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El acuerdo China-África pone de manifiesto el fracaso occidental

El acuerdo China-África pone de manifiesto el fracaso occidental

Sólo un país africano no participó en el foro de cooperación China-África celebrado esta semana en Pekín: Swazilandia, el único Estado con relaciones con Taiwán. Para los otros 53, era impensable no acudir a esta reunión, que se viene celebrando cada tres años desde el año 2000. Para ellos, China es ahora un actor económico importante: en pocos años se ha convertido en el principal socio comercial del continente y en uno de sus principales donantes.

En 2012, según estimaciones del Fondo Monetario Internacional, el país poseía alrededor del 15% de la deuda externa del África subsahariana, frente al 2% de 2005. Desde entonces, el fenómeno se ha acelerado: en cinco años, el volumen de préstamos se ha triplicado. Esto se refleja en el aumento de la participación de China en la deuda externa de muchos países: representa entre el 30% y el 50%, a veces el 60%. Y no ha terminado, el presidente Xi Jinping ha prometido 60.000 millones de dólares adicionales en inversiones y préstamos.

A través de este compromiso masivo, China está tratando de asegurar sus suministros de materias primas, asegurar mercados para sus productos y aumentar su influencia. Los beneficios son significativos para los Estados africanos; el gigante asiático invierte en infraestructuras necesarias para el desarrollo de la economía, como puentes, puertos, presas, aeropuertos, carreteras, ferrocarriles, etc.

“Las inversiones chinas permiten acabar con las restricciones físicas al acceso al agua, la electricidad y el transporte. Esto es lo que necesitan los africanos”, señala un economista marfileño que trabaja en varios países del continente, que quiere permanecer en el anonimato por su trabajo. “La mayoría de las inversiones y la financiación del pueblo chino se basa en lo que ellos mismos han experimentado. Ven a largo plazo, saben que se necesitan 30 años para desarrollar un país”, dice Jean-Joseph Boillot, asesor del Club CEPII, un centro de investigación económica, y autor de Chindiafrique : La Chine, l’Inde et l’Afrique feront le monde de demain (Odile Jacob Publishing).

Otra ventaja de los préstamos de Pekín es que son incondicionales. “Los chinos no hacen como el Banco Mundial, la Unión Europea o el Banco Africano de Desarrollo que dicen: ‘Te prestamos dinero, pero tienes que hacer esto y aquello’. Sólo nos piden que paguemos un 15%”, decía en off un exministro africano de Economía. “Y vemos los resultados muy rápidamente; los chinos son rápidos en la toma de decisiones y luego en la ejecución de proyectos. No pasamos años discutiendo las condicionalidades y otras reglas”. Cuando a otros donantes les lleva 10 o 15 años construir una línea de ferrocarril, ellos entregan en tres años.

En los últimos días, las autoridades chinas han tenido que defenderse de las críticas de las instituciones occidentales, acusándolas de ser responsables del ciclo de reendeudamiento de la deuda en el que África ha entrado en los últimos años. “Las razones de la deuda africana son complejas”, dijo Xu Jinghu, representante especial del Gobierno para asuntos africanos, citando las fluctuaciones de la economía mundial “que han aumentado el coste de la financiación para África” y los menores ingresos fiscales en los países exportadores de materias primas, que a su vez fueron causados por la caída de los precios mundiales en 2014. Los argumentos de la responsable chino no están exentos de verdad. Los préstamos de Pekín han permitido a algunos países superar este período de crisis sin demasiadas perturbaciones.

No obstante, hay aspectos negativos en la cooperación chino-africana. El precio es alto, dice el exministro. Los préstamos ofrecidos son a menudo no concesionales, es decir, sin condiciones preferenciales, los tipos de interés son del 8% y a veces incluso del 10%. “Y no apoyan a nuestro sector bancario; no pasan por nuestros bancos, sino que permanecen en las instituciones bancarias chinas. Junto con otros donantes, el dinero prestado se transfiere al banco central y se deposita en cuentas abiertas a tal efecto. La gestión la llevan a cabo los nacionales”, explica.

Además, la mayoría de los proyectos se entregan llave en mano. “Por lo tanto, no tenemos control sobre el diseño, la supervisión, el mantenimiento, los costes y la calidad. Al final, perdemos conocimientos técnicos. En tales condiciones, no podemos llegar a ser autónomos a medio plazo”. Sin embargo, ha habido una evolución en los últimos años: los chinos han multiplicado por diez las aportaciones en formación, de modo que hoy en día hay muchos más africanos formados en China que en cualquier otro país”, observa Jean-Joseph Boillot. “A veces, los proyectos llave en mano permiten acelerar el desarrollo inicialmente y luego promover la transferencia de conocimientos y tecnología. Es preciso encontrar un equilibrio entre la necesidad de transferencia de tecnología y la necesidad urgente de desarrollo, en particular en relación con la población. El continente necesita crecer un 5-6% cada año”, añade.

Creación de empleos

Más preocupante aún es el hecho de que la infraestructura financiada a veces tiene costes elevados inexplicables y a menudo es difícil decir si los resultados justifican el precio pagado, ya que Pekín está a la cabeza de todo el proceso. Además, algunos proyectos no son motores de crecimiento. Sin embargo, las economías de los países afectados deben seguir creciendo para poder reembolsar los préstamos.

En cuanto a los contratos, continúan siendo opacos. Sólo sabemos que algunos Estados han acordado pagar su deuda con recursos naturales. Y también que “las garantías establecidas por los chinos pueden implicar la toma de control de puertos, minas, etc.”, dice Jean-Joseph Boillot. En otras palabras, “es posible que el precio al que se ha fijado el valor de los préstamos no refleje su coste real. Y los países africanos se verán obligados a vender activos si no pueden pagar sus deudas”. Sin embargo, los chinos no son una excepción, a los occidentales no les va mejor en términos de transparencia cuando participan en grandes proyectos estructurales.

La cuestión es si los líderes africanos tienen la capacidad de rechazar los acuerdos que generan beneficios a corto plazo, pero que implican costos significativos a largo plazo. Para el economista senegalés Ndongo Samba Sylla, investigador de la Fundación Rosa-Luxemburgo, “probablemente estamos avanzando hacia una mayor dominación e influencia china sobre los países africanos”. O incluso hacia una pérdida de soberanía, dicen los más pesimistas.

Sin embargo, el activismo de China, que también ha estado presente militarmente durante un año, pone de relieve una realidad: los occidentales no han cooperado con el continente africano. En los últimos años, “han multiplicado los informes, han proporcionado asistencia técnica, han traído a expertos que han sido pagados con sus préstamos. No ha servido de nada. No están construyendo nada para apoyar la creación de empleo, la economía real”, insiste el economista marfileño mencionado, que ha trabajado con el Banco Mundial.

A diferencia de China, los socios occidentales del continente sólo proporcionan pequeñas cantidades, que no tienen ningún impacto. Peor aún, la Unión Europea quiere imponer Acuerdos de Asociación Económica (AAE) desiguales que podrían agravar la pobreza. “China sólo está revelando la parálisis europea. Situada enfrente de África, Europa tiene que hacer frente a la inmigración como resultado de un problema económico: ¡los jóvenes africanos emigran porque no encuentran los 10 o 15 millones de puestos de trabajo que necesitarían! Dedica considerables recursos al cierre de sus fronteras”, señala Jean-Joseph Boillot. “Y es un país, China, a miles de kilómetros de distancia, el que presenta la solución. Según nuestros modelos gravitacionales que vinculan el nivel de los intercambios económicos con las distancias históricas y geográficas, la cuota de China en el comercio con África debería ser un tercio de la de Europa. Sin embargo, ahora es un poco más alto si se tiene en cuenta el comercio y la financiación. Esto significa que China tiene un compromiso relativo con África tres veces más fuerte que Europa. Sólo hay una explicación para esta diferencia: Europa sigue sin tomarse en serio las posibilidades reales de un despegue desde África”.

Según el investigador, los occidentales tendrían la capacidad necesaria para acumular fondos suficientes para financiar grandes inversiones y nada impediría que las instituciones multilaterales revisaran sus condiciones de préstamo para mejorar su eficacia. “La pelota está en el tejado de los europeos”, apunta.

El experto marfileño admite estar preocupado por el futuro: “Los occidentales se están dando cuenta de que ya no son el centro del mundo. Saben que no tienen ideas, también tienen problemas internos. Son capaces de enceder focos de tensión para reducir la influencia de China y destruir todo lo que se está haciendo en el continente. Eso es lo que más me asusta”.

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Traducción: Mariola Moreno

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