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Homo sapiens, hombre de redes sociales

Modelo de un neardental.

El enigma del éxito del Homo sapiens, el hombre moderno, hace décadas que fascina a los antropólogos. Nuestra especie, que salió de África hace 100.000 años, se expandió por toda Europa en menos de 50.000 años y sustituyó a los neandertales, presentes hace 400.000 años, tras haber sustituido a todas las poblaciones arcaicas con las que se cruzó en su proceso de expansión fuera de África.

Son numerosas las hipótesis ofrecidas –tamaño del cerebro, lenguaje desarrollado, tecnología más eficaz...– para explicar la supremacía del Homo sapiens sobre los humanos anteriores, pero hasta la fecha ninguna termina de imponerse. Ahora, en cambio, es posible que dos estudios genéticos recientes aporten la solución que ayude a resolver el enigma. Las investigaciones demuestran que los primeros grupos humanos modernas eran más diversos, menos consanguíneos y estaban mejor conectados entre ellos que los grupos de neandertales. En suma, nuestra especie se impuso porque tenía –¡ya!– mejores redes sociales.

El primer estudio ha permitido establecer una secuencia genómica de gran calidad de una neandertal cuyos restos, que datan de hace aproximadamente 50.000 años, han sido exhumados en la gruta de Vindija, en Croacia. El estudio, publicado en la revista Science, lo ha llevado a cabo el grupo de Kay Prüfer, del Instituto Max-Planck de antropología evolucionista, en Leipzig. A finales de 2013, el mismo grupo publicaba un primer genoma de gran calidad, a partir del ADN extraído de un resto de dedo del pie perteneciente a una mujer neandertal, sepultada en la gruta de Denisova, en el macizo del Altái, en Siberia. Hasta la fecha, lo fundamental de lo que conocíamos sobre la historia genética de los neandertales se debía al análisis de este único ADN siberiano. La neandertal del Altái presentaba importantes signos de consanguineidad: sus padres eran hermanastros (tenían el mismo padre o la misma madre). Además, el nivel de diversidad genética en su genoma era mucho más bajo que el de los humanos modernos, lo que daba a entender la existencia de una larga historia de grupos de pequeño tamaño.

La mujer de Vindija muestra también un bajo nivel de diversidad genética, pero no hay rastro de consanguineidad reciente, lo que sugiere que el emparejamiento entre parientes no era sistemático en los neandertales. Es probable que las uniones consanguíneas se hiciesen cuando era ineludible, en aquellos casos en que los grupos de población eran demasiado reducidos como para que un individuo diese con una pareja con la que no le unía relación de parentesco alguna. Dada su larga historia viviendo en grupos pequeños, los neandertales sufrieron numerosas mutaciones negativas que les exponía a patologías genéticas.

El segundo estudio, también publicado en Science, dirigido por Martin Sikora, de la Universidad de Copenhague, se centra en los genomas de cuatro humanos modernos pertenecientes a un grupo de cazadores recolectores que vivió hace alrededor de 34.000 años. Los restos de esos cuatro individuos se hallaron en el yacimiento de Sungir, en Rusia, cerca de Vladimir, a 190 km de Moscú. El lugar, explorado desde los años 1950, se encuentra al aire libre, en una colina a 50 metros sobre la orilla izquierda del río Kliazma.

Los cuatro individuos objeto de estudio genético, realizado por Martin Sikora y sus colegas, proceden de dos tumbas y todos de sexo masculino. En la primera tumba, se encontró el esqueleto de un hombre adulto. En la segunda, dos adolescentes o jóvenes adultos, uno de entre 9 y 11 años y el otro de 11 a 13 años, enterrados tumbados, cabeza contra cabeza; se encontraban cubiertos de ocre y rodeados de objetos preciosos, collares de marfil, lanzas, esculturas, colmillos de zorro ártico. Un tercer individuo es un hombre adulto sepultado en la misma tumba, pero de él no quedaba más que una diáfisis femoral (la parte central de la pierna), lleno de ocre rojo.

Sikora y sus colegas han logrado completar las secuencias genómicas de estos cuatro Homo sapiens prehistóricos. La datación prueba que son todos contemporáneos. El análisis genético demuestra además un hecho sorprendente, sobre todo si se compara a estos humanos modernos con los neandertales: carecen de vinculación de parentesco cercano entre sí, aunque dos de ellos presentan el mismo linaje en el cromosoma Y (lo que significa que cuentan con un ascendente masculino común). Más concretamente, los cuatro individuos no tenían parientes ni de primero ni de segundo grado, es decir, que en el grupo no hay ni una pareja padre-hijo ni dos hermanos o hermanastros; tampoco primos hermanos. Los cuatro individuos pertenecían a un grupo de varios cientos de personas.

La mezcla con neandertales

Los científicos han podido demostrar que los ancestros de este grupo se cruzaron con los neandertales. La modelización sugiere que hubo un episodio de mezcla con los neandertales, compartido por todos los hombres modernos de Eurasia, hace alrededor de 55.000 años.

Según el estudio de Kay Prüfer, la neandertal de la gruta de Vindija es más próxima que la de Siberia a la población que se mezcló con los hombres modernos. Esto ha permitido que los investigadores identifiquen genes neandertales presentes en los humanos contemporáneos que no habían sido detectados hasta la fecha. Todo apunta a que nuestra ascendencia genética neandertal no sólo nos aporta beneficios. En efecto, algunos de estos genes neandertales, que ha heredado la humanidad contemporánea, pueden aumentar los riesgos relacionados con el colesterol y los problemas relacionados con la alimentación, la tendencia al sobrepeso, la poliartritis reumatoide o la esquizofrenia.

Nuestros genes neandertales también pueden impedirnos broncearnos con el sol. Aunque a menudo se representa a los neandertales con la piel muy oscura, sin embargo debieron palidecer para que su piel pudiese captar un máximo de luz solar en una Europa relativamente fría. Así que, probablemente, tuviesen un cutis más similar a una aspirina que a la tez de un adepto a las playas.

El hecho de que los neandertales nos hayan podido transmitir genes desfavorables se debe, como se ha mencionado, al hecho de que vivían en grupos de población restringidos y aislados. Pese a todo, pudieron mezclarse con los humanos modernos, pero esto representaba el límite máximo de sus redes sociales. Y esa mezcolanza en ningún caso fue una mezcla significativa como en el periodo contemporáneo. Consistía en intercambios muy limitados, aunque hayan dejado huellas genéticas hasta nuestros días.

Practicando la exogamia

La situación de los neandertales contrasta con la de los humanos modernos de la prehistoria y supone la aportación más interesante del estudio de Martin Sikora. El análisis genético demuestra que los individuos de Sungir vivían en un grupo poco consanguíneo. Los dos adolescentes enterrados juntos pertenecían al mismo grupo social y sin embargo no son parientes próximos y no forman parte de una familia, en el sentido en el que lo entendemos hoy. En resumen, eso significa que pertenecían a una población cuyos miembros practicaban la exogamia y tendían a unirse con parejas genéticamente alejadas de ellos. Estos humanos modernos de la prehistoria debían desplazarse mucho, a la fuerza, y no dudaban en buscar a su pareja fuera del clan de origen.

“Si lo que se observa en Sungir es representativo de los grupos de cazadores recolectores humanos modernos del Paleolítico, sugiere que tales grupos estaban formados por individuos sin relación cercana de parentesco y que estaban conectados a otros grupos mediante redes de movimiento”, resume en Science Anders Bergström y Chrys Tyler-Smith, del Wellcome Trust, en el Reino Unido.

Estudios arqueológicos previos ya sugerían que los neandertales vivían en grupos menos numerosos y menos conectados que los humanos modernos del Paleolítico. El estudio de Sikora prueba que, al menos en Sungir, nuestros ancestros de hace 35.000 años ya estaban organizados socialmente, al igual que los cazadores-recolectores que sobreviven hoy, como los aborígenes de Australia o los pigmeos.

Así, los cazadores-recolectores Homo sapiens habían establecido, hace decenas de miles de años, la estructura social que pervive en sus descendientes actuales. Para Bergström y Tyler-Smith, el contraste entre los grupos de población neandertal, limitados y aislados, y los grupos de humanos modernos, más numerosos y más conectados, puede explicar la supremacía de los segundos sobre los primeros. En suma, si los hombres modernos conquistaron el planeta no fue ni gracias al mayor tamaño del cerebro ni a sus puntas de flecha, sino gracias a sus mejores redes sociales.

Traducción: Mariola Moreno

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