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Juicio por los suicidios en France Télécom: el sufrimiento en el trabajo no ha abandonado Orange

El antiguo consejero delegado de France Télécom, Didier Lombard, a su llegada a al Tribunal Correccional de París este martes en París.

Mathilde Goanec | Pascale Pascariello (Mediapart)

Este lunes comenzó el juicio a la era Lombard en el Tribunal Correccional de París, un proceso judicial surgido de las decenas de suicidios de trabajadores de France Télécom entre 2006 y 2010. La empresa, ahora convertida en Orange, se encuentra en “alerta máxima”. El recuerdo de este periodo, doloroso para los trabajadores y sus familias, permite también tomar el pulso del gigante francés de las telecomunicaciones, dirigido desde marzo de 2010 por Stéphane Richard. Aunque el grupo parece haber pasado página a esta etapa de “acoso moral institucional”, ahora está enfrentado a otros males en un sector donde la competencia es feroz: intensificación del trabajo, lenta hemorragia de puestos de trabajo, especialmente en las tiendas, y una gestión atenazada.

“No es necesario imaginar que todo esto ha quedado atrás”, dice Sébastien Crozier, presidente del sindicato CFE-CGC en Orange, afectado personalmente por el suicidio de un colega en 2009, que sin embargo matiza: “La crisis por la que ha pasado la empresa hace que haya una especie de sobrevigilancia, legítima, respecto al pasado. Quedan zonas de vigilancia, limitadas a las tiendas y a los directivos, donde las cosas empeoran. Pero somos una casa muy grande, no todo va mal”. Jean-François Colin, que ha dirigido durante varios años la unidad de mediación de Orange, recuerda por su parte que más de 1.000 personas trabajan en la prevención de riesgos psicosociales y que la empresa dispone de un sistema de alerta eficaz. “No estoy aquí para contarle un cuento de hadas”, subraya este consejero especial de Stéphane Richard sobre las políticas de prevención. “Es imposible decir que toda va bien. Pero para nosotros, todas las alertas y los casos individuales no constituyen un cambio de política preocupante”.

Lejos de los rumores mediáticos, algunos trabajadores continúan no obstante pasando a la acción y el sistema de alerta sobre sufrimiento en el trabajo parece a veces seriamente atascado. El 14 de enero de este año, Michel*, de 33 años, empleado de Orange, fue encontrado inconsciente en el fondo de un almacén con una bolsa alrededor de la cabeza. Sobrevivió al intento de suicidio gracias a la intervención de los servicios de emergencia. El drama se produjo en la tienda de Orange del barrio de La Defensa, a las afueras de París, el tercero de Francia en términos de cifra de negocios.

Tras este suceso, más de 18 empleados de los 39 que tiene esa tienda han estado o estarán de baja por enfermedad. Nueve de ellos están ahora y otros nueve han declarado que se darán de baja. A día de hoy, Michel no ha podido retomar su actividad. Antes de nuestra entrevista nos ha precisado que, antes de su acción, había sido castigado con una suspensión de empleo y sueldo de dos meses. “Fue en enero de 2017, cometí el error de cambiar unos cascos por otros que valían 100 euros más. Fue una enorme torpeza y la pagué. A partir de ahí puse mucha atención. Yo no había tenido más que tres retrasos en un año y mis cifras de ventas estaban en la media. Pero el director hacía todo lo posible para hundirme”.

En enero de 2019 se abrió otro expediente contra el empleado. “Hubo un problema con una clienta que el director podía solucionar pero, en lugar de eso, dejó que se pudriera la situación. Cuando la clienta denunció a Orange, la empresa me cargó a mí la responsabilidad de ese error. Para mí fue la gota de que colma el vaso”. Esa mañana, al llegar al trabajo, a Michel le llaman de Recursos Humanos. “Descubrí el expediente que habían abierto contra mí, que incluía la convocatoria ante un comité disciplinario y exploté. Si me despedían, ¿cómo podría dar de comer a mi hija de cinco meses? Yo había hecho mucho por Orange y ahora ya no sabía en quién confiar. Me hundí”. Está de baja por accidente laboral desde hace tres meses y lamenta no haber “recibido ninguna llamada, ni de la dirección ni de Recursos Humanos. Me envían cartas certificadas sin tener en cuenta que he cambiado de dirección. No entiendo qué esperan de mí”.

La última carta recibida de Orange es la convocatoria para ir al comité disciplinario. “Estoy de baja por accidente laboral y con antidepresivos, es ilegal hacer eso”, protesta Michel. “Pero voy a defenderme y emprender acciones contra el grupo. Hace demasiado tiempo que se permiten abusar de sus empleados”. Preguntados por Mediapart, la dirección de Orange confirma el despido, aprobado por el comité disciplinario, por hechos que la empresa juzga de “extrema gravedad”. “Cualquiera que sea el motivo, los trabajadores no deben estar solos”, recuerda Jean-François Colin, “y no le estoy diciendo que, por otra parte, no haya problemas en esa tienda sobre las condiciones de trabajo y la gestión. Hemos recibido denuncias y no nos hemos quedado parados”.

No es en absoluto eso lo que piensan los trabajadores de La Defensa o los sindicatos, como han recordado los miembros del Comité de Higiene, Salud y Condiciones en el Trabajo (CHSCT) en una reunión extraordinaria organizada el 18 de enero tras el intento de suicidio de Michel. Las conclusiones del acta levantada en esta ocasión dejan ver un balance alarmante inapelable para la dirección. Se hace constar “un riesgo grave para la salud y la seguridad en la tienda de la Defensa que afecta a unos cuarenta trabajadores”. La lista de problemas enunciados es desoladora: “Rotación gerencial importante, aumento de problemas físicos y psicológicos de una parte del personal, relaciones muy tensas en el equipo, aumento de la violencia verbal y de los procedimientos disciplinarios”. Como resultado, empleados estresados que vienen cada día a trabajar “con una bola en el estómago”. Lamentan la “deshumanización de las relaciones, ningún reconocimiento y la pérdida del sentido del trabajo”.

Desde su apertura en 2016, y sobre todo a partir de 2017, se han hecho varias reclamaciones relativas a esta tienda en DP, es decir, en las reuniones entre los delegados de personal y la dirección de Orange. Normalmente se señalan la falta de personal, las presiones ejercidas para conseguir objetivos de venta y las tensiones con el director de la sede que utiliza palabras groseras. En junio de 2018 se firmó una petición por parte de la casi totalidad de los trabajadores después de haber dado más de 60 partes denunciando “prácticas gerenciales estresantes, humillantes y desestabilizadoras” y no haber “recibido ninguna contestación por parte de la dirección a pesar de los compromisos tomados”. La petición reclama “la suspensión inmediata de estos métodos gerenciales y condiciones laborales más dignas”.

Laurent, de 32 años, trabaja desde hace seis años en Orange y cuenta lo que ha padecido en esa tienda. “El director nos hacía reproches por tres minutos de retraso. Nos enviaba por eso un email y nos hacía retenciones salariales. Los insultos delante de los clientes eran violentos, como por ejemplo, ‘tonto del culo’, ‘eres un mierda’ cosas increíbles. Era un infierno. Nos presionaba para conseguir cifras de negocio, las conseguíamos y nunca reconocía nuestro trabajo. Era el divide y vencerás”. Laurent piensa desde entonces dejar el grupo y le preocupa la falta de memoria de la empresa: “No entiendo que con el pasivo de esta empresa, la dirección siga con estos métodos de gestión tan destructivos”.

“Todo irá bien porque nos llamamos Orange y ya no France Télécom…”

El 29 de noviembre de 2018, la preocupante situación de la tienda Orange de La Defensa es una vez más tratada en la reunión del CHSCT. Un delegado sindical de la CGT se dirige así a la dirección: “La presidencia no mide el estado de degradación del vínculo entre los trabajadores y el director. Espero que ningún suceso grave venga a manchar esta estampa ya tan lúgubre”. Unas semanas más tarde Michel trató de poner fin a sus días.

Tras el intento de suicidio, a petición del CHSCT, el bufete Technologia ha llevado a cabo una investigación sobre las condiciones de trabajo en esa tienda de La Defensa. En un informe titulado Riesgo grave, el experto recuerda las reestructuraciones decididas por Orange en el marco del Plan estratégico Essentiels2020”, que se traduce particularmente en “la apertura de grandes tiendas que conlleva el cierre de numerosas tiendas de tamaño más modesto y la supresión progresiva de consejeros técnicos”. En la zona de Paris-Haute-de-Seine, por ejemplo, el número de tiendas ha pasado de 48 a 17 en seis años.

Este estudio presenta a continuación un balance bastante negativo y señala “un problema recurrente de falta de personal”, “una gestión estresante”, “un ambiente de trabajo tóxico” y “situaciones de sufrimiento en el trabajo”. En cambio, Technologia no dice nada sobre la ausencia de respuesta de la dirección, que ha sido muchas veces informada de la situación. Este informe, presentado este lunes 6 de mayo a los trabajadores de La Defensa, viene a formar parte de una larga lista de estudios, catorce en tres años, enfocado a las tiendas. El más reciente, finalizado en abril, ofrece una síntesis en la que se citan regularmente “la carga suplementaria de trabajo, casos de sufrimiento en el trabajo o el agotamiento de los trabajadores, a menudo aislados en la gestión de situaciones problemáticas”.

“Asistimos a una aceleración de la destrucción de las redes de distribución, es decir, de las tiendas. Y esto engendra un malestar que se traduce en depresiones, bajas por enfermedad importantes o intentos de suicidio, como en La Defensa, o un año antes en la tienda de Campos Elíseos”, precisa un delegado sindical que prefiere guardar el anonimato.

En 2014 Nicolas Foucher, trabajador de una agencia dedicada a la fibra para profesionales, se suicidó tirándose a un tren de cercanías en París. Cuatro años más tarde, el 4 de marzo de 2019, su hermana Anne-Marie Servilla, recibió la comunicación de archivo de su denuncia por acoso moral en el trabajo presentada contra X.

Sindicalistas de la CGT también habían avisado sobre el difícil ambiente en ese servicio y sobre el malestar de su colega, que se quitó la vida tres días antes de un cambio de destino. La Inspección de Trabajo, tras la muerte de Nicolas Foucher, ha enviado al fiscal un parte muy severo contra Orange por no haber reaccionado con la suficiente rapidez o decisión para proteger a su trabajador. La decisión dramática de Nicolas Foucher ha sido finalmente reconocida por la empresa en 2016 como un accidente de trabajo, pero principalmente por el hecho de que se suicidó en su trayecto habitual al trabajo. “La dirección nunca ha dado su brazo a torcer, nunca ha habido para ellos acoso moral”, se lamenta hoy Anne-Marie Servilla. “Por eso he denunciado ante lo penal, para que su sufrimiento sea por fin reconocido. Dicen que ha terminado la época Lombard pero yo no lo creo. Para mi hermano era un cúmulo de cosas: exceso de trabajo añadido a la presión de su jefa. Se sentía culpable de no poder llegar”.

El año 2014 estuvo efectivamente marcado por un recrudecimiento del número de suicidios, 21 en total, y seis más a principios de 2015, motivo para desencadenar una denuncia presentada por unanimidad por los sindicatos al CHSCT nacional. Recursos Humanos de France Télécom, y después Orange, han tenido siempre por tradición comunicar, para su información, estos casos a los sindicatos. El año 2015 marca un cambio de doctrina: “La dirección ya no nos da ninguna cifra, como si hubiera parado de contar”, explica Thierry Franchi, delegado sindical central adjunto de la CGT. “Se sabe que ha habido casos desde entonces, pero nos enteramos por la gente. La dirección dice que es para proteger a las familias. Nosotros creemos que es también para evitar el efecto negativo del 2009”.

“Ya sé que las estadísticas pueden ser un medio para la toma de conciencia, pero creo que hemos cruzado los límites, desgraciadamente, como consecuencia de la crisis que ha pasado la empresa”, explica Jean-François Colin, que asegura además ser más bien “partidario” de la no contabilidadno contabilidad: “Las cifras ocultan las situaciones individuales y preferimos mirar cada caso de manera particular. A veces podemos decir lo que queramos de las estadísticas: en 2014 no hubo más que tres accidentes mortales laborales reconocidos, ¿qué se puede deducir de eso?”. Orange estima también que no tiene derecho a informar de los suicidios para respetar la vida privada y que, de alguna forma, se había situado “fuera de la ley” en el pasado. Asegura, no obstante, por motivos de transparencia, que informa sistemáticamente al secretario de los CHSCT locales sobre las “muertes violentas”. Cada autoridad es libre de abrir o no una investigación.

Patrick Ackerman, delegado central para el Sur, recordaba a Mediapart, el 17 de abril pasado, que entre 2010 y 2014 hubo en la empresa tantos suicidios como entre 2008 y 2010, en pleno auge de la crisis de France Télécom. “Eran una especie de efectos retardados de la era Lombard. Creo que ese período está relativamente terminado. Pero se abre otro período ¡porque simplemente estamos en la ruina! ¡La eliminación de empleos nunca han cesado y es enorme! Pues sí, los problemas no son de la misma naturaleza pero hoy trabajamos en una empresa que no va bien”.

En veinte años, el grupo de telecomunicaciones ha perdido en efecto la mitad de sus efectivos, con 90.000 trabajadores en Francia, dos veces menos que hace veinte años. Se jubiló un gran número de empleados y no han sido sustituidos, especialmente los que conservaban el estatus de funcionario. “Quedan verdaderas zonas de sufrimiento”, estima Thierry Franchi. “Las reestructuraciones continúan, aunque sean menos violentas que antes. Porque la comunicación oficial sigue siendo que todo irá bien porque nos llamamos Orange y ya no France Télécom…”.

Hélène Adams, miembro del CHSCT central y después del consejo de administración para el Sur de France Télécom y finalmente Orange, admite que ha habido “una tregua” después de la llegada de Stéphane Richard, el actual presidente, en sustitución de Didier Lombard, reconocido por su “trabajo sobre el terreno” por la mayoría de sindicatos. “Se han restablecido toda una serie de cosas, incluidos espacios de convivencia para los trabajadores, las cafeterías han vuelto, por ejemplo… Pero es una empresa que continúa funcionando bajo la presión de los mercados financieros y con la obsesión de la cotización en Bolsa. Esto engendra automáticamente situaciones de estrés y de intensificación del trabajo. Entramos en el terreno de una hiperexigencia a los trabajadores, lo que puede conducir al desgaste profesional o al suicidio”.

“Todo el mercado está bajo presión, es absolutamente aterrador”

Algunos empleados tienen también la impresión de padecer, ahora que la atención mediática se ha desviado, una gestión de una violencia similar a la de la época Lombard, que se manifiesta a base de procedimientos judiciales. Es el caso de Sophie*, trabajadora de Orange en el Caribe. Gerente de una tienda, en 2017 denuncia el acoso que ella estima haber sufrido por parte de una colega además de una agresión verbal de los que sale noqueada, con pérdida del conocimiento e intervención de los servicios de emergencia. Se llevo a cabo una investigación interna que concluyó que no hubo ninguna falta que reprochar pero tampoco se le llegó a comunicar a Sophie.

De baja por enfermedad durante varios meses, el regreso al trabajo de esta empleada ya no será nunca tranquilo. Desde el primer día, sin haber sido informada, la gerente descubre que la tienda está vacía, sin colegas de trabajo, mientras los clientes tocan a la puerta. Sola durante dos horas, acaba por enterarse por su superior, ante todo el equipo, de que los horarios se han cambiado y que debe ir pensando en cambiar de puesto. Nueva baja por enfermedad. Las conclusiones escritas del médico laboral, que vincula el estado de salud de Sophie al ambiente nocivo en el que se desenvuelve en su trabajo, serán recurridas por la empresa ante los tribunales, antes de que Orange renuncie al proceso.

La dirección propone entonces a Sophie otro puesto, de simple comercial, a 60 kilómetros de su domicilio, después de estar 22 años en el grupo, especialmente en numerosos puestos de responsabilidad. “El objetivo es que yo ceda y pida una excedencia, o que acabe en la trituradora, en fin, que la decisión venga de mí. Me proponen cosas inaceptables para que yo pueda librarles de mantenerme como trabajadora”. Sophie ha demandado a Orange ante lo penal por acoso moral y lucha para que le reconozcan los dos incidentes de los que ha sido víctima como “accidente de trabajo”. “Recursos humanos, en el plano nacional, no para de decir que todo está arreglado en Orange, pero sólo han pintado sobre unas paredes agrietadas”, señala.

Una antigua directiva, también de los DOM-TOM (los territorios franceses de ultramar), muy bien situada, con unos veinte años de experiencia, hace un relato bastante parecido. En 2010, su puesto cambia y se le da a un trabajador en París. “Yo estaba en funciones en mi puesto desde hacía diez años, eso ya no les convenía y hacía falta recortar personal”. La trabajadora se encuentra en un destino forzado y bajo la crítica permanente de su homólogo en París. Presenta una denuncia por acoso en 2011, sin respuesta. Un año más tarde, el médico laboral informa de sus problemas y pone en guardia a la empresa.

La directiva será finalmente despedida en 2013 y, un año más tarde, readmitida forzosamente tras una decisión de la Magistratura de Trabajo, decisión que recurre Orange. El asunto se arbitraría pronto en el Tribunal de Casación. “Es como si, fuera de la metrópolis, el periodo Lombard nos hubiera llegado en diferido”, estima hoy esta trabajadora, muy contrariada. En Orange, en París, juran que “no hay una zona de no-derecho en la empresa”, ni diferencias salariales entre la metrópolis y el Caribe, Reunión o Mayotte, regidas por una única dirección territorial. “Si hay problemas, no nos han sido comunicados”, señalan.

Esta señal de alerta sobre el regreso de un clima de trabajo a veces “patógeno” no procede únicamente de sindicalistas o de algunos trabajadores aislados. En 2018, los médicos laboraleso de Orange han emitido su informe, que Mediapart ha podido consultar, referidos a 2017. En él subrayan un riesgo particular para los trabajadores de las tiendas Orange: “Aumento de la carga mental, presión de horarios en aumento, obstáculos a la calidad (…), la sensación de que la solicitud de ayudas, correcciones y regulaciones no han sido seguidas de medidas concretas”. Varias denuncias presentadas por los delegados y los servicios de salud laboral “han quedado sin respuesta”, escriben los médicos. En este mismo informe llaman “con fuerza y vigor la atención de la empresa por la degradación de las condiciones de trabajo en las tiendas que impacta cada vez más en la salud de los trabajadores afectados”.

Los gerentes de proximidad, es decir, los mandos directos, tampoco son ya muy bien tratados. “Algunos gerentes se consideran como una variable de ajuste de la carga de trabajo del colectivo”, subraya el documento. “Habrá que tomar en serio esa problemática de semanas largas y horarios excesivos”. Más aún, vuelve a ponerse de relieve el pesado pasado de la empresa: “En estrecha relación con la historia de la empresa, a veces se les confía (no explícitamente la mayor parte del tiempo) un papel de rastreador de riesgos de suicidio, atribuido a los gerentes después de la alarma social creada, todavía muy presente, responsabilidad cuya exigencia emocional es importante y a veces desconocida”.

Después de la marcha de Didier Lombard, en 2009, los sindicatos y la dirección de Orange se habían puesto de acuerdo en que cada tres años se realizase una encuesta sobre el nivel de estrés en la empresa. Fueron realizados una serie de informes, en 2012 y en 2016, que Mediapart ha podido consultar, incluido el más reciente difundido en abril de 2019. Año tras año, la confianza en la empresa, que se había degradado fuertemente, ha vuelto a subir, sin que sin embargo el panorama general no sea totalmente rosa, pues pesan sobre los trabajadores a la vez una fuerte intensificación del trabajo y la preocupación de no saber con qué salsa serán devorados al hilo de nuevas reorganizaciones y reestructuraciones. “La situación global ha dejado de mejorar en 2019”, concluye esta misma encuesta. “Después de mi llegada a la cabeza del grupo, hemos instituido un barómetro social y hay que reconocer que recientemente muestra una ligera inflexión a la baja aunque hayamos progresado de manera espectacular desde 2010”, confirma el presidente Stéphane Richard en una entrevista reciente con Le Figaro.

Sébastien Crozier, delegado central por la CFE-CGC, insiste: la situación es “muy diferente” a la de la era Lombard. Nota también los progresos reales de la empresa en materia de relaciones sociales. “En diez años, el sentimiento de orgullo y de pertenencia, caído hasta el 39% con Lombard, ha subido hasta el 88%. Es un buen indicador. Pero la guerra de la competencia, desde que Drahi [Patrick Drahi, el magnate de las telecomunicaciones] compró SFR [segunda operadora francesa tras Orange], es un infierno. Todo el mercado está bajo presión, es absolutamente aterrador, por lo que los gerentes hacen de parachoques entre la producción y una dirección que debe mantener el rumbo y una línea frente a los accionistas y al Estado. Globalmente es insufrible”.

“Somos una empresa puntera”, confirma Jean-François Colin, de Orange. "Los trabajadores pueden en efecto tener la sensación de que tienen mucho trabajo pero el problema es ajustar los efectivos, encontrar el justo medio y eso no es fácil. Efectivamente, hay tiendas que cierran y hay reestructuraciones, es la vida  normal de los negocios, unida a un sector hipercompetitivo”. Orange recuerda que trata de ofrecer un “futuro a cada uno” dedicando el 6,5% de su masa salarial a la formación, una cifra nada despreciable.

¿Una parte de los problemas pasaría desapercibida? “Nosotros subcontratamos mucho en el tema del mantenimiento de la red, y lo mismo con la mayor parte de la fibra óptica”, explica Thierry Franchi, del sindicato CGT. “Y hay que vérselas con algunos subcontratistas que a veces emplean a gente en condiciones delirantes, casi de esclavitud. Orange hace contratos con grandes grupos pero no mira lo que hay detrás”. Ahí, también, Orange defiende “una práctica normal de empresa” sobre las actividades que no siempre constituyen su núcleo profesional y asegura que se emplea en poner un límite a las subcontratas en cadena. “Stéphane Richard ha sido muy claro: esta empresa no va a ser cortada en trozos”, recuerda su consejero especial. Por el momento, Orange se beneficia todavía de la comparación con alguna competencia, como Free o SFR, cuyo marco social es poco satisfactorio. El espectro de los años 2000 se agita como un espantapájaros eficaz. ¿Hasta cuándo?

  El asterisco * indica que el nombre ha sido cambiado.

Para esta investigación, entrevistamos a varios empleados de Orange, así como a sindicalistas locales y nacionales. La dirección de Orange, poco frecuente en este tipo de casos, nos recibió por un largo espacio de tiempo en las instalaciones de la empresa en París, y habló a través de Jean-François Colin, asesor especial de prevención del director general Stéphane Richard. También hemos consultado numerosos informes internos y opiniones de expertos, así como varias sentencias relativas a procedimientos civiles o penales entre los empleados y la empresa.

La cuestión de la publicidad de los suicidios y su tratamiento informativo fue objeto de un debate en el seno de nuestro equipo de redacción. Puedes encontrar información en este sitio y la lista de consultas sobre el sufrimiento en el trabajo aquí.

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  Traducción de Miguel López

Puedes leer el texto original en francés aquí.

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