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Los socialistas portugueses, más cerca de poder gobernar en solitario en 2019

El líder del Partido socialista luso, Antonio Costa, en la  noche electoral.

Con la consolidación de la posición dominante del Partido Socialista portugués, frente a sus aliados de izquierda en el Gobierno de la geringonça (chapuza) y la sonora derrota del PSD (centro-derecha), sobre todo en Lisboa, los resultados de las elecciones municipales del pasado domingo en Portugal van a influir inevitablemente en la política nacional, de cara a las elecciones legislativas de 2019. Además, el regreso triunfal a Oeiras, periferia próspera de la capital, del reincidente Isaltino de Morais –encarcelado por fraude fiscal y blanqueo de capitales– pone de manifiesto que la democracia portuguesa, aunque permanece inmunizada contra el virus del populismo que hace estragos en Europa, está lejos de ser ejemplar.

Tras conseguir 157 alcaldías (es decir, más de la mitad de los 308 ayuntamientos), los socialistas del primer ministro Antonio Costa lograban el mejor resultado de su historia. Para el jefe del Gobierno, el problema es que este éxito “histórico”, en parte, perjudica a su aliado parlamentario comunista, que debe pasar el testigo a los socialistas en algunos de sus bastiones tradicionales. La CDU, fachada electoral “frontista” del PCP, ha perdido diez ayuntamientos (nueve de ellos los gana el PS), es decir, un tercio. También Almada, periferia obrera al sur del Tajo donde venían imponiéndose ininterrumpidamente desde las primeras elecciones libres, tras la caída de la dictadura de Salazar, en 1974. La nueva alcaldesa de esta ciudad dormitorio popular, al otro lado del Puente 25 de abril, será Inés de Medeiros (hermana de la actriz y realizadora Maria de Medeiros) que, en el pasado, dio muestras de tener una concepción bastante particular del uso del dinero público.

Al sur de Lisboa, el PCP pierde también Barreiro y varios feudos de un Alentejo, cuyo rojo ahora parece un poco más pálido. En el seno de un aparato comunista donde no faltan opositores al respaldo del Gobierno socialista minoritario, hay quien piensa que si la gerigonça es una farsa, ya se sabe quién es el tonto. Además, el otro miembro de la coalición, el Bloco de Izquierdas, ha fracasado a la hora de conseguir a nivel local el auge registrado en las legislativas de 2015. No han logrado ni una sola alcaldía y sólo han conseguido un representante en Lisboa, como premio de consolación. Sin embargo, los aliados del PS, ya juntos gracias al acuerdo de coalición, ahora están en posición de debilidad agravada, lo que debería permitir al Gobierno Costa aguantar hasta el final del mandato soñando con una mayoría absoluta en 2019. Ni los comunistas ni el Bloco tiene interés en provocar una crisis de Gobierno.

En su análisis del domingo por la noche, Antonio Costa insistió sobre todo en la derrota de la derecha, negando incluso que hubiese “vencidos” en el seno de la coalición gubernamental. El problema, también ahí, es que el jefe del Gobierno va a perder por el camino a su mejor rival, el líder del PSD Pedro Passos Coelho. Ganador de las elecciones en 2015, pero sin lograr la mayoría absoluta, después de conseguir salir de una situación financiera catastrófica, bajo tutela de la troika UE-FMI-BCE, el dirigente socialdemócrata nunca ha sabido darle una respuesta al hábil Costa. Este último le infló su victoria al sacar del guetto a las formaciones situadas a la izquierda del PS, limitándose a predecir una catástrofe económica (el “diablo”) que no se ha producido. Como escribía este lunes el editorialista del diario Publico João Miguel Tavares, “el diablo ha venido. Para Pedro Passos Coelho”.

La situación en Lisboa

En la capital, el PSD, que gobernaba todavía a principios de este milenio, no sólo ha salido derrotado, ha sido humillado. La candidata elegida por Passos, en contra del aparato local del partido, llegó en tercera posición, por delante de los comunistas. Pero sobre todo, hecho sin precedentes en el seno de la derecha, quedó muy lejos por detrás de Assunçao Cristas, exministra de los gobiernos de coalición PSD-CDS presididos por Passos. Al presentarse en Lisboa, la joven presidenta del CDS corrió un cierto riesgo pero ganó la apuesta. El partido centrista acabó como segunda fuerza en la capital y, consiguió más del 20% de los sufragios (y cuatro representantes); consigue privar a Fernando Medina, el sucesor de Antonio Costa (ahora en São Bento, sede del Gobierno y del Parlamento), de mayoría absoluta en el seno del Ejecutivo lisboeta. “En Lisboa, ciertamente somos los dirigentes de la oposición y haremos todo lo posible por serlo también a nivel nacional”, dijo Cristas el domingo por la noche.

Recuperando su papel de analista televisivo, que le ha dado gran popularidad, el presidente de la República (y expresidente del PSD) Marcelo Rebelo de Sousa había pronosticado que las elecciones municipales abrirían un nuevo ciclo político en Portugal. En el PSD, que sólo conserva 79 alcaldes y se ruraliza a pasos agigantados, los cuchillos ya estaban afilados tras darse a conocer los sondeos a pie de urna. Otra exdirigente (bautizada la dama de hierro cuando era ministra de Finanzas), Manuela Ferreira Leite, dijo que Passos Coelho no estaba “ya en condiciones” de mantenerse al frente del partido. Passos había señalado que no dimitiría tras conocerse los resultados de las “elecciones locales”, pero el domingo dejó entender que podría no presentarse en el próximo congreso del partido, a principios de 2018. Se espera que Rui Rio, exalcalde de Oporto, presente su candidatura. Sin embargo, la situación del PSD en la segunda ciudad del país apenas es mejor que a nivel nacional. Rui Moreira, el gran burgués independiente, cuya sonora victoria fue el acontecimiento mayor de las municipales de 2013, resultó reelegido el domingo por la noche. Esta vez logró mayoría absoluta. Y sorteó a la dirección local del PSD, citando sobre todo a Rui Rio, por la deriva del cetro derecha en Oporto (10,4% de los votos). Por su parte, el CDS, que desde el primer momento apoya a Moreira, se baña en la luz de su victoria.

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En Oeiras será otro independiente quien acceda al suntuoso sillón de la alcaldía en las antiguas caballerizas del marqués de Pombal, todopoderoso ministro del rey Don José que dirigió la reconstrucción de Lisboa después del terremoto de 1755. Isaltino Morais, apartado del PSD desde hace tiempo, debe su regreso al frente de esta periferia (muy próspera de Lisboa) a la clemencia del Tribunal de Apelación de Lisboa. Este redujo oportunamente de siete a dos años de prisión firme la condena por fraude fiscal y blanqueo de dinero que se le había impuesto, tras un interminable folletín judicial que tuvo al país sin aliento. En resumen, Isaltino ha pasado un año en la cárcel y, después, seis meses con brazalete electrónico. Con el 41,6% de los votos y la mayoría absoluta en el consejo municipal, aplasta a Paulo Vistas, el Brutus al que había confiado “temporalmente” su sillón de alcalde pero que, al encontrarse a gusto en el cargo, abandonó a su mentor poco después de su encarcelación. Una sexta victoria para Isaltino que “roba más que hace”, demuestra los límites de la ley a la hora de prohibir optar a la reelección, por más de tres mandatos consecutivos, con el fin de acabar con los llamados dinosaurios. La resurrección política de este mandatario, de la muy influyente masonería portuguesa, demuestra que hay no pocas cosas podridas en el reino de Costa. ____________Traducción: Mariola Moreno

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