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Los métodos de la ultraderecha en Francia para acallar a los periodistas

Marine Le Pen.

Marine Turchi (Mediapart)

Periodistas denunciados, amenazados o agredidos, medios de comunicación a los que se prohíbe el acceso: incluso con Marine Le Pen, el Frente Nacional, recientemente bautizado Rassemblement National (Unión Nacional), no ha olvidado sus viejas prácticas con la prensa. Cubrir la información de este partido e investigar a la ultraderecha sigue siendo difícil y singular, pese a hacer gala de ser un movimiento “desdemonizado”.

Mediapart (socio editorial de infoLibre) lo ha revivido coincidiendo con un juicio por difamación interpuesto por Axel Loustau –persona cercana a Marine Le Pen y consejero regional del RN (ex FN)– y que ganó este periódico el pasado 13 de junio después de tres años de batalla judicial.

Bien es cierto que las cosas han cambiado un poco. Entre 1990 y 1996, la asociación Reporteros sin Fronteras (RSF) contabilizó 15 agresiones cometidas contra periodistas que cubrían la información de FN; seis de ellas requirieron sendas bajas laborales. En 1992, en un encuentro lepenista, varios periodistas fueron golpeados y se repartieron pegatinas donde se podía leer: “Cuando te encuentres con un periodista, ¡abofetéalo! Si no sabes por qué, él lo sabe”.

Pero la actitud del partido lepenista hacia los medios de comunicación está lejos de haberse normalizado. Con Marine Le Pen en la presidencia de la formación, una decena de periodistas se han visto violentados en actos de partido, una situación inédita en comparación con otras formaciones francesas.

Desde 2012, el Rassemblement National prohíbe sistemáticamente la entrada a sus actos públicos a Mediapart y al programa Quotidien. Otros son puntualmente expulsados, sobre todo la prensa local en las ciudades en manos del partido. En el mitin del 1 de mayo de Marine Le Pen en Villepinte, en 2017, los medios de comunicación no podían moverse del espacio habilitado para la prensa, “so pena de perder la acreditación”, según un colega de Le Monde, mientras miembros del equipo de seguridad impedían que otros profesionales hablasen con militantes en las dependencias. La noche de la segunda vuelta, una decena de medios de comunicación vieron cómo se les impedía la entrada en la noche electoral de Marine Le Pen. Esta traba a la libertad de informar era denunciada por 34 redacciones en un comunicado común, el 28 de abril de 2017. Por su parte, el Sindicato Nacional de los Periodistas (SNJ) condena sistemáticamente la “violencia que ejerce el FN contra la prensa” y la “selección” que realiza entre medios de comunicación autorizados o no a seguir a Marine Le Pen.

Cuando ocurre un incidente, el partido de ultraderecha tarda en reaccionar (o no lo hace). Su reflejo natural es restarle importancia o culpar a la prensa. Un ejemplo entre otros: durante la celebración del 1 de mayo de 2015 por parte del Frente Nacional, dos equipos de televisión fueron agredidos por militantes, con insultos del tipo “jodidos periodistas de mierda”, “maricas rojos”, “periodistas colaboracionistas”, “periodicabrones”.periodicabrones Minutos antes, el propio eurodiputado Bruno Gollnisch había intentado coger la percha de Canal+ y le había propinado a los periodistas paraguazos. Marine Le Pen, por su parte, de inmediato habló de meros “empujones” y denunció el “comportamiento antideontológico”, el acoso de algunos periodistas.

La lógica –binaria– del partido lepenista pasa sobre todo por la deslegitimación de los periodistas, acusados de ser “militantes”, “trotskistas”, “bolcheviques” u “órganos de propaganda anti-FN”. Marine Le Pen alimenta de buen grado esta mitología militante, no duda en atacar directamente a periodistas, en Twitter o en sus intervenciones en los medios de comunicación.

Otros van más allá, recaban informaciones sobre los periódicos o sobre sus periodistas. Es el caso del eurodiputado Jean-Luc Schaffhauser que pagó con fondos públicos, en 2017, un informe que alimentaba la teoría del complot y centrado en Mediapart, con el deseo de investigar sobre nuestro periódico, sus periodistas, sus supuestas fuentes. “Podemos investigar sobre vuestra investigación y decir quién os paga o quién paga a Mediapart”, nos advirtió meses antes.

También es la práctica habitual del Observatorio de los Periodistas y de la Información Mediática (OJIM), creado en 2012 por dos figuras de la ultraderecha identitaria, que ambiciona “informar sobre los que informan” y propone unas 200 fichas de periodistas. En ellas se encuentran supuestas “formaciones”, “recorridos profesionales”, incluso militantes, sus “nebulosas”, publicaciones y declaraciones, a veces su salario o elementos sobre su familia.

El Rassemblement National tiene, sobre todo, muchas dificultades para aceptar el trabajo de investigación periodística cuando es el protagonista. “Enemigos”, “hitlero-trotskista”, “Gestapo”, “sicofanta”, “basureros de la  información”, “estalinistas”. En diez años, Mediapart ha recibido insultos por sus investigaciones sobre el partido. Pero la violencia puede aumentar cuando se toca al asunto más sensible: el dinero. Habituado a denunciar los “chanchullos” de los otros partidos, el Frente Nacional no tolera las investigaciones sobre su propia financiación. Y sobre todo no aguanta que se investigue a un grupo que gravita en el primer círculo de Marine Le Pen: la banda de los ex del Grupo Unión Defensa (GUD), que Mediapart ha denominado la GUD connection.

Con el paso de los años, estos militantes reconvertidos al negocio se han infiltrado en el corazón del reactor de las campañas del RN (ex FN). Al frente de la comunicación del partido, en la dirección de Jeanne, el micropartido de la candidata, al frente de las finanzas de su campaña... los gudards están en todas partes. Lo que a varios de ellos le ha supuesto la imputación en el caso de la financiación de campaña del RN. Investigar a Marine Le Pen y su gestión del dinero lleva inevitablemente a cruzarse con estos personajes que prefieren oficiar en la sombra.

Al grupo no le gusta ver cómo los periodistas indagan en sus negocios y multiplican las amenazas e intimidaciones hacia ellos. El padre espiritualpadre de esta red es Philippe Péninque, que dirigió el GUD en los años 70, antes de convertirse en abogado fiscalista. Conocido como Voldemort por algunos –“es omnipresente, pero nadie se atreve a mencionar su nombre”–, Péninque no figura en ningún organigrama oficial del partido, pero es un íntimo de Marine Le Pen y su eminencia gris. En la noche electoral de Marine Le Pen, en Hénin-Beaumont, el 23 de abril de 2017, recorría los pasillos, con el teléfono atornillado a la oreja.

Desde su época en el GUD, el sexagenario vive en un mundo binario donde se oponen “el sistema” y “los resistentes”, a quien, vaticina, la historia convertirá en héroes con la llegada de Marine Le Pen al Elíseo. Entrevistar a este asesor oficioso de la presidenta del RN implica una conversación movida, donde se mezclan verdaderas informaciones, provocaciones e intimidaciones. Como en esta entrevista de cuatro horas y media que nos concedió durante la última campaña presidencial, en el marco de un libro de investigación y que grabamos con su consentimiento.

“[El té] que ha engullido le vuelve loca, ¿eh?”, nos espetó en una perorata sobre el arte de la manipulación. “Va a salir y la van a atropellar porque no ha visto que le he echado una pastillita que procede directamente de Rusia. No tiene ni idea, ni idea... ¡Usted es una niña de dos años y medio!”, antes de añadir: “No sabe lo que son los “servicios”, amiga mía. No tiene ni idea. Le pregunté a mis amigos: el próximo vídeo que se suba a YouTube será usted acariciándome la pilila, ¿entendido?”. Philippe Péninque no evita puntualizar que el Frente Nacional está bien informado: “¿Sabe?, el aparato del Estado, ahora, hasta el nivel comandante de Policía, jefe de servicio, jefe de gendarmería, es el 97% Frente. Así que creo que hay informaciones que llegan, se saben cosas antes que el ministro. ¿De acuerdo?”. “Sé con quién se reúne, sé quién le cuenta cosas y así sucesivamente, lo sé todo”, nos alertó, dando nombres.

"¿Ha entendido lo que va a ocurrirle?"

Otra figura de esta GUD connection es Frédéric Chatillon. Él también es un viejo amigo de Marine Le Pen y él también es un expresidente del grupúsculo. Coordinador técnico de la propaganda durante la campaña presidencial, este gran amante de las artes marciales se dio a conocer en 2010 por propinarle un puñetazo, en público, al exredactor jefe de Minute. También le gusta informar sobre periodistas en su página de Facebook.

Su acólito Axel Loustau, consejero regional de Île-de-France, tesorero del micropartido de Marine Le Pen y ex del GUD también él, está acostumbrado a las intimidaciones de periodistas en sitios como Twitter. En 2010, acompañado de Chatillon y de otros gudards, escupe y amenaza a dos periodistas de Le Monde, “por su blog de mierda”. Nuestros colegas fueron seguidos, fotografiados, después rodeados fuera de la comitiva. “¿Habéis entendido lo que iba a pasar? ¿Habéis entendido lo que va a pasar?...”, les avisó.

Tres años después, Axel Loustau es interrogado –sin consecuencias judiciales– en enfrentamientos con las fuerzas de seguridad o actos violentos contra los periodistas, en el transcurso de una manifestación contra la boda homosexual. La escena, grabada, está en YouTube, algo que no gusta al interesado: le ha pedido a la Justicia que retire la grabación, sin éxito. Días después, ponía personal de seguridad a la prensa en el desfile del 1 de mayo del FN.

En 2015, nuevo incidente. Dos periodistas de Mediapart, incluida quien esto escribe, que se dirigían a la sede de las empresas de Axel Loustau, fueron separadas con violencia de un grupo dirigido por el diputado. “¡Te voy a matar! ¡Te encontraré! ¡Te voy a esperar a la puerta de tu casa”, gritaba uno de ellos, Olivier Duguet (predecesor de Axel Loustau en el puesto de tesorero de Jeanne). Viejo conocido de los servicios de la Policía, Duguet tratará de darnos un golpe en la cara, pero conseguimos refugiarnos en una cervecería aledaña. Presentamos una denuncia, pero se archivó porque las amenazas deben ser reiteradas. Lejos de arredrarse, Axel Loustau considera días después, en un sms, que “el trabajo está hecho”. También acusará a Edwy Plenel, director de Mediapart, de calumnias pero la Justicia nos dio la razón en tres ocasiones.

El año siguiente, nuevas intimidaciones y nueva denuncia. Esta vez, se producen tras una investigación sobre Axel Loustau y sobre Logan Djian, joven jefe del GUD de París. Nuestras preguntas nos valieron llamadas maliciosas y 140 sms anónimos, a menudo acompañados de fotos en torno a la musculación. El remitente de esos mensajes, tan inquietantes como delirantes, no era otro que un joven próximo a Djian. Identificado, fue condenado en junio de 2016.

Axel Loustau cultiva un humor dudoso con relación a la prensa. La víspera de una manifestación que teníamos que cubrir, el exgudard se entretuvo publicando nuestra foto en Twitter. Más recientemente, se rió mucho, por email, con Alain Soral, quien citaba falsamente a una periodista...

Pero también se puede mostrar muy intimidatorio con jefes y militantes de su propio partido. Una excolaboradora del grupo RN ha relatado a Le Monde haber sufrido presiones, amenazas y “acoso moral” entre 2015 y 2016. “En relación a tus padres, no son amenazas, es una promesa”, le dijo en un sms. También le dijo: “¿Crees que te vas a ir de rositas? Tengo su dirección”. Según la denunciante, incluso colocó un cartucho de 9 mm en su bolso. El interesado desmintió, negó cualquier acoso y amenazó a Le Monde con denunciarle por calumnias en caso de publicación.

Otro miembro fundamental de la banda también trató de disuadir a periodistas de investigar: Nicolas Crochet, viejo amigo de Marine Le Pen y durante mucho tiempo experto contable reconocido del partido. En marzo de 2015, en una copa ofrecida en la sede del partido, día después de unas elecciones. Entonces un reportero de France 2 lo grababa cuando el experto contable lo cogió por la nuca y lo llevó a un aparte: “No me des por culo así, ¿está claro?”. El equipo de France 2 terminó siendo evacuado por el equipo de seguridad, con el pretexto de que había hecho “preguntas molestas” a Nicolas Crochet. Gran amigo de los gudards, el hombre también está imputado en el caso de la financiación del RN.

Por más que diga Marine Le Pen, sus hombres de confianza cultivan las viejas prácticas. Lejos de condenarlas, las apoya erre que erre. Incluso sonríe. “Hay que evitar andar por sitios peligrosos”, le dijo a nuestros colegas de Le Monde tras el episodio de 2010. Es una manera de decir que habían recibido una lección. Lo mismo cuando se trata de Mediapart y del incidente de 2015.

Marine Le Pen y su equipo también saben disuadir a los medios de comunicación de investigar mediante numerosas denuncias –o amenazas–. La respuesta judicial es una verdadera fábrica para la que fue abogada. En numerosas ocasiones, su partido, lo mismo que la banda del GUD, nos han dirigido por toda respuesta notificaciones de sus abogados, amenazándonos con denuncias por calumnias en caso de publicación. “Marine Le Pen ha leído sus preguntas [...]. Si son publicadas esas difamaciones se denunciarán”, nos ha escrito el director de comunicación del partido.

Algo similar ha hecho Philippe Péninque. En un mail, el asesor oficioso de Marine Le Pen nos advierte de la divulgación de elementos “sometidos al secreto bancario o secreto comercial”. “Estaré muy atento sobre la utilización de tales informaciones, cuentas bancarias, giros, operaciones, montantes”, avisa.

Su amigo Frédéric Chatillon no se queda atrás. Este pilar central de la máquina frentista siempre ha preferido responder a nuestras preguntas con burlas o mediante la provocación. Estos son algunos ejemplos:

- 2013: “Gracias por no importunarme con sus preguntas que parecen un interrogatorio de Policía pese a que no es más que una simple periodista”, dice, calificando a Mediapart de “enemigo del FN”.

- 2015: Preguntado sobre los flujos financieros sospechosos, fanfarronea: “Concerniente a los 200.000 euros en metálico, corresponde a una demanda de Plenel para dejar de publicar artículos sobre mí. Se los entregué en una fecha que puede precisarle si lo desea (para que el artículo sea más creíble). Tengo la impresión de que no era suficiente... Estoy dispuesto a subir 100.000 euros más. ¡Trate de hacerle entrar en razón!”.

- 2016: Contactado para un artículo, nos remite una foto de una bomba insecticida como respuesta.

- 2017: Publica nuestro mail en su página de Facebook, junto a una parodia. “No me resisto al placer de mostrar el nivel sorprendente de tontería de la pseudo-periodista de Mediapart”, una “medio-policía”, dice.

- 2018: Preguntado por las cuentas de campaña de Marine Le Pen, responde: “Querida Marine: Nuestro amor es imposible. Mi corazón ya está ocupado. Tuyo Fred”, palabras acompañadas de una foto de un combinado delante de la playa.

Con el paso de los años, no sólo Marine Le Pen ha conservado el tándem Loustau-Chatillon en su entorno, también los ha ascendido. Y esto pese a sus imputaciones en los casos de la financiación del partido, su reputación, las acusaciones de antisemitismo del que son objeto, sus comportamientos con los periodistas.

En el seno del partido, todo el mundo lo sabe: hay que transigir con los gudards, verdadero equipo bis de la presidenta. Son “el Estado profundo”, resumía el año pasado un frentista. “Siguen siendo el corazón del corazón del entorno de Marine”, decía también el eurodiputado Aymeric Chauprade, exasesor internacional de Marine Le Pen. “Son recibidos regularmente, de manera totalmente informal. Participan de este entorno festivo, que es muy importante para ella”.

Incluso entre los viejos senderos de la derecha, muchos se preguntan: ¿Por qué echar a Jean-Marie Le Pen para perfeccionar la “desdiabolización” y al mismo tiempo rodearse de semejantes personajes? “Echó a su padre por decir que Pétain no era un traidor y cuida a su banda!”, se ofuscaba Jean-Pierre Reveau, tesorero del FN con Le Pen padre. ___________

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Traducción: Mariola Moreno

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