Estados Unidos

Clima de crispación en la convención demócrata en la que se designa candidata a Hillary Clinton

Un seguidor de Hillary Clinton sostiene un muñeco con su imagen durante la Convención Nacional Demócrata.

Concluida la primera jornada de la convención demócrata, cabe preguntarse sin medias tintas si Hillary Clinton va a conseguir unir a la “gran familia demócrata” y convencer a los electores del partido para que acudan en masa a las urnas, el próximo 8 de noviembre de 2016, día en que se celebran las elecciones presidenciales en Estados Unidos.

En este punto de la convención, los demócratas parece más que están librando una contienda, entre la confusión y el enfado. Aunque el ambiente es algo más alegre que en las filas republicanas, eso no es más alentador necesariamente. Vayamos por partes. El lunes daba comienzo en Filadelfia (Pensilvania) la convención demócrata. Un encuentro que se prolongará durante cuatro días y en el transcurso del cual 7.764 delegados, llegados de todos los puntos del país, se reúnen, hablan y votan, hasta designar oficialmente al o a la candidata demócrata para las presidenciales. Hillary Clinton, vencedora en las primarias, debería ser designada el jueves. A principios de julio, su único rival Bernie Sanders le daba su apoyo tras largos meses de enfrentamiento.

Desde entonces, la consigna es garantizar “la unidad” de los demócratas y hacer gala de dicha unidad en la convención. La consigna no tiene nada de excepcional, el objetivo de este tipo de actos solemnes es, por definición, reunir al partido antes de las elecciones generales... sino fuese porque este ciclo general presenta ciertas peculiaridades que despiertan inquietud –por no decir pánico– entre los demócratas: la unidad es aún más indispensable puesto que el rival republicano es Donald Trump. Sin embargo, la anhelada unidad no termina de llegar. Y hay toda una serie de factores que lo explican, desde el importante movimiento popular que apoya al socialista Bernie Sanders, pasando por las debilidades de la candidatura Clinton, que se ha visto perjudicada por varias polémicas y reiteradas torpezas.

Los acontecimientos de estos últimos días no han arreglado nada. Primero se produjo la elección de Tim Kaine como candidato en las listas de Hillary Clinton. Al optar prudentemente por este demócrata centrista –con el fin de ayudarla a atraer a los electores independientes que pueden decantarse por Donald Trump–, la candidata ha podido irritar al ala más a la izquierda del partido que deseaba a un candidato progresista, como por ejemplo la senadora Elizabeth Warren.

Las tensiones en las filas demócratas se han avivado tras la filtración de e-mails internose-mails en el Comité Nacional Demócrata (el máximo órgano del partido), publicados por WikiLeaks el viernes pasado. Una sorpresa que ha enfadado al Partido Demócrata, que cree que Rusia está detrás del hackeo. El caso es grave, el contenido de los correos y acarrea serios problemas políticos y éticos. Estos e-mails evidencian que el Comité Nacional Democrático pudo favorecer la campaña de Hillary Clinton durante las primarias, tal y como sospechaba Bernie Sanders. En un intento por calmar los ánimos, la presidenta del Comité Debbie Wasserman Schults dimitió el domingo. Pero no es suficiente. El lunes, en una reunión de delegados, fue abucheada el punto de no poder tomar la palabra.

Y ése iba a ser el tono general de la jornada...

Cuando dio comienzo oficialmente la convención, por la tarde, cada discurso, cada alusión a Hillary Clinton, era acogida primero entre grandes aplausos, por parte de los que la apoyan, y después entre pitos, por parte de los delegados partidario de Sanders. No es exacto que la asamblea se reparta al 50% entre partidarios y detractores de Hillary Clinton, simplemente la convención es caótica. Los proSanders se dejan oír y entonan el canto “Bernie, Bernie” siempre que pueden. No se quieren limitar a apoyar dócilmente a Hillary Clinton y quieren que se sepa.

Nada parece poder disuadirlos: de nada sirven los discursos en los que se recuperan algunas de las claves de la campaña de Hillary Clinton (“unidad”, “diversidad” o “quererse los unos a los otros”) para hacer frente a Donald Trump. Ni una explicación sobre los proyectos concretos de reforma previstos por los equipos de Clinton y Sanders, dirigidos a modificar el muy criticado sistema de los superdelegados...

La intervención del humorista popular Sarah Silverman tampoco cambió gran cosa. Primero trató de relajar el ambiente, pero más tarde interrumpió su discurso con un “empieza a sonar ridículo”, dirigido a los proSanders (entre los que se encontraba ella misma en las primarias). El senador socialista también tuvo problemas a la hora de calmar a las masas; no intervino hasta muy el final de la primera jornada, en un ambiente eléctrico, eran las 5 de la madrugada, hora peninsular española, cuando insistía en el peligro que representa Trump y en las fuerzas del programa Clinton que han contribuido a virar a la izquierda. “También él está superado por los acontecimientos”, afirma Jeanne Smith, estupefacta por el espectáculo. No obstante, esta delegada, que apoya a Bernie Sanders, no forma parte de los “irreductibles”. “El senador tampoco; cuando hace un llamamiento para apoyar a Hillary Clinton, lo piensa de verdad, eso se llama compromiso, diplomacia. A veces es necesaria, pero estoy rodeada de gente que no quieren escucharlo, que se atreven a decir que Trump o Clinton son lo mismo. Soy transexual y no, para mí no será lo mismo”, prosigue. “A día de hoy no veo al partido unido y es algo que me preocupa mucho”.

En ese momento, en el exterior del Palacio de Congresos, las manifestaciones proseguían. Cerca de un millar de manifestantes, que apoyan a Sanders, se echaba a la calle de la ciudad el lunes. Mickael y Mark forman parte de los que han plantado la tienda a unos metros del lugar que alberga la convención, sometida a una estrecha vigilancia policial. “Estamos aquí sobre todo para demostrar que no abandonamos la lucha y que el establishment no nos satisface lo más mínimo”, explican, tras explicar que han militado muy activamente a favor de Bernie Sanders durante la campaña. En noviembre, no van a votar ni demócrata ni republicano, sino que votarán al candidato de Los Verdes, Jill Stein, como casi todos los manifestados a los que preguntamos en Filadelfia.

Katie y Dan pensaban que habría más manifestantes, por lo que se muestran algo decepcionados: “Estamos ante un momento extraño, como si fuésemos de izquierdas en el peor momento. El hecho de cuestionar al Partido Demócrata nos convierte en aliados de Trump”, señalan. Katie votará a Jill Stein, Dan piensa hacerlo por Hillary Clinton. Ambos pretender seguir apoyando a representantes locales, partidarios del programa de Bernie Sanders, como Tim Canova en Florida. Para que la “revolución política” no quede aquí.

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Traducción: Mariola Moreno

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