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Bernardo Carvalho: "Brasil puede verse sumido en una guerra civil"

Simpatizantes de Bolsonaro se reúnen para mostrar su apoyo.

En vísperas de la primera vuelta de las elecciones presidenciales de Brasil, previstas para este domingo 7, la recta final de campaña –marcada por el acuchillamiento de Jair Bolsonaro, el candidato de extrema derecha que encabeza los sondeos en intención de voto y por la invalidación judicial de la candidatura de Lula, en la cárcel, con el ascenso del hasta ahora desconocido candidato del Partido de los Trabajadores (PT)– se prevé disputada.

Bernardo Carvalho, periodista y escritor residente en São Paulo, concede esta entrevista a Mediapart (socio editorial de infoLibre) con motivo de su reciente visita a Francia, donde publica la traducción francesa de su libro Simpatia Pelo Demônio. La historia se construye en torno a la mecánica de la violencia contemporánea, política o personal, espectacular o íntima, que lleva al lector de Alemania a México y a tierras de yihad no identificadas pero fácilmente reconocibles.

PREGUNTA: ¿Se siente amenazado si resulta elegido Jair Bolsonaro, el candidato de la extrema derecha que parece encabezar los sondeos de las próximas elecciones presidenciales brasileñas?

RESPUESTA: Para mí, como miembro de la izquierda intelectual acomodada, implicaría un gran cambio. Pero Brasil siempre ha sido un infierno para los pobres, que viven constantemente bajo la amenaza de la violencia, la Policía y la pobreza. Por lo tanto, no es una coincidencia que algunos de ellos se sientan tentados a votar a favor de la extrema derecha, aunque sea peor para ellos, como lo es para mí.

Me siento directamente amenazado porque pienso, a diferencia de algunos brasileños que quieren hacer ver que este candidato representa algo nuevo que no se puede comparar con el fascismo histórico, que encarna un verdadero fascismo de extrema derecha. Si es sincero –y creo que lo es– y sus acciones van acorde a sus palabras, tengo muchas razones para sentirme amenazado, como artista, como homosexual, como miembro de la izquierda...

P: ¿Cómo explicar la popularidad de Jair Bolsonaro, un candidato nostálgico de la dictadura, homófobo y misógino?

R: Es el fruto de una larga historia de Brasil. Lula y el Partido de los Trabajadores (PT) siempre habían perdido las elecciones antes de que la terrible crisis económica, durante el segundo mandato de Fernando Henrique Cardoso, les permitiese llegar a la Presidencia, superando la repulsa que las clases medias y la burguesía siempre habían tenido hacia el PT.

Pero Lula tuvo grandes dificultades para gobernar, sobre todo a causa de un Parlamento corrupto, dominado por un “gran centro” formado por una coalición de pequeños partidos clientelares y arcaicos, incluido el del actual presidente, Michel Temer.

Cuando Lula se dio cuenta de que sería imposible aprobar algunas de las medidas que quería en estas condiciones, decidió pagar y sobornar a algunas de estas personas para que sacaran adelante estas leyes. Por lo tanto, dio un giro equivocado, aunque, en mi opinión, es el político más importante que ha conocido Brasil en las últimas décadas.

Así fue de escándalo en escándalo y sólo pudo aprobar medidas sociales superficiales, sin transformar estructuralmente Brasil, aunque hayamos tenido la impresión de salir del caos político y económico que he experimentado desde mi infancia.

Lula y el PT tomaron la decisión democrática de dar a la Justicia y a la Policía una independencia que antes no tenían y fueron, paradójicamente, las primeras víctimas. Se sometieron a la independencia que ellos mismos habían establecido, a pesar de que algunos magistrados la usaron contra ellos, a menudo con un doble rasero, para vengarse del PT, cuya burguesía brasileña entera sentía que nunca debería haber dirigido Brasil.

Es muy posible que Lula sea culpable de los actos que se le atribuyen, pero no es normal que esté solo en prisión, porque todo el sistema político brasileño es profundamente corrupto y Lula no ha cometido actos peores que otros.

La antigua centroizquierda y derecha hizo todo lo que pudo para acabar con Dilma Rousseff, que había sucedido a Lula, y así crear un monstruo. El impeachment de Dilma Rousseff abrió la caja de Pandora, sin dudar en tomar todos los atajos democráticos posibles y debilitando la propia democracia. Así, un candidato que se arrepiente de la dictadura puede encontrarse ahora a la cabeza de intención de voto para las elecciones presidenciales.

En esta situación, alguien como yo se encuentra planteándose votar al PT, con el riesgo de que una segunda vuelta entre el PT y la extrema derecha pueda resultar beneficiosa para esta última, ya que el PT está repeliendo no sólo a la burguesía, sino también al resto de la población brasileña. Aunque me opusiera al proceso de destitución de Dilma Rousseff, las mentiras del PT eran flagrantes y la obstinación de Dilma Rousseff –a veces estupidez– contrarió a toda una parte de la izquierda, en particular al tomar medidas espantosas con relación a la ecología y los pueblos de la Amazonía.

P: ¿Qué conforma esta nostalgia que Bolsonaro encarna?

R: Se trata de una nostalgia particular, porque es una nostalgia de personas que no la vivieron, o que eran niños como yo, y por lo tanto no saben lo que fue la violencia, la tortura, la corrupción, la incompetencia económica, la destrucción de la educación... Es menos una nostalgia que la idealización de algo que no existe.

P: ¿Puede la movilización de las mujeres contra Bolsonaro contrarrestar la dinámica del candidato de extrema derecha?

R: Me temo que resulta insuficiente. Hay una verdadera desesperación entre la gente de izquierdas en Brasil que ha sufrido grandes decepciones con el PT. Sigo dispuesto a votar por ellos, porque nada de lo que ha hecho el PT puede compararse con lo que promete la extrema derecha si llega al poder, pero la situación es a veces desesperante. Brasil se encuentra en una situación económica y política desastrosa y no veo cómo esta elección podría sacarnos de ella.

A menudo viajo al extranjero, y siempre me ha molestado la forma en que se veía a los brasileños fuera de nuestras fronteras. Pero actualmente veo las cosas peor incluso que los prejuicios contra los que siempre he luchado. ¿Cómo podemos ser tan nostálgicos con la dictadura? Me parece que en Argentina, incluso en medio del caos económico, no veríamos a las multitudes salir a las calles para pedir el regreso del régimen militar.

P: ¿La sociedad brasileña está dividida como nunca antes o es un efecto óptico?

R: Me parece que esto no tiene precedentes. Descubrimos que había una sociedad que no sabíamos que existía, matones que entendían que podían formar una mayoría y organizarse. Esto fue particularmente evidente durante las manifestaciones de 2013 en protesta contra las tarifas excesivas de los autobuses fueron infiltradas por militantes de extrema derecha, que utilizaron estas demandas para atacar la democracia y exigir el regreso a la dictadura.

Además, comprendíamos que a menudo habíamos sido ciegos, que pensábamos que vivíamos en un país donde no había xenofobia. En realidad, lo que sucedía es que no había extranjeros. Hoy, vemos a doctores formados manifestándose en el aeropuerto en contra de la llegada de doctores cubanos que están para venir a trabajar a la Amazonía y la violencia en contra de los venezolanos que cruzan la frontera. Este carácter, que creíamos ajeno al espíritu brasileño, resultó estar firmemente arraigado en la mente de la gente.

P: ¿Es una quimera la “democracia racial” que debe encarnar el país más grande de América Latina?

R: Sí, pero eso no es nuevo. Cuando Lula quiso crear cuotas para los negros, se produjeron protesta, incluso entre algunos intelectuales de izquierda. No estoy diciendo que las cuotas sean el alfa y omega de la política, pero en un país tan racista como Brasil, es una forma muy eficaz de cambiar las cosas.

La forma en que una gran parte de la burguesía brasileña se niega a que sus impuestos suban y no se preocupa por la salud pública y la educación pública es, para mí, un legado de la era de la esclavitud. Según ese punto de vista, los pobres están para trabajar y morir, no para ser educados y curados.

Cuando Dilma Rousseff quiso dotar de estatus a las mujeres de la limpieza empleadas de forma ilegal, atrajo el resentimiento de una parte de la burguesía, que todavía cree en esa relación de señor a empleado. Alguien como mi madre aborrece a Dilma Rousseff por encima de todas las cosas, porque tiene una señora de la limpieza a la que, cuando tiene que ir al dentista, da dinero, porque es buena con ella, pero no concibe pagar impuestos por dicha señora de la limpieza y establecer una relación normal de empleado a empleador. Esta historia sobre la oficialización del estatus de las mujeres limpiadoras ha sido muy reveladora de las relaciones de clase y raza que persisten en Brasil.

P: Su último libro, Simpatia Pelo Demônio, aborda relativamente poco Brasil; es un libro que reflexiona sobre la violencia, sobre lo que la desencadena y lo que la desencadena. Y al final de una conferencia del protagonista en el campus de una favela, un chico levanta la mano y le pregunta por qué, pese a ser brasileño, “está tan interesado en las guerras lejanas, mientras que en su propio país la violencia crónica mata más que en ningún otro lugar del mundo, sin que haya que declarar ninguna guerra”. ¿Qué respondería si le hiciesen la misma pregunta?Simpatia Pelo Demônio

R: Al igual que con mi personaje, que trabaja en resolver conflictos y combatir la violencia en su profesión, cuando se encuentra en el extranjero, pero que sigue siendo devorado por ella cuando es íntima, tengo la sensación de que se necesita cierta distancia para mirar la violencia. La violencia de Brasil forma parte de mi intimidad y quizás por eso escribí una parábola sobre un brasileño que va al extranjero y no puede resolver la violencia íntima que lleva dentro. Pero a medida que se acercan las elecciones presidenciales, existe el sentimiento de que a veces podríamos vernos sumidos en una guerra civil.

El ultraderechista Bolsonaro lidera las encuestas para las elecciones de este domingo en Brasil

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  Traducción: Mariola Moreno

Leer el texto en francés:

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