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La Justicia francesa reúne elementos contra el régimen de Al Assad por el asesinato de dos periodistas en Homs

La ciudad bombardeada de Homs, en Siria.

En siete años de guerra, el conflicto sirio ha producido tantas atrocidades que terminan por olvidarse. Los ataques químicos suceden a los bombardeos indiscriminados, la palabra de las víctimas de torturas sucede a las imágenes de ejecuciones sumarias. Sin embargo, algunos crímenes permanecen y no sólo en el recuerdo de los supervivientes y en los informes de las ONG. Por ejemplo, la Justicia francesa instruye uno de esos viejos crímenes de comienzos del conflicto que podría, si el proceso judicial culmina, inculpar por crímenes de guerra a al menos tres altos responsables del régimen sirio, entre ellos el propio hermano de Bashar al-Assad, Maher.

Pero el problema radica en ese “si”; si la Justicia llega hasta el final... Las partes civiles han mostrado su preocupación por la falta de dinamismo en la instrucción judicial, pese a los numerosos elementos en contra existentes. Sin embargo, según especialistas en defensa de los Derechos Humanos y activistas sirios, esta causa puede ser emblemática en lo que respecta a la lucha contra la impunidad del régimen de Damasco, de manera que sus principales responsables no salgan impunes.

Este crimen de guerra sucedió el 22 de febrero de 2012 en el barrio popular de Baba Amr, en Homs, una de las mayores ciudades sirias, situada en un eje estratégico al norte de Damasco. Eran tiempo anteriores a Daesch y a las múltiples milicias islamistas, antes de los rusos y los iraníes, cuando los sirios que deseaban deshacerse del yugo de Bashar al-Assad se enfrentaban al Ejército. El barrio rebelde se encontraba asediado y bombardeado desde semanas antes por las fuerzas de seguridad leales al régimen y, ya entonces, los civiles morían por decenas. Los periodistas del mundo entero trataban de cubrir un conflicto sangriento, el primero de muchos asedios de la guerra. Damasco hace todo por impedirlos. De repente, los reporteros se infiltran como pueden en territorio sirio, a menudo acceden desde Líbano; lo logran a través de conductos subterráneas, ayudados por rebeldes ávidos por que el resto del mundo conozca su lucha y su calvario.

Cuando llegan a Baba Amr, los medios de comunicación extranjeros son acogidos en un centro de prensa, en la práctica se trataba de una casa clandestina ocupada por periodistas ciudadanos locales con lo necesario para descansar y transmitir sus informaciones por internet. El 21 de febrero de 2012, en ese local había seis periodistas extranjeros: la norteamericana Marie Colvin, el británico Paul Conroy, el español Javier Espinosa y tres franceses: Édith Bouvier, Rémi Ochlik y William Daniels. Esa noche, Colvin contó en directo en la CNN, la BBC y Channel 4, a través de Skype, los sufrimientos de la población civil y los incesantes bombardeos.

Por la mañana, un obús caía en las inmediaciones del centro de prensa, todo el mundo se despertó sobresaltado y comenzaron las evacuaciones, mientras los cohetes seguían lloviendo según la técnica del bracketing, que consiste en ajustar el tiro después de cada golpe. Cuando salían de la casa, un cohete explotó en la puerta de entrada, abatiendo a Marie Colvin y Rémi Ochlik, que murieron en el acto. Édith Bouvier, Paul Conroy y Wael el-Omar, un traductor sirio, resultaron heridos. Su evacuación tardó más de una semana en llegar; el recorrido fue épico. Los reporteros sospechan que el régimen sirio quiere acabar con ellos (puede leerse aquí su relato, en francés).

Junto con la muerte, semanas antes y también en Homs, del periodista francés Gilles Jacquier, que acompañaba a soldados del Ejército sirio, este acto sirvió para que los medios de comunicación dejaran de seguir corriendo riesgos con el envío de su personal a Siria. Antes incluso de aparecer el peligro que suponen los diferentes grupos islamistas, estas muertes marcaban el comienzo de un black-out sobre el conflictoblack-out. En efecto, todo el mundo sospecha que Damasco ha bombardeado a sabiendas el centro de prensa de Baba Amr, aunque el régimen se defienda acusando a los “terroristas”.

De regreso a París, Édith Bouvier y la familia de Rémi Ochlik presentaron una denuncia por homicidio y tentativa de homicidio (en Estados Unidos, la hermana de Marie Colvin, Paul Conroy y Wael el-Omar hacen lo propio). Pero la instrucción no lleva a ninguna parte. Hasta que en 2014, el nuevo abogado de Édith Bouvier, David Père, pide y consigue que se tramite la denuncia como crimen de guerra, es decir, el asesinato o los malos tratos de civiles no justificados por exigencias militares. La denuncia se traslada a la sección especializada en crímenes contra la humanidad, genocidios y crímenes de guerra del tribunal de París. Esta división, creada en 2012, goza del principio de jurisdicción universal y supone uno de los avances importantes de la Justicia francesa en aras de evitar que reine la impunidad. Esa sección, que se ocupa sobre todo de las causas de Ruanda, hereda en 2014 este caso “pionero” sobre Siria.

En 2016, Emmanuel Daoud, el abogado francés de las víctimas que habían denunciado en Estados Unidos, se persona también como parte civil en la misma causa. (Le Monde informó el 9 de abril de 2018 de que el proceso civil americano solo permitirá obtener reparaciones por daños e intereses).

Para Mazen Darwich, abogado y activista sirio pro-derechos humanos, esta denuncia de Francia es muy importante, porque “es la primera presentada: es la primera en que las víctimas han decidido no aceptar la impunidad. No se trata de vengarse, sino de apuntar responsabilidades, especialmente a las de personas en la cúspide de la pirámide que actuaron de manera sistemática y deliberada. Si esta causa sale adelante, abrirá la puerta a otras y devolverá la fe de la gente en la Justicia en lugar de ponerlos en manos del extremismo”.

Desgraciadamente, hace tres años y medio que se puso en marcha la fase de instrucción. Y sigue abierta. Hasta el punto de que el 12 de marzo de 2018, las partes civiles, respaldadas por la Federación Internacional de la Liga de los Derechos HUmanos (FIDH), organizaron una conferencia de prensa para llamar la atención sobre la lentitud del proceso. “Existen elementos suficientes en la causa para emitir órdenes de arresto internacionales y juzgar a los responsables en Francia, incluso en ausencia de éstos”, explica David Père. “Hay que saber si la división crímenes de guerra del TGI es un engaño o no”. Su colega Emmanuel Daoud añadía: “Es poco frecuente que los abogados hablen públicamente cuando la instrucción está en curso, pero no se puede demonizar a Bashar al-Assad y no hacer nada frente a las piezas existentes del proceso de instrucción”.

Efectivamente, en la instrucción aparecen testimonios extremadamente precisos y acusadores a los que ha tenido acceso Mediapart (socio editorial de infoLibre). Implican directamente a altos dirigentes del régimen sirio, que dieron la orden de bombardear el centro de prensa de Baba Amr para matar a los periodistas extranjeros allí presentes y a los que los ejecutaron, entre ellos Maher al-Assad, el hermano del presidente sirio y comandante de la 4ª división blindada, Ali Mamlouk, el jefe de los servicios de inteligencia, Rafiq Shahadah, jefe del comité militar y de seguridad de Homs, así como otros cinco militares y milicianos sirios (tres de ellos, generales). Estos hombres siguen viviendo en Damasco. Ali Mamlouk  incluso fue recibido recientemente en Roma por los servicios secretos italianos violando las sanciones europeas.

Una causa “emblemática y simbólica”

Numerosos testigos de ambos bandos (exfieles del régimen y opositores) han sido interrogados durante la fase de instrucción, así como por una comisión de investigación de la ONU. Todos apuntan en la misma dirección. Sí, los reporteros extranjeros eran objetivos destacados del régimen de Al-Assad, que no quería que se hablase de su estrategia de represión violenta. Sí, los bombardeos se efectuaron de manera precisa, a partir de observaciones aéreas y de informadores en tierra. No, los rebeldes no poseían municiones pesadas.

Pero dos testigos concretos, exsoldados del Ejército sirio, cuya identidad conocen los jueces de instrucción, han aportado detalles muy concretos sobre la cadena de mando y el objetivo del centro de prensa. El primero, oficial instructor, cuenta en su declaración: “En Homs, en la cúspide de la jerarquía, estaba el mando de seguridad, en relación directa con Maher al-Assad […] al que se llamaba “el jefe”. [...] Todos los puntos ocupados por los revolucionarios estaban en el objetivo. En lo que respecta al centro de prensa, como a las fotos aéreas tomadas por drones, si un periodista ponía por ejemplo una bandera blanca para señalar su presencia y protegerse con ella, al contrario, esto hacía atraer el fuego [...]. Estoy seguro de que el centro de prensa estuvo en el punto de mira de manera especial porque la persona que me dio las informaciones me dijo que había recibido instrucciones para impedir que los periodistas saliesen de Baba Amr. Isaam Zaredhine [uno de los generales] reunió a todos los oficiales para decirles que había que impedir a todos los periodistas, en concreto a los periodistas extranjeros, que saliesen de Baba Amr. De manera general, había que bombardear todo lo que se movía, impedir cualquier salida de información, y pasase lo que pasase, la respuesta era la misma, era culpa de los terroristas”.

El segundo testigo, un exoficial de los servicios de inteligencia, asistió a la preparación del bombardeo y a sus consecuencias. Cuenta en su declaración cómo su unidad había sido informada por fuentes en el Líbano de la entrada en Siria de periodistas que se dirigían a Homs. La tarde del 21 de febrero de 2012, se encontraba en compañía de Jaled al-Fares, jefe de milicia fiel al régimen, y “traficante de drogas”: “Recibió una llamada al móvil. Entendí que la persona que le llamaba era una de sus informadoras, se trataba de una mujer porque pude escuchar su voz. Entendí también que le hablaba de algo relacionado con el centro de prensa. Después de colgar, Jaled al-Fares contactó por radio con Rafiq Shahadah para decirle que había conseguido informaciones sobre la ubicación del centro de prensa y el lugar donde se encontraban los periodistas [...] Jaled al-Fares telefoneó desde su móvil a Ghassan Belal, adjunto de Maher el-Assad. Le informó de lo que sabía sobre el lugar donde estaban los periodistas. Empleó la expresión ‘estos putos espías’”.

Después de varios trayectos para recuperar a la informante de al-Fares y llevarla a la sala de operaciones en presencia de una decena de oficiales del Ejército sirio, el testigo informaba al final de esa noche de intensa actividad: “Jaled al-Fares me ha dicho que habían conseguido localizar el lugar del que salía un artículo o un reportaje [de Marie Colvin], gracias a las informaciones de su fuente. En torno a las 4:30-5:00 de la mañana, en cualquier caso, a primera hora del 22 de febrero, es decir cuando el día empezaba a despuntar, el centro de prensa de Baba Amr fue bombardeado por unos 20 obuses. Lo escuché porque hay alrededor de un kilómetro entre Baba Amr y la división de los servicios de inteligencia militares. Por la mañana, se difundía la noticia de que el centro de prensa había sido alcanzado y que el caso estaba cerrado [...]. El jefe de los escoltas de Rafiq Shahadah me dijo al salir de su oficina que “esa puta periodista americana espía y judía” estaba muerta. Y Nabil Youssef [responsable de una sección técnica de los servicios de inteligencia generales] también me dijo que la suerte de los periodistas extranjeros había quedado sellada. [...] Escuché a Rafiq Shahadah decir, literalmente: “Sólo era una perra que la ha palmado, que América venga a ayudarla”. Rafiq Shahadah le dio una palmadita en el hombro a Kenan Ghaliya como para felicitarlo y Kaled al-Fares le dijo: “Te espera una promoción en condiciones”. Después, supe por Jaled al-Fares, que Kenan Ghaliya era el que había ejecutado la orden de bombardear el centro de prensa y que era él el que estaba al mando del batallón de artillería de las fuerzas especiales en Homs. Diez días después, Jaled al-Fares recibió como regalo un coche de lujo de Maher al-Assad”.

Las investigaciones judiciales sobre los crímenes de guerra son asuntos problemáticos y largos como demuestran los procesos abiertos en el Tribunal Penal Internacional o el Tribunal Especial sobre la exYugoslavia. También son casos muy complejos, lo que los convierte en azarosos. Pero en este caso preciso, desde el punto de vista de los abogados de las partes civiles, el caso es relativamente simple. No afecta a cientos de muertos, a un pueblo aislado o a unidades militares marginales. Este bombardeo se circunscribe a un tiempo y un lugar concretos. Hay testigos que han ofrecido relatos detallados que están dispuestos a repetir ante un tribunal, así como un organigrama preciso del mando militar sirio en Homs en esta época.

Este caso es “emblemático y simbólico”, según las palabras de Clémence Bectarte, abogada y coordinadora del Grupo de Acción Judicial de la FIDH. “A falta de poder acudir a la Corte Penal Internacional, la Justicia extraterritorial es el único medio de poder examinar los crímenes contra la población civil. Una cosa es que la ONU, Human Rights Watch o la FIDH denuncien los crímenes de guerra, pero otra distinta es cuando lo juzga la Justicia Penal. Más aún por cuanto este caso ha permitido ascender en la cadena de mando y apuntar a responsabilidades individuales, algo que no es fácil”.

Esperamos que la Justicia francesa emita órdenes de arresto internacionales contra estas personas”, añade. “Eso no significa que sobre Bashar al-Assad o personas de su entorno, en caso de que pese un mandato de arresto en su contra, vayan a dimitir mañana. Pero sería un paso importante en el océano de la impunidad que rodea al Gobierno sirio. Sería magnífico que los jueces franceses trabajasen con urgencia porque los crímenes del régimen están cometiéndose continuamente. Las víctimas sirias ven una esperanza en este caso para abrir una brecha”. Fuentes judiciales precisan que “no es un caso en punto muerto, que la investigación sigue en marcha, que se han dado pasos y que avanza”.

Por su parte, a Édith Bouvier, que sigue trabajando como periodista y que recientemente ha hecho analizar un fragmento de obús alojado en su pierna, le gustaría que los jueces de instrucción franceses y los políticos den muestras de algo de coraje. “Se nos dice que no se puede investigar en el lugar; sin embargo, hemos facilitado a la Justicia todos los elementos necesarios para emitir órdenes de arresto y llevar a cabo imputaciones. ¿Se puede considerar que el asesinato de un periodista francés no es importante? Cuando algunos políticos explica que “Bashar no es nuestro enemigo, sino el enemigo del pueblo sirio”, yo puedo garantizar que no es verdad. Bachar al-Assad también es mi enemigo, porque ha matado a mis amigos. Y al hacerle Justicia a Rémi y a Marie, se puede iniciar el proceso que permita hacerle Justicia a los sirios”.

Muere en extrañas circunstancias un periodista ruso que desveló la presencia de mercenarios rusos en Siria

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Traducción: Mariola Moreno

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