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Europa le propone a Grecia un plan de salida irreal

Pierre Moscovici, comisario europeo de Asuntos Económicos.

La última reunión del Eurogrupo, este 21 de junio, convocada para aprobar el plan de salida de Grecia, no ha sido una excepción. Como en ocasiones anteriores, se produjo una refriega entre los ministros de Finanzas de la zona euro que enfrentaba a partidarios de una línea dura y a los más conciliadores. De madrugada, se anunciaba por fin un acuerdo, para alivio de las partes.

Diez años después del comienzo de la crisis, los ministros de Finanzas creen que han terminado con Grecia. Después de múltiples planes de rescate, de ajuste, de rigor, de austeridad, Atenas, desde el 21 de agosto, tiene que poder avanzar sola, sin apoyo de Europa, financiándose por sí misma en los mercados. Oficialmente, el periodo del plan de rescate, negociado en condiciones dramáticas en julio de 2015, está a punto de concluir. “Es un momento excepcional. La crisis griega termina aquí, esta tarde en Luxemburgo”, insistía Pierre Moscovici, comisario europeo de economía, que en su blog ha llegado hablar del “fin de la Odisea” de Ulises. “Grecia está pasando página. Hemos ideado un conjunto de medidas para abandonar el programa con confianza”, decía el ministro griego de Finanzas, Euclid Tsakalotos, felicitándose por el hecho de que su país sea tratado como Irlanda y Portugal tras abandonar el plan de ayuda europea y por no ser situado en arresto domiciliario, con visitas periódicos de la Troika, como algunos miembros europeos pretendían.

Pero más allá de este favor consentido al Gobierno griego, nada cambia. Este plan de salida europeo se parece a todos los anteriores de Atenas: irreal. Una vez más, los responsables europeos se han contentado con comprar tiempo, esperando que se termine encontrando una solución mágica. Porque Europa no responde a la cuestión fundamental: la sostenibilidad de la situación financiera griega. La deuda del país, cada vez mayor, es insoportable a largo plazo. Y ahora es del 180% del PIB.

Desde hace años, Europa es inflexible en ese sentido. Pese a todos los estudios y todos los avisos que instan a la necesidad de reestructurar la deuda, los responsables europeos han vuelto a rechazar cualquier cancelación de la deuda griega. Su única concesión ha sido la de posponerla en el tiempo. Según el acuerdo anunciado, los europeos han aceptado diferir el reembolso de los 96.000 millones en préstamos otorgados a Atenas, es decir, el 40% del total, en diez años.

Los primeros reembolsos no llegarán hasta 2033 en lugar de empezar en 2023. Además, los plazos –el vencimiento– de las emisiones de obligaciones van a ampliarse diez años. El reembolso por parte de Grecia de la totalidad de las deudas contraídas en el mecanismo europeo de estabilidad (MES) se prolongará hasta 2069. En el comunicado, los responsables europeos prometen reexaminar la situación de la deuda griega y proceder a eventuales cancelaciones, a partir de 2023. O lo que es lo mismo, se pospone a calendas griegas.

Aunque los términos no son generosos, lograr este compromiso ha sido doloroso. Según un escenario bien conocido, los alemanes y los países del norte de Europa se oponían a cualquier planificación que pudiese llevarlos a pagar por Grecia. Hasta la fecha, la crisis griega no ha sido un mal negocio para los europeos. Según el propio Mario Draghi, el Banco Central Europeo consiguió 7.800 millones de plusvalías en los títulos griegos entre 2012 y 2016. El Bundesbank cuantifica en 2.900 millones las ganancias logradas solo gracias a Grecia. En el marco del acuerdo del 21 de junio, el BCE propone devolver las ganancias obtenidas al Gobierno griego, al ritmo de mil millones anuales. ¿Por qué no devolver la totalidad, de inmediato? Misterio. Sin duda para no dar sensación de facilidad al Gobierno de Alexis Tsipras.

Pero los europeos son conscientes de que, pese a todo, hay que hacer algunos gestos para lograr algo de credibilidad. Para acompañar a Grecia en un primer momento, han previsto un colchón financiero de seguridad, en caso de que el acceso a los mercados financieros fuese difícil. También en este caso, el montante de las sumas que pueden concederse fue motivo de acaloradas discusiones: Berlín quiere limitarlo a 11.000 millones de euros, mientras otros países pretendían elevarlo hasta 20.000 millones. Según el método europeo, el compromiso ronda los 15.000 millones de euros.

Lo que parece ser una medida de acompañamiento generoso no es más que una decisión de precaución técnica. Tal y como ha señalado el Tribunal Europeo de Cuentas, Grecia debe, desde la salida, hacer frente a un muro financiero casi infranqueable. “En 2019, las necesidades brutas de financiación ascenderán a 21.000 millones, incluidos los intereses”, escribe. Estos pagos se adeudan, en esencia, a acreedores privados.

Grecia, que no ha tenido acceso a los mercados financieros durante casi una década, es incapaz de hacer frente a tales reembolsos, sobre todo si necesita tomar prestado al 3%-4% en lugar del 1%. Como en los planes anteriores, la ayuda avanzada por Europa parece destinada a garantizar el pago de los primeros vencimientos, a evitar la quiebra y salvar a los acreedores, empezando por sus bancos, dejando migajas a Grecia.

Como siempre, esta ayuda se ha concedido con condiciones. Según los términos fijados por Europa, el Gobierno griego debe comprometerse a lograr un superávit presupuestario (antes del pago de los intereses de la deuda) de al menos el 3,5% del PIB hasta 2022 y del 2,2% del PIB de media durante los 37 años siguientes.  Con estos criterios, Europa impone una política de austeridad y reformas estructurales cada vez más regresivas y recesivas.

Economía enjaulada

“Ningún país es capaz de mantener a largo plazo semejantes excedentes presupuestarios”, han avisado en varias ocasiones los economistas del FMI. En la misma línea, numerosos economistas consideran estas exigencias contraproducentes y asfixiantes. Estos análisis han sido obviados por el Eurogrupo. Cualquier ajuste podría ser, en su opinión, una mera incitación al laxismo. Y esperan de los mercados financieros que inciten continuamente a la virtud a Grecia.

Al estilo, en cierto modo, del comisario alemán de Presupuesto, Günther Oettinger, que llegó a decir que “los mercados iban a enseñar a los italianos a votar bien”, el director general del MES, Klaus Regling, lo resume en estos términos: “Si el Gobierno griego no pone en marcha reformas duras necesarias, la confianza de los inversores se vería lastrada y los mercados se vengarán”, ha avisado.

Pero estas medidas adoptadas por el Eurogrupo ¿son realmente para inspirar confianza a los mercados financieros? Al término de la reunión, la directora del FMI, Christine Lagarde, manifestó sus “reservas” sobre los ajustes acordados por los europeos. La situación de endeudamiento de Grecia a largo plazo le sigue pareciendo problemática.

En Europa, nada permite aflojar el control financiero de Grecia. El país corre el riesgo de verse en una jaula, de tener prohibido durante años cualquier proyecto de reactivación o de apoyo económico.

Ahora bien, lo que necesita el país es un plan de reconstrucción. El 2,3% de crecimiento del primer trimestre de 2018 no borra el 30% de caída del PIB en unos años. No sólo la sangría impuesta a Grecia –algo inédito en el mundo occidental– ha precipitado la población en el paro, también ha destruido o debilitado una base productiva que era ya reducida. El repunte percibido en los últimos trimestres se debe esencialmente al turismo, pero la economía griega, en su conjunto, no es capaz de responder al menor sobresalto, dada la falta de inversiones.

Grecia se encuentra condenada a ver cómo su economía evoluciona igual que un suflé, que baja poco después de subir porque no puede apoyarse en ningún motor de crecimiento sostenible. Más aún por cuanto es un Estado a quien Europa prohíbe cualquier endeudamiento (salvo para saldar sus deudas), por lo que los bancos no pueden tomar medidas.

El sistema bancario se encuentra en un estado de deterioro avanzado. El BCE que ha proporciona ayuda a todo el sistema bancario europeo, comprando obligaciones del Estado u obligaciones de empresas desde hace meses, ha excluido a los bancos griegos de este sistema de refinanciación. Resultado: los balances de los bancos griegos, lastrados por los créditos incobrables o impagables por un importe del 40-50% de la deuda, no han conocido un comienzo de reestructuración. Según una estimación del Banco Central Europeo, los principales bancos griegos necesitan al menos 15.000 millones de euros de recapitalización en los próximos meses.

Del mismo modo que no ayuda al país con la acogida de migrantes, Europa se dispone a abandonar a Grecia con sus problemas económicos y financieros esenciales, sin proporcionarle una solución o financiación. Incluso respetando todas las medidas europeas, el acceso del Estado griego, de sus bancos y de sus empresas, las mercados financieros está todo menos salvo garantizado (o a precios prohibitivos). Mientras numerosos inversores dudan de la leyenda europeo sobre la recuperación griega.

Al término del Eurogrupo, el presidente dle Banco Central Europeo, Mario Draghi, también él parecía dudar, saludando sobre todo el hecho de que “los ministros de Finanzas estuviesen dispuestos a contemplar otras medidas de protección en caso de que se materializasen escenarios económicos adversos”.

Aunque no hablen de ello, lo sucedido en el mercado italiano a finales de mayo está en la cabeza de muchos. La breve deriva financiera en los mercados de obligaciones, tras el imbroglio político italiano, ha demostrado que hacía falta pocas cosas para que la crisis del euro se reavivase. En unas horas, toda la liquidez que existía en el mercado italiano se volatilizaba, conllevando un alza rápida de los tipos italianos pero también de los españoles o portugueses.

Esta vez, Grecia no sufrió las consecuencias porque estaba protegida. Pero si se repite algo simular o más grave en los próximos meses –algo que no se puede descartar, habida cuenta de la descomposición rápida del consejo europeo–, los mercados podrían vengarse como predice el director del Mecanismo Europeo de Estabilidad (MES). Grecia corre el riesgo de ser el primer país en el punto de mira, no por sus errores, sino porque es el eslabón débil de una zona euro desequilibrada de la que van a servirse los mercados financieros, como en 2010.

Contrariamente a las esperanzas de los responsables europeos, todavía no han acabado con Grecia. Incluso podrían volver mucho antes de lo previsto.

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  Traducción: Mariola Moreno

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