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India: el fracaso de la política de Modi abre un nuevo laboratorio para la economía mundial

El líder del Bharatiya Janata Party y primer ministro indio, Narendra Modi.

Romaric Godin (Mediapart)

La India, que está en elecciones entre el 11 de abril y el 18 de mayo, es la campeona del mundo en crecimiento económico con una tasa de cerca del 7,5% anual, en la actualidad superior en más de un punto al de China. Pero tras esa cifra se esconde una realidad muy compleja. El país, que el próximo año será el más poblado del mundo, padece un malestar económico general que los cinco años de gobierno del Partido Nacionalista Hindú (BJP) de Narendra Modi no han sabido aliviar. El campo, donde viven todavía dos tercios de los indios, está a punto de estallar y, en general, son numerosas las decepciones sobre la política liberal del BJP. Mientras que el primer ministro insiste en la crisis con Pakistán con el fin de crear una unidad nacional para evitar esas inquietudes, la oposición, en especial el Partido del Congreso, trata de explotar la decepción económica repitiendo esta pregunta: “¿Jobs kahan hain?” (“¿Dónde están los empleos?”, en hindi).

Para comprender la complejidad de la situación económica, los efectos de la gestión de Modi y las vías particulares que se proponen en la India sobre economía, a continuación ofrecemos una entrevista con Jean-Joseph Boillot, economista, especialista en India y en China y autor, entre otros, de Chindiafrica, China, India y Africa conformarán el mundo mañana (editorial Odile Jacob) y de La antigua India en la cabecera de nuestros políticos, el arte de gobernar según el Arthashastra de Kautilya, de la editorial Félin.

PREGUNTA: ¿Por qué parecen tan decepcionantes los resultados económicos de Modi, cuando en 2014 proponía acceder a la prosperidad a través de reformas liberales y la tasa de crecimiento es tan alta?

JEAN-JOSEPH BOILLOT: En este año de elecciones generales indias, la tristeza que rodea el final del ciclo de Modi puede sorprendernos. Las previsiones de crecimiento para 2019 son del 7,5% tanto para el FMI como para el conjunto de economistas, arrojando así un ritmo anual medio del 7,2% para el quinquenio. Además, mientras que el crecimiento potencial de China ha caído por debajo del 6%, el de la India se estima en general alrededor del 7,5%, poniéndose en cabeza en Asia a pesar de sus deficiencias estructurales y fiscales permanentes.

En realidad, el ciclo económico indio se está desordenando bajo el efecto de los tres grandes errores de Modi: la desmonetización sorpresa de noviembre de 2016, la caótica introducción del GST, es decir, del IVA panindio, y finalmente el no tratamiento de los malos préstamos bancarios, de los que  cierto número afectan de hecho a grandes grupos que los han apoyado masivamente cuando le eligieron en 2014.

Porque, en el fondo, esos errores están vinculados al deslizamiento rápido de una agenda económica  bastante neoliberal –la famosa Modinomics de liberalización de la economía india– hacia una agenda política de conquista electoral de todos los Estados. Y para ello, desde finales de 2016, se ha desenrollado la alfombra ideológica de la Hindutva (“India para los indios”) dirigida a todas las minorías religiosas pero también regionales como los Estados del sur, creando una verdadera atmósfera de violencia y de intolerancia que ha roto la confianza de una gran parte de la población, como he podido comprobar en cada una de mis visitas al país.

P: ¿Cuál ha sido el impacto económico de la desmonetización de los billetes de 500 y de 1.000 rupias en 2016?

R. Este es, en efecto, un buen ejemplo de este tira y afloja entre las dos agendas, la económica y la política. Mientras que durante el primer año de mandato el ciclo económico indio retomaba su trayectoria de crecimiento después de los tres últimos años mediocres del Partido del Congreso 2016 es el primer año en que la tasa de crecimiento india sobrepasa a la de China-, el anuncio sorpresa, en plena noche del 8 de noviembre de 2016, de la retirada de la circulación para el día siguiente del 80% de la masa monetaria fiduciaria (los billetes de banco) provocó un verdadero choque de demanda. Durante dos meses, los indios, que pagan casi todo en líquido, han tenido que hacer horas de cola en los bancos para cambiar sus billetes de 500 y de 1.000 rupias (alrededor de 35 y 70 euros respectivamente). Durante ese tiempo, las ventas al por menor cayeron y, sobre todo, millones de jornaleros no cobraron su salario. Se estima que India perdió entonces alrededor de dos puntos de su PIB. Ahora bien, las motivaciones de esta medida han sido puramente políticas y han sido impuestas al Banco Central Indio, como éste acaba de declarar recientemente.

P: Entonces, ¿por qué ha tomado esa medida Narendra Modi?

R: Primero, era un gesto populista contra el dinero negro, que fue un tema electoral importante en su campaña. Pero sobre todo era un gesto de circunstancias en vísperas de la elección regional más importante, crucial para él: la de Uttar Pradesh, de 200 millones de habitantes, más del 10% de los votos para el Parlamento Federal, y last but not least, el más musulmán de los Estados indios. Se trataba ni más ni menos de cortar completamente los recursos a los partidos de la oposición que gobiernan este Estado desde hace años y que, como de costumbre, habían reservado millones en líquido para financiar la campaña. Fue una victoria pírrica porque, si por un lado el partido de Modi efectivamente iba a ganar, por el otro Modi provoca el desorden en el ciclo económico apenas comenzado. Es una carga que va a tener que asumir en las elecciones, porque los indios no tienen la memoria corta. Sobre todo porque las cifras oficiales del Banco Central muestran que el nivel de cash es ahora un 16% superior a la situación anterior a la desmonetización.

P: Los campesinos parecen, en parte, haber abandonado a Modi. ¿Cuál es la magnitud de la crisis rural y cuáles son sus orígenes?

R: Es, en efecto, otro segmento pro-Modi que está cediendo. Desde hace meses, manifestaciones de cientos de miles de campesinos sacuden toda la India con el trasfondo de una crisis agraria profunda a la que Modi no ha respondido, más bien al contrario. Esta vez los factores son económicos. El equipo de economistas liberales que manejan el ministerio de finanzas, con el abogado de negocios Arun Jaitley a la cabeza, han conseguido aplicar medidas de reducción drástica de las subvenciones a la agricultura, cuando todo el modelo de la revolución verde se basa en insumos químicos costosos, semillas no reproducibles y elevadas facturas de electricidad para el bombeo de un agua que hay que ir a buscar cada vez más profundamente. A esto se añade la retirada del sistema de public procurement, es decir, de compras gubernamentales que garantizan un precio mínimo y que regulan las fluctuaciones de los precios reduciendo el peso de la especulación de los comerciantes privados.

El resultado ha sido una bajada muy sensible de los precios, incluso una caída en el caso de las cebollas este invierno, en el punto máximo de la cosecha. A esto se añaden los efectos del calentamiento climático, que afecta ya mucho a la India y del que Modi se ha desinteresado totalmente. Se puede observar, especialmente en todo el oeste, una sequía precoz que condena a los rebaños, como pasa en Maharashtra. El resultado es que, después del invierno, ha vuelto otra vez una oleada de suicidios entre los campesinos, siempre vinculada a los préstamos contraídos con la casta de usureros a los que el jefe de familia no puede enfrentarse. Entonces, se ahorca por deshonor y porque no quiere emigrar a los barrios de chabolas urbanos.

Ejemplos de contramodelos

P: ¿Ha luchado eficazmente el crecimiento contra la pobreza a lo largo de los últimos años?

R: Ese es todo el debate sobre el modelo indio. El anterior gobernador del Banco Central, Raghuram Rajan, ha ofrecido recientemente una explicación de la paradoja económica actual. La economía india ha pasado del famoso Hindu Rate of Growth (la tasa de crecimiento hindú) histórico de un 3,5% en las tres décadas siguientes a la independencia, a un nuevo régimen del 7% casi garantizado. Esta tasa sería sin embargo insuficiente para superar los retos en términos de infraestructuras, de empleo, de satisfacción de las necesidades sociales o de la eliminación de la clase pobre. Para llegar a ello, Rajan cree que la India necesita en realidad de un crecimiento de dos cifras para unirse al grupo de países emergentes con rentas intermedias como son Brasil, China o incluso Indonesia. Esa es en todo caso la clave del éxito chino, cuya clase pobre casi ha desaparecido en una generación.

Para alcanzar ese objetivo, Rajan –convertido ahora en un gran oponente de Modi– determina que la prioridad es librar al país de los tres obstáculos que lo están minando: infraestructuras deficientes, sector energético en plena crisis que hay que sanear y resultados bancarios paralizados por activos ineficaces que se han cuadruplicado durante el quinquienio Modi. La única opción para conseguirlo, dice, es de naturaleza política: emprender una amplia descentralización de la gobernanza del país. Porque, al contrario, la experiencia de Narendra Modi ha estado marcada por una centralización extrema de las decisiones en el seno del famoso Prime Minister Office, PMO, (Gabinete del Primer Ministro), verdadero gobierno bis que se ha pronunciado en cada decisión. Este mecanismo es el que explica los choques negativos antes citados, pero también el desmantelamiento de todo el sistema de apoyo a la agricultura está en el origen de la crisis agraria actual que bien podría costar a Narendra Modi su reelección. Desde este punto de vista, el resultado de las elecciones generales en la primavera de 2019 se juzgará menos por el partido que gane como por la capacidad de los grandes partidos regionales de retomar el control de un país en el que cada Estado tiene decenas de millones de habitantes, incluso centenas en el caso de los más grandes.

P: ¿Tenemos ejemplos de descentralización exitosa?

R: Sí, y se multiplican en la India. Un buen ejemplo que he estudiado sobre el terreno recientemente es la implantación de un programa sorprendente de transición agroecológica masiva en el Estado de Andhra Pradesh (en el sureste de la India) dirigido desde hace años por Chandrababu Naidu: el ZBNF o Zero Budget Natural Farming (Agricultura Natural sin Presupuesto).

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Este político carismático, admirado por la calidad de su forma de gobernar, incluso aceptó hace cinco años la división de su propio Estado con una 29ª entidad india, el Telangana, para poner fin a la inestabilidad recurrente de la región. Igualmente aceptó la cesión de su capital, Hyderabad, de la que fue sin embargo el gran arquitecto de su resurgir como centro mundial de la tecnología de la información, de la animación y desde hace poco de la biotecnología. Antiguo aliado del primer ministro Modi, en tiempos en que su retórica económica liberal prevalecía sobre la agenda ideológica Hindutva, Chandrababu Naidu podría unirse a un frente de oposición de líderes regionales cuya debilidad es la incapacidad para encontrar una fórmula unitaria en términos de programa y de liderazgo, pero cuya ventaja es dejar a los Estados más autónomos.

Eso supondría tal vez también la apertura de una nueva página en el modelo económico indio. Porque el ZBNF se basa en efecto en prácticas ecológicas locales y en la maximización de la renta neta y no bruta, es decir, que minimiza los insumos exteriores y busca primero el bienestar de las familias, mientras que la pobreza se concentra paradójicamente en el campo entre los pequeños campesinos. Pero estamos muy lejos de la maximización del crecimiento del PIB que propone Rajan y que prometía por lo demás también Modi. Al hacerlo, no estaríamos, paradójicamente, lejos de reencontrar el núcleo del modelo gandhiano descrito en su programa faro Sardovaya, que fue antaño sacrificado por Nehru en aras de la gran industrialización tipo soviética, y después más claramente por Indira Gandhi y sobre todo por Manmohan Singh (ambos del Partido del Congreso) en aras de las políticas liberales de los años 1980-2010, y una vez más por Narendra Modi. Si este tipo de innovaciones de ruptura se generalizara, la India podría dar finalmente razón al bien conocido adagio de “los últimos serán los primeros”. Más que nunca, este país encrucijada aparece como un modelo a seguir de cerca para quien esté interesado por las trayectorias futuras de la economía mundial. Traducción de Miguel López.

 

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