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Las protestas llegan a la enseñanza en Francia: de los 'chalecos amarillos' a los 'bolis rojos'

Imagen general de la asamblea celebrada en Créteil.

El día del encuentro era muy esperado. Los bolís rojos de la Academia de Créteil [inmediaciones de París] pasaban del mundo virtual al real al organizar una asamblea general para determinar las acciones que han de aplicar para hacerse oír. Cerca de 130 trabajadores del sector educativo, incluidos profesores de primaria y secundaria, personal no docente, directores, interinos, padres y madres, cuidadores de alumnos con discapacidad e, incluso, pensionistas, viajaron a Créteil, que acogió este primer encuentro, que también se retransmitió en directo a través del grupo Facebook de la Academia.

En esta red social nacía el pasado 12 de diciembre el movimiento, por iniciativa de seis profesores que querían fundar un colectivo apolítico sin filiación sindical ninguna. Además, en la tribuna de oradores, los únicos símbolos visibles eran un puño cerrado con un bolígrafo rojo, en posición combativa, que ha terminado por convertirse en el logotipo del colectivo.

En estos momentos, el grupo cuenta más de 62.000 seguidores en Facebook, de los cuales 2.000 son de la Academia de Créteil.

Los bolígrafos rojos nacieron para reclamar mejoras salariales, principalmente. En particular, piden que se descongele el índice en que se basa el cálculo de los salarios de los funcionarios públicos. En términos más generales, esperan una revalorización simbólica de su condición, cansados de ser considerados privilegiados cuando sus condiciones de trabajo se deterioran, en su opinión. “La deriva neoliberal de la escuela nos pone directamente contra las cuerdas”, denuncia un profesor.

Así se puso de manifiesto en las diversas intervenciones de una reunión que duró tres horas. Los presentes, instalados en bancadas alargadas, fue metódica. El turno de palabra estuvo bien repartido, como en cualquier asamblea general. La mayoría de las ocasiones, son ellos los que cogen el micrófono, aunque la profesión está ampliamente feminizada. Un participante señaló esta falta de paridad y el hecho de que las mujeres respetan el tiempo asignado –tres minutos–, mientras que los hombres se explayan. El ambiente general fue benévolo a pesar de las diferencias estratégicas.

En la sala, la concurrencia es bastante joven, aunque hay una mezcla de generaciones. Muchos maestros de escuela –más que de secundaria– habla del que es su día a día. Dicen que ya no pueden permitirse pagar “de su bolsillo” el material o las fotocopias  o que están cansados de enseñar en escuelas donde el moho florece en las paredes. Varios de los presentes explicaron que sus salarios son demasiado bajos para poder vivir en la región de Isla de Francia. Otro cuenta que una colega, a falta de algo mejor, se vio obligada a dormir en el coche. “Cuando eres soltero y joven principiante, peleas, hay que decirlo”, afirma otro. Aurélien, uno de los moderadores, presenta las quejas de los profesores y ofrece algunos recordatorios históricos sobre la situación y la remuneración de sus colegas.

Isabelle, maestra a la espera de reclasificación profesional, con tono emocionado, cuenta cómo se hundió en 2014, pese a que amaba su trabajo. Dice que le llevó dos años recuperarse del burn-out. “Pero no me encuentran un puesto, me pagan por no hacer nada como a otros lisiados de la educación nacional. Lo llevo muy mal”. De ahí que haya decidido encontrar consuelo con los bolígrafos rojos.

Una vez hechas las constataciones, queda por acordar qué medidas tomar. Laurent Frajerman investigador del Centro de Historia Social de Paris-I, ha estado observando el movimiento desde sus inicios. Señala que “por el momento, no se puede descartar que surja algo de los bolis rojos. Sobre todo porque el nacimiento de un foro donde tantos profesores hablan de lo que les preocupa es raro, dado que no es la profesión que mejor maneja las redes sociales. La transición de lo virtual a lo real es importante para observar cómo van a concretar las cosas”.

Esta dificultad no escapó a la atención del público. Un orador expresó los términos del dilema: “Los colegas son apáticos. No queremos penalizar a los estudiantes, debemos inventar algo para reunir, crear un movimiento que simpatice con la opinión pública porque no contamos con una buena prensa. Como hemos visto con los chalecos amarillos o con la Policía, hacen falta acciones para que se nos escuche. Pero al mismo tiempo, debe molestar sin perjudicar a nadie”. El profesor piensa en voz alta. Y sigue: “Retener las notas puede ser una buena medida porque trabajamos, corregimos, pero no entregamos las notas. Crearemos un apocalipsis feliz con canciones, dibujos. ¡Tenemos 15 días!”.

Otro explica que la huelga, que tiene un coste económico, debe descartarse de las propuestas porque algunos colegas “no pueden permitírselo”. La directora de una escuela de Bobigny en Seine-Saint-Denis, Véronique Decker, una experimentada activista sindicalista de Sud Éducation, también recomienda ir a más y sólo optar por la huelga en último recurso. Sandrine, profesora en Seine-et-Marne, cansada de ser la única que acude a la huelga, recomienda inventar otra cosa, como “acciones simbólicas”. Al final de la reunión, Jean-François Teissier, secretario departamental sindical de Val-de-Marne, explicaba entre risas que había escuchado este deseo muchas veces “en los últimos 20 años”.

Dos reuniones previstas

Según el investigador Laurent Frajerman, este tanteo es lógico. “Los docentes se preguntan qué medidas deben tomar, no porque se nieguen a ir a la huelga, sino porque se demandan si es eficaz para lograr algo. Las derrotas de 2003 o 2010 dificultan la lucha. El Gobierno actual es también más autoritario, más duro en la gestión de los recursos humanos y el diálogo social. Por no mencionar que su repertorio de acciones no es infinito, ciertamente pueden innovar pero al margen. Este movimiento despegó rápidamente. Esto demuestra que hay potencial, incluso si la búsqueda de la acción perfecta es ilusoria”.

Además, los profesores deben actuar estratégicamente, continúa el especialista en la enseñanza del activismo, porque “no son como los agricultores, no pueden saquear una prefectura. Necesitan el apoyo de la opinión pública, de ahí la sensación de cautela”.

Véronique Decker explica a Mediapart (socio editorial de infoLibre) que los docentes cuentan con bastantes medidas “donde todo está decidido de antemano, el recorrido de la manifestación y las reivindicaciones”. Para ella, este movimiento puede llevar a algo interesante y durar porque se basa en el sufrimiento de los docentes en varios ámbitos: salarial, material y moral.

Una pregunta se repite en la asamblea. La cuestión de sobre la pertinente, o no, de sumarse al movimiento de los chalecos amarilloschalecos amarillos se plantea de forma recurrente. El grupo nacional de bolis rojos ya decidió su postura en un sondeo. La mayoría se niega a hacerlo. La asamblea general no ha decidido nada, por el momento.

Desde el principio, los cofundadores del grupo Facebook reclaman que se establezca un vínculo con el movimiento #pasdevague, que denuncia la violencia perpetrada tanto contra los docentes como contra los chalecos amarillos. Hay afinidad entre colectivos, pero los bolígrafos rojos decidieron aprovechar la oportunidad abierta por los manifestantes con chalecos fluorescentes en lugar de caminar de la mano con ellos. Algunos temen que sus reivindicaciones se diluyan. Un participante en la reunión señaló que la extrema derecha se ha infiltrado en el movimiento.

El profesor de Val-d'Oise dice que pasó semanas analizando las reivindicaciones y la composición de los chalecos amarillos antes de unirse a ellos. Para él, es necesario tenderles la mano porque sus reivindicaciones sobre el poder adquisitivo y la defensa de los servicios públicos y “contra las mentiras del gobierno” son similares.

Pierre Claustre, profesor de historia y geografía de Montreuil en Seine-Saint-Denis, antiguo dirigente sindical, dice que fue varias veces a los Campos Elíseos de París para participar en las manifestaciones. Lamenta no haber conocido a “camaradas” cuando “existen muchos puntos en común”. Otro instó a la audiencia a no “perderse este momento histórico de la lucha social”.

Por el momento, la urgencia de los bolígrafos rojos es lanzar acciones concretas para hacerse oír. Han surgido varias alternativas, como la ocupación de locales, la celebración de manifestaciones frente a las Direcciones de la Academia, frente al Ministerio de Educación Nacional, o la invitación a los padres para que dejen de llevar a sus hijos a la escuela, el boicot las pruebas de titulación y acceso a la universidad y no participar en los consejos escolares. Otro propone promover la educación popular en los mítines para atraer a la gente.

El papel de los sindicatos de docentes es también una de las cuestiones planteadas por este movimiento. Muchos bolígrafos rojos están sindicados y explican que no hay oposición entre el movimiento y las organizaciones sindicales, aunque no tengan la iniciativa. “No somos antisindicales”, dijo Sam, uno de los iniciadores de la página de Facebook.

Laurent Frajerman explica que no hay que enfrentarse, sobre todo porque hay similitudes. “Los bolis rojos están impregnados de sindicalismo. Su discurso no es diferente, aunque mezclen afirmaciones concretas sobre el poder adquisitivo con otras más simbólicas, como su petición de reconocimiento”, dice.

Thomas, profesor del Lycée Angela-Davis en Plaine Saint-Denis en Seine-Saint-Denis, que pide mantenerse en el anonimato, afiliado al sindicato Snes-FSU, también explica que, a su entender, los bolis rojos no “se oponen a los sindicatos y a las herramientas tradicionales, sino que más bien no se quiere entrar en disputas”.

Pierre Claustre, que durante mucho tiempo ha tenido responsabilidades departamentales en el sindicato Snes-FSU, tampoco percibió un tono antisindical en los diversos discursos y debates virtuales de esta asamblea general, aunque confiesa que no está muy familiarizado con las redes sociales. Además, este día, no se encontró con muchos de sus conocidos, prueba de que el movimiento es bastante abierto y de que no congrega sólo a un grupo concreto de militantes.

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En la asamblea, Jean-François Teissier, de SE-Unsa, acudió como observador. Señala el deseo de liberarse de los sindicatos en la sociedad: “En los últimos años, las organizaciones sindicales ya no cuentan con el apoyo de sus colegas sobre el terreno, como se suele decir. Esto hace más frágiles a los bolígrafos rojos que están tratando de inventar algo más. De hecho, esto valida la posición del Gobierno, que ha estado pisoteando a los sindicatos y organismos intermediarios durante los últimos 18 meses. Está en el aire del tiempo dejar de creer en nuestras organizaciones...”.

En Francia, entre el 25 y el 30% de los docentes están sindicados. Para él, la sostenibilidad del movimiento depende de la capacidad de los profesores para mostrar al público que no luchan por demandas estrictamente corporativas sino por el bien común. Al final de esta reunión y después de una votación de tanteo, los bolígrafos rojos de Créteil se decidieron por dos mítines clásicos. Uno, convocado para este sábado 12 de enero, frente al muy elegante instituto parisino Henri-IV; otro, para el miércoles 23, frente al rectorado de Créteil. ____________

Traducción: Mariola Moreno

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