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El Partido Demócrata italiano, al borde de la implosión tras la derrota de Renzi

Mateo Renzi, durante una comparecencia ante los medios de comunicación.

La guerra de las izquierdas italianas –entre los renzistas y la minoría de izquierdas– se ha reactivado. Desde la derrota de Matteo Renzi en el referéndum constitucional del pasado 4 de diciembre, el fantasma de la escisión planea sobre el Partido Demócrata. Los italianos, llamados a votar la reforma del Gobierno dirigida a acabar con el bicameralismo, terminaron por interrumpir la trayectoria del joven y ambicioso primer ministro, que perdía el reto de transformar en plebiscito la votación, al personalizar en exceso el desafío.

Obligado a dimitir, Renzi ahora más que nunca quiere seguir al frente del partido. El domingo pasado, en los pasillos de un hotel de la periferia de Roma, se producían los primeros enfrentamientos, en el transcurso de la primera asamblea del Partido Demócrata (PD) celebrada perder el referéndum. Durante más de una hora, Renzi trató primero de calmar los ánimos; analizó las razones de la derrota y afirmó que se encontraba dispuesto a poner en marcha –raro en él– “una gran campaña de escucha”. “A partir de ahora, la consigna del partido pasará a ser ‘nosotros’”, señaló. O lo que es lo mismo, pensar en la colectividad. Y eso mientras la oposición interna no dejaba de reprocharle la personalización excesiva del poder, el exceso de arrogancia y la mala gestión del partido, cuya dirección quiso conservar pese a ocupar también la Presidencia del Consejo (algo inédito en la historia del partido).

La minoría de izquierdas del partido, que pidió el voto para el no en el referéndum (“No debemos estar sometidos a una disciplina de partido en una cuestión así”, justificó Miguel Gotor, del ala crítica del partido), ahora va viento en popa. En su discurso, la tranquilidad de Renzi no tardó en evaporarse. Pese a hacer gala de su voluntad conciliadora, la amargura de la derrota terminó por hacerse evidente. Lanzó una puya a los críticos y recibió una ovación cerrada. “La asamblea estaba encendida”, cuenta Marco Cappa, militante romano del PD y renzista. Después, alguien del entorno de Renzi calificó, micrófono en mano, a los miembros de la minoría de izquierdas de “cabezas de culo”.

El riesgo de escisión, que ahora se evoca abiertamente, ha hecho que Renzi dé marcha atrás en la celebración de un congreso anticipado, que reclamaba la minoría antes incluso de perder el referéndum. Esta reivindicación, que se volvió oír tras la derrota, la retomó por su cuenta Matteo Renzi que tenía prisa por dejar atrás esta situación, “para arrojar claridad en el seno del partido”. Pero los estatutos del PD, que contemplaban que debía dimitir de forma automática en caso de que se celebrase un congreso anticipado, le llevaron finalmente a presentar su dimisión. “Queríamos un verdadero congreso, con todos los círculos y secciones, donde reunirnos y donde reflexionar” , explica el diputado crítico Miguel Gotor.

Reflexionar sobre las divisiones sin duda porque el partido aglutina diferentes corrientes, herederas de su constitución heterogénea de 2007. La convergencia entre el ala comunista histórica y los antiguos demócratacristianos de izquierdas parece haber sobrevivido. “Durante años, el elemento aglutinador de esos dos elementos ha sido el antiberlusconismo”, explica Vera Capperucci, profesor de Historia de los partidos políticos de la Universidad LUISS Guido-Carli de Roma. “Estos dos elementos, uno más a la izquierda y el otro más reformista, no son bloques unitarios sino que se convirtieron en corrientes en el momento en que Berlusconi desapareció del panorama”.

De los excomunistas emergieron dos corrientes. Los próximos al ex secretario del partido Pier Luigi Bersani, que dudan entre dejar el partido, rivalizan con los de Gianni Cuperlo, que pidió el sí en el referéndum. Al lado, el ala más socialdemócrata y liberal se ha estructurado en torno a Renzi. En cuanto a los centristas, que cuentan con el mayor número de parlamentarios, se reagrupan en torno al actual ministro de Cultura Dario Franceschini y aspiran a encarnar una vía intermedia entre la herencia del comunismo reinventado y el rechazo a sacrificarlo todo por Renzi.

“Renzi actúa todavía como si hubiese ganado el referéndum”

Actualmente, el estado del Partido Demócrata se parece a aquél en que se encontraba cuando Matteo Renzi se puso al frente, cuando no despuntaba liderazgo federador alguno. Después de unos comienzos ilusionantes y los buenos resultados de 2007 de la mano de Walter Veltroni, el PD retrocedía en las urnas –obtuvo el 25% de los votos en las elecciones legislativas de 2013, es decir el mismo resultado que el Movimiento 5 Estrellas (M5S) de Beppe Grillo–. Renzi inició entonces un ascenso fulgurante: en un primer momento consiguió un resultado prometedor en las primarias de 2013 (frente a Bersani) y después asumió el poder tras la dimisión de Enrico Letta y se vio legitimado al conseguir una amplia victoria en las elecciones europeas de 2014.

Pero Renzi también ha ido dejando entrever poco a poco sus debilidades: su falta de raigambre en el territorio, como la sociología uniforme de su entorno (joven de origen toscano). “Renzi, es un llanero solitario”, explica Piero Ignazi, profesor de Ciencias Políticas de la Universidad de Bolonia. Otro pero del renzismo: durante dos años y medio, descuidó por completo la gestión del aparato del PD. “Es verdad que nos hemos centrado en el referéndum en detrimento del partido”, reconoce el renzista Filippo Taddei, miembro de la dirección.

A fuerza de haber personalizado el PD estructurándolo exclusivamente sobre su carisma, Renzi ha despertado mucho rencor por su modo de ejercer el poder. “Es un legado de la antigua cultura comunista, colectivista, que no gusta mucho del liderazgo”, analiza Vera Capperucci. Y la derrota de Renzi corre el riesgo de provocar la explosión de su partido. “Nuestro mayor enemigo somos nosotros mismos”, dice Marco Cappa, joven militante renzista del PD.

“Matteo Renzi se comporta todavía como si hubiese ganado el referéndum”, replica Miguel Gotor, figura de la oposición interna de izquierdas. En el fondo, las divergencias radican en las reformas institucionales, pero también en cuestiones económicas y sociales, como la reforma del mercado laboral conocida como “Jobs Act” o sobre la reducción de la fiscalidad laboral. El único motivo de unidad es la amenaza del Movimiento 5 Estrellas de Beppe Grillo.

El Partido Demócrata es el único partido nacional auténtico poderoso que controla los ayuntamientos y las regiones, mientras que el centro derecha está dividido y fragmentado. Pero, si bien sigue estando un poco por encima del Movimiento 5 Estrellas en las encuestas, empieza a desdibujarse una derrota desde las elecciones municipales de junio de 2016 y tras la pérdida de Roma y de Turín.

Andrea Bernardi, militante del PD e investigador en la Oxford Brookes University, no consigue comprender el éxito del M5S: “Votaría antes por Berlusconi que por Grillo. Me da miedo, el abuso de la democracia en internet para mí es una falsa democracia. Pero el M5S surge como nuevo y siempre polémico. Una vez en el poder, no aguantará más”. Filippo Taddei, próximo a Matteo Renzi, teme que la derrota en el referéndum beneficie a los “antisistemas”: “Nuestra derrota en el referéndum hace que Italia pierda tiempo decidiendo qué ley electoral elegir, cómo se debe hacer política… Pero a los ciudadanos les da igual y espero que con ello no beneficiemos a los populistas…”.

En la situación actual, el próximo congreso del Partido Demócrata se celebrará a finales de 2017, tal y como estaba previsto. Pero la verdadera cuestión es la de las elecciones legislativas. Si se adelantan a antes de principios de 2018, haría falta la convocatoria de primarias (algo habitual para el PD, que las viene organizando tanto en el ámbito nacional como local en los últimos 10 años). Pero el Gobierno de Paolo Gentiloni está manos a la obra y el presidente de la República, que tiene capacidad de disolver las cámaras, no tiene ganas de elecciones anticipadas.

A pesar de su discurso, Renzi se conforma también él con un status quo que le permitiría no encaminarse tan rápido hacia una más que probable derrota. A la inversa, el Movimiento 5 Estrellas está interesado en capitalizar la victoria del no en el referéndum… y antes de que los problemas de gestión de la alcaldesa de Roma Virginia Raggi tengan demasiado impacto en el electorado.

La misma noche del 4 diciembre fue el propio Beppe Grillo quien reclamó la celebración de elecciones “lo antes posible”. La Liga Norte hizo lo propio. Estos días, manifestantes próximos al Movimiento 5 Estrellas se dan cita ante la sede del partido en Roma para exigir ir a las urnas… Una mera ilusión porque los diputados no tienen ningún interés en celebrar elecciones anticipada... está en juego su pensión. El Partido Demócrata, por su parte, no tiene interés alguno en celebrar una campaña electoral en el contexto actual. “Debemos asegurarnos de que el PD sea sólido y esté preparado cuando haya elecciones”, dice Filippo Taddei. Más que ser sólido y preparado, estaría bien que existiese. ___________

Traducción: Mariola Moreno

La izquierda italiana después de Renzi

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