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Activistas del clima piden al Museo del Louvre que se “libere” del dinero del petróleo

Una mujer sostiene un póster en el que se puede leer 'Energía 100 por 100 renovable para las personas y las comunidades' en la cumbre del clima en París.

Un año después la cumbre del clima COP21, se abre un nuevo frente simbólico en la batalla contra el cambio climático que atraviesa el mundo del arte y de los museos. El dinero del petróleo y del gas, energías fósiles que son grandes emisoras de gases de efecto invernadero y por lo tanto con un peso importante en el cambio del clima, ¿puede seguir sirviendo a la cultura como si no pasara nada? El Louvre, cuando recibe dinero de la petrolera Total, ¿está blanqueando a uno de los grupos franceses más contaminantes?blanqueando

Para la red de activistas 350.org, que insta a los actores de la economía mundial a sacar sus inversiones de las empresas de hidrocarburos, la respuesta es afirmativa, por lo que la situación debe acabar. El colectivo ha hecho un llamamiento dirigido a “liberar al Louvre de las fósiles” (en francés, se puede leer aquí en su integridad) que va acompañado de un informe del Observatorio de las multinacionales sobre la continuidad de las inversiones de Total en las energías contaminantes y la relación de su fundación y el prestigioso museo. Mientras la petrolera asegura querer “integrar el clima” en su estrategia, desarrollando sobre todo actividades en las energías renovables, tiene previsto invertir de forma masiva en la búsqueda de oro negro y de gas y, para llevarlo a cabo, cuenta con el fracking, los agrocarburantes y la captura y almacenamiento de carbono. Para los activistas, esto significa “cambiarlo todo para que nada cambie”: “Las actividades de Total nos acercan cada día un poco más al caos climático”.

Frente a este problema “el Louvre no es una víctima pasiva”, escribe 350.org. “Es actor directo a la hora de poner en peligro las obras expuestas: al aceptar recibir donaciones de empresas como Total, el Museo del Louvre contribuye a reforzar la idea de que podemos explotar los combustibles fósiles sin causar daños”. Por ilustre que sea, la pinacoteca no está fuera de este mundo. Sus actos tienen un efecto multiplicador por su notoriedad internacional. “Al legitimar las actividades de Total, el Louvre está condenando nuestro futuro”, se lee en el informe.

Se trata de una cuestión moral: ¿aceptaría el museo asociarse con una empresa que hace trabajar a los niños o que recurre al esclavismo? La interpelación también está relacionada con el papel de un museo de historia en la cultura contemporánea: tablillas de escritura cuneiforme en La Victoria de Samotracia, obras del Renacimiento, La libertad guiando al pueblo, las obras expuestas en el Louvre “no son sólo manifestaciones de la creatividad humana, sino hitos que atestiguan un cambio de era”. Han sido concebidas en periodos de gran estabilidad climática, que los científicos denominan holoceno y que el mundo conoce desde hace unos 10.000 años. Ahora las visitan personas que viven la entrada del antropoceno, esa nueva edad geológica marcada por impactos tan importantes de la actividad humana que hacen que el sistema terrestre se encuentre irreversiblemente alterado. En estas condiciones, a tenor del papel de los museos como lugares de pensamiento del mundo, no pueden ignorar la crisis climática; no es un asunto de ecologistas, supone el desafío de toda una civilización.

Concretamente, los responsables de 350.org le reclaman al consejo de administración del Louvre que ponga fin “inmediatamente” a la colaboración con Total y se comprometa a que su fondo de dotación deje de invertir en el sector de las energías fósiles en un plazo de cinco años. En un primer momento, trasladaron esta misma petición con relación al mecenazgo del grupo italiano ENI, pero el museo ha dado a conocer que esta colaboración concluyó en enero de 2016.

El Louvre, contactado por  Mediapart, socio editorial de infoLibre, ha respondido que “la colaboración con la Fundación Total permite, respetando absolutamente la legislación vigente, llevar a cabo un número importante de eventos, de proyectos y de programas destacados, sobre todo en el ámbito de la democratización cultural. Sin ese apoyo financiero decisivo, nos veríamos en la obligación de renunciar a ellos a muy corto plazo”. Entre las acciones que permite el mecenazgo de la petrolera, el museo cita la creación de las nuevas salas del departamento de arte islámico (en 2012), pero también el acceso a la cultura de todos los públicos, especialmente de los más desfavorecidos, sobre todo jóvenes y familias monoparentales, en especial las madres solteras (en el marco de la Semana de la mujer, desde 2011). ¿Quién cuestionaría la legitimidad de esas intenciones? Sin embargo la pregunta trasladada al museo es por qué hacer ese trabajo con el dinero del petróleo. El museo, en ningún momento, responde a la cuestión de fondo lanzada por los activistas del clima, lo que parece ratificar la idea de que esta vinculación, a día de hoy, no le plantea ningún problema.

En una carta remitida el 12 de enero al coordinador de campañas de 350.org Francia, Nicolas Haeringer, el presidente director del Louvre, Jean-Luc Martínez, arqueólogo e historiador especialista en escultura griega antigua, añade que “el mecenazgo en Francia no puede confundirse con operaciones de comunicación. Las salas o las propuestas de itinerarios no se bautizan con el nombre del mecenas, al contrario de lo que sucede en los países anglosajones, donde la colaboración se acerca más al patrocinio, a cambio de visibilidad”. Y asegura que el grupo petrolero no participa en las elecciones artísticas del museo.

La institución no ha respondido a nuestras preguntas sobre el montante de la contribución de Total al funcionamiento del museo. La dotación global del Estado cubre casi la mitad de su presupuesto de 199 millones de euros. El mecenazgo sólo representa una parte reducida de sus recursos, según cálculos de 350.org, en torno a 16 millones de euros. La petrolera también obtiene beneficios en especie, como el acceso a las salas de exposiciones de sus trabajadores.

Inédito en Francia, que se cuestione la financiación climaticida en las instituciones culturales no es nada nuevo en el Reino Unido, país donde se pusieron en marcha campañas contra el dinero de Shell y de BP en la Tate y en el British Museum y en contra de la influencia de Shell en el Museo de la Ciencia en una exposición sobre el cambio climático. Desde entonces han concluido los acuerdos de colaboración de las petroleras con dichos museos, lo mismo que con el conocido festival de Edimburgo.

En el libro Crime climatique Stor!, el activista y artista John Jordan escribe que “el arte se ha convertido en un bonito medio para que el capitalismo realice compensación cultural. Sin embargo, la compensación es una respuesta más o menos tan racional al problema como lo era la posibilidad de pagar para conseguir ser absuelto de los pecados en la Edad Media”. Para él, “ya no hay necesidad de obtener financiación de la CIA, artistas e intelectuales están listos para hacer todo tipo de concesiones para echar un barniz cultural al viento, detrás del cual los que alimentan la máquina suicida pueden esconderse. Los palacios de la cultura son minuciosamente concebidos para que puedan hacer allí los payasos, mientras que los reyes y reinas de la industria y de las finanzas siguen jugando a la ruleta rusa con nuestro futuro enriqueciéndose”. En 2010, Total financió la cátedra de desarrollo sostenible del Colegio de Francia sin que el asunto suscitase controversia. Ahora, siete años después, la cuestión del clima ha pasado a interesar más al gran público. El eco que tenga, o no, que se cuestione la financiación petrolera del Louvre será un indicador de su alcance en el panorama político nacional. ______________

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Traducción: Mariola Moreno

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