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El fulgurante ascenso de Sebastian Kurz a la cancillería de Austria

Sebastian Kurz, el recién elegido canciller de Austria.

Cuando fue nombrado secretario de Estado de Integración, a los 24 años, era un perfecto desconocido. Sebastian Kurz, que procede de las juventudes del Partido Popular Austriaco (ÖVP), llegó al Ministerio del Interior con un pequeña cartera, sin mucho presupuesto ni margen de maniobra. En aquel momento trató de poner en marcha cursos de lenguas para inmigrantes, favoreció la homologación de los estudios obtenidos en el extranjero…

Seis años después, el mismo hombre, ya ministro de Asuntos Exteriores, se ponía al frente del partido conservador. Omnipresente en los medios de comunicación. Promovió un nuevo sistema, que se resume en la fórmula “Integración a través los resultados” (Integración durch Leistung); consiste en suprimir las ayudas sociales destinadas a los inmigrante sin empleo.

¿Cómo ha conseguido Sebastian Kurz, de 31 años, convertirse en un personaje clave en las elecciones de 2017, hasta convertirse en el jefe de Gobierno más joven de la UE?

Sebastian Kurz es sobre todo una imagen: un joven deseado por los medios de comunicación. Un rostro juvenil de cabello engominado, convertido en jefe del partido conservador y con aspecto de yerno ideal. Siempre presente. Nunca una palabra más alta que la otra. “Sebastian Kurz ha construido él mismo su imagen de futuro líder. Ha puesto en marcha una estratégica mediática, rodeándose de comunicadores y apoyándose en las redes que desarrolla desde su llegada al Gobierno, en 2011. La mayoría de la gente que trabaja con él no procede del mundo de la política”, explica el investigador Benjamin Opratko.

Para esta campaña electoral, Sebastian Kurz eligió como portavoz a un periodista, Peter Eppinger, uno de los locutores de radio más conocidos de Austria, que hasta entonces presentaba un programa matinal. Entre sus colaboradores más próximos hay también dos personas procedentes, como Kurz, de las juventudes del partido. La mayoría de sus colaboradores apenas tienen 30 años. “Siempre hemos sido muy buenos en las redes sociales. Partimos con una enorme ventaja en la campaña electoral”, reconoce Stefan Schnöll, una persona próxima a Kurz que le sucedió al frente de la organización juvenil del partido.

Para Martin Haselmayer, doctorando en el departamento de gobernanza de la Universidad de Viena, la imagen –más política– también ha sido la principal preocupación de Kurz, cuando era secretario de Estado y después ministro de Asuntos Exteriores: “Aunque Austria es un país pequeño, que no tiene mucho peso en términos diplomático, consiguió que se hablase de él como ministro de Asuntos extranjeros al viajar sin cesar y esforzándose por salir en la foto al lado de dirigentes internacionales. Era una manera hábil de no dedicarse en la política diaria de su gobierno y de no ser considerado responsable hoy del balance, muy criticado, del Ejecutivo. A fin de cuentas, ha conseguido hacerse pasar por un político totalmente nuevo, cuando es el que ha ocupado durante más tiempo puestos gubernamentales”.

El joven lobo también procedió en los últimos meses a algunos cambios de superficie en el partido. El color oficial del ÖVP ya no es el negro, sino el turquesa. Ahora lleva el nombre de “Nuevo Partido Popular”, mientras que la lista de los candidatos al Parlamento austriaco ha sido bautizada como Lista Sebastian Kurz. Martin Haselmayer explica: “Kurz ha intentado copiar el carácter del movimiento En Marcha. En las listas electorales del ÖVP, se puede ver hoy muchos candidatos que nunca han sido miembros de un partido. Es gente que va a ser muy leal al futuro canciller”.

¿No se trata de hacer algo nuevo partiendo de algo viejo? Así lo cree al menos Laurenz Ennser-Jedenastik, politólogo en la Universidad de Viena. “Esta transformación del partido en movimiento es bastante ridículo. El ÖVP sigue teniendo la misma estructura, los mismos miembros. No se trata, como en el caso de Emmanuel Macron, en Francia, de un hombre que dejó la formación para crear una nueva desde cero. Se trata justamente de crear una nueva imagen en torno a un partido que sigue existiendo”.

Circunscribir a Sebastian Kurz a una imagen mediática sería, no obstante, un error. El joven treintañero también se presentado en el momento adecuado: su ambición ha conseguido parar la caída de popularidad del ÖVP. No había candidato para un partido en caída libre. “Ha conseguido imponerse no sólo como el que sería la única oportunidad para el partido de ganar las elecciones, sino también como el que iba a salvar el partido de la desaparición”, dice el politólogo Benjamin Opratko. Elegido presidente de los conservadores por casi unanimidad a principios de julio, Sebastian Kurz ha puesto fin a un profundo conflicto. “La ÖVP estaba dividida entre los que querían permanecer en el Gobierno, como el vicecanciller Reinhard Mitterlehner y los que querían dejar la coalición con los socialdemócratas”, recuerda el investigador Laurenz Ennser-Jedenastik. Se impusieron los segundos: Kurz acaba con la coalición de Gobierno, provocando las elecciones anticipadas. Y consigue trasladar su popularidad personal a la imagen del partido; ha logrado que el partido ahora se asocie a su persona. No sucede así en la tradición conservadora. En el pasado, los líderes del ÖVP eran débiles: era un partido descentralizado con potentes facciones regionales”. Kurz procede además a cambios internos para reforzar la concentración del poder en sus manos. Elige él mismo los candidatos de la lista nacional para las elecciones –lo que era antes el resultado de negociaciones entre los diferentes estructuras del partido.

La rapidez a la hora de hacerse con el poder pone de manifiesto a un animal político cuya trayectoria recuerda a otros ascensos el continente; es el caso de Matteo Renzi en Italia, que supo, en unos meses, en el invierno 2013-2014, imponerse como nuevo jefe del partido demócrata, hasta convertirse después en el presidente del consejo. Resulta difícil de creer que Sebastian Kurz no llevase tiempo preparando esta carrera hacia lo más alto del Estado, aunque Stefan Schnöll, colaborador próximo a Kurz, desmienta que el objetivo de la cancillería venga de muy atrás. “Lo que Sebastian perseguía desde el comienzo es una voluntad de cambio. En cada cargo que ha ocupado ha sido el personaje original. Nunca ha aceptado el statu quo, donde quiera que se encuentre”.

Pero más allá de la satisfacción de su ambición personal, ¿qué reformas políticas pretende llevar a cabo Sebastian Kurz en el Ejecutivo? Stefan Schnöll responde: “Nuestro programa se apoya en dos ejes; el primero, el fin de la inmigración ilegal: nos corresponde a nosotros decidir quién viene a nuestro país, no a los inmigrantes ni a las redes; el segundo pasa por una importante reducción del impuesto sobre la renta, de 12.000 a 14.000 millones”. Poco se sabe de la manera en que se compensará este descenso y qué tramos se verán afectados. “Se financiará mediante una administración más eficiente, el crecimiento económico y el fin del acceso de los migrantes a nuestro sistema de ayudas sociales”, explica Stefan Schnöll. Este hombre, cercano a Kurz, con quien trabaja desde hace una década, también acusa a "esa gente que se aprovecha del sistema sin dar nada".

En lo que respecta a la UE y pese a que Austria ocupará la presidencia de turno en el segundo semestre de 2018, Stefan Schnöll no tiene visión ni proposición alguna de reforma, salvo en lo que respecta a hallar una solución común “para seguir bloqueando las rutas migratorias de los Balcanes y bloquear la del Mediterráneo”.

Y, para financiar su campaña, Sebastian Kurz se ha apoyado en sólidas redes financieras. No en vano, su partido ha percibido más de un millón de euros en donaciones, una parte de las cuales procedían de grandes empresas.

En realidad, la diferencia entre el discurso de este partido y el del nuevo ÖVP es cada vez más tenue. “Kurz ha conseguido hacerle la competencia al FPÖ en su temática favorita, la de los inmigrantes”, dice el politólogo vienés Martin Haselmayer. “Tiene la misma agenda que él, aunque aprueba las cosas con más calma. El argumentario de Kurz me recuerda a los comienzos del FPÖ; vincular la cuestión migratoria a la de la política social es precisamente lo que hacía la ultraderecha”. _______________

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Traducción: Mariola Moreno

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