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Entrevista

Barbara Nowacka: “Las izquierdas europeas deben cambiar de modelo”

Barbara Nowacka

Amélie Poinssot (Mediapart)

No, la sociedad polaca no es como sus gobernantes, que desde finales de 2015 están sumidos en un pozo sin fondo de corrientes autoritarias y ultraconservadoras, muy diferente de los logros europeos. Para aquéllos que todavía dudan, Barbara Nowacka supone un soplo de entusiasmo combativo. Figura de la izquierda, proeuropea y feminista convencida y comprometida, esta mujer de cuarenta años fue una de las promotoras de las movilizaciones del último otoño en contra de la prohibición total del derecho al aborto por parte del partido Ley y Justicia (PiS), en el Gobierno.

El pasado 9 de enero, Barbara Nowacka recogía en París el premio Simone de Beauvoir otorgado a la asociación Salvemos a las mujeres. Este galardón, que existe desde 2008 y con el que se ha rendido homenaje a personas tan diferentes como la italiana Giusi Nicolini –alcaldesa de Lampedusa–, la pakistaní Malala Yousafzai –que trabaja por la educación de las niñas y a la que los talibanes intentaron asesinar y también premiada con el Nobel de la Paz– o la historiadora francesa Micaela Perrot, premia anualmente a una persona o asociación que defiende y promueve la libertad de las mujeres, “nunca completamente conseguida”. Se trata de una figura emergente de la izquierda polaca que, aunque carece de representación en el Parlamento, se deja oír en las calles. En esta entrevista se aborda el estado por el que atraviesan las fuerzas de izquierda en Polonia y permite reflexionar sobre el futuro de Europa.

PREGUNTA: Durante años, la sociedad polaca parecía poco preocupada por los asuntos públicos: se votaba poco y nunca se manifestaba en las calles. ¿Cómo explica las masivas manifestaciones de este otoño a favor de los derechos de las mujeres?

RESPUESTA: En esta ocasión, la movilización fue muy importante porque, por primera vez, nuestros derechos reproductivos –que, en realidad, son muy limitados– corrían el riesgo de ser suprimidos por completo. Hace ya mucho tiempo que el aborto está prohibido [en Polonia, la interrupción voluntaria del embarazo sólo es legal si existe peligro mortal para la madre, malformación del feto o si el embarazo es fruto de una violación o del incesto] y las mujeres viajan al extranjero o compran medicamentos por internet para interrumpir el embarazo. Esta ley, que data de 1993, se denomina “el compromiso”, ya que se aprobó tras alcanzar un acuerdo con la Iglesia.

En este contexto, en el que el primer ministro ¡es una mujer!, se proponía la prohibición total. Esta amenaza de supresión de la interrupción voluntaria del embarazo hace tiempo que existe: cada dos años, la extrema derecha polaca saca el tema… Pero hasta ahora, ninguna fuerza política importante lo apoyaba. La novedad ahora era que el partido en el Gobierno lo proponía… Y las polacas vieron que la amenaza podía convertirse en realidad.

Nuestra asociación Salvemos a las mujeres hizo suyo el problema y, por primera vez, tuvimos la oportunidad de hablar en público sobre la realidad del aborto en Polonia: las interrupciones del embarazo clandestinas, la ausencia de educación sexual en las escuelas, el problema de acceso a los métodos anticonceptivos… y comparamos la situación polaca con la de otros países europeos. Y esto llamó la atención de los medios de comunicación y de los ciudadanos.

Por otro lado, a lo largo del último año se convocaron numerosas manifestaciones en contra de las reformas del PiS. La gente vio que salir a la calle no era algo malo en sí mismo, que era importante protestar y que unía. Bien es cierto que los polacos casi nunca se habían manifestado antes... Cuando estalló la Guerra de Irak y Polonia se unió a las tropas americanas en 2003, ¡apenas 300 personas salieron a la calle! Desde finales de 2015 sucede lo contrario: no dejamos de protestar en defensa de la democracia. Las manifestaciones en defensa de los derechos de las mujeres se enmarcan en este contexto.

P: Sin embargo, la intensidad de las movilizaciones es notablemente inferior ahora. A finales de octubre, en una nueva jornada de protestas para defender los derechos de las mujeres, se dio cita muy poca gente. ¿El movimiento se ha deshinchado? ¿Las consignas feministas se ven demasiado radicales para la mayoría de las polacas?

R: No lo creo. Simplemente creo que el ímpetu ha disminuido porque el Gobierno dio marcha atrás y abandonó el proyecto: ¡ganamos! Cierto, no logramos el cambio, pero recuperamos nuestra dignidad; el primer objetivo se había logrado, las mujeres se dieron cuenta de que ya no estaban en peligro. Y el PiS vio que tocar los derechos de las mujeres no era tan sencillo, que las polacas no lo admitirían. También vimos este día de movilizaciones que muchas mujeres que se habían manifestado en ciudades pequeñas, algo que no habían conseguido hacer antes.

P: A pesar de que el Gobierno ha dado marcha atrás, ¿puede volver a la carga e ilegalizar el aborto?

R: El Gobierno ha descartado el proyecto de ley, pero encontrará la forma de reducir el acceso a la interrupción voluntaria del embarazo modificando algunos de los supuestos que hasta ahora permiten abortar, como por ejemplo, la malformación del feto. Ya ha comenzado una campaña en esa dirección. Posiblemente no cambiará la ley, pero puede reducir el acceso a las pruebas prenatales, se puede presionar a los médicos… Existen incluso ayudas de 1.000 euros para mujeres que deciden seguir adelante con el embarazo, incluso cuando el bebé no tiene posibilidades de sobrevivir. Creo que no es moral y no creo que una mujer con un feto que padece una malformación vaya a dar a luz por 1.000 euros. Pero es así como nuestros actuales dirigentes ven a las mujeres…

Una larga lucha por delante

P: ¿Cuál es el papel de la Iglesia en esta voluntad de restringir todavía más el derecho al aborto?

R: Tiene un papel fundamental: la Iglesia católica polaca sigue reforzando su peso y los obispos son cada vez más de extrema derecha. ¡Incluso han criticado al papa Francisco por ser demasiado liberal! No sólo por los derechos de la mujeres, sino por la acogida de refugiados…

El proyecto de prohibición total del aborto, en un primer momento, fue una propuesta de un grupo de presión fundamentalista, Ordo Iuris, y cuya campaña contó con el apoyo de la Iglesia. Este 12 de enero, una “petición ciudadana”, promovida por una asociación del mismo tipo, solicitó de nuevo al Parlamento la prohibición total y contó con el apoyo de los sacerdotes polacos. Dicho esto, no creo que el PiS se una al proyecto esta vez. El partido no está dispuesto a hacer frente de nuevo a una protesta masiva de las mujeres polacas.

P: Acaba de recoger el premio Simone de Beauvoir, ¿cree que la situación actual de Polonia es similar a la de Francia en 1970, si la comparación es posible?

R: La situación es algo diferente. En aquella época, en Francia había más esperanzas a la hora de liberalizar más la sociedad. Actualmente, en Polonia, por lo que luchamos es por impedir que la sociedad sea más conservadora.

Al mismo tiempo, somos conscientes de la influencia que nuestras movilizaciones han tenido ya en el país. Hace dos años, si se le hubiese preguntado a un ciudadano o una ciudadana polaca si estaba a favor de la liberalización del aborto, el 10%, quizás el 15% hubiese dicho que sí. Después de las masivas manifestaciones de principios de octubre, según las encuestas, más del 20% estaba a favor y sólo el 12% se mostraba partidario de la prohibición total del aborto. Supone un gran cambio.

Pero la verdadera diferencia con las luchas de los años 70 en Francia es que entonces los franceses tenían la oportunidad de vivir en un Estado laico. Ese régimen, en Polonia, todavía es un sueño. Nos estamos preparando para una lucha larga. Ante de eso, primero tenemos que luchar para impedir que los conservadores modifiquen la ley del aborto durante su mandato. El siguiente paso será convencer a los diputados de que hay que proteger los derechos de las polacas, garantizar el acceso a la educación sexual y a los métodos anticonceptivos y cumplir con los estándares europeos. De modo que, posiblemente, tengamos ante nosotros una batalla mucho más larga que la que se libró en Francia en la década de los 70. Las feministas comprometidas en aquella época también tenían el apoyo político que no tenemos en Polonia. Pero nosotras creemos en ello…

P: En este sentido, usted misma es una mujer política, comprometida con la izquierda desde hace tiempo… Sin embargo, en las elecciones de otoño del 2015, por primera vez desde la caída del comunismo, ningún partido de izquierdas logró entrar en el Parlamento polaco. ¿Cómo se explica semejante fracaso?

R: De hecho, yo misma participé en esas elecciones: encabezaba la coalición de izquierdas que perdió las elecciones con un 7,5% de los votos; necesitábamos, al menos, un 8% para entrar en el Parlamento. Es toda una paradoja porque mi candidatura fue una de las que obtuvo más votos en el país: 75.000 personas me votaron. Por dar una cifra que permita hacer la comparación, el que hoy es ministro de Educación sólo consiguió unos 20.000 votos...

Pero en el fondo lo que sucede es que la izquierda tiene un problema de credibilidad. Este problema no se inició en el 2015: empezó cuando la izquierda estaba en el poder y llevó a cabo políticas económicas neoliberales [la Alianza de la Izquierda Democrática (SLD) dirigió el Gobierno polaco de 1993 a 1997 y después del 2001 al 2005]. El otro problema, específico de los países de Europa Central, es que la izquierda está constituida principalmente por partidos postcomunistas. Se ha dicho que los miembros del SLD de Polonia querían restablecer el comunismo, algo completamente falso. El SLD es también el partido con más escándalos de corrupción, precisamente mientras estaba en el poder.

Estas prácticas, junto con el abandono de la propia izquierda política, le hizo perder todo peso electoral. El SLD no fue lo suficientemente valiente como para plantear el acuerdo con la Iglesia polaca, para defender los principios de libertad e igualdad, para luchar con los trabajadores. El ex primer ministro Leszek Miller era incluso partidario del impuesto plano o tax flat. Y los votantes no olvidan este tipo de cosas fácilmente…

Además, incluso en la oposición, los partidos de izquierda tampoco se han mostrado creíbles. En vez de luchar juntos contra la derecha en el Gobierno, el SLD y Twój Ruch [Tu Movimiento, partido anticlerical surgido en 2011 y que hoy codirige Barbara Nowacka] se peleaban entre sí. Esto debe resultarle familiar a algunos…

De hecho, nuestra sociedad, como otras, tiene que cambiar. Nuestros antiguos líderes ahora tienen miedo de llevar a cabo cambios internos. Cuando en 2015 formamos la coalición electoral de izquierdas, precisamente para atraer al electorado más joven, los líderes de siempre querían seguir encabezando las listas. Las nuevas caras, jóvenes y sin corromper, no ocupaban los puestos de salida. Fue un fracaso total. Leszek Miller ni siquiera logró 12.000 votos. El resultado es embarazoso para un ex primer ministro.

Se trata de una lección que el resto de izquierdas del continente deben tener en cuenta. Esto demuestra que deben cambiar de modelo. La igualdad de género, los derechos LGTB, el acceso de los jóvenes al mercado de trabajo, la dignidad de los trabajadores y la protección del medio ambiente deben estar en el centro de las agendas. De lo contrario, perderán las elecciones.

El objetivo de la alianza

P: ¿Cómo puede cambiar la izquierda polaca su imagen, tan marcada por su pasado comunista?

R: Estamos trabajando precisamente en eso… En la actualidad, muchas organizaciones de izquierdas están trabajando juntas en ese sentido: los grupos feministas, los Verdes, las asociaciones de defensa de la laicidad… Es una red que pelea al lado de los ciudadanos. No queremos limitarnos a hacer política o a sacar partido.

De todas formas, las viejas prácticas están muertas. No necesitamos a políticos encerrados en sus despachos o en el Parlamento… La sociedad necesita a políticos auténticos, comprometidos con el cambio y no con la defensa de sus propios intereses. La renovación de las élites es necesaria en Polonia y en otros muchos sitios.

P: Codirige el partido Twój Ruch, ¿cuáles son sus objetivos políticos?

R: Por ahora, creo que no es necesario hacer hincapié en lo que nos divide en la izquierda. Tenemos más bien como objetivo la unión. Lo importante es luchar juntos y centrarnos en las elecciones locales del próximo año. Es necesario ganar en los ayuntamientos, así podremos conseguir después buenos resultados de cara a los comicios legislativos de 2019.

En general, las fuerzas de la oposición deben coordinarse. Las manifestaciones en defensa de los derechos de la mujeres y las recientes movilizaciones para apoyar el acceso libre de los medios de comunicación al Parlamento son buenos ejemplos: lograron reunir a tendencias tan diferentes como la Plataforma Cívica [principal partido de la oposición y de la derecha liberal] y Razem [Juntos, izquierda radical inspirada en Podemos].

Evidentemente, tenemos desencuentros entre nosotros. Y queremos tener debates sobre la economía, el derecho laboral, el medio ambiente… pero para ello nos hace falta el marco democrático. Pero el PiS está arruinándolo. Tenemos que luchar juntos para preservar este marco y ya después podremos expresar nuestros desacuerdos.

P: ¿Es posible el acercamiento de su partido a Razem?

R: Tenemos divergencias en el plano económico, son más radicales que nosotros. Sin embargo, en el ámbito local, podríamos formar coaliciones perfectamente. Tanto en ciudades pequeñas como en grandes ciudades como Varsovia o Poznan. Para nosotros, Razem es un socio natural.

Nuestra principal preocupación a día de hoy es que el PiS cambie el sistema electoral. No es el momento de hablar de coaliciones, estamos tratando de mantener el marco democrático.

P: De todos los cambios promovidos por el PiS desde su llegada al poder en otoño del 2015, ¿qué es lo considera más inquietante?

R: Una de las cosas más preocupantes es la reforma de la educación, actualmente a la espera del decreto de aplicación. Esta reforma conlleva el principio del adoctrinamiento que quiere impulsar el PiS. Consiste en la supresión de los colegios, sin haber pensado en cómo reorganizar las escuelas primarias y secundarias. Los directores van a cambiar y se plantea el rediseño de los programas: historia, literatura, ciencias,... Todo va a ser revisado, incluyendo la lista de libros que tienen que leer los estudiantes. El objetivo es imponer una narrativa nacionalista y ultracatólica, extremadamente retrógrada. Por ejemplo, en el nuevo programa de historia, el nombre de Lech Walesa ni siquiera se menciona. No se dice tampoco nada sobre las cruzadas. Esta reforma es peligrosa para el futuro de los niños y, a la vez, revela una falta total de preparación en el plan de infraestructuras.

Otra reforma muy grave, a mi juicio, es que después de haber atacado el año pasado al Tribunal Constitucional, el Gobierno ataca ahora al sistema judicial y la independencia de los tribunales. Naturalmente, este Ejecutivo aprueba políticas sociales. Sin embargo, ante la ausencia de un poder judicial independiente, los beneficiarios de estas prestaciones sociales peligran: es más fácil oprimir a los pobres. El PiS no está, como finge, al lado de los pobres. En realidad, está menoscabando la posibilidad de que puedan defender sus derechos.

Por último, tal y como el PiS trata a la Unión Europea y su posicionamiento hacia todo lo que se considera nuestros “valores comunes” es particularmente preocupante: solidaridad con los refugiados, igualdad hombre-mujer… Hace saltar todo en pedazos.

La Unión Europea no es perfecta. Podemos criticarla fácilmente desde la izquierda. Pero el hecho de que no sea perfecta no quiere decir que no tenga nada bueno. Primero, nos ha garantizado más de 40 años de paz. Segundo, nos ha traído leyes institucionales en materia de derechos humanos y laborales. Aunque, no en todos los países miembros son voluntarios… La misma Polonia, como el Reino Unido, no ha firmado la Carta de los Derechos Fundamentales. Sin embargo, la UE nos ha aportado muchas cosas: la posibilidad de conquistar nuevos derechos, de viajar, de trabajar en el extranjero... Destruir todo esto sin alternativas nos pone en una situación extremadamente peligrosa, especialmente si se miran hacia nuestras fronteras al este y con Donald Trump al otro lado.

Desde un punto de vista polaco, la ausencia de una Europa fuerte en este entorno político crea una situación de inseguridad. Si nuestro gobierno fuese responsable y realmente quisiese la seguridad para los polacos, protegería a la UE y no jugaría con la división actual.

P: ¿No cree que el PiS también expresa la opinión de una parte de la sociedad polaca? ¿No hay una tendencia en Polonia que precisamente predica la necesidad de un Estado fuerte, con valores nacionalistas y ultraconservadores y que no se preocupa por la Unión Europea?

R: Sí, el PiS representa a cerca del 30% de los votantes. Por lo general, un partido que llega al Gobierno, más aún cuando pone en marcha políticas sociales, se beneficia el primer mes de un bonus de buen Gobierno… No es el caso en Polonia. El PiS no ha mejorado su popularidad.

Por supuesto, hay polacos conservadores y ultracatólicos. Sin embargo, suscribimos con la Unión Europea una serie de valores comunes. Y la Iglesia católica polaca es una de las mayores beneficiarias de la UE gracias a todas sus ONG, que son de las más importante del país, pero también por todas sus tierras. Ha recibido muchísimas subvenciones para la preservación de su patrimonio.

En todos los países hay personas que no creen en la democracia. Sin embargo, por su propia seguridad y para que puedan expresar su punto de vista, no hay mejor sistema. La democracia precisamente les permite ser antidemocráticos.

Como polacos, hemos tenido ya la experiencia de vivir un régimen autoritario. No es algo abstracto u olvidado. Yo misma nací con el sistema comunista, sé lo que la democracia nos ha traído. También sabemos que en su momento mucha gente apoyó este régimen. Para mí, hay algo similar entre estos partidarios del régimen y los que apoyan hoy el PiS. En Ley y Justicia [las siglas PiS, en español, significan Ley y Justicia], aunque dicen ser profundamente anticomunistas, tienen aspectos comunes con los dirigentes de aquella época.

P: La Comisión Europea ha puesto bajo vigilancia a Polonia por no respectar el Estado de Derecho, aunque no la ha sancionado. ¿Qué le parece? ¿Tendría que haber sido más contundente?

R: Por desgracia, la Comisión no tiene muchos otros mecanismos a su disposición. Y no creo que tenga mucho margen de maniobra si quiere conservar un mínimo de confianza en Europa central y también en algunos partidos como el Frente Nacional francés. En su momento, establecimos una serie de criterios y mecanismos para entrar en la UE, pero no se ha puesto en marcha un mecanismo para que los Estados miembros sigan respetando estos criterios.

Ahora, con la salida de Reino Unido, si la UE no se pregunta sobre su futuro y permanece en un especie de status quo, nos esperan crisis todavía más profundas. A decir verdad, durante las manifestaciones a favor de los derechos de las mujeres, esperábamos el apoyo de los parlamentarios europeos y de algunos Gobiernos, sobre todo el de Francia. Los eurodiputados podrían haberse unido a nuestras protestas, pero no sucedió. Ante la falta de herramientas en el Ejecutivo de la UE, es necesario que los europeos se movilicen. Si esta situación se mantiene, los polacos proeuropeos pueden llegar a sentirse abandonados por Europa. La UE no sólo son instituciones también son los ciudadanos. Es necesario dar muestras de solidaridad, de esta forma nuestros Gobiernos reciben el mensaje de que se encuentran bajo control. _____________________

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Traducción: Alba Precedo

Leer el texto en francés:

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