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La 'Viena roja' quiere ejercer de contrapeso de la ultraderecha en Austria

Manifestantes protestando frente al Café Prueckel de Viena, en una imagen de archivo.

Reina el ambiente de estudio en el aula de la residencia de Favoriten, distrito popular de Viena. En torno a la gran mesa blanca, una decena de demandantes de asilo siguen atentamente un curso de alemán. Pero, apenas dejamos la sala, se percibe más animación. En el vestíbulo de entrada se distribuye comida y, al final del pasillo, los niños juegan en una habitación especialmente pensada para ellos por Ute Bock, la asociación que gestiona el centro.

Abdullah al-Mukhtar se sienta en un escritorio y se concentra en el ordenador. Llegó procedente de Irak en 2015 y obtuvo protección en Austria. Este técnico informático de formación, actualmente dirige la tienda en línea de la asociación. Un trabajo diario que le ayuda a recuperar cierta estabilidad, aunque no olvide nada de sus traumas pasados: “Vengo de Mosul. En 2014, la ciudad se transformó en cuestión de horas. El Estado Islámico llegó. Apenas podía salir de mi casa, que se convirtió en una cárcel. Decidí dejar el país porque era demasiado peligroso”.

Además de ofrecer cursos de alemán y asesoramiento para facilitar la integración, la asociación acoge a cerca de 80 demandantes de asilo y refugiados. En Viena, alrededor del 30% de ellos viven en este tipo de casas. El resto dispone de sus propios apartamentos y cuenta con el apoyo financiero de la ciudad. Un modelo que el FPÖ denuncia regularmente: el partido de extrema derecha, que gobierna Austria en coalición, quiere que los solicitantes de asilo “se concentren” en los centros, según el término utilizado por el ministro del Interior, el controvertido Herbert Kickl. Una de las razones aducidas fue que esto permitiría procesar las solicitudes más rápidamente.

En palabras de Anita Bauer, directora del Fondo Social de Viena, responsable de la atención a los refugiados y solicitantes de asilo, es “inaceptable”. “De entrada, costaría al menos el doble que el alojamiento individual. Además, creemos que la integración debería comenzar el día de llegada a Austria. Esto significa poder vivir normalmente, en su propio apartamento, entre otros ciudadanos y no sólo con otros refugiados”, afirma.

Este intercambio de pareceres, entre Viena y el FPÖ, copan a menudo los periódicos. Porque la capital ha pasado a ser la bestia del partido de extrema derecha, acusado de malgastar el dinero de los contribuyentes. Los azules –el color del FPÖ– sueñan con tomar la Viena roja de los socialdemócratas, en el gobierno municipal desde 1919, a excepción del período del “austrofascismo”, entre 1934 y 1938, y del del nazismo, entre 1938 y 1945.

La socialdemocracia vienesa

La ciudad, un bastión progresista, se presenta como contra-modelo del gobierno federal, donde el FPÖ gestiona tres Ministerios. “Somos dos partidos muy diferentes, con grandes diferencias en casi todos los ámbitos políticos. Las ideas sociales de la socialdemocracia vienesa, por ejemplo, son muy diferentes de las del FPÖ, especialmente en lo que respecta a la convivencia o a los derechos de los trabajadores”, dice Michael Ludwig, alcalde socialdemócrata de Viena, en una entrevista con Mediapart, socio editorial de infoLibre.

En el Estado federal austriaco, Viena tiene un estatus especial: es a la vez un municipio y un land –estado con su propio presupuesto y competencias, como la vivienda o la protección del medio ambiente–. También es responsable de la aplicación de las leyes marco federales. Por lo tanto, el alcalde tiene en su mano tanto el ejecutivo municipal como el regional. Un peso político importante que permite a la ciudad asumir el reto.

Así, cuando el gobierno presenta su reforma de la renta mínima, Viena se opone y amenaza con recurrir al Tribunal Constitucional: “Cuando el gobierno promulga una ley marco, Viena puede decidir no aplicarla y entrar en un conflicto abierto. En ese caso, le corresponde dirimir al Tribunal Constitucional. Si rechaza la ley, debilita al gobierno. Viena puede entonces presentarse como un baluarte contra una coalición que no hace cumplir la ley", dice Tamara Ehs, politóloga y experta en derecho constitucional.

En todas las elecciones, ya sean presidenciales, legislativas o municipales, Viena suele votar más a la izquierda que el resto del país. Su electorado urbano tiene prioridades diferentes a las del electorado rural, más conservador. En un país formado en su mayoría por zonas rurales, Viena es, por tanto, una excepción, acusada por algunos de estar desconectada de la “realidad” de los austriacos.

Este fenómeno no es un hecho aislado en Europa, donde los grandes centros urbanos votan de forma diferente al resto del territorio, como sucede en París, Londres (que votó sí a la permanencia en la UE en el referendo del Brexit en 2016) o Barcelona (liderada por la izquierda alternativa desde 2015). Durante la segunda vuelta de las elecciones presidenciales de 2017, Marine Le Pen obtuvo sólo el 10% de los votos en la capital francesa, frente a casi el 34% logrado en el conjunto del país.

Viena también es singular en lo que a su población respecta. En la capital austriaca, uno de cada dos habitantes es extranjero o tiene un pariente nacido en el extranjero: “Forman parte de la identidad de nuestra ciudad. Al caminar por la calle, se ven muchos edificios construidos por trabajadores de la antigua Yugoslavia o Turquía, que han contribuido notablemente a la hora de hacer de Viena lo que es hoy. La creatividad y la innovación siempre las aportan los recién llegados, es fundamental para el bienestar cultural y económico de una ciudad”, defiende Ursula Struppe, encargada de integración y diversidad en el ayuntamiento.

La crisis de los refugiados

“La campaña de las municipales de 2015 sigue siendo uno de los símbolos de nuestra oposición al FPÖ”. En plena crisis de los refugiados, momento en que Austria recibe más de 88.000 solicitudes de asilo en un año, el exalcalde, Michael Häupl, toma una decisión audaz. El regidor, a quien las encuestas ofrecían una ligera ventaja sobre la extrema derecha, en auge por los temores relacionados con la afluencia de refugiados, vertebró su campaña en la acogida y aludió a los valores de la apertura de la capital. Ganó por un amplio margen.

Pero la campaña de 2015 dejó huella y los muros de la fortaleza socialdemócrata se están agrietando. El FPÖ subió un 5% en comparación con las elecciones anteriores y se hizo con el Ayuntamiento de Simmering, un distrito popular. Los socialdemócratas ya no dan por supuesto el voto de los trabajadores, los argumentos de la extrema derecha se dejan oír más. El SPÖ sufre un revés.

Michael Häupl, que gobernó la ciudad durante casi 24 años, cedía el testigo el pasado mes de mayo, símbolo del cambio de época. A su sucesor, Michael Ludwig, se le presenta en los medios de comunicación como un representante del “ala derecha” del SPÖ. Entre sus promesas: priorizar a los vieneses que llevan mucho tiempo instalados en la ciudad, como ya ha hecho con la asignación de viviendas sociales. Los recién llegados tendrán que esperar “como en las colas del supermercado”.

El objetivo es recuperar al electorado popular que se siente atraído por el FPÖ, de cara a las próximas elecciones municipales y regionales de 2020. "Como presidente de la socialdemocracia vienesa, encargué un programa para recuperar Simmering. Necesitamos centrarnos más en las personas, escucharlas e involucrarlas", dice Michael Ludwig. Aunque no le da miedo adentrarse en el terreno de la extrema derecha, ha descartado una coalición con el FPÖ. Para decidirlo, no obstante, será necesario imponerse en las elecciones, aunque esto signifique imprimir algunos tonos de azul en la Viena roja. __________

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Traducción: Mariola Moreno

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