La portada de mañana
Ver
El Gobierno sacará adelante el plan de reparación para víctimas de abusos con o sin la Iglesia

Lo mejor de Mediapart

La ultraderecha altera el panorama político sueco

El ultraderechista Jimmie Akesson, líder del partido Demócratas de Suecia.

Domingo 9 de septiembre, los suecos estaban llamados a las urnas para elegir a sus representantes nacionales y locales. Los resultados de las legislativas confirman el progreso esperado de los demócratas suecos (extrema derecha) y el declive de los dos principales partidos del gobierno. El panorama político aparece más fragmentado y polarizado que antes, dos tendencias que no son nuevas en el norte de Europa pero que sí es más reciente en Suecia. Ningún partido o coalición de partidos tiene mayoría, por lo que el resultado de las negociaciones para formar gobierno sigue siendo incierto.

 

© Mediapart. Code : flourish.studio

A pesar de la modesta evolución de los resultados generales de cada fuerza política, las primeras encuestas presentan una volatilidad bastante alta entre los votantes. Cabe destacar que los asuntos determinantes a la hora de decidir el voto han evolucionado desde las elecciones anteriores. Entre los diez temas más importantes, la seguridad ha subido diez puntos entre 2014 y 2018, mientras que la cuestión migratoria ha pasado a ocupar el octavo lugar. Esta última ha favorecido la dinámica de los partidos más claramente posicionados sobre el asunto: los que defienden una retórica xenófoba, pero también sus más feroces opositores, los partidarios de una política de acogida generosa.

La estabilidad del “bloque burgués”

El bloque “tradicional” de derechas, que incluye a los moderados (conservadores), el Partido de Centro (social-liberales, exagrarios), los liberales y los demócrata-cristianos, ha progresado muy ligeramente en comparación con 2014. Sin embargo, sigue lejos del 50% alcanzado en 2006 y en 2010, que le permitió llegar al poder, y continúa estando detrás del bloque de la izquierda, pero sólo con un punto de diferencia (frente a los cuatro de 2014).

Si bien los moderados continúan siendo la principal fuerza de este bloque, han retrocedido por segunda vez consecutiva (-3,5 puntos), pese a estar en la oposición durante los últimos cuatro años. Su líder, Ulf Kristersson, abogó por respetar un cordón sanitario con los demócratas suecos, al tiempo que endurecía la doctrina de su partido sobre cuestiones migratorias, como otras fuerzas conservadoras en Europa. El resultado no fue concluyente. Kristersson se ha limitado, de momento, a pedir la dimisión del actual primer ministro socialdemócrata, Stefan Löfven, que rechaza la posibilidad.

Por el contrario, el Partido de Centro se ha caracterizado por una posición abierta sobre el asilo y la inmigración. Esta formación es la heredera directa del partido agrario que históricamente representó los intereses rurales. Aunque ha sufrido transformaciones que han asegurado su supervivencia, mientras el electorado campesino caía en picado, en los últimos años ha seguido una tendencia claramente decreciente. Su progresión de dos puntos, lograda el domingo, la ha dejado en unos niveles desconocidos en 25 años.

Pero a la derecha, lo que ha alterado el panorama político es el desarrollo duradero de una fuerza extrema, o más concretamente nacional-populista, que juega con la confusión entre los pueblos étnicos y los plebeyos.  

© Mediapart. Code : flourish.studio

Progresión de los nacional-populistas

Los Demócratas de Suecia se encuentran entre los ganadores de estas elecciones legislativas. Aunque no consiguen los resultados que les otorgaban algunos sondeos en julio, las encuestas más recientes los sitúan muy por debajo del 20%. Sin embargo, su progresión sigue siendo la más fuerte de todos los partidos (+4,7 puntos). Hace 20 años registraban un crecimiento del 0,4%, llegaron por vez primera al Parlamento con un 5,7% de los votos hace ocho años y ahora tienen un peso electoral significativo, que influye más que nunca en las negociaciones postelectorales para la constitución de una mayoría parlamentaria.

¿Cómo se explica semejante ascenso? Han influido varios factores. Uno de ellos hay que buscarlo en el propio partido, que se esforzó por apartarse del folclore neonazi y de la supremacía blanca que le restaba toda credibilidad y le impedía captar sentimientos antiinmigrantes y antisistema que ya estaban muy extendidos entre la población sueca. A principios de los años 2000, el político Jens Rydgren detectó la existencia de potencial espacio para un partido de derechas nativista y populista.

Varias razones explicaban la no actualizaban de ese potencial, pero dichas razones desaparecieron en 2018. En primer lugar, como se ha mencionado, los demócratas suecos han realizado un cambio real, en particular con su actual líder, Jimmie Akesson. Los miembros de los líderes condenados por violencia o que han mantenido vínculos con grupos neonazis fueron gradualmente excluidos o se marcharon ellos mismos. La imagen externa del partido se pulió, por ejemplo, con el inofensivo logotipo de una flor azul, en lugar de un puño con una antorcha encendida. El programa en sí mismo perdió las propuestas más radicales, como la repatriación forzosa de todos los migrantes llegados desde la década de 1970. Así nació la oferta política que faltaba.

En segundo lugar, las diferencias entre los partidos gobernantes seguían siendo significativas para el electorado, que se decantaba principalmente por cuestiones económicas y sociales. Sin embargo, los conservadores y socialdemócratas convergieron en una agenda neoliberal más o menos moderada, desdibujando la distancia derecha-izquierda percibida por los votantes. Además, estos dos partidos han contribuido a politizar la cuestión migratoria que los demócratas suecos han anunciado, movilizándose en contra de la acogida de refugiados (el más generoso de Europa como proporción de la población).

Hay que insistir en esto: la politización de la inmigración y el asilo ha alimentado a los nacional-populistas y, en consecuencia, a sus oponentes más feroces. Como puede verse en el gráfico bajo estas líneas, las actitudes suecas hacia los inmigrantes y refugiados no se han endurecido a lo largo de los años, ni siquiera las más recientes. El 60% quería que su número disminuyera en 1990, en comparación con el 40% en 2015. Por otro lado, el tema ha adquirido una importancia inédita para los suecos a la hora de acudir a las urnas.

Siempre que una fuerza política ha intentado explotar la cuestión (ya sea en el sentido de apertura o –más a menudo– de cierre), ha tenido un impacto en la esfera pública. El hecho de que los moderados, pero también los socialdemócratas, hayan endurecido su discurso sobre el asilo y lo hayan convertido en un argumento de campaña, solo podría favorecer a los populistas nacionales, cuya capacidad de movilización depende de la centralidad de esta cuestión en la competencia electoral. Los demócratas suecos lo convierten en el punto de partida de toda una serie de preocupaciones, incluidas las sociales.

Más que una fuerza revolucionaria, es un partido nostálgico de un pasado idealizado, cuando la solidaridad y la soberanía eran posibles en una comunidad homogénea. De ahí su perversa utilización del ideal del “hogar del pueblo”, que una vez fue utilizado por la socialdemocracia, del que defienden una versión exclusiva desde el punto de vista étnico y cultural.

La izquierda de Gobierno, en retroceso; la izquierda radical, en progresión El bloque de izquierdas ha retrocedido tres puntos. El descenso de los socialdemócratas y verdes, en coalición en un gobierno minoritario que se mantuvo gracias al apoyo ocasional del centroderecha, se vio compensado por el ascenso del Partido de Izquierda. Este heredero del Partido Comunista, cuya identidad se ha convertido en feminista, ecológica y socialista, también se ha distinguido por su hostilidad no sólo hacia los demócratas en Suecia, sino también al giro de la izquierda gubernamental en materia de asilo. Dicho esto, la izquierda en su diversidad ha sido golpeada por una reacción violenta, ya que el partido feminista, que obtuvo buenos resultados en 2014 pero sin llegar a entrar en el Parlamento, también ha perdido votos.

Mientras que los socialdemócratas han caído menos de lo esperado, su resultado confirma tanto su cambio de estatus como su decadencia estructural. Desde que se han celebrado elecciones por sufragio universal (masculino, para empezar), el partido nunca ha salido tan mal parado en las urnas. Desde 1921, nunca había caído por debajo del 30%.

Mientras tanto, los socialdemócratas suecos habían logrado superar el conocido dilema de los partidos obreros de masas: ganarse el apoyo de las clases medias, sin alienarse a los votantes más populares. No solo han conjugado los dos objetivos, sino que todos los grupos sociales que votaron a favor consideraron que las políticas realmente aplicadas les habían beneficiado. La socialdemocracia sueca ha sido, por lo tanto, un agente político poco común, capaz de integrar los intereses de las clases bajas en un interés común más amplio, acercándose al “bloque nacional-popular” mencionado por Gramsci cuando describió el objetivo de hegemonía a alcanzar para una fuerza de transformación social.

El problema es que esta hegemonía ha permanecido “pasiva”, basada no tanto en la participación activa de los ciudadanos, sino en compromisos positivos entre las élites políticas, patronales y sindicales, con gran eficacia pero de forma elitista. Según los investigadores Therborn y Buci-Glucksmann, “el consenso alcanzado no exigía de ninguna manera una democracia básica, la autogestión o la autoorganización de las masas”. Sobre todo, este consenso era sólo temporal, dependiente de un entorno internacional y de un equilibrio de fuerzas sociales que se deterioraría. Ante las turbulencias económicas y la ofensiva de los empleadores, el SAP abandonó rápidamente los proyectos de socialización progresiva de las empresas, perdiendo su originalidad en las políticas económicas promercado.

El SAP, que sigue siendo el partido más grande del país (desde... 1917), tiene pocas opciones si quiere permanecer en el poder. Löfven instó a “acabar con la política de bloques”, es decir, la cooperación formal entre los partidos de centroderecha y centroizquierda.

   

© Mediapart. Code : flourish.studio

El fin confirmado de la “política de bloques”

Las elecciones del domingo pasado parecen suponer la puntilla en la dinámica bipolar del sistema partidista sueco. Desde 1998 se habían formado alianzas más o menos formales entre partidos de izquierda y de derecha, cuyos “bloques” habían alternado en el poder hasta 2014. A falta de una mayoría para uno de estos bloques, como ya ocurría hace cuatro años, este mecanismo ya no es posible. Esto significa que deben concederse preferencias diferentes, menos fácilmente que cuando las ideologías y las bases sociales están más próximas.

Por el momento, los partidos de la derecha clásica parecen mantenerse alejados de los demócratas suecos, que pretenden influir en las próximas elecciones de política pública. A la derecha, los moderados pueden tener la mayor presión, si quieren recuperar la capacidad de dirigir un Ejecutivo a corto plazo y no sólo para participar en él o apoyarlo a nivel parlamentario. Las élites locales de este partido, en particular, podrían querer formar alianzas donde los demócratas suecos sean más fuertes, especialmente en Escania [sur de Suecia].  

© Mediapart. Code : flourish.studio

En cualquier caso, las últimas elecciones confirman que la política sueca ha entrado en una nueva era, empujando a las fuerzas políticas a tomar decisiones estratégicas cruciales. ___________

Traducción: Mariola Moreno

Suecia queda a expensas de complicados pactos tras el ascenso de la ultraderecha

Suecia queda a expensas de complicados pactos tras el ascenso de la ultraderecha

Leer el texto en francés:

   

Más sobre este tema
stats