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Elecciones presidenciales en Francia

Jean-Luc Mélenchon: “Si gano las elecciones, derogaré la reforma laboral”

El fundador del Partido de Izquierda francés endurece su discurso sobre el euro

Un mes después del lanzamiento de su campaña, en la Place de Stalingrad de París, el que fuera candidato del Frente de Izquierda en 2012 se pone su nuevo traje de candidato de la “Francia insumisa” de 2017, ese “partido sin muros” en el que ahora cree. Jean-Luc Mélenchon se lanza al asalto del Palacio del Elíseo y asume que está “fuera del partido”. En esta entrevista concedida a Mediapart, socio editorial de infoLibre, habla de cuestiones europeas y sociales de actualidad y subraya la importancia de la nación y de la soberanía popular, así como de la ecología.

Pregunta: Una semana después del Brexit, ¿cómo explica el hecho de que, contrariamente a lo ocurrido en 2005 en Francia, no haya habido un no de izquierdas?Brexit

Respuesta: En 2005, gracias a que una parte de la izquierda y numerosos socialistas se implicaron abiertamente, las críticas a la Europa liberal no procedieron únicamente de nacionalistas de ultraderecha. Por ello, el debate social dio lugar a un debate en el movimiento socialista, que contaba silenciar. Esto da idea de la importancia de asumir públicamente las convicciones. Si Jeremy Corbyn [líder de los laboristas británicos] era realmente partidario del Brexit, debía haber sido consecuente ya que ahora se encuentra frente a aquello de lo que que creía escapar: una crisis en el seno de la formación. Se ha quedado sin el apoyo de las clases medias que han votado, sin él, en contra de las posiciones adoptadas por la derecha de su partido. Por tanto, supone un error garrafal haber dejado en manos de la derecha extrema y de la ultraderecha al electorado de izquierdas hostil a la Europa liberal. Además, debido a la falta de apoyos, no me he implicado in situ en el debate.

Dicho esto, la cuestión es cuál debe ser la posición de izquierdas en Inglaterra. Porque el país no forma parte de la eurozona, no se somete a la mayoría de las reglas comunitarias e incluso ha conseguido una cláusula de exención en la mayor parte de los umbrales sociales de los tratados europeos. Permanezca o abandone la Unión Europea, Inglaterra siempre se ha opuesto a cualquier avance hacia una Europa social... Pero no me esperaba que desapareciese la voz de la izquierda. Se ha perdido una ocasión histórica a la hora de pasar la página del blairismo porque la cuestión de Europa pone de manifiesto la contradicción existente entre la izquierda fiel a su programa progresista histórico y los usurpadores que son los gerentes entusiastas del orden establecido. No hay que dejar nunca pasar la oportunidad de aislar a estos últimos. La derrota del “social liberalismo” debe proceder del voto popular, no de las intrigas de los congresos trucados del PS.

P: El referéndum influye en la dirección del viento que sopla en Europa. Después del rechazo a las políticas de austeridad en Grecia o en España, ahora es el momento del repliegue identitario...R:

Efectivamente, el balance está lleno de contrastes. Rechazo el concepto de repliegue identitario que estigmatiza a la resistencia social contra la pérdida de los logros sociales del país. El aspecto positivo es que la cuestión europea va a estar en el centro de la campaña de las presidenciales. En 2012, no conseguí que este tema entrase en campaña. Y todo porque François Hollande dijo muy pronto que renegociaría el Pacto de Estabilidad que aceptó Sarkozy. Así que mucho gente se dijo “en realidad están diciendo lo mismo”. Entonces, mi punto de vista se entendió como una medida de cautela exagerada. En realidad, François Hollande sabía ya que no renegociaría nada y que traicionaría a todos los que le votaran. La primera protesta del Frente de Izquierda, después de 2012, estuvo dirigido a oponerse a que el Parlamento de Versalles adoptara este tratado.

Hollande no ha cambiado. La semana pasada, cuando nos recibió en Elíseo, François Hollande y Jean-Marc Ayrault nos dijeron que su proyecto después del Brexit es una integración mayor de algunos países en el marco ya existente. Sus prioridades pasan por un marco presupuestario vinculante en la eurozona y una defensa común. Son elementos de desintegración de la potencia de la nación francesa y de su control popular. Quiero puntualizar que cuando hablo de “nación”, me refiero al pueblo francés.

P: ¿Hará campaña a favor de la salida de los tratados?

R: De momento, se nos quiere englobar en la dialéctica del mal. Si se es hostil a la Europa actual, de inmediato te tildan de xenófobo o de antieuropeo. Si se es partidario de una unión continental, se debe avalar inmediatamente la globalización, las políticas de equilibrio presupuestarios, la regla de oro, la OTAN y la guerra con Rusia. Ningún espíritu libre puede estar de acuerdo con algo así. Esto me ha llevado a trazar la hoja de ruta con un plan A y un plan B. El plan A prevé la renegociación de los tratados. Todo el mundo debe abandonar Europa. Si se rechaza, no hay que ceder a ninguna de las amenazas, chantajes o violencias habituales de la Europa alemana. Hay que estar listo para quitarse esta camisa de fuerza. La nueva asamblea deberá fijar el mandato de negociación y el pueblo francés será consultado acto seguido sobre el resultado de la negociación. El pueblo decidirá desde el principio hasta el final del proceso.

P: La situación, ¿no requiere la unificación de los planes B de la otra izquierda europea, la que usted defiende y la del griego Yanis Varoufakis, la del Laborismo o de Syriza, pasando por Podemos?

R: No se puede. Esto sólo funciona si queda muy abierto. Cada uno plantea el plan B en función de su propio equilibrio nacional de fuerzas. Grecia y Francia no tienen el mismo peso. Sin embargo, la Europa del Sur ocupa un lugar peculiar. Las tres principales potencias económicas, por detrás de Alemania, están ahí. Y ahí es donde la resistencia al proceso de anexión de la Unión Europea es mayor.

P: ¿Anexionada?

R: El término de anexión puede parecer fuerte, pero desde que Alemania del Norte se anexionó a Alemania del Oeste, el proceso de liberalización de Europa se basa en la anexión. Todas las estructuras de los Estados sobre todo los que llegan a la Unión –comerciales, jurídicas y a veces incluso políticas– se desmantelan. Hablo de ese proceso en mi libro Le Hareng de Bismarck. Aquellos que se resisten son combatidos por todos los medios. La violencia política de Europa ha alcanzado a Irlanda, después a Chipre, después a Grecia, Italia, España, Portugal. En cada ocasión, el país recibe el mismo trato que un niño que se hubiese portado mal. Después se le desangra y se le saquea.

Tras el Brexit, si se producen nuevas represalias, no irán en contra de la libertad de comercio y de finanzas –la City es suficientemente importante para ellos–, sino en contra los Estados nacionales. Desde un punto de vista francés, que Irlanda se reunifique o que Escocia consiga la independencia, aunque sea con el pretexto de permanecer en la UE, es muy cómodo. Pero ¡hay que tener cuidado con la caja de los truenos que se abre! Detrás vendrán también, legítimamente, Cataluña, Flandes (Bélgica)... En Europa, algunas naciones son construcciones recientes. Los reinos son, por naturaleza, radicalmente distintos. Y los eurólatras adoran cuestinar los Estados nacionales. Una vez destruidos los logros sociales, la inclinación hacia la destrucción de la soberanía nacional de los pueblos es considerable. ¿Estamos dispuestos a cambiar todas las fronteras en Europa?

P: Marine Le Pen reclama ahora la celebración de un referéndum sobre la salida de la UE y también de la eurozona. Es de suponer que el asunto tenga notable eco durante la campaña de las presidenciales. ¿Cómo va a responder?

R: Voy a librar una batalla de convicción. Será complicada, como lo son todas las que exigen un poco de sutilidad y necesitan ser un poco diferentes. Marine Le Pen nos sigue muy de cerca en todo lo que decimos sobre la cuestión. Sabe bien la importancia del reto: ¿quién liderará las críticas vertidas contra la UE? Porque estos organizarán el futuro en cuanto todo el sistema se venga a abajo. ¿Quién lo dirigirá entonces, los “etnicistas nacionalistas” o los humanistas republicanos?

Marine Le Pen defiende un nacionalismo muy estrecho, que renuncia a las políticas europeas. Yo permaneceré anclado en la estrategia Plan A/Plan B. Mi posición no es ni de lealtad ciega ni de cerrazón, hasta el punto de renunciar a cualquier ambición por mi país. ¿Por qué motivos habríamos de dejar el continente bajo dominación del Gobierno alemán? Sería irresponsable desde el punto de vista histórico. Europa del Sur puede darle la vuelta a las cosas si nosotros, Francia, tenemos un proyecto claro y lo trasladamos, abiertamente, a todos los pueblos de Europa. Entonces, en Europa del Este veremos que muchos países quieren aflojarse el cinturón.

P: En 2012, usted representaba al Frente de Izquierda. En esta ocasión, se presenta en nombre de la “Francia insumisa”, sin la palabra izquierda...

R: Desde 2012, en ocasiones nos hemos presentado como la “verdadera izquierda” dado el hartazgo que la “izquierda oficial” generaba. Pero esto nos relega, en el panorama mediático, a la extrema izquierda. Sin embargo, no somos extremistas. Además, estoy convencido de que en lugar de desgastarnos en una batalla de etiquetas que no le dice nada a la sociedad, queremos llegar al fondo del país, que no se reconoce ni en la izquierda de Hollande ni en la derecha de Sarkozy, pero que puede conectar con nuestro discurso sobre el independentismo francés, la soberanía popular, la planificación ecológica, el progreso humano y el mix particular que hago de todo esto. Hay que superar el bloqueo que suponen las etiquetas para poder aunar al pueblo y a la sociedad en torno a objetivos comunes. Hay que conectar también con el electorado de izquierdas que ha votado al Frente Nacional o que se ha abstenido. En lugar de la izquierda de Hollande y la derecha de Sarkozy, prefiero enfrentar los partidarios de la energía nuclear a los que abogan por las energía renovables, a los que adoran Europa frente a los eurorrealistas y así sucesivamente.

P: En lo que respecta a la reforma laboral, ¿cómo ve la posibilidad de que la movilización social salga derrotada?

R: En primer lugar definamos “derrota”. Todavía no se ha zanjado la cuestión y si se recurre al artículo 49.3 [aprobación por decreto, salvo moción de censura en contra] , este Gobierno no se irá de rositas. En ese caso, los diputados de izquierdas deben votar a favor de la moción de censura, con independencia de quien la presente, para bloquear la ley. Hasta el final, Hollande debe tener en cuenta que el ejercicio es demasiado costoso políticamente. Y que la victoria ideológica de los métodos de Valls le sale demasiado caro a su campaña de cara a la reelección. [...]

La batalla no ha concluido y, si gano, me comprometo a derogar la reforma laboral y restableceré la jerarquía de las normas sociales. Los que creen que el pueblo es un rebaño de personas sin cerebro ni memoria se equivocan. La onda de expansión de los grandes movimientos sociales siempre ha tenido consecuencias políticas: mayo de 1968 con 1981, diciembre de 1995 con 1997....

Además, el movimiento contra la llamada ley El Khomri ya ha tenido un efecto oxigenante. Durante cuatro meses, se ha hablado algo distinto al terrorismo o al islam. Y los líderes sindicales del frente de rechazo han estado muy bien. Han resistido a las provocaciones. Las confederaciones han desempeñado su papel, la lucha ha podido desarrollarse en varios campos sin lanzar continuamente todas las fuerzas a la batalla.

Esta batalla también ha sido una escuela extraordinaria para la formación y la ampliación de lo que va a ser el protagonista de mi campaña: el partido sin muros. Toda esta gente de todas las edades, de toda condición, que comparte una visión común anticapitalista y antiproductivista y una cultura común humanista de límites imprecisos. Para este partido sin paredes, el ciclo de la reforma laboral no acabará hasta las presidenciales de 2017.

P: Después de cinco meses de campaña, y comparado con 2012, su libertad de palabra, libre de las restricciones del Frente de Izquierda, en su opinión, ¿compensa el probable déficit de estructuración militante, de financiación, de apoyos?

R: Empezará por lo más importante: esta campaña tiene para mí un significado que va más allá del aspecto puramente electoral e inmediato. El desafío pasa también por el nacimiento de un nuevo progresismo ecologista y social, de un nuevo humanismo político en Francia como corriente de vocación mayoritaria en Francia.

La vieja corriente progresista se ha venido abajo sobre sí misma. Ha dejado piezas y fragmentos muy diversos que los políticos reúnen sin imaginación ni coherencia para concurrir a las elecciones. La primera tarea pasa por reformular nuestro marco programático en el sentido histórico del término. No hablo aquí del conjunto de medidas de aplicación de resultar electo, sino del proyecto para cambiar la historia de la civilización humana, después del sueño socialista. He respondido a esta cuestión mediante la evolución específica, que se tradujo desde el día siguiente de 2012, con las bases del ecosocialismo y la publicación de mis libros La Règle verte y después L'Ère du peuple. Para mí supone un cambio de paradigma articulado en torno al “pueblo” como actor de la historia, la planificación ecológica y una estrategia revolucionaria que se sustenta en la convocatoria de una asamblea constituyente.

Para mí, la ecología política articula el nuevo proyecto histórico del humanismo progresista. Es el punto de salida del razonamiento. Sólo hay un ecosistema compatible con la vida humana y dicho ecosistema está en peligro. Por ejemplo, sabemos que los fenómenos climáticos extremos ya están ahí, que van a ir a más, que su progreso no será lineal. Nos ponen entre la espada y la pared: ¿todos juntos o cada uno por su lado? La ruptura fundamental que se debe llevar a cabo tiene que ver, por tanto, con el productivismo. Pero el productivismo es un todo donde lo social, la ecología y la democracia y la cultura están encastrados en el sistema global que forma la nueva edad del capitalismo financiero.

P: ¿Hay algún hecho particular que le ha llevado a dirigirse con prioridad hacia la las cuestiones ecológicas?

R: No, es un todo desde 2007 y mis primeros textos sobre la cuestión. También hay crisis que refuerzan esta toma de conciencia. Somos 7.000 millones de humanos. Cuando nací, sólo éramos 2.000 millones y pronto seremos 10.000 millones. ¡Supone una presión espectacular sobre el ecosistema! Un ejemplo, el Mediterráneo se está convirtiendo en un estercolero: cuando yo era un niño, ¡no necesitábamos vacunarnos para bañarnos! Y cuando subes a un avión, te desplazas a 10.000 km y tienes la impresión de estar en el mismo aeropuerto y en la misma ciudad porque la civilización humana ha uniformizado los gustos y los colores para producir de forma, incluso lo más inútil.

Mi campaña apostará por esta forma de ver las cosas y sus consecuencias prácticas. A partir de ahí, resolveremos el problema del paro, de la sanidad, de la alimentación, en un sentido “colectivista”, tomando como punto de partido un nuevo humanismo. Mi visión sitúa al ser humano en el centro: no soy un medioambientalista o un naturalista. Parto del hecho de que es el único ecosistema compatible con el ser humano.

También he tratado de extraer conclusiones de América Latina. Allí hemos asistido a la redistribución de las riquezas, sin plantearse que pueden darse situaciones absurdas: se saca a millones de personas de la pobreza que pasan a ser clase media, que a la vez se caracteriza por consumir de forma ostentosa sin objeto ninguno y de forma contraproducente. No haré más concesiones. Mi campaña se articulará en torno a dos ejes, este nuevo humanismo y el independentismo francés.

P: ¿Qué operativo pondrá en marcha?

R: En diciembre les dije a mis compañeros del Frente de Izquierda que creía que había que empezar pronto la campaña. Se negaron y apostaron por celebrar primarias. Estaba convencido de que esta idea terminaría estallando como una burbuja. Así fue [...]. Me propuse como candidato alternativo. Para ser sinceros no me esperaba recibir tan pronto un ataque semejante por parte del Partido Comunista: ¡esa misma tarde! Es lo que hay. Se trata de una especie de prueba de la verdad [...].

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P: A la vista de estos primeros cinco meses de campaña, ¿está confiado con los diez meses que quedan?

R: Sin duda habrá muchas borrascas y peripecias [...] En lo que me concierne, se puede decir que estos cinco meses han sido muy positivos en el paso que he dado. Por un lado, se ha constituido una fuerza política y más de 100.000 firmas han apoyado mi candidatura. Por otro, ha nacido un movimiento, que hizo una demostración de fuerza en la concentración del pasado 5 de junio en la Place de Stalingrad. Emergió una convergencia de 2.000 sindicalistas. Y, por último, se ha creado un “espacio político” con organizaciones socialistas y comunistas, un conjunto de sindicalistas. El problema es reunir los apoyos necesarios. Tenemos 170 firmas y necesitamos 500...

Traducción: Mariola Moreno

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