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Las izquierdas alternativas luchan por superar su fragmentación y coordinarse en el Parlamento europeo

El Parlamento Europeo, en una imagen de archivo.

Ludovic Lamant | Amélie Poinssot (Mediapart)

Las elecciones europeas de 2014 coincidieron con un momento de renovación de las izquierdas alternativas en el continente. En España, Podemos aparecía por sorpresa unos meses antes, mientras que Syriza continuaba creciendo en Grecia hasta ganar las legislativas a principios de 2015 [puedes ver en este enlace el artículo que publicó entonces Mediapart].

Cinco años más tarde todo ha cambiado. La dinámica de campaña se basa en el enfrentamiento, problemático, entre fuerzas que se dicen progresistas como LREM (La República en Marcha, partido de Macron) en Francia y nacionalistas de derecha y extrema derecha que refuerzan sus asientos en toda Europa. Cuando algunos quieren creer que la crisis económica en la zona euro ha pasado ya, ¿ha llegado la hora de las izquierdas radicales?

“Da la impresión de que estos partidos están hoy un poco perdidos”, comenta Guillem Vidal, politólogo del Instituto Universitario Europeo de Florencia. “Lo que llama la atención es su tremenda falta de coordinación y la ausencia de un programa o un manifiesto común”, añade. 

En el Parlamento Europeo, la mayor parte de las izquierdas críticas pertenecen al grupo parlamentario de la GUE (Gauche Unitaire Européenne, Izquierda Unitaria Europea). Con 52 eurodiputados de un total de 751 en el hemiciclo saliente, este grupo es el quinto de la institución, en igualdad con Los Verdes. Nada indica que la GUE vaya a mejorar sus resultados en la noche del domingo 26 de mayo.

Estas fuerzas están hoy divididas en cada uno de los países miembros. El paisaje está aún más fragmentado que en 2014 y encontramos, de un contexto nacional a otro, líneas de división a veces similares y ausencia notable de personalidades.

En Italia, donde las izquierdas están dispersas y no llegan a despuntar desde hace diez años, las elecciones legislativas de 2018 han sido sintomáticas. Entre Potere al Popolo (grupúsculo nacido de los movimientos sociales en Nápoles, cercano a La France Insoumise), Liberi e Uguali (surgido de una escisión con el Partido Demócrata) y el posicionamiento iconoclasta del Movimiento Cinco Estrellas, el discurso de la izquierda alternativa no está ni mucho menos unido alrededor de un partido o un líder. El resultado es que la izquierda más radical no ha conseguido ni siquiera un escaño en la Cámara de Diputados.

Es el mismo riesgo que puede producirse en el Parlamento Europeo, donde sin embargo la Refondazione Communista tiene dos diputados en la legislatura que termina, elegidos bajo el estandarte de La otra Europa con Tsipras. En Italia, el umbral para conseguir un escaño en el Parlamento Europeo es del 4% y es poco probable que la lista presentada este año por Refondazione et Sinistra italiana consiga llegar ahí. En cuanto al Potere al Popolo, ni siquiera ha conseguido el número de firmas necesarias para presentarse.

La dificultad para las izquierdas italianas es doble”, señala el politólogo Paolo Chiocchietti, investigador de la Universidad de Luxemburgo. “Por una parte, al centro-izquierda le cuesta posicionarse frente a la trayectoria derechista del Partido Demócrata, y por otra, el discurso de protesta dirigido a las clases populares reclamando una mayor protección social y criticando a la UE, ha sido monopolizado por la Liga y los de Cinco Estrellas en el gobierno”.

El hecho de que diferentes partidos nacionales tengan divergencias en el seno de la GUE no es nuevo. “La GUE es una organización federal”, dice Paolo Chiocchietti. “No exige una disciplina estricta de voto en el Parlamento, lo que les ha permitido tener en su interior posiciones bastante diferentes sobre la UE e incluso acoger en su grupo a formaciones independientes como los animalistas alemanes u holandeses. Es por eso el partido con la coherencia más baja del Parlamento Europeo”.

El grupo parlamentario que salga de las elecciones del próximo domingo podría tener aún más contradicciones de las que ahora tiene. Por otra parte, el Partido de la Izquierda Europea, el PGE, que conforma una buena parte de las tropas de la GUE, ha nombrado a dos jefes de filas para su campaña (en teoría, por tanto, dos candidatos a suceder a Jean-Claude Juncker en la presidencia de la Comisión): el sindicalista belga Nico Cué y la diputada eslovena Violeta Tomič.

Sin embargo, esta dinámica no es apoyada por pesos pesados de la GUE, como Podemos o Francia Insumisa (estos dos partidos no pertenecen a la PGE). Como reacción, se acaba de crear Ahora el Puebl0 para unir a Francia Insumisa, Podemos, el Bloco portugués y otros socios suecos, finlandeses y daneses. En la GUE, Francia Insumisa se lleva a matar con el Partido Comunista Francés, PCF (en 2014 hacían bloque en el Frente de Izquierdas), mientras que varias formaciones están pasando por divergencias internas (Podemos en España y Die Linke en Alemania).

Paolo Chiocchietti cree que la principal línea de fractura que atraviesa a todas estas izquierdas es la visión misma de la Unión Europea. Este universitario diferencia al menos cuatro polos: “Hay una perspectiva federalista aportada por el ex ministro griego Yanis Varoufakis y su movimiento DiEM25, del que no sabemos todavía en qué grupo va a integrarse (si obtiene diputados). A continuación, en la GUE, hay formaciones que son favorables a la construcción de una Europa social y al reforzamiento de los mecanismos de solidaridad europea, siendo críticos al mismo tiempo con la mayor parte de las políticas económicas europeas. Hay otros que están en la línea del plan A/plan B de Mélenchon y que dicen, en resumen: Europa, la cambiamos o la dejamos. Y los hay, también en la GUE, que están en un posición más soberanista y creen que hay que dar más poder a los Estados miembros”.

Todo ello sin preconizar abiertamente la salida de la Unión Europea o de la zona euro porque este discurso, que había sido defendido por una buena parte de las izquierdas europeas en 2015, durante el pulso entre Bruselas y el gobierno de Tsipras hasta la capitulación griega en el mes de julio, fue después dejado en segundo plano. “La moneda única es lo que en teoría debería dividir a las izquierdas hoy, pero mantienen la ambigüedad para no enfadar a una parte de su electorado”, dice el investigador italiano.

“Varios de estos partidos están también atrapados por su pertenencia o su apoyo a ejecutivos nacionales. Por ejemplo, Podemos o el Bloco portugués no pueden adoptar una posición de ruptura en el tema del euro”, insiste Chiocchietti. “Finalmente, la idea de una salida de la moneda europea ha encontrado mucha hostilidad entre los apoyos intelectuales de la izquierda radical, lo que explica por qué los lemas elegidos para la campaña en estas elecciones europeas se basan más en la crítica social”.

Competencia de los ecologistas y seísmo del 'Brexit'

De hecho, las izquierdas que en 2015 estaban en una lógica de ruptura con las instituciones europeas, en la actualidad están en retirada. En Grecia, el ala contestataria de Syriza no ha conseguido ningún diputado en las legislativas que siguieron a la firma del memorándum de austeridad en el verano de 2015. En la actualidad, la oposición de izquierdas a Tsipras está completamente dividida entre tendencias divergentes y personalidades con un ego que no les deja entenderse (puedes ver aquí la información de Mediapart sobre los ajustes de Syriza en el poder y las reconfiguraciones que ha conllevado en Grecia).

Tal vez el Partido del Trabajo belga (PTB) sea el único que llega a revolucionar la política belga al seguir defendiendo tanto la salida de la zona euro como de la UE (aquí se puede escuchar la entrevista de Raoul Hedebouw en las oficinas de Mediapart). Esta formación marxista, dirigida por Marc Botenga, podría entrar en el Parlamento Europeo este año.

Tanto en Grecia como en Portugal y en España, las referencias políticas de la izquierda se han movido en profundidad entre las últimas elecciones europeas y las actuales. Las izquierdas gobernantes han adoptado una línea pragmática y aceptado ciertos compromisos, sin renegar no obstante de su anclaje popular.

Esta estrategia tiene, por el momento, un coste. En Grecia, Syriza no tiene competencia a su izquierda mientras que en Lisboa, el gobierno socialista de Antonio Costa continua beneficiándose del apoyo del Bloco. Y en España es el viraje del PSOE a la izquierda, bajo el liderazgo de Pedro Sánchez, lo que ha reforzado al campo socialista.

El éxito del PSOE en las legislativas españolas de abril ha marcado los resultados de la coalición Unidas Podemos, que ha pagado también el precio de sus profundas divisiones internas sobre la estrategia a seguir. Las elecciones europeas no se presentan mucho mejor para el movimiento de Pablo Iglesias, en un paisaje español especialmente fragmentado.

“La gran diferencia respecto a 2014”, explica Guillem Vidal, “es que la competencia a la izquierda es más viva, con experiencias transnacionales como DiEM25, pero también por el empuje de los ecologistas en algunos países y por el regreso de la socialdemocracia en otros”.

En España, el paisaje en la izquierda se ha hecho más complejo. Tras la retirada de Pablo Bustinduy (que Mediapart ha entrevistado aquí) como cabeza de lista en las europeas, Unidas Podemos presenta en su lista una sagaz mezcla de pablistaspablistas (María Eugenia Rodríguez Palop), ecologistas (Ernest Urtasun, que pertenecía a Los Verdes en esta legislatura saliente), comunistas (Sira Rego, procedente de Izquierda Unida) o incluso del ala anticapitalista de Podemos (Miguel Urbán, diputado saliente), por lo que corre el riesgo de confundir a sus electores sobre la estrategia que esta coalición seguirá en Bruselas.

Pero además hay nuevos partidos que se apunta en esta carrera. Actúa, la formación creada por el exjuez Baltasar Garzón y el excomunista Gaspar Llamazares, se ha asociado con DiEM25 y a Izquierda en Positivo. El eurodiputado saliente Florent Marcellesi lleva los colores de Equo, el partido ecologista de resultados modestos. En cuanto al partido animalista Pacma, bien podría conseguir votos en la izquierda en un país donde la cuestión del sufrimiento de los animales es un tema muy sensible. A todo esto se añade, por supuesto, como en cada elección en España, una miríada de partidos autonomistas, a veces de izquierdas, que esperan aprovecharse de la tensión en Cataluña para conseguir algunos diputados.

La batalla está no obstante abierta y Podemos podría ser la primera delegación, por el número de diputados, en la GUE y pretender así la presidencia del grupo. Solamente otros tres podrían hacerles competencia: Die Linke, Syriza y Francia Insumisa (a Younous Omarjee se le cita a veces, en el entorno de Mélenchon, como posible jefe de la GUE).

Otra evolución respecto al escrutinio de 2014: en Alemania, en Países Bajos y también en Bélgica, el anunciado empuje de las fuerzas ecologistas (Grünen, GroenLinks y Ecolo et Groen, respectivamente) podrían hacer sombra a los partidos tradicionales de la izquierda radical (Die Linke, Partido Socialista y, en menor medida, el PTB, respectivamente).

¿Este desplazamiento del cursor es resultado de un mandato marcado por una sucesión de crisis europeas? “La consecuencia de la crisis griega, y también la del Brexit, es que las izquierdas críticas ya no tienen ni valentía ni ganas de adoptar una posición clara que pueda hacerles perder apoyos”, estima Chiocchietti. “La capitulación de Tsipras ha roto el impulso en varios países. Estamos en un período de estancamiento de las ideas”.

Todo esto en un paisaje político europeo mucho más permeable a las tesis de la extrema derecha que el que había en 2014 porque, mientras tanto, la llegada a Europa de refugiados de las guerras de Irak y Siria y la incapacidad de los gobiernos nacionales para ponerse de acuerdo en la política de acogida han desembocado en un aumento de los discursos xenófobos en los gobiernos de numerosos países. Frente a esto, las izquierdas críticas apenas han conseguido promover un discurso alternativo eficaz ni a conformar alianzas europeas como lo han hecho las derechas duras del continente gracias a una mediatización sin precedentes. Las elecciones del domingo aparecen por lo tanto, para esas izquierdas, como un test sobre su capacidad de recuperarse en un ambiente cada vez más hostil para ellas. ______________

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  Traducción de Miguel López

Aquí puedes leer el texto original en francés:

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