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Las camareras de piso en huelga en el hotel Ibis de París son “enfermas laborales”

Huelguistas delante del hotel Ibis Batignolles, en París.

Rouguyata Sall (Mediapart)

“Media habitación, eso no existe”, se mofa Rachel, una de las huelguistas del hotel Ibis Batignolle. “Ellas quieren que se baje el ritmo a tres habitaciones por hora y no tres y media”, exige esta camarera de piso de unos cuarenta años de edad, originaria de Costa de Marfil. Las camareras de piso de este hotel de tres estrellas, situado a las puertas de París, son empleadas del subcontratista STN, grupo familiar especializado en la higiene y la limpieza.

Ya “cansadas”, iniciaron una huelga el 17 de julio para mejorar sus condiciones laborales. Trece días más tarde, a las 09:30 no hay nadie en el hall del hotel convertido en piquete de huelga, salvo Aboubacar, el único hombre huelguista del movimiento: “Las chicas están arriba”, nos dice. “Están preparando una acción que consiste en hacer un poco de ruido para despertar a los clientes”. Unos minutos más tarde se oyen de lejos silbatos, percusión y murmuraciones de eslóganes. Como todas las mañanas, unas veinte mujeres huelguistas deambulan por los pasillos para que los clientes del hotel sepan que están en huelga.

Tras media hora de acción, las mujeres vuelven a bajar. Algunas están vestidas al estilo africano, otras al occidental y algunas otras con mezcla de los dos. Pero casi todas llevan un chaleco amarillo con el logo serigrafiado “CGT Hoteles de prestigio y económicos” (CGT HPE), el sindicato que controla la huelga, o bien un chaleco rojo con la reivindicación “Retirada de las ordenanzas Macron”.

Ya en el hall del hotel, la percusión, los silbatos y los eslóganes de las camareras tapan la música, aunque está fuerte. Los clientes pasan, la mayor parte de ellos indiferentes, algunos con una sonrisita y otros claramente molestos. Durante ese tiempo, las huelguistas se turnan en el hall. Una toca un tambor, otra golpea con una cuchara metálica una caja de metal de Mido, la leche en polvo típica del continente africano.

“Hacemos muchas habitaciones pero esto no está pagado”, se lamenta una de las huelguistas que, como todas –salvo Rachel- desea el anonimato. Esta mujer, de unos cuarenta años, originaria de Mali, se unió a la huelga desde el primer día. “Mis pies están hinchados pero yo estoy aquí todas las mañanas desde las 9 hasta las 16 horas”, precisa. Trabaja en el hotel Ibis Batignolles desde hace nueve años y medio y esta no es su primera huelga. “Hemos hecho mucho pero esto no funciona”, excepto la decimotercera paga después de un movimiento anterior, nos dice.

¿Por qué hacer esta enésima huelga? “Esto va de mal en peor. Tenemos que hacer más de tres habitaciones por hora. A veces hago treinta habitaciones en siete horas”.  “Si no bajan el ritmo, que por lo menos paguen horas extras”, sugiere una de sus compañeras, también agotada por el esfuerzo diario. Hacer habitaciones, barrer o pasar el aspirador, después la fregona, limpiar el baño y el váter, a veces las paredes y también las ventanas. Todo eso en 17 minutos, según el ritmo indicado de tres habitaciones y media por hora.

Tras ocupar el hall, las huelguistas se dirigen juntas a las salas de seminarios, también en la planta baja del hotel. Su objetivo es el salón donde están llegando numerosos testigos de Jehová para una de sus asambleas internacionales que comienza el 2 de agosto. Operación fallida: las camareras de piso son inmediatamente seguidas y adelantadas por un agente de seguridad y por personal del hotel Ibis.

Entre ellos el director, que pierde la paciencia cuando una de las manifestantes lanza a puñados recortes de papel por el suelo. Están bloqueadas pero las camareras continúan gritando: “STN ladrones, Ibis cómplice”, y luego “Frotar, frotar, hay que pagar” o también “So, so, solidaridad”.

Aboubacar coge entonces el megáfono: “Vamos a mostrar a Francia y al mundo lo que estamos sufriendo: acoso moral y acoso sexual. Hay acoso sexual en este hotel. El combate continúa”. Su nombre no se dice pero todas saben que habla de Beby, una camarera de piso que presentó una denuncia contra el antiguo director del hotel en marzo de 2017. Los médicos que la examinaron certificaron “hematomas, un desgarro vaginal y rastros de forcejeo”. Además, el vídeo de vigilancia del hotel muestra “al director rondar por el pasillo y entrar en la habitación”, según su abogada Carine Durrieu-Diebolt, citada por Le Monde. El antiguo director, despedido, niega los hechos pero está procesado por agresión sexual.

En cuanto a Aboubacar, ha denunciado a su empleador, STN Groupe, por acoso moral después de varias tentativas de despido que fueron rechazadas por la inspección de trabajo.

Mientras las huelguistas se manifiestan en el interior, una joven –que, como a nosotras, le pidieron que se quedara fuera del hotel- pone banderas de la CGT HPE en el hall. Tiziri Kandi, empleada del sindicato, ha llegado con una pila de octavillas que distribuye entre algunos clientes del hotel. Tiziri Kandi, estudiante de sociología, redactó en 2012 su memoria de fin de estudios sobre el trabajo y la movilización de camareras de piso y gobernantas de hotel. Desde entonces no ha dejado ese terreno y ha elegido la acción sindical combatiendo principalmente la subcontratación.

STN es el empleador de las camareras de piso, no el hotel Ibis Batignolles, que pertenece al grupo Accor, líder hotelero en Europa, que subcontrata la limpieza de habitaciones a STN. La subcontratación es común en el mundo hotelero. Las huelgas también. A finales de 2018, las huelguistas del hotel Hyatt Vendôme (París centro) salieron victoriosas de 87 días de huelga. Una de las más largas se hizo en el Holiday Inn de Clichy, en 2018. Otra comenzó hace tres meses y todavía sigue en el hotel NH de Marsella.

En el Ibis Batignolles, la mayor parte de las camareras trabajan entre cuatro y seis horas diarias. Durante la huelga están en su centro de trabajo de 9 a 16 horas. Ninguna preocupación sobre la guardería para las que tienen niños grandes, pero una de ellas llega a las 10:30: “No puedo salir antes. Tengo que preparar la comida de mi hijo antes de venir. Tiene 8 años, tiene que cuidarse sólo para que yo pueda hacer huelga”, explica. “Tratamos de arreglarnos. Después del centro, si no he llegado él sabe que tiene que ir a casa de su compañero y llamarme cuando llegue. Todo eso por media habitación…”, dice lamentándose.

Estas mujeres ganan alrededor de 10 euros brutos por hora y la mayor parte trabajan a tiempo parcial. Prescindir de este escaso salario podría frenar el movimiento, pero ellas no están preocupadas por el final de mes. “Aunque la huelga dure mucho nos arreglaremos”, dice Rachel. “Nos va a hacer un roto pero no se van a salir con la suya”, añade otra huelguista de unos cincuenta años. “Además, el sindicato nos va a ayudar y tenemos también un fondo de apoyo en Internet. Si no quieren bajar el ritmo continuaremos en huelga. No nos cansamos, aquí estamos”, dice una joven de origen senegalés.

“Si perdemos nuestro sueldo no es tan grave”, confirma otra huelguista, que se levanta a las 5 cada día porque vive en Normandía. “ Trabajamos duro pero no nos respetan. Mirad todas esas que no andan bien. Hay que combatir. Es mejor que morir aquí”. El fondo común online acaba de pasar de 2.000 eurosonline. Pero sobre todo es la caja de huelga del sindicato la que va a tomar el relevo.

En los estatutos del CGT HPE, que cuenta según ellos con unos mil socios, está prevista una caja de huelga para “dar confianza” a los huelguistas, que están “menos preocupados” cuando perciben una parte del total de su salario a finales de mes, es decir, unos 42 euros por día de huelga. En los conflictos que duran mucho esta garantía tiene su importancia.

“Es difícil hacer todos los días los mismos gestos, los mismos movimientos”

Entre las quince reivindicaciones, aparte del ritmo y de la contratación de trabajadores por el hotel, las huelguistas piden pasar a tiempo completo, además de algunas primas e indemnizaciones, principalmente por la comida (7,24 euros contra 2 euros actualmente) o por la limpieza de su ropa de trabajo. Para hacer esta huelga, la mayor parte de estas mujeres se sindicaron por primera vez, sin lo cual el movimiento no habría tenido lugar, en todo caso con el apoyo del CGT HPE, que no se compromete si “al menos el 50% de los huelguistas no están sindicados”.

Hace unos meses Aboubacar contactó con CGT HPE, que le recordaron esta condición y le comisionaron para convencer a sus colegas. “Pagar las cuotas sindicales ya dice algo sobre la voluntad de luchar”, dice Tiziri Kandi. Se trata de un elemento importante para esta mujer acostumbrada a la lucha en el paisaje hotelero de la región de París, para quien “el objetivo no es arreglar las cosas individualmente sino construir una relación de fuerzas” y combatir así la subcontratación.

A primeros de julio se acelera la preparación del movimiento de huelga a causa de unas diez trabajadoras no capacitadas propuestas para un traslado. “Yo estoy enferma por el trabajo, tengo tendinitis en las muñecas”, dice una de las mujeres cuyo traslado estaría paralizado “pero sólo de palabra”, ya que no ha recibido  nada por escrito. El número de habitaciones que hay que limpiar todos los días se había reducido para ella hasta hace poco. Acaba de recurrir a la Seguridad Social ante el temor y la dificultad de volver al ritmo de 21 habitaciones diarias. “Sigo teniendo dolores –dice-. Esto no se cura rápido. Es difícil hacer siempre los mismos gestos, los mismos movimientos. Pero no me dejaré torear”.

Otra reivindicación de las huelguistas es la supresión de la cláusula de movilidad. En efecto, en su contrato se estipula un primer lugar de trabajo, en este caso el Ibis Batignolles, pero también pueden ser destinadas “a todos los centros situados en los departamentos 75, 77, 78, 91, 92, 93, 94, 95 y 60” [la región parisina o Île de France].

Es esta cláusula la que va a dar lugar a un pico de tensión entre Tiziri Kandi y Yoan Atlan, hijo del director general de la sociedad STN, ante la presencia de una agente judicial solicitada por el grupo Accor, todo grabado por una empleada del hotel Ibis que filma constantemente, según los huelguistas.

A pesar de trabajar habitualmente en otro hotel, un trabajador del subcontratista STN se presenta a mediodía en el Ibis Batignolles, donde le han contratado para la tarde. Pero las huelguistas y los sindicalistas le cortan el acceso al hall y reclaman que debe cambiarse una cláusula de su contrato para que pueda cambiar de sede. No tiene ese salvoconducto.

Yoan Atlan, allí presente, que intenta personalmente que ese trabajador entre en el hotel, se enfrenta a la sindicalista después de decirle que ese trabajador no tiene que “enseñar nada”, a lo que la sindicalista no cede: “Los trabajadores sin cláusula no pueden entrar. La burla tiene límites. Desplazan a los trabajadores como a esclavos. ¡Qué escándalo, qué vergüenza!”

Yoan Atlan se va de vacío y el desdichado trabajador va a sentarse a un banco. “La cláusula está en la sala de partos”, dicen con burla las huelguistas. Hasta que sea presentada y el trabajador esté autorizado a entrar. Pero les espera una tarea: barrer el suelo lleno de montones de papeles que las huelguistas no paran de repartir.

A los ojos de Tiziri Kandi es una pequeña victoria: “Les hemos obligado a hacer venir al agente judicial. Eso les retrasa, hemos ganado ya algo”.  Sobre todo porque esta escena permite llevar la voz cantante para mañana. La próxima acción prevista es preguntar a todas las camareras de piso sustitutas si tienen una cláusula en regla para así oponerse a la sustitución –legal- de los huelguistas, lo que penaliza el movimiento al restarle visibilidad.

Tras este episodio, las huelguistas retomaron sus turnos de hall, siempre entre los clientes que transitan todo el día. Algunas están aún comiendo, unos sándwiches de pollo, ensalada y mayonesa preparados allí mismo que han comprado en el supermercado de la esquina. Sobre las 15:30 las huelguistas salen del hotel y se sientan para una pequeña reunión de fin de jornada. Todo el mundo se compromete a estar ahí mañana. Claude Lévy, de CGT HPE, precisa que ellas recibirán seguramente un primer cheque el 6 de agosto.

Hace mención a un evento sorpresa previsto esa misma tarde: unas diez personas, entre ellas Tiziri Kandi y una de las huelguistas del hotel, han entrado en el hotel Pullman, en La Défense, para hablar de la huelga del Ibis Batignolles, porque “la situación no es mejor en los hoteles de lujo del grupo Accor”, dice Tiziri Kandi por megáfono. Está prevista también una reunión de apoyo para el 2 de agosto a las 12:00 delante del hotel Ibis Batignolles.

Los sindicalistas han previsto otros actos en septiembre, como una llamada al boicot a los hoteles del grupo Accor, entre los que se encuentran los Mercure, Novotel, Pullman y también los demás Ibis.

Emmanuel Estrem, director del Ibis Batignolles que está presente allí todo el día, no ha querido responder a nuestras preguntas. Únicamente ha dicho que “vigilamos que cada uno aplique y haga aplicar el estatuto ético y RSE que el grupo se ha comprometido a respetar. Si proveedores o prestatarios no respetan ese estatuto, importante para nosotros, nos guardaremos el derecho de no trabajar más con ellos”.

Por lo demás, nos reenvía a una negociación que se ha establecido entre la sociedad STN y CGT Limpieza. ¿Están satisfechos de este subcontratista? No ha sido señalado “ningún incumplimiento” durante la última auditoría realizada por un bufete independiente en 2017. La auditoría programada para este año ha sido interrumpida a causa de la huelga. Por su parte, la sociedad STN no ha querido contestar nuestras preguntas.

  Traducción: Miguel López

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