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La tragedia de Berlín, ¿derivará en demagogia?

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Después del atentado de Berlín, primer ataque terrorista islamista “a gran escala” cometido al otro lado del Rin, los alemanes ¿serán capaces de mantener la sangre fría? O, nueve meses antes de las elecciones generales, el país ¿sucumbirá a la demagogia en lo que a las políticas de seguridad se refiere? “Por desgracia, era de suponer que se iba a repetir un atentado como el de Niza, sobre todo porque el modus operandi del atentado cuenta con el apoyo del autoproclamado Estado Islámico”, advierte el director del Instituto sobre Políticas de Seguridad de Kiel, Joachin Krause.

El terrorista, cuya identidad todavía se desconocía el martes por la noche, ha reproducido el ataque Niza del pasado 14 de julio: un camión semirremolque se dirigió a un lugar público muy frecuentado. La única diferencia entre ambos sucesos radica en que los berlineses han tenido, quizás, algo más de suerte que los habitantes de Niza. En efecto, la calle elegida por el conductor para dirigirse al mercadillo de Navidad de la Breitscheidplatz es sinuosa y estrecha, debido a las  obras que se llevan a cabo en la zona. Este hecho probablemente impidió que el camión alcanzase mayor velocidad y permitió limitar el funesto balance, que se eleva a 12 muertos y 45 heridos, 18 de ellos graves.

“¿Que qué siento? Una honda tristeza, una especie de agotamiento…, miedo, no lo sé. Quizás es porque se nos había repetido hasta la saciedad que podía pasar algo así”, resume Uwe, berlinés que vive a diez minutos del lugar de los hechos. Hasta ahora, la Policía alemana aseguraba haber evitado, desde 2002, una veintena de atentados y el Estado Islámico había perpetrado dos atentados, un balance infinitamente mejor que el francés.

¿Por qué? Es difícil encontrar argumentos convincentes, pero está claro que Alemania presenta una historia migratoria diferente a la de Francia. Por otro lado, pese a las diferencias del éxito en lo que a las cuestiones de origen se refuere, el muy eficaz sistema de aprendizaje dual quizás haya contribuido a integrar mejor que en Francia a los niños alemanes nacidos de la inmigración. Además, hay que tener en cuenta la posición diplomática tradicionalmente prudente de Alemania, quizás un objetivo menos evidente.

Por otro lado, el hecho de que se recurriera a un modus operandi conocido en el atentado del lunes, fue lo que llevó al fiscal general Peter Frank a decir que se trataba de un acto terrorista. Sin embargo, se desconoce quién o quiénes son los autores. El ciudadano pakistaní sospechoso de conducir el camión quedó en libertad el martes por la tarde, por falta de pruebas. “En estos momentos, los resultados de la investigación no han permitido confirmar sospechas concretas” en su contra, puede leerse en el comunicado de la Fiscalía. No obstante, poco antes, Frank había declarado que el atentado se había producido por motivaciones religiosas de tipo islamista.

Si bien no ha quedado demostrada la implicación de un refugiado, la mayoría de políticos que han hecho declaraciones sobre el atentado lo han hecho como si fuese así. La canciller no ha sido una excepción: “Sé que sería particularmente difícil de soportar para nosotros si se confirmase que este acto lo ha cometido una persona que ha solicitado protección y asilo en Alemania. Sería especialmente desagradable para esos alemanes que han ayudado a los refugiados y para toda la gente que necesita nuestra protección cada día y se esfuerzan por integrarse”, declaró con la prudencia de alguien que espera recibir reproches.

Pero de momento, sin duda por respeto a las víctimas, incluso la ultraderecha se ha contenido o casi. La presidenta del partido xenófobo Alternativa para Alemania (AfD) Frauke Petry ha declarado que “en estos momentos Alemania está en peligro” y su compañero y miembro del partido, Marcus Pretzell, tuiteó por su parte que los muertos de Berlín “¡son los muertos de Merkel!". Pero a decir verdad, esas acusaciones no son nuevas. También en su papel, el ministro del Interior de Baviera, el conservador Joachim Herrmann señaló que “debemos preguntarnos sobre los riesgos que la llegada de un gran número de refugiados en el país provoca en nosotros”. No se puede aceptar “seguir en una situación en que el nivel de alerta es mayor, proveniente de personas inspiradas en el islamismo radical”, denunció.

Evidentemente, cuando haya pasado el duelo y la campaña electoral esté en pleno apogeo, la cuestión de la seguridad saldrá a relucir y los argumentos, incluso los más viles, serán bienvenidos. No obstante, de momento, el debate sobre cuestiones relativas a las seguridad es de perfil bajo por una razón simple: el punto de inflexión ya se ha producido.

A finales de 2015, se endurecieron numerosas leyes y medidas antiterroristas y se prorrogaron hasta 2021. Después de las agresiones de Año Nuevo de Colonia, en 2015, la ley sobre las agresiones sexuales se simplificó y reforzó y cuajó la idea de asignar, en caso de necesidad, a los refugiados por zonas (región) y se legisló al respecto. La pasada primavera y después en agosto de 2016, el Bundestag votó nuevas medidas de seguridad que, entre otros aspectos, facilitan la cooperación con los servicios secretos extranjeros, endurecen la posibilidad de conseguir un permiso de residencia en Alemania y recogen los mecanismos de expulsión.

Además, la Comisión de Presupuestos del Bundestag ha dado luz verde a un aumento sin precedentes en el presupuesto de la Policía por importe de casi mil millones de euros. De aquí a 2022, la Policía federal verá aumentar sus efectivos en 7.500 hombres y el FBI alemán (BKA) tendrá 1.300 agentes adicionales. En 2017, el presupuesto del Ministerio del Interior ascenderá hasta los 8.980 millones de euros, un 53% más que en 2014. Y los servicios secretos no podían ser menos. El BND (información exterior) ha conseguido una primera partida de 400 millones para poner en marcha un satélite espía 100% alemán. Su presupuesto corriente aumentará un 12%, mientras que el de inteligencia interior (BfV) lo hará un 18%.

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A ese ritmo, es posible reprocharle a Merkel que apueste por políticas demasiado receptivas para con los refugiados o polemizar sobre los problemas del choque de culturas y de religiones, pero es difícil acusar a la canciller y al Gobierno de no hacer nada por la seguridad del país. Resultado: la principal reivindicación de los conservadores bávaros es el establecimiento de un techo migratorio de 200.000 refugiados al año, una demanda de difícil aplicación por anticonstitucional.

Asimismo, la mayoría de las exigencias de Frauke Petry, recogidas, en el comunicado del AfD ya las ha aplicado la gran coalición, salvo en lo que respecta al restablecimiento de los controles permanentes en las fronteras. El profesor Peter Neumann, especialista en cuestiones de seguridad y terrorismo islamista del King’s College de Londres, preguntado por el diario Handelsblatt, afirma que el atentado de Berlín no significa que Alemania esté en el punto de mira terrorista más que antes. No obstante, teme que se produzca el efecto mancha de aceite: “Los dirigentes políticos deben hacer todo lo posible para impedir otros atentados y para que el ataque no sirva de entrenamiento. Desencadenar una respuesta, es exactamente lo que buscan los terroristas… Por supuesto, el Estado Islámico está a años luz de poder adueñarse de Alemania, pero sí tiene capacidad para dividirnos. Lo que significa que todos los que polarizan la opinión le están siguiendo el juego a los terroristas”, opina.  

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