilidades de llegar al poder mediante las urnas. Pero diez días después de la votación, el 5 de mayo, el Tribunal Supremo suspendía a Eduardo Cunha alegando que impedía las investigaciones por corrupción sobre su persona en el escándalo de Petrobras.

P: La decisión de los jueces es más comprensible, dada la cantidad de denuncias en su contra, y las cuentas en Suiza ilegales que se le han descubierto...

R: Es verdad, pero lo problemático es el momento elegido. El caso de Eduardo Cunha se llevó al Tribunal Supremo en diciembre pasado y, pese a la urgencia y la presión de la opinión pública, los jueces no han hecho nada. Esperaron a que acabase de orquestarse la votación contra Dilma Rousseff para apartarlo de sus funciones. Desde entonces, Eduardo Cunha está furioso porque está convencido de que el grupo de Michel Temer le ha abandonado y está dispuesto a entregarlo a la Justicia. Al haber solicitado a una persona muy cercana a él, Waldir Maranhao, que paralizase durante un tiempo el proceso de destitución de Dilma Rousseff, le demostraba a Michel Temer que lo necesitaba a él. Eso es lo que explica la marcha atrás de Waldir Maranhao horas después: Cunha debió de recibir garantías del entorno de Michel Temer. El episodio de este lunes demuestra el poder de Eduardo Cunha. Ha hecho que Dilma Rousseff caiga y, como estratega hábil que es, puede hacer lo mismo con Michel Temer, si no le ayuda a evitar la cárcel, por ejemplo, retrasando las investigaciones.

P: Gobierno, Parlamento, Senado, Tribunal Supremo: las principales instituciones del país chocan entre sí. ¿Cómo se ha llegado a esta situación?

R: Todo empezó con una crisis de Gobierno, perceptible desde el comienzo del segundo mandato de Dilma Rousseff. Mientras el Gobierno acumulaba errores políticos, la oposición aumentaba progresivamente su peso en el Congreso, todo ello organizado en torno al pívot Eduardo Cunha. Éste ha sabido utilizar hábilmente sus prerrogativas de presidente del Parlamento para bloquear al Gobierno y, finalmente, abrir las puertas a la destitución de la presidenta.

Simultáneamente, se dio paso a una crisis institucional, visible por la tensión permanente entre los Poderes Ejecutivo y Legislativo, obligando a menudo a que interviniese el Poder Judicial. Y esto es más que discutible. Por ejemplo, la decisión del Tribunal Supremo de apartar del cargo a Eduardo Cunga, si bien es moralmente comprensible, es discutible desde el punto de vista constitucional. Los jueces están obligados a subrayar en sus discursos el carácter “excepcional” de sus sentencias e insisten en el hecho de que no pueden ser objeto de jurisprudencia.

El lunes, la crisis institucional se agravaba, cuando el presidente del Parlamento anulaba la votación de los diputados sobre la destitución de Dilma Rousseff y el presidente del Senado se negó a tenerlo en cuenta. Ahora existen discrepancias en el seno mismo del Congreso.

P: La salida de Dilma Rousseff ¿puede poner fin a esta tensión institucional?

R: Al contrario, creo que nos dirigimos a toda velocidad a una crisis de régimen democrático. Si, como todo apunta, la presidenta finalmente es apartada del Gobierno, en condiciones más que discutibles, con un pretexto jurídico discutible y con actores que han tomado decisiones contradictorias, su destitución no va a ser aceptada por buena parte de la población, que tampoco verá al Gobierno de Michel Temer como legítimo.

Esta situación es fruto de una oposición desleal y de un Gobierno incompetente. El principio que rige la democracia pasa por que todos los jugadores acepten las reglas del juego y los resultados. Ahora bien, a finales de 2014, la oposición no reconoció en ningún momento la victoria de Dilma Rousseff en las urnas. Y la que se va a convertir en la nueva oposición va a rechazar también al gobierno de Michel Temer. Esta situación hace vaticinar una fuerte inestabilidad, una profunda crisis de la democracia brasileña que, en un momento dado, puede llevar al fin del régimen.

El futuro de Dilma Rousseff, en manos del Senado

El futuro de Dilma Rousseff, en manos del Senado

Traducción: Mariola Moreno

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