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Los trabajadores de Carrefour en Francia se movilizan para impedir 5.000 despidos

Imagen de una franquicia de Carrefour.

El pasado sábado 31 de marzo, los tres sindicatos (CFDT, FO y CGT) con representación en el grupo francés de distribución Carrefour convocaron una huelga en todos los centros de Francia. La compañía, primer empleador privado de Francia –con 110.000 asalariados– se encuentra en plena tormenta social desde que anunció un plan integral de reorganización y del que los trabajadores tuvieron conocimiento por los medios de comunicación el 23 de enero. Al frente de dicho plan, que persigue un ahorro de 2.000 millones de aquí al año 2020, se encuentra el nuevo responsable de Carrefour Alexandre Bompard, que aterrizó en julio en la empresa, procedente de la Fnac donde destacó por sus maniobras fiscales y su muy moderado sentido del reparto de la riqueza. Según los sindicatos, en los próximos meses se van a suprimir 5.000 puestos de trabajo, antes de que la firma dé a conocer sus planes para 2019 y 2020.

A comienzos de febrero, los sindicatos organizaron diferentes acciones aunque de forma descoordinada. Las cosas han cambiado. Y es que hipermercados y supermercados –pero también almacenes y filiales como Carrefour Bank– están afectados.

El plan Bompard supone un golpe duro para los trabajadores. Comporta un plan de salidas voluntarias de 2.400 personas en la sede del grupo (de 10.000 puestos) y el traspaso o el cierre de 273 tiendas pertenecientes a la antigua red de hard discount Dia, 800 tiendas compradas a precio de oro en 2015. Dicho cierre o traspaso afectará a 2.100 empleados. A éstos hay que sumarle los poco menos de mil puestos que desaparecerán en las estaciones de servicio y diversos centros administrativos de las tiendas.

El plan de transformación, anunciado como si fuese a convertir a Carrefour en un campeón del comercio moderno, como medida de ajuste a la demanda de los consumidores (empresa multicanal, desarrollo acelerado de lo ecológico, etc.) de momento comporta principalmente medidas dirigidas a la reducción de costes llevadas a cabo de prisa y corriendo. El objetivo de la dirección es traspasar o cerrar este verano las tiendas Dia y el plan de salidas voluntario de la sede central culminará antes de finales de año.

Esta celeridad preocupa a los representantes de los trabajadores. “Es cierto que es necesaria la transformación del grupo, pero el proceso debe llevarse a cabo correctamente, no a toda velocidad para causar un shock en la Bolsa, como quiere Bompard. Los tiempos tienen que ser aceptables para los trabajadores”, dice Sylvain Macé, delegada sindical de CFDT. Su colega del sindicato FO coincide: “Queremos que Bompard entienda, al igual que su nuevo director de recursos humanos, que no se trata del método adecuado. Están en una posición de fuerza, mientras que nosotros estamos intentando hacerles ver desde el año pasado que primero había que hablar de los aspectos sociales de su plan de transformación”.

En este contexto de tensión, un episodio ha encendido la mecha. Hace unas semanas, los trabajadores supieron que van a percibir 57 euros como paga de beneficios, correspondiente a 2017, frente a los 610 euros de 2016 y del más de un mes de salario de los años buenos. La indignación es general. A la vista del resultado operacional corriente de la empresa, los trabajadores contaban con percibir más de 300 euros. Sin embargo, el resultado fiscal neto del grupo se ha desplomado, con una pérdida de 531 millones de euros, imputables a las depreciaciones decididas por Carrefour por su filial italiana y las tiendas Dia. Finalmente, para calmar los ánimos, el grupo anunciaba el 14 de marzo una prima de beneficios por importe de 350 euros. Pero los sindicatos paladearon poco el episodio porque fueron excluidos de todo el proceso, sin llegar a negociar con los dirigentes de la empresa.

“Esta historia de la paga de beneficios es el colmo de las humillaciones”, resume Virginie Cava, delegada nacional de CGT en Carrefour Hipermercados. También recuerda que la fecha de la movilización no ha sido casual: este 5 de abril comienzan las negociaciones anuales obligatorias en la empresa y cabe prever su carácter explosivo, ya que la dirección ya ha hecho llegar el mensaje de que está poco dispuesta a conceder aumentos generalizados, dado el contexto. Resulta difícil de aceptar en un sector en que “se cobra poco más del SMI”, según la responsable de la CGT. “El único discurso de la empresa es que hay que reducir costes, por tanto el número de empleos, pero también bajar las remuneraciones. ¿Cómo se van a sumar a este proyecto los trabajadores?”, lamenta Sylvain Macé, de la CFDT. “Le dije a los dirigentes que iban a conseguir unir a los sindicatos y eso es lo que está sucediendo”, constata Michel Enguelz, de FO.

El exdirector era el mejor pagado del CAC40 en 2016

Mientras, Carrefour continúa con su política de pago de dividendos: este año, los accionistas del grupo percibirán en dividendos el equivalente al 45-50% del resultado operacional del grupo, es decir, más de 350 millones de euros. Una buena noticia para el primer accionista, la familia Moulin, propietaria de las Galerías Lafayette, y para Bernard Arnault, segundo mayor accionista con casi el 9% del capital. “Pedimos que no se paguen los dividendos durante un año”, recuerda la responsable de CFDT. “Nos dicen que no funciona nada en la empresa, pero si Carrefour va mal, los accionistas de referencia también tienen algo de responsabilidad. Este año, la prioridad debería ser el acompañamiento, sobre todo financiero, de los empleados que se van a quedar en la calle, no el reparto de beneficios”. Virginie Cava, de la CGT, apuesta por “reclamar otro reparto de la riqueza” en “un grupo todavía con mucho dinero”. Y los sindicatos tienen razones para hablar en esos términos; en 2016, Georges Plassat, entonces dirigente de Carrefour, fue el directivo mejor pagado de entre las empresas que cotizan en Bolsa (CAC40), al percibir casi 10 millones de euros anuales. “Cobró todos los bonos de resultados. No lo entendemos, ¿consiguió su misión o no? ¿El grupo va bien o es una catástrofe”, se pregunta Sylvain Massé.

Lo cierto es que la gran distribución tradicional atraviesa por fuertes turbulencias. En Carrefour, el inventor del concepto de hipermercado en Francia, lo mismo que le sucede a sus competidores Casino o Auchan [Alcampo, en España]. El sector da empleo a 660.000 personas en Francia, pero se encuentra en una situación coyuntural, cuando menos, sombría. El pasado mes de julio, Auchan cerró el plan social que afecta a mil empleos. La guerra de los precios entre marcas acaba con los márgenes y las costumbres de comprar cambia enormemente; los alrededor de 2.000 hipermercados franceses están en declive; los franceses se desplazan menos; el comercio electrónico explota, pero también los drives [el servicio Carrefour Drive permite a los clientes recoger en coche, en un punto de entrega en el hipermercado, el pedido realizado por internet], a los que ahora recurre un 25% de los consumidores en Francia.

Frente a esta sucesión de malas noticias, los distribuidores primero ajustaron al máximo sus costes de compra con los proveedores y ahora reducen los gastos de personal. En todas partes, la automatización de las tareas va a más. “Las nuevas tecnologías se emplean solo para suprimir empleos. Según nuestros cálculos, entre el 25 y el 33 de los cajeros están amenazados en Francia”, recuerda Virginie Cava, de la CGT. ¿Por qué nadie habla de ofrecer formación a estos trabajadores? Las nuevas tecnologías deben servir para mejorar las condiciones del trabajo y no para engordar un poco más a los accionistas”.

En Carrefour, el traspaso o la venta de cinco hipermercados debería materializarse en junio. Según los sindicatos, los 600 asalariados afectados pueden perder el equivalente a dos meses de salario en un año, porque no estarían amparados por los acuerdos de empresa. La compañía también ha anunciado que reducirá sus superficies comerciales al menos 100.000 en metros cuadros en tres años y los representantes de los trabajadores esperan con preocupación las repercusiones sociales de esta decisión, muy vaga hasta la fecha.

Los sindicatos no confían en que el Gobierno pueda interceder en su favor. El Ejecutivo francés aseguró a finales de enero que seguiría el caso “con la mayor atención” y que se mostraría “muy vigilante con la calidad del diálogo social, así como sobre los medios puestos en marcha para favorecer la reincorporación laboral de los asalariados”. El Ministerio francés del Trabajo recibía el pasado 29 de enero a los trabajadores, que también se hicieron oír em la Asamblea. Sin resultados concretos. En el sindicato FO, Michel Enguelz sólo cuenta con sus propias fuerzas para convencer a Alexandre Bompard y a los dirigentes de Carrefour. “Somos organizaciones sindicales curtidas, organizadas y no nos falta determinación”, insiste. Con la huelga del pasado sábado pretendían “forzar” a la compañía a “volver a la mesa de negociaciones, tocándoles en el bolsillo y, quizás, a la imagen de marca”.

Traducción: Mariola Moreno

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