Terrorismo islamista

El presunto asesino de dos policías en Francia planeaba atentar ya en 2011

El presunto asesino de dos policías en Francia planeaba atentar ya en 2011

A su amigo, tentado por hacer la yihad en Pakistán, el supuesto terrorista Larossi Abballa le replicaba en un e-mail enviado el 19 de febrero de 2011: “Francamente, ¿crees que nos necesitan allí […]? Alá va a darnos los medios necesarios para izar la bandera aquí. Está todo por hacer, supone un importante desafío”. El 28 de febrero, insistió: “Hay que ponerse manos a la obra”. Su amigo le preguntó que a qué se refería. La respuesta fue: “A limpiar infieles”.

Su amigo le pide moderación en sus conversaciones, al tiempo que le sugiere la voladura del Charlie Hebdo, ya en el objetivo de los islamistas radicales por haber publicado las caricaturas del profeta. El joven impaciente no comparte esta opinión: “No vamos a esperar a ir todos al país hermano [Afganistán] y a volver para ponernos a ello”.

En aquel momento Larossi Abballa sólo tenía 19 años. Los jueces investigaban entonces una célula encargada de reclutar yihadistas, para enviarlos a la zona fronteriza de Pakistán y Afganistán, en la que estaba implicado. Los magistrados precisan en su escrito de acusación del 26 de abril de 2013, remitido al Tribunal Correccional, que “estos mensajes se refieren inequívocamente a la voluntad de Larossi Abballa de actuar en Francia”. Por estos mensajes fue condenado en 2013 a tres años de cárcel, seis meses de ellos con suspensión, y a vigilancia durante dos años por asociación de malhechores para cometer actos terroristas.

Al día siguiente de la matanza de Magnanville –a 50 km de París– en la que Larossi Aballa pasó a la acción al asesinar a un policía y a su compañera, estos correos electrónicos de hace más de cinco años causan escalofríos. Y las conclusiones de los jueces llevan a preguntarse si no estaremos, de nuevo, ante otro error de los servicios de inteligencia.

El martes por la tarde, en la rueda de prensa ofrecida por el fiscal de París, François Molins se cuidó mucho de subrayar, a modo de introducción, “la complejidad del riesgo terrorista” y de alabar “la implicación sin falla” de los servicios de inteligencia. Sin embargo, como en el caso de Chérif Kouachi, de Amedy Coulibaly o de Mohamed Belhoucine, los asesinos del Charlie Hebdo, del supermercado kasher, y sus cómplices, el autor del atentado tenía antecedentes por terrorismo.

Cuando poco después de la rueda de prensa del fiscal, se le hace notar este aspecto a un magistrado, éste interrumpe al periodista: “Quédese tranquilo, nosotros también hemos hecho la misma constatación…”, dejando entrever con ella cierta irritación en lo que respecta al seguimiento de terroristas ya conocidos y quizás no sometidos a la suficiente vigilancia. Recientemente, Mediapart, socio editorial de infoLibre, publicaba tiempo atrás una serie de artículos sobre los servicios de inteligencia. Varios oficiales hacían sentir su malestar por un sistema que les ahoga en una maraña de informaciones en detrimento de la realización de un análisis cualitativo. Un sistema en el que, a falta de medios, se da más importancia a las escuchas telefónicas en lugar de combinarlas con labores de vigilancia y con los servicios de inteligencia personal. Por las lagunas que se adivinan, el caso de Larossi Abballa ilustra este fenómeno de complejidad administrativa.

A eso de las ocho de la tarde del lunes, Larossi Abbala asestaba nueve cuchilladas mortales en el abdomen a Jean-Baptiste Salvaing, de 42 años, comandante de la brigada de seguridad urbana de la comisaría de Mureaux, cuando se encontraba a las puertas de su casa. Acto seguido, se atrincheró en el domicilio de su víctima. En el asalto a la vivienda llevado a cabo a medianoche por efectivos del RAID, los agentes mataron al terrorista, pero en la vivienda descubrieron el cadáver de Jéssica Schneider, de 36 años, pareja sentimental del comandante Salvaing y agente administrativo en la comisaría de Maintes-la-Jolie. En el domicilio familiar, en estado de shock, pero ileso, se encontraba también el hijo de la pareja, de 3 años.

Según informaciones a las que ha tenido acceso este diario, todavía no se ha establecido ningún vínculo preciso entre el asesino y sus víctimas, a excepción de la proximidad geográfica. Jean-Baptiste Salvaing trabajaba en Mureaux, donde había vivido Larossi Abballa. Antes, lo había hecho en Maintes-la-Jolie, donde residía el terrorista. Tampoco se puede descartar que el autor material de los asesinatos eligiese a su víctima al azar, persiguiendo al primer policía que vio salir de la comisaría.

Los policías, que se sienten objetivos directos, han recibido la matanza como si se tratase de una “deflagración”. “Los colegas se han acostumbrado a ser un objetivo cuando se encuentran en el ejercicio de sus misiones”, resume Nicolas Comte, secretario general adjunto de Unité-SGP-Policía. “Las muertes de Franck Brinsolaro y de Ahmed Merabet [policías asesinados en la matanza del Charlie Hebdo] son un drama pero, al menos, se han producido cuando los agentes estaban de servicio, cuando trataban de impedir un crimen. Esta vez, lo que lo hace especialmente traumático, es que se han convertido en objetivo en un momento de su vida privada, que sus cónyuges e hijos también pasan a estar en el centro de la diana y todo porque desempeñan su trabajo…”.

“Estaré con las fuerzas de seguridad de nuestro país en estos momentos de gran tristeza y de enfado”, ha llegado a decir el presidente François Hollande en el Elíseo. El ministro del Interior Bernard Cazeneuve ha trasladado apoyo a sus efectivos, aludiendo a “la dignidad de estos policías”, “los sufrimientos acumulados”, “las familias destrozadas que hay tras los ataúdes.

Los agentes de Policía están en primera línea pero, en su tentativa de desintegración de la sociedad francesa, el Estado Islámico no cuenta con detenerse ante los representantes de las fuerzas del orden. Su órgano de comunicación, A'maq, que reivindicó en la noche del lunes el doble asesinato, publicó en su cuenta de Facebook el martes un vídeo de 12 minutos en el que el terrorista, tras cometer el ataque, se jactaba de los asesinatos. En ese vídeo, que ya ha sido retirado de las redes sociales, Larossi Abballa lee una declaración escrita de antemano.

Sus numerosas titubeos llevan a pensar que quizás no es el autor de la misma. El terrorista apuenta de nuevo a los policías pero también a los “vigilantes de los centros penitenciarios”. “Incluso aunque se llamen Mohamed o Aicha, matadlos”, precisa. También pone en la picota a los judíos y a los salafistas y los raperos, esos “aliados de Satán”. También menciona a cinco periodistas, a un islamista e invita a matar a representantes políticos del país, sin citarlos expresamente. A todos los que no pasen a engrosar las filas del Estado Islámico les dice: “No vais a tener descanso” y esboza una amplia sonrisa mientras promete: “Reservamos otras sorpresas para la Eurocopa…”.

Degollador de conejos

François Molins confirmó en rueda de prensa que un juez de instrucción ordenó que se sometiera a escuchas telefónicas a Larossi Abballa, a principios de 2016, en el marco de una investigación sobre la célula que reclutaba yihadistas para su envío a Siria. “Pero estas escuchas telefónicas no aportaron ni el más mínimo detalle que permitiese percatarse de que se estaba preparando un atentado, por sí mismas no podían justificar una detención por iniciativa de un juez de instrucción”, subrayó el procurador.

Sin embargo, el magistrado precisó que las autoridades penitenciarias sí supieron detectar los actos de proselitismo durante el tiempo que permaneció en prisión en relación a la célula de reclutamiento de yihadistas en la zona fronteriza de Pakistán y Afganistán, que situó en las radares del antiterrorismo a este pequeño delincuente –condenado hasta la fecha en tres ocasiones por robo, conducir sin carné y desacato–. En el marco de su control judicial, los servicios penitenciarios de reinserción detectaron, siempre según el fiscal, el “discurso llano” de Larossi Abballa.

Un discurso alejado de los contenidos recogidos en los mails del terrorista y en los que parece que dispone de información “sobre hermanos que van a atacar Francia”, un proyecto que nunca fue identificado por los investigadores.

Antes de prever atacar Francia, Larossi quería ir a zonas tribales. “Por favor, déjadme ir, por favor, por favor…”. Ante la duda de sus cómplices de la célula terrorista de entonces, Larossi prevé irse a Túnez en plena revolución donde está en contacto con alguien “cuyo rostro desprende una luz imposible”. En su opinión, este “hermano” habría ido a Afganistán y estaría vinculado con los atentados de Casablanca.

El emir de la célula pakistano-afgano, un indio instalado en Francia, disponía en su disco duro una obra en inglés sobre la purificación de productos químicos comunes, que se pueden hallar en cualquier comercio, para fabricar explosivos, escrito por Abu Khattab al-Misri, el químico de AlQaeda, pero también un manual de instrucciones para convertirse en tirador de élite y una guía sobre las funciones del lanzacohetes RPG-7, así como un libro que justifica los atentados suicidas.

Durante el fin de semana, el grupito se daba cita en parques de la región de París para entrenar. “El objetivo era mantener la forma física ante la eventualidad de tener que marcharse a hacer la yihad”, según el testimonio de un participante. Los miembros, a los que se citaba por sms, debían hacer volteretas y acostumbrarse a reptar. Al menos, en una ocasión, como se ve en un vídeo, degollaron a cinco conejos en el bosque de Cormeilles-en-Parisis, en diciembre de 2010. Según dos de ellos, esta sesión de degollamiento de conejos en el bosque era un entrenamiento con vistas a la celebración de la fiesta de Eid [del sacrificio] y en donde se mataba conejos en lugar de corderos. Los jueces precisaron en su escrito de acusación que la fiesta de Eid el-Kebir se había celebrado un mes antes.

En cuanto a Larossi Abballa, los magistrados de instrucción subrayaron que en su primera declaración dijo ser “ateo”, que “negaba haber jurado lealtad al emir del grupo y esto pese a las declaraciones de los demás miembros del grupo”, que “no hablaba tampoco de la sesión de degüello de conejos cuando los demás miembros del grupo aludían a su presencia”.

Marc Trévidic, uno de los dos jueces que lo imputaron, recuerda, en una entrevista concedida a figaro.fr: “Larossi tenía entonces un papelconsiderado menor […]. Quería hacer la yihad, es verdad. Se había entrenado en Francia no militarmente, sino físicamente. Pero, concretamente, entonces, aparte de las malas compañías y de hacer ejercicio para mantenerse en forma, no había mucho que reprocharle en el sentido estricto de tomar medidas penales”.

En el juicio celebrado en septiembre de 2013, todos los abogados minimizaron la peligrosidad del grupo. “Parecían ausentes, nadie había reivindicado sus veleidades yihadistas”, recuerda uno. “Pero no era el mismo contexto, el Estado Islámico no existía, la historia avanza deprisa…”. El abogado Hervé Denis, también en el caso, habla de una “célula débil, sin armas ni explosivos, ni objetivos precisos”. Y en este marco, Larossi desempeñaba un papel muy secundario. Recurría al islam radical como receptáculo para sus frustraciones, su adoctrinamiento no parecía muy profundo”.

Entonces, ¿dónde está la famosa taqya, el arte del disimulo, que, de Mohamed Merah a Amedy Coulibaly, ha permitido engañar en varias ocasiones a los investigadores en diferentes casos terroristas? Un cómplice de Abballa en la célula afgana-paquistaní precisó las consignas de discreción dadas por el emir de su grupo, dejar de usar Facebook, no acudir a manifestaciones, reunirse, “hacerse muy pequeño, siempre sonriente”, no ir a la mezquita salvo para el rezo de los viernes.

En una agenda intervenida en el registro domiciliario de Larossi Abballa en 2011, estaban copiados a mano, de su puño y letra, los artículos del Código Penal relativos al al terrorismo, así como una lista de direcciones de comisarías.

El presunto asesino de dos policías en Francia planeaba atentar ya en 2011

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Traducción: Mariola Moreno

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