Tratado de Libre Comercio

La UE, acusada de incumplir el acuerdo de París contra el cambio climático

La Convención de Cambio Climático de la ONU y el Acuerdo de París, Princesa de Asturias de Cooperación

A pesar de las dificultades, el presidente de la Comisión Europea está convencido. Jean-Claude Juncker espera que las negociaciones del Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos (TTIP, por sus siglas oficiales en inglés; o Tafta, como lo denominan sus detractores) concluyan antes de fin de año. Al menos, en lo que respecta a los “principales bloques” del texto, según manifestó el pasado fin de semana, al término de una reunión con Barack Obama. Por esa razón, la nueva ronda de negociaciones que se iniciaba este lunes en Bruselas, la 14ª desde que dieron comienzo las conversaciones en el verano de 2013, puede ser decisiva: “El ritmo de las conversaciones se ha intensificado mucho”, asegura una fuente europea conocedora de las negociaciones en curso.

Los negociadores europeos van a presentar a sus homólogos una decena de propuestas de capítulos (de un total de 24, esbozo del futuro –y aún incierto– TTIP). No obstante, nada indica que los norteamericanos, que están más bien a la defensiva desde que dieron comienzo las discusiones, den su visto bueno en ese punto. En concreto, la UE se dispone a presentar uno de los capítulos más controvertidos y que considera como una de sus prioridades estratégicas, el relativo a la “energía y las materias primas”. Medipart, socio editorial de infoLibre, publica en exclusiva el texto (en inglés) en su integridad, obtenido gracias a varias organizaciones de la sociedad civil en Europa, entre ellas Aitec y Attac en Francia.

La publicación de este capítulo no es sino la continuación de la filtración de 2014, publicada en The Washington Post, de un non paper, es decir de un documento de trabajo que fijaba las grandes líneas de la posición europea sobre los desafíos energéticos y que causó un importante revuelo en Estados Unidos. El nuevo documento, que data del 20 de junio de 2016, “se cerró en las últimas semanas de acuerdo con los Estados miembros”, según fuentes internas de la Comisión.

A tenor del análisis de las ONG, en resuemn, se confirman sus peores temores: si el texto se aplica, ni Estados Unidos ni la UE podrán mantener los compromisos climáticos alcanzados en la cumbre del clima de París de diciembre de 2015. “La UE prefiere aumentar las importaciones de energías fósiles en lugar de respetar el acuerdo de París y no habrá mecanismo de protección o de salvaguarda que permita dar prioridad a los desafíos sobre la carrera de la competitividad”, advierte Amélie Canonne (Aitec) y Maxime Combes (Attac), en un comunicado publicado el lunes. 

En materia energética, la situación de la UE y de Estados Unidos ha cambiado. La Unión Europea es muy dependiente de Rusia, tanto en lo que a las importaciones de petróleo y de gas respecta. Por el contrario, Estados Unidos hace poco que se ha convertido en el primer productor mundial de gas, gracias a la controvertida tecnología de fracturación hidráulica (fracking), que permite la extracción de hidrocarburos de esquisto. El objetivo, para los europeos –y sobre todo de las capitales de Europa oriental–, es sencilla, coincidiendo con la crisis ucraniana: se trata de facilitar las importaciones de gas y de petróleo procedentes de Estados Unidos, para reducir su dependencia de Moscú.

En este contexto, el Congreso de Estados Unidos adoptó en diciembre de 2015 una sorprendente decisión: el levantamiento de la prohibición que bloqueaba desde hace 40 años cualquier exportación petrolera. Bien es verdad que el TTIP, aquí, puede no servir de mucho, ya se ha despejado el horizonte para las exportaciones de oro negro con destino a la UE.

Pero el meollo de la cuestión sigue el acceso al gas producido en Estados Unidos. Algunos barcos ya transportan gas natural hasta suelo europeo. Sin embargo, el TTIP podrá más fácil las cosas y sobre todo permitirá que vayan en aumento. El documento de la UE propone eliminar “cualquier restricción en materia de exportaciones de gas natural” (página 2). Ese será uno de los puntos arduos de la negociación con los norteamericanos: se centrará en la disminución, incluso en la supresión de las licencias de exportación de gas natural con destino Europa. La cuestión es muy sensible para Estados Unidos porque el aumento de las exportaciones con destino Europa puede provocar, de rebote, un aumento de los precios de la energía en el mercado interior. De ahí que, si la UE se sale con la suya, Washington podrá exigir jugosas contrapartidas.

A grandes rasgos, la lógica del TTIP se resume aquí, para sus detractores, en sustituir las importaciones de energías fósiles de Rusia por importaciones de las mismas energías fósiles de Estados Unidos por intereses geoestratégicos. Y ésa es una de las razones que llevan a las ONG a decir que el futuro Tafta contradice al acuerdo de París. Puede suponer un “efecto llamada a la extracción y a la comercialización de gas”, con destino Estados Unidos, puede leerse en el estudio conjunto de la Aitec y de Attac, lo que supondría que el fracking se expanda, y el crecimiento de los riesgos ecológicos, pero por parte de Europa, también supondría el desarrollo de costosas infraestructuras para recibir y almacenar ese gas natural.

Reacciones

Desde la Comisión, se habla de un texto que “consolida jurídicamente la apertura de nuestros mercados de la energía” y “contribuye al aumento de la diversidad de nuestros abastecimientos”. Por ejemplo, recupera disposiciones ya existentes en los textos del Gatt (germen de la Organización Mundial del Comercio) relativos a la prohibición a las dos partes de controlar sus exportaciones de energía (apostando por el volumen, mediante cuotas o precios). Pero se trata también de asumir una “transición hacia una economía sobria en carbono”, por ejemplo, reforzando “la cooperación en investigación”, o también inspirándose en las “buenas prácticas” a un lado y a otro del Atlántico, en materia de etiquetaje.

Pero en ese caso también, esas “buenas prácticas” del apartado “cooperación” del texto despiertan cierto escepticismo entre las organizaciones de la sociedad civil. Baste como ejemplo el artículo 6 apartado 2, en el que se aboga por la “autorregulación industrial”, especialmente en materia de etiquetado de los electrodomésticos o de iluminación. Pero el recurso a esta “autocertificación”, cada vez, según el texto, “que tendrá efectos de manera más rápida, o a menor coste, que sistemas vinculantes” no está exenta de riesgos, según los contrarios al TTIP. Y es que pueden poner un peligro algunos artículos de la directiva europea sobre la “eficacia energética”, un texto adoptado en 2012 que establece objetivos de “eficacia energética” para Europa.

Las asociaciones lamentan también que la sensibilidad del sector energético sobre el plan medioambiental no se tenga “en cuenta en modo alguno, ya que el texto no comporta ninguna excepción ni incluye medida de salvaguarda seria ninguna en caso de crisis ecológica o de riesgo medioambiental”. Menos aún por cuanto el mecanismo de arbitraje entre el Estado y el inversor (Isds, en el argot), que autoriza a una multinacional a llevar ante la Justicia a Estado, y que la Comisión Europa espera transformar en un Tribunal de Inversiones, puede aplicarse en las cuestiones energéticas (en el capítulo no se habla de excepciones).

¿Cómo van a reaccionar los negociadores norteamericanos a este proposición? “No sabemos absolutamente nada”, asegura una fuente europea cercana a las negociaciones. Pero los debates se anuncian difíciles y los representantes del Congreso americano, preocupados por defender el proteccionismo norteamericano, siguen de cerca el desafío de las exportaciones de gas.

En este punto, algunos observadores se muestran escépticos sobre la necesidad de incluir en el TTIP un capítulo específico sobre energía. Así se hizo en los acuerdos firmados entre la UE y Ucrania, Georgia o Singapur. El Alena (el acuerdo de librecomercio de Estados Unidos-Canadá-México) también lo incluye, pero no es frecuente. No existe capítulo equivalente, por ejemplo, en el Ceta, el acuerdo primo hermano del TTIP, negociado entre la UE y Canadá. En la mayoría de estos textos, la energía se considera una mercancía como las demás.

Las conversaciones que se renudan esta semana en Bruselas deberían permitir también abordar más claramente el futuro de este famoso Tribunal de Inversiones: los norteamericanos, muy reticentes hasta la fecha, ¿van a mantener su hostilidad con relación a este capítulo? También figura entre los asuntos objeto de debate el acceso de las empresas europeas a los mercados públicos en Estados Unidos. Todo ello lleva a decir a la mayoría de los observadores que el TTIP no tiene ninguna posibilidad de ver la luz antes de que concluya el mandato de Obama (enero de 2017), ni siquiera en una versión “unificada”.

Por su parte, los países miembros de la UE dudan. “El TTIP no va a prosperar”, predecía el 5 de julio el ministro italiano de Comercio, mientras el eurodiputado que dirige la Comisión de Comercio en el Parlamento de Estrasburgo, por su parte, advertía de que no ve “prácticamente ninguna posibilidad” de que las negociaciones del TTIP lleguen a buen puerto de aquí a finales de año. El primer ministro francés Manuel Valls declaraba a finales de junio que “no puede haber acuerdo del Tratado Trasatlántico” después del resultado de Brexit. Sin embargo, Jean-Claude Juncker, dice haber sido reconfortado por el conjunto de los jefes de Estado y del Gobierno, en su voluntad por alcanzar un acuerdo, en la cumbre europeo de finales de junio. Las negociaciones técnicas continuarán todo el verano y, para finales de septiembre, se prevé la celebración de un reunión clave entre Cecilia Malmström, comisaria de Comercio, y su homólogo norteamericano. Será entonces cuando deba tomar una decisión sobre el futuro de las negociaciones. ________________

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Traducción: Mariola Moreno

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