Las consecuencias de la crisis

La pobreza en Francia alcanza niveles “desconocidos”

Manifestantes se enfrentan a la policía durante una protesta en París contra la reforma laboral.

Los que menos tienen son los que más han sufrido las consecuencias de la crisismenos tienen, también en Francia.  Ésa es la principal constatación que se desprende del informe de 2016 elaborado por el Instituto Nacional de Estadística y Estudios Económicos francés (Insee), que lleva por título Les revenus et le patrimoine des ménages (Las rentas y el patrimonio de los hogares), publicado el pasado 28 de junio. No por conocidas, las cifras son menos alarmantes. En los cinco años analizados en el estudio, de 2008 a 2013, los peores de la crisis, el nivel de vida medio de los franceses cayó el 0,2% anual, de media. O lo que es lo mismo, el 1,1%, unas cifras “inéditas” desde que comenzó a realizarse este análisis, en 1996. Por si fuese poco, en el 10% de los hogares más modestos, la caída llegó a ser del 3,5%. Dicho de otro modo, la crisis ha ahondado en las desigualdades. El Instituto también recoge cómo ha evolucionado de la pobreza en Francia y destaca que se ha producido un “agravamiento inédito en Francia”.

Tradicionalmente, el informe anual del Insee es objeto de críticas porque se presenta con tres años de retraso. Y es que, para poder conocer cómo evolucionan los ingresos y el patrimonio de los franceses, el Insee debe recopilar los datos fiscales, ya que ésta es la fuente más fiable. Y, al mismo tiempo, la investigación anual nunca coincide con las evoluciones más recientes. La edición correspondiente a 2016, con datos de hasta finales de 2013, tiene mayor interés si cabe porque permite conocer la evolución de las desigualdades en los años más duros de la crisis, de 2008 a 2013.

Las primeras cifras que llaman la atención son las más recientes. En 2013, en la Francia metropolitana, el nivel medio de vida de los franceses fue de 20.000 euros al añonivel medio de vida, es decir, de 1.667 euros al mes. En resumen, el 50% de los franceses tuvieron este año un nivel de vida por debajo de ese umbral. Esta única estadística ya impresiona en sí misma porque viene a confirmar que el nivel medio de vida de los franceses es muy bajo. Hay que tener en cuenta, que el sueldo base para un contrato de 35 horas es, en 2016, de 1.466,62 euros (frente a los 1.457,52 de 2015). Conocidas estas cifras, se entiende mejor la sorpresa de los franceses cuando se enteran de las remuneraciones de algunos directivos como Carlos Ghosn (de Renault-Nissan), superiores a los 15 millones de euros anuales.

Si observamos la evolución de los últimos años, se pone de manifiesto que también ha sido desfavorable. Nada demasiado sorprendente, puesto que las consecuencias de la crisis las han soportado los hogares, primero con Nicolas Sarkozy y después con François Hollande. Las estadísticas demuestran, ni más ni menos, la magnitud de la fractura sociale fruto de los años de la crisis. En cinco años, de 2008 a 2013, el nivel medio de vida de los franceses ha retrocedido un 1,1%, a razón del 0,2% anual. “Esta lenta disminución, en cinco años, del nivel medio de vida es inédito desde que se estudian los ingresos fiscales y sociales, entre 1996 y 2013”, advierte el Insee.

Concretamente, el nivel de vida medio de los franceses ha caído de los 20.260 euros anuales en 2008, a los 20.000 euros en 2013. Pero la evolución es más grave porque abarca fuertes disparidades según el nivel de vida de los franceses. Si se observa la evolución de lo que el Insee denomina el “primer decil de nivel de vida de los franceses”, es decir, el nivel de vida del 10% de los hogares más modestos, se ve que el retroceso es más acentuado: cae de 11.230 euros anuales a 10.730 euros, en 2013. Dicho de otro modo, el nivel de vida de este 10% más pobre pasó de ser de 935 euros al mes, en 2008, a 894 euros, en 2013.

Políticas económicas y sociales devastadoras

Los hogares más pobres no son los únicos que han perdido poder adquisitivo con la crisis. Los más ricos, con propiedades mobiliarias, también han sufrido las consecuencias (¿de forma provisional?), pero de menos. Este es el panorama que describe el Insee: “En definitiva, en el curso de estos cinco años de ligera caída de los ingresos medios en Francia, los niveles de vida del conjunto de la distribución han caído, salvo el 8º decil. El nivel de vida disminuye hasta situarse en lo más bajo (-3,5%, el 1er decil y del 0,2% en el 7º decil). Progresa al nivel del 8º decil (+1,1%) y disminuye netamente desde el el 9º decil (-1,3%, -1,6% para los dos últimos deciles).

En resumen, estos años de crisis han acarreado importantes perjuicios sociales pero también ha sido una época en que han aumentado las desigualdades, en detrimento, sobre todo, de los que menos tienen.

Los umbrales de pobreza se mantienen en niveles excepcionalmente altos. Tradicionalmente, el Insee calcula dos indicadores diferentes de umbrales de pobreza: un primer umbral –según el cual se considera pobre a una persona cuyos ingresos son inferiores al 50% del nivel de vida medio de los franceses– y un segundo umbral, que marca los niveles de vida inferiores al 60% de esos ingresos medios. Este segundo indicador es el que más se utiliza en el debate público.

En 2013, el Insee constata que “el umbral de la pobreza, que corresponde al 60% del nivel medio de vida de la población, es de 1.000 euros mensuales. La pobreza afecta a 8,6 millones de personas, es decir, al 14% de la población. Esta proporción cae ligeramente en 2012 y 2013 (-0,4 y -0,3 puntos), pero en cinco años, la pobreza creció +0,7 puntos, lo que supone un cambio en la tendencia precedente, a la baja”.

A la vista de estas cifras, se podría pensar que la crisis ha aumentado el número de pobres, pero que esta tendencia es pasajera. Sin embargo, supone un error minimizar la gravedad de las cifras. Porque el Insee también emplea un calificativo que llama la atención: habla de una evolución “inédita”. En concreto, dice textualmente: “La tasa de pobreza monetaria se eleva en 2013 al 14% de la población, es decir, un nivel en ligero descenso con respecto a 2012 (14,3%), prolongando la disminución observada entre 2011 y 2012 (-0,4%). La tasa de pobreza ha aumentado considerablemente entre 2008 y 2011 (+1,4, puntos), antes de retroceder 0,7 puntos entre 2011 y 2013, en un contexto en que el nivel de vida media bajó un 1% en dos años. Simultáneamente, desde 2008, la intensidad de la pobreza aumenta 0,5 puntos porcentuales, empeorando la situación de los más pobres con relación al resto de la población”.

Y en el resto de su análisis el Insee hace una constatación devastadora: “Esta agravación de la pobreza es inédita en Francia. En efecto, la pobreza ha disminuido de forma casi continua entre 1996 y 2004 (-1,9 puntos). Desde entonces, sólo había caído, de forma puntual, en 2008 (sobre todo por el aplazamiento de la actualización de los recursos a partir de los cuales se calculan las prestaciones familiares), estabilizándose en torno al 13%”.

Este diagnóstico indiscutible supone una constatación abrumadora de las políticas económicas y sociales de Nicolas Sarkozy, en el periodo de 2008 a 2012, parcialmente recogido en el estudio del Insee. Pero también resulta abrumador para François Hollande, por dos razones. Por un lado, parte del periodo analizado corresponde con el inicio de su quinquenato. Y, sobre todo posteriormente, continuó y agravó las políticas desiguales que aplicó su predecesor, multiplicando los regalos a los grandes fortunas y a las empresas y rechazando cualquier gesto a favor de los más modestos, multiplicando las reformas para acentuar la flexibilidad laboral. En resumen, Hollande no quiso corregir esta situación, sino que la agravó.

Ahora bien, lo que revela también pone de manifiesto este informe del Insee es precisamente la onda de choque que acarrea esta pauperización y sobre todo la precarización de la sociedad, como es dar continuidad a las reformas iniciadas hace más de 20 años. Una última cifra lo pone de manifiesto: en 2013, “1,9 millones de personas asalariadas viven por debajo del umbral de la pobreza, es decir, el 7,6% de los trabajadores activos ocupados”, revela el Insee, que añade: “Tener un empleo ya no impide escapar a la pobreza”. En resumen, con este capitalismo de accionistas, aparece y se desarrolla una nueva categoría de asalariados, la de los working poors, los trabajadores pobres.

Si esta constatación es evidente en el año 2013, año estudiado por el Insee en su último informe, es más pertinente que nunca en 2016. Basta con estudiar los últimas estadísticas de los demandantes de empleo: el número de demandantes de la categoría A, la más restringida, puede descender ligeramente en el segundo semestre de este año, según las previsiones, el número de demandantes de las categorías A a la E puede seguir subiendo hasta alcanzar niveles históricos, superiores a los 6,5 millones de personas.

En este sentido, el estudio del Insee es todo un aviso a navegantes. Porque muestra que las últimas evoluciones, marcadas por un aumento de las desigualdades, son inquietantes. En un segundo estudio, que abarca un periodo más amplio, el Insee hace una constatación que confirma el carácter muy desigual del capitalismo que succionó a Francia en los años 1980-90: “El estudio de los indicadores de desigualdad de los niveles de vida de largos periodos muestra variaciones notables: después de un importante descenso en los años 70 y 80, tras un periodo de estabilidad en los años 90, las desigualdades aumentaron en los años 2000”. Pero el trabajo del Insee sirve de alerta de cara al futuro: con la desregulación masiva del empleo en Francia, la recuperación puede ir acompañada del desarrollo masivo de la precariedad y de la pobreza. En un capitalismo marcado por un fuerte egoísmo social, la recuperación puede ir acompañada de un nuevo aumento de las desigualdades...

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  Traducción: Mariola Moreno

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