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Netanyahu cede de nuevo ante los religiosos ultraortodoxos

El primer ministro de Israel Benjamin Netanyahu en su visita a  Hungría.

Chloé Demoulin (corresponsal de Mediapart en Jerusalén)

Era una promesa del Gobierno. El gabinete de Benjamin Netanyahu aprobó en enero de 2016 la creación de un espacio mixto, en el Muro de las Lamentaciones, donde mujeres y hombres pudieran rezar juntos. Aceptaba con ello una petición histórica de los judíos liberados (reformistas) y tradicionalistas (masortís), en su amplia mayoría estadounidenses. Sin embargo, el primer ministro anunció el 25 de junio la paralización de esta medida.

La noticia ha causado un importante revuelo entre los judíos no ortodoxos. “El Muro pertenece a todos los judíos. Supone una bofetada a la figura de la comunidad judía internacional”, denunciaba el exembajador israelí en Estados Unidos, Sallai Meridor.

Como prueba de la gravedad del asunto baste la condena realizada por la Agencia Judía para Israel, el órgano encargado de la inmigración en Israel y vinculado al Gobierno: “Lamentamos la decisión del Gobierno israelí, que contradice la visión y el sueño de Herzl, Ben Gourion, Jabotinsky, del espíritu del movimiento sionista, de Israel como hogar nacional del pueblo judío, y del Kotel [Muro de las lamentaciones] como símbolo de unidad de los judíos del mundo entero”.

Para los judíos liberales y conservadores, la solución es aún más amarga habida cuenta de que esta decisión llega tras cuatro años de negociaciones y de varias sentencias favorables del Tribunal Supremo. “Hemos renunciado a muchas cosas para lograr este acuerdo con el Gobierno”, explica Rachel Cohen Yeshurun, de la ejecutiva de Women of the Wall (Mujeres del Muro), asociación israelí que reivindica un judaísmo igualitario. “Necesitamos visibilidad y reconocimiento por parte del Estado, para lo que es imprescindible presupuestos”, subraya. Los judíos liberales y conservadores también reclamaban una parte de la partida que el Gobierno destina a los ultraortodoxos y que asciende a un millón de séqueles anuales (unos 250.000 euros). Y solicitaban estar presentes en las reuniones de los ultraortodoxos relativas a la vida religiosa en Israel, reivindicación ésta finalmente desestimada.

El próximo paso incluye una nueva audiencia en el Tribunal Supremo, prevista para el 30 de julio. “El Tribunal Supremo es nuestra mejor arma democrática, conoce los acuerdos alcanzados. Creo que va a decirle al Gobierno que debe cumplir su promesa y que no puede decantarse por los extremistas”, confía Anat Hoffman, jefa de filas de Mujeres del Muro.

El pasado 11 de julio, las Mujeres del Muro ofrecían una rueda de prensa acompañadas de varios excombatientes de la Guerra de los Seis Días. Y no se trataba de veteranos cualquiera, ocho de ellos participaron, el 7 de junio de 1967, como paracaidistas, en la toma del Muro de las Lamentaciones y cuyas fotos, efectuadas aquel día, se convirtieron en todo un símbolo para los israelíes. “Son héroes de Israel y dicen: ‘Vosotras, las mujeres, sois las nuevas liberadoras del Muro’”, explica Anat Hoffman.

Entre estos veteranos, Moshe Milo, alias Zamouch, conocido por ser el primero en decir por el walkie talkie: “¡El Monte del Templo [la Explanada de las Mezquitas] está en nuestras manos!”. En su opinión, no queda lugar a dudas: “El Muro pertenece a todo el pueblo judío. Es muy importante que todas las ramas del judaísmo tengan permiso para poder rezar allí conforme a sus propias prácticas”, considera.

En realidad, mujeres y hombres ya pueden acceder juntos, desde 2004, a un espacio situado en la zona sur del Muro, una zona que se considera demasiado estrecha y que no permanece siempre abierta; se construyó en el yacimiento arqueológico que acoge el antiguo Arco de Robinson. Además, en los últimos meses, las autoridades han fracasado a la hora de garantizar el acceso de los judíos no ortodoxos: los ultraortodoxos se adueñan del lugar mediante la colocación de un velo con el que separar a los hombres de las mujeres. Estos hombres de negro, llamados jaredíes, se escudan en la tradición, ni siquiera en la Torá –en la que no se hace mención categórica ninguna en este sentido–, para justificar que las mujeres no tienen derecho ni a rezar en voz alta (porque, en su opinión, podrían distraer a los hombres de sus propias oraciones) ni a vestir kippa ni ningún otra vestimenta ritual. Y mucho menos a utilizar el rollo de la Torá en los oficios.

En el Muro de las Lamentaciones hay muchos rollos de La Torá, pero les están reservados a los hombres, en la zona de acceso exclusivo con la que cuentan. Las Mujeres del Muro, pese a que en 2013 el Tribunal Supremo les dio la razón, han desafiado en varios ocasiones estas normas: han introducido a escondidas los rollos, gracias a una Policía cada vez más tolerante y que acostumbraba a arrestarlas por ese motivo. Pero los ultraortodoxos, encargados de la gestión del Muro, se muestran inflexibles.

En noviembre de 2016, durante una procesión de las Mujeres del Muro y de los movimientos liberales y conservadores que derivó en tumulto, Mediapart, socio editorial de infoLibre, logró recabar el testimonio de dos jóvenes jaredíes de 19 años. “El judaísmo que practica esta gente no es el nuestro. Hacen cosas nuevas”, justificaba uno de ellos. “Durante miles de años, nuestros rabinos han estudiado e interpretado La Torá. Extrajeron mandamientos. Ellos [los judíos liberales] han creado una religión nueva, se han quedado sólo con lo que les gustaba de La Torá. Es ridículo”, continuaba su correligionario.

Control exorbitante de los ultraortodoxos sobre el Gobierno

Según un sondeo publicado por el Jerusalem Post en septiembre de 2016, la creación de un espacio de rezo mixto en el Muro de las Lamentaciones cuenta con el respaldo de la mayoría de los israelíes (61%), incluidos aquéllos que se definen tradicionalistas (59%). Sólo el 39% se opone, una cifra que se eleva hasta el 83% en el caso de los ortodoxos.

Entonces, ¿por qué Benjamin Netanhayu ha decidido dar marcha atrás? “Los medios de comunicación ultraortodoxos hace meses que nos machacan y sus representantes en el Gobierno han continuado con esa labor”, analiza Rachel Cohen Yeshurun. El primer ministro, obligado a alcanzar acuerdos, cuenta con una mínima mayoría de 61 escaños de los 120 del Knesset (Parlamento), de ahí que no pueda enemistarse con el Partido Judaísmo Unificado de La Torá (6 escaños) ni con el Shas (7 escaños), muchos de cuyos miembros forman parte del Gobierno. Estos últimos han amenazado en varias ocasiones con poner punto y final a la coalición para doblegar al jefe del Ejecutivo israelí y siempre se han salido con la suya.

Porque es la tercera vez que Benjamin Netanhayu cede ante sus aliados religiosos. A finales de 2015, el Knesset aprobó una enmienda que obligaba a los judíos ultraortodoxos a realizar el servicio militar; ahora estos últimos pueden aplazar su incorporación a filas hasta 2023. En agosto de 2016, el Parlamento israelí votaba también a favor de la derogación de una ley que obligaba a las escuelas ultraortodoxas a impartir una decena de horas semanales de asignaturas generalistas (matemáticas, ciencias e inglés), si los centros querían seguir recibiendo ayudas estatales.

A todo esto hay que sumarle otro controvertido proyecto legislativo impulsado por el Gobierno para limitar el reconocimiento de las conversiones al judaísmo en Israel y concederle el monopolio exclusivo a los ultraortodoxos. Esta medida puede llegar incluso a privar, a miles de personas, con carácter retroactivo del reconocimiento por parte del Estado hebreo de su judaísmo y denegarles el acceso a la Ley del Retorno (que garantiza a cualquier judío el derecho a emigrar a Israel). El 30 de junio Benjamin Netanhayu pospuso seis meses la votación del texto con el fin, según justificó, de “alcanzar un acuerdo”. Hasta nueva orden, todas las decisiones de conversión han quedado suspendidas.

El hijo de Netanyahu incrimina a su padre en una grabación

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Si bien hay quien defiende que el primer ministro es el responsable del dominio exorbitante de los ultraortodoxos sobre el Gobierno, otros apuntan además a un factor demográfico. Según el informe publicado en 2016 por el centro independiente de investigación The Israel Democracy Institute, el número de ultraortodoxos, que actualmente representa en torno al 10% de la población israelí, puede aumentar rápidamente hasta ser el 14% en 2024, el 19% en 2039 y el 27% en 2059. Dicha progresión tiene su origen en la elevada tasa de natalidad, que es de 7 hijos por mujer (aunque se prevé que pueda caer hasta 5,5 hijos en 2029). _________

Traducción: Salvador Carnicero Leer el texto en francés:

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