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Las elecciones bávaras ponen a la gran coalición alemana frente al abismo

Las elecciones bávaras ponen a la gran coalición alemana frente al abismo

El éxito de los ecologistas en las elecciones al Parlamento bávaro marca sin duda el fracaso de la estrategia populista antiinmigrantes liderada por los conservadores regionales (CSU). El resultado satisface a más de uno pero, en realidad, el hecho más significativo de los comicios ha sido el hundimiento de los partidos de la coalición, lo que hace prever un futuro incierto, tanto en Alemania como en Europa.

La Unión Social Cristiana, el partido hermano de la CDU de Angela Merkel, que lidera la región desde los años 50, se ha situado a la cabeza con un 37,2% de los votos emitidos. Pero el partido está diez puntos por debajo de los resultados de 2013. Por su parte, el Partido Socialdemócrata (SPD) ha dividido entre dos su resultado anterior, al lograr el 9,7% de los sufragios. Toda una bofetada.

En términos de progresión y consecución de objetivos, los grandes ganadores de las elecciones son los Verdes (17,5%), que vienen a robarle el protagonismo a Alternativa por Alemania (AfD, 10,9%), el partido antiinmigrantes de extrema derecha. Los ecologistas, segunda formación más votada, ha duplicado el número de votos al recuperar tantos votantes conservadores moderados (200.000) como socialdemócratas desilusionados. También han convencido en las principales ciudades bávaras, donde ahora se sitúan a la cabeza.

“La candidata ecologista Katharina Schulze ha hecho un trabajo perfecto”, comenta Ursula Münch, directora de la Academia de Educación Política de Tutzing, en Baviera: “Es joven, dinámica, atenta a la gente y, sin abandonar su credo pro-europeo y su rechazo a una política migratoria restrictiva, ha podido posicionarse sin complejos sobre temas conservadores como la agricultura, el patriotismo regional o la seguridad interna”.

El resultado de los ecologistas, que también se ha visto reforzado por el voto femenino, demuestra que la sociología bávara ha evolucionado considerablemente. A Edmund Stoiber, exministro presidente de Baviera, le gustaba celebrar la alianza bávara entre la modernidad y la tradición llamando a su región “el país de los ordenadores portátiles y las bragas de piel”. Desde el domingo por la noche, sabemos que es la generación “portátil” la que ha tomado el relevo.

Sin embargo, este éxito no tendrá un impacto inmediato en la dirección política del próximo gobierno regional. De hecho, con el favorable resultado del 11,6%, el pequeño partido regional conservador Freie Wähler [electores libres] es el complemento natural que la CSU necesita para formar un gobierno estable.

“El resultado de esta noche es amargo y lo aceptamos. Debemos analizar nuestros errores y ver cómo ha cambiado la sociedad bávara”, decía el domingo por la noche el ministro-presidente conservador Markus Söder sin forzar la autocrítica: “Las elecciones estuvieron dominadas por los debates celebrados en Berlín a nivel federal. Además, no debemos olvidar que nos situamos a la cabeza y que formaremos el próximo gobierno”, añadió, tras considerar que gracias a que la campaña ha estado muy centrada en el control de la inmigración, ha sido posible contener a AfD.

Pero los estudios dados a conocer el domingo por la noche por la primera cadena de televisión pública ARD contradicen el análisis de Markus Söder. Según estas encuestas realizadas a los votantes bávaros después de salir de los colegios electores, un 70% del electorado cree que la CSU ha exagerado al centrar toda su campaña en la inmigración. Además, el 54% de los encuestados apuntó a Horst Seehofer, presidente de la CSU y ministro Federal del Interior, como responsable de las disputas que desgarran la coalición de Berlín desde junio. Esto explicaría por qué la CSU ha perdido 180.000 votantes moderados que acudieron a los Verdes, mientras que 180.000 votantes más nacionalistas votaron por la AfD.

Sin embargo, es a nivel federal, es decir, en el plano de una coalición de gobierno dividida y dirigida por tres líderes de partido puestos de rodillas, donde han de analizarse las profundas consecuencias de las elecciones. Se ha visto el caso del socialcristiano Horst Seehofer, repudiado por un gran número de votantes y enemigo cercano del ministro-presidente bávaro Markus Söder. Lógicamente, Seehofer ha pasado a ser persona non grata tanto en Berlín como en Múnich. Al mismo tiempo, no tiene ningún deseo de renunciar a su puesto. Por lo tanto, en las próximas semanas, se va a aferrar y actuará sobre todo para defender sus intereses políticos personales. Muchos temen una pelea de gallos bávaros desestabilizadora entre Seehofer y Söder.

Por parte de Merkel, el mal resultado de los conservadores confirma a los oponentes de la canciller que abogan por una renovación personal y programática del gran partido conservador. El séquito de la canciller y los expertos de la CDU garantizan que la formación no tiene intención de derrocar a la “reina Ángela” en el congreso anual del partido el 6 de diciembre. Pero los pasillos del palacio conservador están llenos de rumores de revueltas y golpes de estado.

A principios de octubre, el grupo parlamentario conservador CDU/CSU se negó a reelegir al candidato de Merkel, Volker Kauder, como presidente, prefiriendo a Ralph Brinkhaus, un diputado más ortodoxo. Además, los más cercanos a Merkel, como el exministro de Medio Ambiente Norbert Röttgen, ya no dudan en criticar abiertamente a la canciller y a la inacción de su coalición.

Aunque, sobre todo, las miradas se dirigen al SPD, el eslabón más débil de la coalición. El domingo, la presidenta del partido, Andrea Nahles, descompuesta, reconoció que el nuevo fracaso de su partido se debía también a la “mala actuación de la Gran Coalición”. El gran partido popular que fue el SPD es ahora sólo el quinto partido más grande de Baviera. Recibe el 17% de los votos a nivel federal, los mismos que los Verdes y AfD. Frente a esto, la opción de dejar el poder para renovarse parece va ganando terreno entre activistas y simpatizantes y presiona a la dirección.

Mientras, la coalición de gobierno que sólo existe desde hace siete meses, ya parece un gobierno al final de sus días. Tras haber sido inmovilizados durante muchas semanas por el chantaje de Seehofer en lo que a la política migratoria respecta, Merkel y Nahles prometieron que su gobierno se centraría de nuevo en el programa en septiembre. Una pérdida de tiempo. El asesinato de un alemán en Chemnitz, recuperado por la extrema derecha, ha reavivado el debate sobre la inmigración.

Además, el único acuerdo importante presentado por el gobierno sobre el gasóleo para mejorar la calidad del aire en las ciudades alemanas es un acuerdo atrofiado, que pondrá una vez más de relieve que el Gobierno se arrodilla ante los poderosos lobbies de los fabricantes de automóviles.

Así las cosas, ¿cuál es el futuro de esta GroKo [Gran Coalición] cada vez más indecisa y anquilosada y cada vez menos capaz de imponer su voluntad? Lógicamente, todo apunto en la línea de la disolución. Sin embargo, esto conllevaría la celebración de nuevas elecciones, ya que las elecciones europeas están previstas para el 26 de mayo. Por lo tanto, los líderes conservadores y socialdemócratas no tienen la intención de abandonar el barco antes que los europeos, por temor a ser aniquilados por la maquinaria electoral.

Pero a la vista de la actual debilidad de Merkel, Nahles y Seehofer, la insatisfacción del electorado y la sed de cambio que se expresa cada vez más libremente en los partidos, la GroKo ya no está a salvo de la gota que hace colmar el vaso, del ataque aislado de un inconformista o del paso en falso excesivo.

El presidente del Bundestag, Wolfgang Schäuble, un viejo zorro de la política alemana, ha afirmado que era de esperar que se produjeran grandes cambios políticos. Sin embargo, cree que nada decisivo sucederá hasta la próxima cita electoral importante. Es decir, coincidiendo con la renovación del Parlamento de Hesse (Frankfurt) del 28 de octubre. Resulta poco probable.

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Traducción: Mariola Moreno

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