Pederastia

Así encubre la Iglesia francesa a sus curas pedófilos

Así encubre la Iglesia francesa a sus curas pedófilos

Aparece en el anuario de 2016 de la diócesis de Lyon. En el apartado “ministerio extradiocesano”. El padre Jean-Marc Desperon –imputado en Montauban (cerca de Toulouse, en el sur de Francia) por agredir sexualmente a un menor el pasado 23 de abril a raíz de la publicación de una investigación de Mediapart– había sido trasladado con nocturnidad, 20 años antes, de Lyon a Tarn-et-Garonne (en las inmediaciones de Toulouse). De manera oficiosa, porque las denuncias iniciales de los padres, que denunciaron el daño psicológico que sufrían los niños, habían llegado hasta el arzobispado de Lyon.

Pese a todo, la Iglesia nunca llevó ante la Justicia al incendiario cura, reincidente, que llegaría a agredir sexualmente a un menor de Toulouse en 2005. El cardenal Barbarin, pese a haber sido alertado en varias ocasiones de la peligrosidad del padre Desperon, no actuó hasta 2016, a raíz de la investigación publicada por Mediapart, cuando desposeyó al cura del ministerio del presbiterio.

Este nuevo caso Barbarin saca a la luz una verdadera estrategia de la diócesis de Lyon, en particular, y de la Iglesia en Francia, en general, a la hora de echar a un lado a sus curas pedófilos. Traslados, sustituciones con gran secretismo a zonas rurales o al extranjero. No existen reglas escritas ni preceptos establecidos, pero se actúa de forma casi sistemática. Los curas Desperon, Preynat, Gérentet de Saluneaux, Houpert, entre otros, todos curas de Lyon están acusados de cometer abusos sexuales. Todos fueron puestos a salvo en un momento o en otro de su trayectoria pastoral, cuando se encontraban bajo la responsabilidad de Barbarin. La Justicia no intervino de forma automática, tal y como exige el motu propio decretado en 2001 por el papa Juan Pablo II. “La práctica generalizada es el traslado. Se produce un tiempo de penitencia, a continuación el sacerdote queda relegado durante seis meses, un año, y a continuación se pasa página y regresa al circuito parroquial”, confirma Christian Terras, director del semanario católico progresista Golias, que ha desvelado numerosos casos de pedofilia.

La mayoría de obispados de Francia se han visto afectados

. Y, aunque el modus operandi presenta pequeñas variaciones de uno a otro, las modificaciones son menores. Cuando llegan las primeras denuncias, el cura acusado de abusos sexuales se toma “un tiempo sabático” y empieza entonces el tiempo de penitencia, el necesario para que el caso caiga en el olvido. Se le traslada geográfica o profesionalmente. Es aislado o destinado a otra parroquia, a menudo situada en una zona rural, en otra diócesis o incluso al extranjero. También puede pasar a ocupar, temporalmente, puestos que no requieren estar en contacto directo con niños, como el de archivero, formador o capellán con personas mayores.

Eso sí, sólo por un tiempo. Meses después, un año a lo sumo. Sea o no condenado, el cura a menudo vuelve a ejercer como sacerdote en otra parroquia, para celebrar primeras comuniones y bautismos. A veces, incluso son ascendidos, como le ocurrió al padre Bernard Preynat en Lyon –nombrado deán en 2013– o al padre Dominique Spina, que ejerce ahora un importante ministerio tras ser condenado a cinco años de prisión por violación. De este modo, se perdona el pasado, se olvida, se entierra en los archivos del arzobispado o de la congregación para la doctrina de la fe, el gendarme de las costumbres del Vaticano.

Si no hay denuncia, a menudo hacen falta años, incluso décadas, para que actúe la Justicia. La prescripción juega a favor de la Iglesia y de los obispados, como en el caso Preynat, antes de que las víctimas o la prensa se hagan oír. “Hay una Justicia transcendente que supera a la Justicia humana en el seno de la Iglesia católica. Es lo que ocurrió entre Barbarin y Preynat. En el nombre del perdón y de la misericordia, ambos alcanzaron un acuerdo”, dice Christian Terras.

Bernard Preynat, el cura pedófilo de Sainte-Foy-lès-Lyon, que entre 1970 y 1991 causó 68 víctimas, según las cifras de la asociación La Parole Libérée, es emblemático en un sistema –el francés– en el que mandan las expulsiones, sin levantar polvareda. En 1991, una madre denunció en la diócesis de Lyon que su hijo, de entonces 10 años, había sufrido abusos por parte del padre Preynat en la organización de boyscouts a la que pertenecía. Amenazó con presentar una denuncia si no se hacía nada. Fue así como el cura llegó a la localidad de Sainte-Foy-lès-Lyon en febrero de 1991. Durante 25 años, las víctimas no volvieron a oír hablar del padre Bernard, expulsado de las zonas rurales de Lyon.

Pero la penitencia, la “excedencia”, sólo duró seis meses. En 1991, Bernard Preynat fue designado cura de la parroquia de un pueblo pequeño, Neulise, antes de ser trasladado a Cours-la-Ville. En 2013, pese a que el cardenal Barberin ya sabía del pasado pedófilo del cura, los asciende a deán de Coteau y lo sitúa al frente de seis parroquias. “Cuando conocí al padre Preynat, me encontré frente a frente con un hombre que reconocía su pasado vergonzoso, pero que me aseguró que no había cometido nunca ningún acto de ese tipo”, justificó el cardenal Barbarin, en una entrevista concedida a Le Figaron, el 21 de mayo.

Sorprendentes “periodos sabáticos”

La Iglesia no se conforma con trasladar geográficamente a los curas acusados de pedofilia. Se ha convertido también en experta en el arte de las reinvenciones y de los cambios de estatus. Bajas médicas, periodos sabáticos, relegación de funciones, traslados al seminario. Éstas y otras herramientas están a disposición de la jerarquía exclesiástica para proteger la imagen de la institución. El objetivo es doble: conseguir que no salte el escándalo y aislar al cura imputado.

En 1982, los padres de unos jóvenes scouts denunciaban por primera vez ante la diócesis al padre Preynat. El cura rápidamente fue relegado de sus funciones. Por “baja médica”, recuerdan dos personas que lo conocieron en esa época. La baja fue corta, pero permitió apagar las brasas de la polémica que en aquel momento empezaban a avivarse. Brasas que se mantuvieron encendidadas hasta 1991, cuando otros padres desencadenaron la marcha del padre Preynat por similares razones. No es el único caso. Otros sacerdotes investigados también fueron objeto de traslado con el fin de aproximarse a un “pariente enfermo”, Enfermedades a menudo reales, pero que vienen muy bien cuando una diócesis desea provocar la marcha de un cura.

Todavía más frecuentes que las bajas son los sorprendentes periódicos sabáticos; una de las medidas de urgencia preferidas por la Iglesia. El caso del padre Desperon, que dejó la diócesis de Lyon, es sintomática. Hasta en dos ocasiones, en 1996 y en 2003, el hombre se vio forzado a tomarse unas vacaciones, siguiendo una mecánica muy precisa. Imputado en 1994, en Lyon por unos feligreses, el cura fue trasladado a la diócesis de Montauban. Pero antes incluso de tomar posesión de sus funciones en la que iba a ser la nueva parroquia, el cura Desperon se tomó un año sabático en 1995-96. ¿El tiempo necesario de acallar los rumores?

Sea como fuere, el pasado del cura no tarda en volver. En 2002, una de sus víctimas lo denunció en una carta remitida al obispado de Montauban, que optó por retirarle el ministerio. Una vez más, el procedimiento es el mismo: “Monseñor Bernard Housset, entonces obispo de Montauban, le pidió que dejase de ejercer el ministerio para tomarse un año sabático en 2003”, confirma la diócesis.

El del padre Desperon no es un caso aislado. Recientemente, el cardenal Barbarin se desplazó hasta la parroquia de Sainte-Blandine, en las inmediaciones de Lyon. ¿El objetivo? explicarle a los fieles “la decisión de pedirle al padre Bruno que se tomase uno o dos años sabáticos fuera de la diócesis”, se precisaba en el sitio web de la parroquia. Una manera de cortar por lo sano con la polémica, mientras el padre Bruno Houpert era condenado en 2007 a 18 meses de prisión por agredir sexualmente a cuatro hombres mayores de edad.

De forma paralela a estos periodos sabáticos, la Iglesia tiene a su disposición todo una gama de oficios dirigidos a los curas que quiere relegar a un segundo plano. El puesto de archivero de una diócesis, de capellán en centros de la tercera edad o el de gestor administrativo son algunos de ellos. El padre Spina, condenado en 2005 a cuatro años de prisión firme por violar a un estudiante de 16 años, fue recolocado tras salir en libertad condicional a finales de 2007, como archivero de la diócesis de Toulouse. Hay otros a los que se insta a retomar los estudios de teología, como el padre L., enviado dos años “en misión de estudios” tras ser condenado por pedopornografía en 2008. “Hay varias formas de actuar cuando un cura es acusado de pedofilia”, confirma Hendro Munsterman, teólogo neerlandés y profesor de la universidad católica de Lyon. “Se inventa una razón y se le envía a estudiar a París o a Roma, por ejemplo”.

Incluso cuando interviene la Justicia, la Iglesia mantiene su influencia a la hora de garantizar que el cura no queda expuesto a los medios de comunicación. En ese caso, las abadías y los conventos desempeñan un papel fundamental. “Puede suceder que el obispo aporte garantías a la Justicia y que el cura espere en un monasterio la celebración del juicio”, asegura un exresponsable de una diócesis francesa. Un acuerdo con la Justicia cómodo puesto los monasterios están pensados para evitar el contacto con el mundo exterior. “El cura no puede salir. En los monasterios, los lugares donde duermen los monjes se llaman celdas”, recuerda. Una celda donde la palabra se guarda con celo, lejos de oídos indiscretos.

“Reciclaje en África o Asia”

En caso de no permanecer en régimen de "clausura", algunos curas o religiosos acusados de pedofilia son enviados, a veces con urgencia, fuera de Francia, a los territorios de ultramar o al extranjero. Una solución destinada a desplazar el problema lejos de las autoridades eclesiásticas y judiciales del país de origen. Para las diócesis, la tarea es menos cómoda que para las congregaciones religiosas y para las órdenes misioneras, más autónomas. “La ventaja de las congregaciones es que tienen acceso a una red internacional, a lugares en África o en Asia que les permiten reciclar a un cierto número de religiosos. Durante mucho tiempo, se les ha enviado a países en vías de desarrollo”, dice el teólogo Hendro Munsterman.

Este modus operandi clásico se aplica también a los territorios de ultramar. Es el caso del abad Jean-Marie Vincent, condenado en 2000, por el Tribunal de Apelación de Nancy a cuatro años de prisión firme por agredir y abusar sexualmente de menores de 15 años. Tras su puesta en libertad en 2003, el exdirector de la coral de los pequeños cantores de Bar-le-Duc fue enviado a La Reunión, con el visto bueno de los obispados de Verdun y de Saint-Denis. Más tarde se convirtió en responsable de la parroquia de La Source. Un cargo que requiere mantenerse en contacto con menores, hasta que el Vaticano le revocó del cargo 2015, 12 años después de su llegada.

Pero Francia no es el único país en el que la Iglesia recurre a este tipo de actuaciones con curas acusados de pedofilia. En varias ocasiones, han llegado al país curas procedentes del extranjero, sin que las autoridades eclesiásticas del país de acogida estén totalmente al corriente. Sucedió así con el cura suizo Joël Allaz, acusado de agredir sexualmente a 24 niños entre 1958 y 1995. El capuchino pasó del cantón de Friburgo a Grenoble y después a Lyon, cada vez que saltaba el escándalo. Esta práctica le permitió gozar de impunidad un tiempo. En Francia también causó dos víctimas.

En tres meses de investigación, hemos constatado prácticas internacionales de traslados que superan a los casos franceses. Un cura canadiense fue enviado de Bélgica a Lourdes, un ciudadano de Quebec fue exiliado a Francia, un francés inculpado a Austria y repatriado, un monje desplazado a Rumanía, un cura belga enviado a Brasil... La lista no es, ni mucho menos, exhaustiva. En septiembre de 2015, la web de información internacional Global Post presentaba el recorrido de cinco curas norteamericanos enviados a América Latina. “Como es más complicado enviar a países occidentales a curas acusados de cometer abusos, los obispados los envían cada vez con mayor frecuencia a países en desarrollo”, dice David Clohessy, portavoz de la asociación de víctimas Survivors Network of those Abused by Priests (SNAP), citada por el Global Post: “Allí la Justicia tiene menos medios, la prensa es menos independiente y la diferencia de poder entre los curas y los parroquianos es más acusada. Es algo masivo y cada vez más acusado”.

En 2002, el equipo de investigación del diario The Boston Globe, Spotlight, tal y como recogía la película homónima, denunciaba cómo se encubría a los curas pedófilos de Estados Unidos.

Walter Robinson, redactor jefe de Spotlight en la época, confirma vía telefónica la existencia de toda una red de curas pedófilos enviados a zonas rurales y al extranjero. “El predecesor del cardenal Law envió a curas pedófilos a América Latina para tenerlos lejos y abusaron de otors niños”, explica Walter Robinson.

Gracias a un largo trabajo de investigación, los periodistas de Spotlight descubrieron los criterios precisos empelados por la Iglesia. Así, elaboraron una lista de 87 curas sospechosos de abusar de menores, forzando la dimisión del arzobispo de Boston, monseñor Law, por encubrir los hechos. “Descubrimos primero 12 o 13 casos, después nos dimos cuenta de que estaban regularmente en el banquillo en lugar de volver a ocupar sus funciones. Figuraban como “de baja”, “en excedencia un año o dos”, “a la espera de destino” o incluso como “trasladado a la oficina del clero”, recuerda Walter Robinson. También existía un programa de cesión dirigido a los curas. La archidiocesis de Boston podía enviar a un cura acusado a otra diócesis cedido”, dice el exresponsable del equipo de investigación Spotlight. “De la cesión” a la excedencia, un modus operandi existente a un lado y a otro del Atlántico. Como un sistema universal de huida hacia adelante de las más altas autoridades eclesiásticas.

Daphné Gastaldi, Mathieu Martiniere y Mathieu Périsse son periodistas freelance residentes en Lyon e integrantes del colectivo We Report, que realiza investigaciones y reportajes en profundidad y multimedia.

Para recabar el estimonio de víctimás o de testigos de casos de pedofilia o de abuso sexual, se ha habilitado una dirección de correo temoins@wereport.fr. La confidencialidad está garantizada.

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Traducción: Mariola Moreno

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